Lacunza se quedó en el 2001

Hernán Lacunza escribe una buena nota en La Nación de hoy. Con un título que se destaca por su sensacionalismo, sin embargo, y su mala fe.

Parece que desde ciertos sectores se retoma para este año el pronóstico del fin del superávit de cuenta corriente. No fue 2009, tampoco 2010. Confiaremos en que sí ocurra en 2011.

Lo primero que se destaca para abonar esa hipótesis es la reducción del superávit comercial durante 2010 (situación que se transformaría en tendencia de largo plazo). Sin embargo, recordamos que el altísimo superávit comercial de 2009 estuvo apuntalado por una reducción de las importaciones, en rubros como bienes de capital, o bienes intermedios. Esa reducción de importaciones, lejos de ser leída como una buena noticia, significó en aquel momento, uno de los «hits» del augurio de la próxima catástrofe. Porque equivalía a baja en la inversión, motivada por la crisis internacional.
Entonces, superado ese momento, en 2010 las importaciones dieron un salto muy grande, a tono con el crecimiento de la economía. Pero no sería lógico que mantuvieran ese ritmo de crecimiento en 2011 (en cuanto a incremento porcentual), porque el piso de comparación (2010) no va a ser tan bajo como el del año pasado (2009).

En resumen, si el incremento del superávit comercial en 2009 («sorpresivo» porque tipos como Brodersohn vaticinaron exactamente lo contrario) no era una noticia para alegrarse, tampoco conviene exagerar con el pesimismo por una reducción, simétrica con aquel incremento, que se dio el año pasado.

Lo que no deja de ser sorprendente es que los mismos (pero exactamente los mismos, eh) que subestimaban los efectos de una hipotética apreciación cambiaria, y que recomendaban dejar que bajara el dólar para frenar la inflación, allá por 2006 y 2007, hoy estén tan preocupados por los efectos que la inflación tendría en el tipo de cambio real, y por ende en los sectores productivos que más empleo generan.

Por último, Lacunza también se la agarra con el tema «destinos de nuestras exportaciones». La diversificación de destinos era algo deseable hasta hace poco. Pero parece que hoy, que es una realidad, ya no. «Preocupa», entonces, que nuestras exportaciones a «mercados exigentes» como el NAFTA y la UE pierdan terreno (en términos proporcionales; en términos absolutos no se reducen, aumentan), y que ganen terreno nuestras exportaciones a África del Norte, Sudamérica y países emergentes.
Lindo tema para discutir. Pero, ojo, con buen fe.

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