Este parece ser el objetivo de corto y mediano plazo que ha diseñado el establishment, hoy rebautizado como el «Círculo Rojo» por su principal espada política, Mauricio Macri. Ya desde antes de las PASO, el mayor brazo mediático de ese círculo exclusivo de presión, el Grupo Clarín, ha puesto en marcha esa operación. La «espectacular» denuncia de Jorge Lanata del último domingo contra Aníbal Fernández fue el comienzo, tratando de meterse en la interna de la provincia de Buenos Aires del Frente para la Victoria; pero no resultó y el Jefe de Gabinete triunfó y será seguramente el próximo gobernador de Buenos Aires. Y la operación falló porque se cayó la denuncia, como casi todas las denuncias de este «mozo debutante», como lo llamamos aquí porque «se le caen todas las fuentes». La «operación Aníbal Narco y Asesino» duró sólo 24 horas, cuando su denuncia «recontrahiperchequeada» fue desmentida por el juez y el fiscal de la causa referida, el abogado defensor y hasta la esposa del denunciante, como señalamos en Periodismo Ficción. Hoy: «Aníbal contra los Carrió-fantasmas» o «Lanata + Lanatta = mala leche…»
Pero igualmente la misión sigue, imperturbable, porque lo que se juega el Círculo Rojo es demasiado importante como para abandonar la batalla contra un estado que intervenga en la redistribución del ingreso, que es en definitiva contra lo que están combatiendo, no un gobierno o un espacio político sino contra una política de estado elegida democráticamente una y otra vez durante esta década. Y el objetivo no es tanto este gobierno sino el próximo (que presumen será el de Scioli-Zannini), para condicionar desde ahora su rumbo político y económico.
La misión es claramente aislar al futuro presidente de sus apoyos políticos para así poder condicionarlo, manipularlo hacia sus propios intereses económicos. Aislarlo de los principales referentes del FPV de estos doce años, es decir de los Fernández, Cristina y Aníbal, y de todo rastro de kirchnerismo explícito y acercarlo a lo que ellos llaman pejotismo. En definitiva, acercarlo lo más posible a lo que fueron el menemismo o el duhaldismo, hacia el viejo aparato del PJ.
Para fundamentar esta sospecha de este humilde Basurero, repasemos algo de lo que se dijo en estos días al respecto, citando a las principales plumas del «Círculo Rojo» desde los diarios Clarín y La Nación y utilizando el encuadre coyuntural tomado de un prestigioso y sagaz analista de la política nacional.
Empecemos contextualizando la jugada de este círculo exclusivo con la situación política de este momento, bajo la mirada de Mario Wainfeld, y notaremos cuáles son las prioridades políticas del Círculo Rojo:
Massa y Felipe Solá entre otros que fueron desfilando ante las cámaras acentuaron que no hay polarización sino coexistencia de tres espacios con chances. Y, peronistas al fin, se encargaron de describir al PRO como un elenco de chicos malcriados: malos perdedores, incapaces de controlar una elección con fiscales, denunciantes de un fraude que no existió.
Macri sonrió, habló como el neobudista que es, subió al escenario a Sanz y Carrió. Necesita contener, antes que a ellos, a sus votantes. Hay que ver si estos se mantienen fieles a Cambiemos o migran hacia la pertenencia (Stolbizer) o a otro challenger del kirchnerismo, el que alardeó de venir de atropellada. Su devenir, supone este cronista, no dependerá de los mandatos de dirigentes sino del propio olfato de esos ciudadanos.
Desde 2003 sólo la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sacó más de 25 puntos en una presidencial. Este es un dato para tomar en cuenta al menos para compararlo con otras ofertas opositoras del pasado.
Scioli pronunció disfónico un discurso larguero para sus marcas habituales.
Fuera de sus habituales tópicos optimistas y de las ratificaciones de pertenencia y previsibilidad (marcas de fábrica) el gobernador agregó un puñado de palabras o expresiones clave que repite una y otra vez: “desarrollo”, “segunda reindustrialización”, “progreso”. En un trance que no incluye en el programa detallar propuestas, el candidato ganador esbozó los primeros trazos de un relato nacional-popular clásico, con los añadidos de la etapa kirchnerista.
Para Scioli lo esencial es sostenerse y evitar traspiés. Tiene un caudal enorme y adversarios de temer. Los más peligrosos, acaso, no son los que trajinaron en las campañas, para regocijarse o sufrir ayer. Son los poderes fácticos que hace rato eshtán nervioshos. Se verá en estos meses si dejan fluir el veredicto popular o si tratan de desequilibrar el sistema democrático que le es chúcaro e ingrato.
El escenario racional para octubre es un primer puesto para Scioli y sus huestes. No es seguro para nada pero tampoco imposible que pueda evitar el ballottage.
A primera vista, luce como un cuadro factible de amplia hegemonía que le permitiría una base de gobernabilidad si ganara. Y que pondría en figurillas a cualquiera de sus dos adversarios si consiguieran la espinosa hazaña de llegar segundos, evitar el ballottage y ganar en segunda vuelta.
Con los números y la sensación térmica de hoy parece peliagudo. Pero quedan dos meses y medio, lapso que es una eternidad y dan un margen para “hacer política” dignamente. Ojalá se consagren a eso sin articular con la lógica rabiosa y destituyente de los poderes fácticos. Sus candidatos quedaron atrás ayer. También sufrió un revés su incitación a la bronca y el odio, que no sintonizan con el tono de la memorable jornada del domingo, la enésima de convivencia democrática que construyó el pueblo soberano.
Y ahora sí, veamos las apuestas del Círculo Rojo en boca de sus principales voceros:
Entre la democracia de personas y la dictadura del dinero.
