Lucas Carrasco escribió varias veces en los últimos tiempos que la derrota del Frente para la Victoria lejos está de constituir un fin de ciclo, pues entiende que buena parte de lo mejor del ideario programático que empuja la presidenta CFK –y que juzga abandonado por ella, lo que motiva su actual encono contra el oficialismo– es compartido no sólo por Sergio Massa, sino ya por el grueso de la dirigencia y los partidos opositores. Lo llama el triunfo cultural del campo nacional y popular. En una columna en el año 2010, Carlos Pagni decía algo similar, claro que, en vez de festejar –como Carrasco–, chillaba por ello: “Parte del poder de los Kirchner se asienta sobre el consenso precapitalista de una porción relevante de la clase política argentina.”
Se trata de relativizar el impacto de la derrota oficialista a través de la promesa de “conservar lo bueno”. Del lonardismo sui generis. Que ya se sabe cómo termina, como terminó eso cada vez que se intentó.
Por nuestra parte, no creemos en tal análisis. Básicamente, porque juzgamos inocuo el compromiso, sea discursivo o de otro tipo, que puedan decir ofrecer los adversarios del kirchnerismo, pues son en todos los casos depositarios de un clima de época en cuya construcción no han participado. Refutatorio de la experiencia kirchnerista, vale decir. Esa correlación de fuerzas determina la incapacidad de explorar fronteras afuera del conflicto que de modo dominante organiza la disputa política argentina actual: kirchnerismo, sí o no. Es lícito pretender en público que se quiere saltar por encima de esos litigios, pero la realidad lo coloca a uno donde quiere ella y punto.
Al menos inicialmente. Salvo que se tenga la voluntad política de pujar en contrario: Kirchner, por caso, lo hizo.
Como bien dijera Mariano Grimoldi, “En las condiciones actuales (…) la neutralidad no existe. Y la superación tampoco. (…) La guerra entre los bloques de poder sólo termina con la disolución más o menos total de uno de esos bloques de poder, con la conformación de una nueva correlación de fuerzas. La síntesis dialéctica sólo es posible en ese escenario. Y el que pretenda surgir como el garante de la síntesis, lo hará impulsado por uno de los bandos en pugna.”
Conforme avanzó la campaña, y a posteriori de las PASO, fue quedando claro que los dueños del poder real no tienen ninguna intención de otra cosa que no sea una vuelta a fojas cero. El prekirchnerismo, se diría. Pasando todo lo actual a rango de fallido histórico.
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En cierto sentido, que el Frente Renovador deposite sus energías más en el encono que verbalizan contra Daniel Scioli que en la propia Cristina Fernández, vendría a aportar elementos que sustenten nuestras conclusiones del primer tramo del post.
Confirmada la extinción de la hipótesis de continuidad de CFK más allá del 10 de diciembre de 2015, nadie duda de que se abrirán para Scioli muchas oportunidades de capturar la estructura en que hoy se sustenta el kirchnerismo para intentar su camino en el nuevo escenario que, cuidado, no se define de la nada a partir del 28 de octubre próximo sino que habrá que construirlo. Si el gobernador de la provincia de Buenos Aires pretende intervenir en ese marco a través de un armado que contemple mucho de la dinámica actual del Frente para la Victoria, y por ende con un programa condicionado según tales topes, por mucho que con él en particular no constituya un elemento crítico, deberá afrontar intentos de veto.
Dicho sencillo: a nadie pueden caber dudas de la falta de audacia del ex motonauta para con un programa de transformaciones, de lo que se trata en cambio es de liquidar la posibilidad de extensión de la capacidad del kirchnerismo de influenciar en la política nacional. Y por ende, de cualquier variable que pueda contener o expresar institucionalmente siquiera lo que puedan ser restos del actual programa de gobierno. La expresión fin de ciclo, de tan dominante que se ha vuelto, resulta esclarecedora para establecer el carácter de disfraz del mensaje lonardista.
Queda así al kirchnerismo como tarea para el hogar el examen que corresponde a la determinación de la conveniencia de centralizar sus aspiraciones futuras sólo en la figura de Scioli o si puede además sumar la apertura de nuevas sendas alternativas.
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Para peor, el crack político de 2001 legó una única estructura nacional real que es a su vez adversada por varios liderazgos provinciales incapaces de trascender esas limitaciones. La curiosidad sobre la cual circula este trámite es la de espacios estancos, y recíprocamente incapaces de penetrarse. Ello conlleva el riesgo de que 2015 elabore un gobierno nacional con poca fuerza institucional, sobre todo parlamentaria; que, necesitado de negociar en demasía para poder funcionar, suponga un freno en seco en las operaciones de poder sobre la escena del statu quo.
Conviene recordar que la Unión Cívica Radical gobierna hoy apenas en Corrientes y que el PRO está, recién ahora, a seis años de asumido Maurizio Macrì en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cerca de sumar sus primeros senadores nacionales. No casualmente algunas voces, digamos, autorizadas del massismo bloguero comenzaron a enunciar la hipótesis de un gobierno de coalición para dentro de dos años y nostalgias por cierto consenso bipartidista que caracterizara los primeros veinte años post dictatoriales.
No se vive, en definitiva, sólo de buenas intenciones.
tampoco Verbisky ni yo lo queremos a Scioli.
Yo, sí. Nunca tuve problemas con él.
Scioli esta obligado a heredar la mayor parte posible del kirchnerismo y luego disciplinarlo, y desde luego jibarizar la influencia politica de la ex.
Obviamente la minoría intensa se quedará con «Ella», pero fuera del estado.
Y debera generar nuevas alianzas, lo que no le va a costar mucho.
Noto cierta contradicción en este comentario: porque, por un lado, afirmas que hay una minoría intensa que será incapaz de acordar con Scioli; pero a renglón inmediatamente seguido decís que conseguir nuevas alianzas no le va a costar, a esa misma minoría intensa, mucho.
¿O entendí mal yo?
Al que no le va a costar mucho, si tiene la manija y la caja, es a Scioli.
Ah, no había entendido. Si Massa prospera no veo que le vaya a quedar mucho margen más allá del kirchnerismo. A Scioli.
Una vez que le pongan la banda, si llega, empieza otra historia
El tema en esto es: cuantos votos tiene el kirchnerismo entendido como lo entienden los del palo aqui en el blog: La Campora/Chavez Cruz del Sur/ discurso pseudo-setentista, burguesia malisima, etc? Porque la cruzada de la redencion de los desposeidos el kirchnerismo se lo presto del peronismo, no es un tema que pueda reivindicar como propio. Cualquiera que se siente en el cogote del elefante peronista ( Massa, Scioli, quien sea) puede empezar a hacer el verso y, si le da la caja/la soja, ser tan exitoso en eso como los Kirchner.El kirchnerismo ‘puro’, sin poder y sin la caja, pasa a ser un cafe a la vuelta de cualquier facultad de Ciencias Sociales, con la misma capacidad de ganar votos o tener influencia. Frepaso 2, en simple. Se le pasa el momento, se termina.
El frepaso tenía a la anticorrupción como bandera. Este Frepaso II no la puede levantar.}
Para mi lo ideal sería que Cristina elija al cuervo Larroque como candicato. Ahí se va a ver cuántos pares son tres botas.
Me parece acertado el análisis que hace Grimoldi. Creo que nuestra primera prioridad es timbrear y recorrer el territorio para asegurar los votos y hacer las mejores legislativas posibles.
Luego seguir militando y no caer en el desánimo para facilitar los próximos dos años de gobierno. La propuesta de continuidad del modelo la hará Cristina en su momento, que no es este.