En medio de los saltos del dólar y las tasas de interes, la moda de los BOTES, las LEBAC o las LETES y el aumento de la inflación y el desempleo, demasiada cantidad de analistas hace foco en las tormentas externas que estarían azotando al barco de la Argentina, mientras su piloto de tormentas insiste en el rumbo hacia el iceberg que asoma en el horizonte.
El intento de sudamericanizar la Argentina ya es harto evidente. Para eso Cambiemos debe aniquilar todo rastro del «estado de bienestar» peronista, quitar de la mente de los argentinos cualquier rastro de derechos ganados. Es decir, llevarnos a una Argentina preperonista, por eso tanta insistencia en dejar atrás «70 años de errores». Setenta años antes de que asuma Macri, justamente, asumía la presidencia por primera vez Juan Domingo Perón.
Lo que adelantábamos aquí en agosto [1] ahora lo reconoce hasta Marcelo Bonelli en Clarín [2]. Decíamos entonces que Macri no sólo es un admirador de EE.UU. sino que es más pronorteamericano que los embajadores de Washington, como mostraron los cables secretos revelados por WikiLeaks. Bajo esa lente debemos observar las medidas políticas y económicas del macrismo, no otra. Por lo tanto, no hubo excesos ni errores, todo es parte del plan de gobierno de la Revolución Macrista. Y ahora vemos que Bonelli revela que tanto el FMI como el Tesoro de los EE.UU. están negociando una salida de urgencia para la crisis macrista que llevó a que el dólar saltara a 40 pesos y se perdieron US$ 17.000 millones de las reservas del Banco Central y que la pobreza supere a fin de año el 30% de la población. Incluso informa que «La información la tienen los grandes fondos de Wall Street. Nicolás Dujovne habló con ellos». (…) La jefa del FMI tiene una relación especial con el Presidente. Lagarde quiere apuntalar a su preferido. Ahora dependerá de los funcionarios a cargo del tema que no vuelva a “chocar” la calesita de la economía. Argentina dilapidó en el año reservas y la ausencia de un verdadero plan económico llevó la economía a la “estanflación”.
También en nuestra nota de agosto decíamos que la mano invisible del Tío Sam estaba detrás de la causa de las fotocopias de los cuadernos de Centeno, algo que confirma indirectamente el mismo Bonelli en su nota, cuando dice: «Prado – el nuevo embajador en Buenos Aires (dijo que) las empresas americanas deben invertir en Argentina aprovechando la nueva relación bilateral”. (…) En esa reunión circuló un dato político clave: la Casa Rosada trabaja en un proyecto de ley para “encapsular” el escándalo de los cuadernos.
«La intención es preservar a las empresas para que no se frene la obra pública. En las “coimas” están involucradas todas las importantes.»
La devaluación junto con la baja de las acciones de esas empresas, dañadas por el escándalo de las fotocopias, dejarían el campo orégano para su compra a precio irrisorio por parte de capitales yanquis. Y, matando dos pájaros de un tiro, también confirma nuestras advertencias sobre el objetivo político principal: CFK. Sigamos leyendo a Bonelli:
(El gobierno) «explora dos ideas fuerza: 1) Que los políticos involucrados en la corrupción no puedan postularse en el futuro a cargos públicos, 2) Que los empresarios estén impedidos de ejercer el comercio y deban renunciar a sus compañías».
Se comprueba así lo que decíamos aquí en agosto: «es probable que tenga el mismo resultado dejado por el mani pulite italiano y el lava jato brasileño, es decir, la disolución del sistema político autóctono, el derrumbe de las principales empresas nacionales y la invasión de empresas trasnacionales, principalmente norteamericanas. Para colmo, la debacle económica de la “tormenta” macrista promete no dejar clase media en pié y aumentar la masa de pobres e indigentes y la riqueza de la cima de la pirámide poblacional».
Parece que el pecado argentino ha sido comerciar libremente con China y Rusia, consideradas por EE.UU. como sombras amenazantes detrás de sus intereses en Sudamérica, como comentan el profesor Juan Gabriel Tokatlian y Horacio Verbitsky y que reproducimos en esa nota de agosto.
