De a poquito empiezan a aparecer los nombres de los «traidores», en boca de los «leales». El primero es el de Pablo Bruera, el intendente de La Plata.
Un tipo que nunca simpatizó con la testimonialidad de las candidaturas, y que encontró una salida elegante para evadirla: puso el apellido, pero no el cuerpo. El candidato a diputado provincial fue su hermano y no él.
Un tipo que tuvo desde la campaña misma la mezquindad de querer resguardar el voto que le daba su buena gestión en La Plata (lo de «buena» es relativo, pero al menos parece que es bien valorada por gran parte de los platenses). Aparentemente habría pactado algo con el Colorado.
Es cierto que en la campaña se cuidó bien de deslindar su buena imagen de la paupérrima imagen de Néstor en territorio platense, para no dejarse arrastrar.
En definitiva, priorizó su futuro al del Gobierno nacional.
Al menos eso es lo que le achacan.
Bueno, ahora metemos el dedo en la llaga.
Es una ingenuidad imperdonable de parte de quien conduce un proyecto político esperar favores de quien sea. ¿Por qué Bruera iba a actuar con otro patrón que la conveniencia?
¿Es tan distinto a lo que hace Ishii, por poner el ejemplo de alguno de los «leales»? Si Ishii u Otacehe acompañan es porque, a pesar de los desprecios, saben que con el proyecto kirchnerista en Nación su estructura es más sustentable.
Y, ojo, está bien que así sea. Gracias a Dios los intendentes del conurbano priorizan su aparato. Gracias a Dios algunos siguen poniendo el cuerpo sin más aspiraciones políticas que las de ser diques de contención, en esa bomba de tiempo, de atraso infraestructural y pobreza estructural que es el segundo cordón del conurbano.
Pero volviendo entonces al «caso Bruera».
Como mínimo, tenemos que hablar de un error garrafal de la conducción a la hora de medir las fuerzas propias. ¿Se dependía tanto de los votos que pudiera traccionar Bruera? A ver, necesitábamos los votos de clase media, necesitábamos hacer mayor diferencia en los barrios pobres… Lo primero que necesitamos es saber qué y para quién construimos.
Y aún en el caso de que haya que convalidar la idea de que Bruera traicionó, también habría que aceptar que para el buen conductor, toda traición es previsible. Si no la supiste ver, después no vale llorar.
(Aclaro, para ser justo, que el reproche no afecta a Néstor, que no dijo nada al respecto, salvo renunciar a la presidencia del PJ, lo cual es hacerse cargo de los errores de conducción).
«Y, ojo, está bien que así sea. Gracias a Dios los intendentes del conurbano priorizan su aparato. Gracias a Dios algunos siguen poniendo el cuerpo sin más aspiraciones políticas que las de ser diques de contención, en esa bomba de tiempo, de atraso infraestructural y pobreza estructural que es el segundo cordón del conurbano.»
Y porque esta bien esto? A quién beneficia?
Me sumo a la inquietud de Marcos H. Acaso se cree que Ishii y Otacehe son diques de contención? Esa es la función que debemos exigir a nuestros gobernantes?