Esta semana se define en el Senado la suerte de la modificación del Código Civil propuesta desde Diputados para permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo. Del matrimonio gay o, según algunas pintadas que pude observar –arte rupestre, con perdón de los trogloditas-, del putimonio.
Si, si. Si lo aprueban después todos nos vamos a casar con nuestros perros, gatos y loros. No va a estar permitido el matrimonio entre hombre y víbora porque sería -como dice el chiste- como usar forro para coger y la Iglesia también está en contra de la protección contra el SIDA, embarazos no deseados y demás infecciones de transmisión sexual.
Seguramente eran muchos los que querían que la Presidenta escuchara el 9 de julio y de boca de Monseñor Villalba los argumentos medievales con los que la jerarquía eclesiástica se opone al proyecto, en un intento desesperado de conservar su poder de veto y de continuar siendo un faro moral para sus feligreses quienes, cada vez en mayor medida, ven a la institución anquilosada y divorciada -si- de la realidad.
Porque pretender que quienes asisten a misa los domingos no tienen sexo antes del matrimonio, no usan anticonceptivos, preservativos y no se divorcian es negar la realidad. Como lo es pensar que porque ellos se opongan las parejas homosexuales no van a convivir, adoptar niños y criarlos con tanto amor como lo podrías hacer vos que leés estas líneas o yo que las escribo.
«…no hay otra forma de ser humano que varón y mujer…» dijo Eduardo Martín, obispo de Río Cuarto, Córdoba. Y ninguno de los feligreses le quemó la Iglesia. Bueno, está bien; las hogueras siempre fueron prendidas por ellos y no al revés, pero mínimo ameritaba levantarse, gritarle algo tipo «¡La tenés adentro, Eduardo!» y marcharse. Son pesadas las puertas pero se podía intentar un portazo quizás. También la tiene adentro La Gaceta que tituló su nota con una frase que merece -mínimo- que cada uno de los países firmantes del Pacto de San José de Costa Rica mande un representante para decirle lo mismo al editor que la autorizó.
Carlos Abrehu, el secretario general de redacción del Gran Diario Tucumano, ensayó hoy una curiosa aritmética: serían las críticas de Bergoglio a los «desaguisados institucionales de los K» los que estarían llevando al «ex presidente» a utilizar el proyecto del matrimonio gay como una herramienta para desgastar a la Iglesia y al Cardenal. Sería eso -y no otorgarle a muchos los derechos que inherentemente les corresponden- lo que motiva el apoyo oficial a la iniciativa, según el analista. Y es que todo sirve para desgastar a un Gobierno que siempre se preocupó por los derechos de la sociedad toda y no únicamente de los de una minoría privilegiada. Víctimas de la represión durante la Dictadura, comunidades indígenas, organizaciones sociales, jubilados, todos sectores siempre postergados, encontraron un interlocutor en este Estado Nacional.
También en la misma nota Abrehu dice que Luis Villalba «profundiza» mientras la Presidenta «se despacha».
Este proyecto no «pone a los argentinos al borde de una nueva división», como agita Grimaldi también desde La Gaceta y DyN con esa terminología tan popular durante épocas oscuras de nuestra Historia.
Negar al otro, al considerado diferente, negarle su misma humanidad, es lo que justificó siempre los más horrorosos y terribles actos criminales de la Humanidad. Así El Otro fueron «las brujas», «los judíos», «los negros» y ahora la comunidad homosexual.
Si en el Senado se aprueba finalmente el proyecto todos los que consideramos que la dignidad humana no puede ser otorgada como un beneplácito sino que se trata de un derecho humano, festejaremos. Si, por el contrario, triunfa la visión de estos nuevos Cruzados en Guerra Santa contra los infieles, aún queda la Corte Suprema de Justicia, que debe fallar sobre la constitucionalidad de los artículos 172 y 188 del Código Civil.
Esto me gusta, no sólo por igualar el derecho con las personas que elijen vivir distinto, sin joder a nadie, sino en poner a la Iglesia en el apreto ideológico que le haga mostrar la hilacha y que se note de qué madera están hechos.
La pobreza de quienes se oponen al matrimonio gay es más que sólo argumental. Las figuras que publicamente se oponen al proyecto son realmente impresentables. Basta ver la información publicada en este sitio. https://sincorrupcion.wordpress.com/2010/07/14/retomando-he-aqui-el-campeon/
abrazo
Leonardo: no sólo exponer a la jerarquía eclesiástica y sus posiciones retrógradas y reaccionarias. Esto también permite que sigan mostrando la hilacha los representantes de distintas fuerzas políticas, muchas pretendidamente progresistas.
Luis: tal cual. Gracias.
¡Saludos!