La Revolución Macrista ha pisado el acelerador y parece llevarse puesto al país igualitario y con esa inmensa clase media que durante décadas nos diferenció de nuestros hermanos latinoamericanos. Cuál ha sido el plan original del macrismo ya lo hemos analizado aquí en varias oportunidades, pero lo señalaremos hoy de nuevo en pocas palabras. El aumento sideral de los servicios y tarifas, más la apertura indiscriminada de la importación de cualquier producto no podía llevar a otra cosa que la casi extinción de las pequeñas y medianas empresas, al aumento brutal del desempleo, la pobreza y la indigencia, la consecuente disminución de la clase media y el aumento de la clase baja, la primarización de las exportaciones nacionales (agropecuarias, mineras, de recursos naturales como petróleo, gas y litio, y otras de bajo valor agregado), el crecimiento de la intermediación financiera y el aumento sideral de la deuda externa en dólares cada vez más caros, lo que constituirá un cepo al desarrollo nacional.
En este país que imagina el macrismo y el establishment que lo apoya, sobrarían un par de decenas de millones de argentinos, que no encontrarían empleo en las pocas industrias que quedarían. Millones de soldados de ese ejército de reserva con el que el capitalismo estaría chocho de contar para regular a la baja todos los salarios.
Claro está que este país teórico, soñado por el macrismo no encaja con la historia y el presente argentino. Es un modelo más cercano al chileno, al colombiano o, para ir más lejos, al indio. Pero no al de la Argentina posperonista y menos aún poskirchnerista. De la memoria popular no se borra tan fácilmente lo sucedido hasta hace apenas tres años. Por eso, la única roca que molesta en el camino es el kirchnerismo y sus posibles aliados para las elecciones del año próximo. Y de eso se estarían encargando varios jueces federales y algunos políticos del «peronismo perdonable» (como lo llama Jorge Asís). Y la cabeza visible de esa oposición es indudablemente Cristina Fernández.
La única salida para el establishment es que en 2019 CFK no gane las elecciones, la única que puede aglutinar tras suyo no sólo los votos necesarios sino la epopeya revolucionaria (similar a la de su marido en 2003) capaz de cortar el nudo gordiano con que el macrismo está maniatando al país. Y para eso sólo hay dos salidas: la proscripción o la cárcel, ya que el intento de desprestigiarla con el aparato mediático-judicial no parece estar funcionando.
Ya analizamos varias veces aquí las razones que llevarían a su necesaria eliminación del escenario electoral (por ejemplo en [3] y [4]) por lo que sólo nos limitaremos a señalar que hoy en día Cristina ya ha dejado de ser una candidata posible para convertirse (Ernesto Laclau mediante [5]) en el «significante vacío» que une a vastos sectores populares dispersos víctimas de la economía macrista. Cristina ha dejado de ser la expresidenta, la principal política de la oposición o la senadora, para pasar a ser un símbolo de la resistencia a esta política agresiva contra las clases media y baja. Una bandera que crece desde abajo en las juventudes que abogan por el aborto legal y gratuito, por el «ni una menos» o la rebeldía ante el avance del mercado cruel contra los salarios o las jubilaciones desfallecientes. La letra K ha dejado de ser una propiedad del kirchnerismo para pasar a ser (gracias al mismo macrismo) un sinónimo de todo lo no Macri, y el antónimo de todo lo malo del macrismo. No tanto quizás por las virtudes del kirchnerismo sino de los errores o daños que la misma Revolución Macrista ha derramado en el país. Algo similar a lo ocurrido con el peronismo durante los años de la «Revolución Libertadora» y las presidencias posteriores. El odio que destila el gobierno y sus medios hegemónicos afines contra todo lo que huela a K permea amplias capas del pueblo víctima de esa economía, y al mezclarse con la decepción de los votantes de Cambiemos o el rencor de quienes no lo votaron ni en la primera vuelta ni en la segunda y va generando una reacción cristinista que puede generar (vaya paradoja) un cuarto gobierno kirchnerista, como señalamos aquí en [6].
El escenario para 2019 comenzará a perfilarse con la votación del presupuesto para el año próximo. Esas dos votaciones (Diputados y Senadores) serán el parteaguas de la oposición entre opositores y paraoficialistas. Será la génesis de la alianza política, gremial y social que se opondrá a Cambiemos en las urnas, ya sea con o (como sueñan el macrismo) sin las PASO. El resultado de esos comicios está por ahora abierto, aunque, como ya hemos señalado aquí, de no mediar ninguna jugarreta o ilegalidad del oficialismo judicial o alguna encerrona violenta del Poder Ejecutivo para no entregar el poder, es muy probable que se repitan los hechos que llevaron al peronismo a volver al poder en 1973. Pero eso ya es tema para otra nota…