En septiembre, la Corte Suprema, en un fallo que es técnicamente imposible de cuestionar (pero que, al mismo tiempo, es ajeno -por poco comprometido con la enorme discusión política que genera en su derredor- a la tradición filosófica de esta conformación del tribunal), sentenció que la última palabra sobre la constitucionalidad de la Ley de Medios la tendrá aquel que triunfe en las presidenciales de 2011. El peronismo gobernante (que, como todos sabemos, es un régimen fascista y corrupto, que está en la tarea de quemar las banderas de nuestras mejores tradiciones y del estado de derecho liberal que tan buenos resultados nos trajo cuando bajo su imperio vivimos durante el período 1880-1930) fue advertido desde cuanta tribuna de gente bien hay en este país, de que está obligado a respetar la decisión de los supremos. Por cierto que es así, y de hecho lo hace. Pero el que parece no sentirse conminado a acatar el decisorio cortesano es el juez (ex asesor ministerial del dictador Onganía, designado en su actual cargo por el genocida Videla) Edmundo Carbone.
Es verdad que un juez de instancias inferiores no está compelido a ajustar sus decisiones a lo emanado del máximo tribunal. Hay (o más bien debería haber) un respeto a la “autoridad –moral- del superior” (por decirle de alguna forma), atento la importancia del sostenimiento de una línea jurisprudencial determinada, en pos de la estabilidad de criterios y evitar dispendio procesal. Los pormenores del fallo los explica mejor, como siempre, el blog Saber Derecho, el más calificado para hablar de estas cosas (al menos en la opinión de Segundas Lecturas; ¿Quién, si no? ¿Adrián Ventura?). Vale, de su comentario, rescatar el concepto, doctrinario, de pedirle a los jueces buena fe a la hora de dictar cautelares, atento lo laxo de su regulación, de lo que se vale Carbone para hacerse el tonto.
Se le pide eso -buena fe- a quién no la tiene, porque está en la empresa de dilatar el tema lo más que le sea posible, y allí es donde juega lo que fue nuestra crítica al fallo de la Corte de septiembre, cuando decidió no abrir la cautelar que tiene frenado el artículo más importante de la ley, el que desintegra la conformación de negocios del actor monopólico que es el que acapara lo que se requiere redistribuir a los fines de que la competitividad que promueve el resto del articulado pueda hacerse realidad.
Excesivo ritualismo que aplica el derecho sin atender a las particularidades del caso. A eso, a no prestar atención intencionalmente a dónde es que debe intervenir la legislación, amparándose en lecturas zonzas de la ley, sí hizo caso Carbone: Claro, eso sí le fue útil a sus propósitos, curiosamente los mismos que el del monopolio, que mientras tanto gana tiempo de oro para burlar (valga el término) la ley y seguir intentando hacerla estallar pronto, sin que le haya tocado a ellos, justamente quienes más la repugnan, y cuya mala influencia sobre el mercado info comunicacional es generadora de la necesidad en función de la cual tiene sentido la existencia de la nueva herramienta reguladora de los servicios audiovisuales.
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El radicalismo, de su lado, sufre una crisis orgánica (otra más) por la división interna que lo atraviesa, la número mil millones en la historia del “centenario partido”: hijodealfonsinistas versus indefinidistas (cobismo). Desde que los militantes del hijo de Alfonsín incumplieron su parte en el acuerdo (justamente ellos, los adalides de la palabra empeñada) que habían firmado con el diputado cordobés, íntimo del represor Menéndez, Oscar Aguad. En el Senado, y en venganza por aquello, los cobistas han decidido levantar un foco insurrecional, encabezada, por increíble que esto parezca, por el humorista Nito Artaza, a quien no ha podido disciplinar el presidente del partido, Ernesto Sanz, nuevo precandidato radical sponsoreado por Techint (cuando uno observa la capacidad de conducción de Sanz comprende por qué razón es que el tipo le cae bien al establishment).
Y todo sazonado por el desconcierto y la desilusión que invade a sus dirigentes, quienes en algún momento creyeron que serían los inevitables vencedores de 2011, dado el poder de fuego que en los ítems armado y despliegue territorial de base todavía conserva la UCR, posibilidad –aquella- que cada día se les aleja más, reconocido, esto, por cuanta encuestadora jalone lo ancho y largo de la patria. No obstante ello, han dado un paso en pos de la racionalidad. Se hicieron perder ellos mismos a propósito en la última sesión del año en el Senado. Podían haber retaceado quórum, y mantener la “agenda institucional” viva (si se considera que reformar la reglamentaria de DNU, los mal llamados superpoderes y el Consejo de la Magistratura es abonar a la institucionalidad, desde Segundas Lecturas no participamos de ese razonamiento, ya hemos calificado a todas esas iniciativas presentadas por el Grupo A como paupérrimas).
A ver, se sabía de antemano que al FPV no le daba para dar inicio a la sesión, pero también que si la UCR aparecía por el recinto, ganaba el Gobierno todas las votaciones. Los radicales finalmente bajaron, y murieron por un año (o sea, hasta que se elija al próximo presidente) todos esos temas (por suerte para nuestra constitución, vale decir). Tal vez por conciencia de que en el remoto caso de que puedan ganar en 2011, se avivaron que van a requerir herramientas para gobernar, siendo que no llegarán, ni de suerte, a ser mayoría en el Congreso. Tal vez hubo un acuerdo con el Gobierno nacional para que se adelanten un poco las internas abiertas, cosa que viene pidiendo Sanz para frenar un poco el quilombo interno que tiene. Tal vez por ambas. Como sea, el discurso institucionalista hipócrita (armado perversamente para atacar a este, el gobierno más republicano en doscientos años de historia argentina) cedió paso a la racionalidad y al cuidado de la gobernabilidad: Enhorabuena.
No desde ahora es que ocurre esto, vale recordar que durante todo el año la UCR se la pasó rosqueando en los armados de listas de jueces y abogados para el Consejo de la Magistratura. Ganaron todas esas elecciones, las que sirven para elegir a los “independientes” (no tienen vergüenza), y muerto que está ahora el bochornoso proyecto de ampliación que promovía Gil Lavedra, si se decía que actualmente los K tenían mayoría en el Consejo (es mentira) en caso de una buena elección para la UCR, más que mayoría será unanimidad de lo que gocen los boinas blancas.
Se van cayendo las máscaras. Al pan llámelo pan, y al rengo llámelo cojo.
Cristina 2011.