Experimentamos una democracia de personas y una dictadura del dinero. La performance electoral de los candidatos bonaerenses del Frente para la Victoria (FPV) se explica principalmente por la intervención de Daniel Scioli en la política mayor. Y en segunda instancia, por el millonario aparato estatal que su partido despliega sin escrúpulos ni medida en todo el conurbano.
Sin su presencia, el kirchnerismo habría perdido de manera directamente catastrófica. El gobernador es un fenómeno político independiente incluso de la fuerza que representa. Su personaje emocional, sutilmente victimizado, logra convencer a mucha gente de que dejará atrás las agudas ineficiencias del kirchnerismo.
Un análisis cuidadoso de las elecciones no debería excluir una lectura de la imagen personal que irradia este exótico candidato.
Scioli desplazó hace tiempo a la mismísima Presidenta del centro de la escena política, y constituyó de hecho un respirador artificial para un cristinismo agónico. Estamos hablando de ese mismo dirigente que fue salvajemente combatido y despreciado por la Casa Rosada, los pibes para la liberación y los alfiles mediáticos e intelectuales de la gran dama.
El más notable de esos salvavidas peligrosos es Aníbal Fernández, engendro político que aspira a la gobernación de Buenos Aires, debido a que Florencio Randazzo se empacó y a que ahora es succionado por la ola naranja. Con una fuerte imagen negativa y el peso de una denuncia gravísima, Aníbal lograba igualmente imponerse anoche dentro de una interna en la que vencía al precandidato predilecto del papa Francisco.
Este resultado intestino era una mala noticia para el propio Scioli: el affaire de la efedrina y las sospechas de que Aníbal es por lo menos ineficiente en la lucha contra la droga tienen impacto en sectores populares, ajenos quizás a las corrupciones de la política y a los atropellos institucionales, pero sensibles a ese veneno próximo, letal y candente. Los propios peronistas temen que el triunfo de Aníbal Fernández no logre limpiarlo de las sospechas, que se produzca en la provincia un «efecto Lousteau» (todos contra uno) y que Scioli deba cargar con ese cadáver político hasta octubre.
Varios encuestadores están convencidos de que el caso de la efedrina frenó en por lo menos tres puntos la carrera ascendente de Scioli y que le hizo bajar a Aníbal ocho puntos en la interna.
Experimentamos una democracia de personas y una dictadura del dinero, pero a veces la historia no puede ser simplemente explicada por las variables del carisma y el aparato. Había grandes dudas acerca de si la crisis macroeconómica filtraría hacia los votantes.
Scioli se ve obligado ahora a probar que éste no es su techo, y que puede romper la maldición del gobernador bonaerense. Nadie pudo romperla.
Nótese la sobrevaloración de Scioli con respecto a kirchnerismo puro, negando que la presidenta sacó siempre más votos que los actuales guarismos de Scioli y que conserva una imagen envidiada por todos los expresidentes y varios presidentes de la región. Pero también insisten con la fallida denuncia contra Aníbal Fernández, desconociendo adrede todas las desmentidas que sufrió. Sigamos repasando los medios opositores.
La Justicia, tras los pasos de Aníbal y Cristina
Por Joaquín Morales Solá
La crisis política por la que atraviesa Aníbal Fernández es mucho más grande que la que le crearon Jorge Lanata y Martín Lanatta. Pero ese reportaje en un penal de la provincia de Buenos Aires le sacó el velo del olvido a un caso casi olvidado.
«La campaña electoral de 2007 la pagó la efedrina», asegura una inmejorable fuente judicial. Esa campaña terminó con la primera elección de Cristina Kirchner como presidenta de la Nación.
El negocio de la importación de efedrina consistía en reexportarla a México, donde era comprada por los carteles mexicanos de narcotraficantes. Se calcula que fue un negocio de unos 500 millones de dólares, porque México había prohibido la importación de efedrina para limitar la fabricación de drogas sintéticas. Una persona clave de esta millonaria operación, Ibar Pérez Corradi, imputado como el ideólogo del triple crimen de General Rodríguez, está prófugo.
Ese submundo de traficantes y espías de baja estofa hablaba (incluso delante de fiscales y en el juicio oral por el triple crimen) de «la Morsa». Ninguno dijo que se tratara de Aníbal Fernández. «Tampoco nadie preguntó si era él», advierte una alta fuente judicial. ¿Por qué no preguntaron? «Tenían y tienen miedo», contesta.
Tal vez por eso Cristina Kirchner no encontró otra salida que abrazarse a Aníbal Fernández en una cadena nacional.
Abrazada a Aníbal Fernández y vallando su casa ante el riesgo de ser allanada por los jueces son también los trazos del final de su época, azaroso, inseguro.
Entonces, resulta que el ideólogo del triple crimen era Pérez Corradi y no Aníbal. Linda desmentida a regañadientes de la «espectacular» denuncia de Jorge Lanata. Sigamos con los voceros del establishment.
El «cajón de Herminio», otra vez al acecho
Por Pablo Sirvén
El «cajón de Herminio» tiene para cualquier candidato presidencial las mismas horrorosas connotaciones que para un vampiro tendría toparse de pronto con un crucifijo, una ristra de ajos o, peor todavía, una estaca.
¿Habrá al fin de la jornada de hoy (domingo de las PASO) un «cajón de Herminio» como fiasco inesperado agazapado en las urnas para alguno de los presidenciables favoritos?
¿Será para Scioli si la denuncia contra Aníbal Fernández o las inundaciones por las obras no realizadas lo afectan?
(…) la mala reputación de Iglesias -en su obituario, publicado en 2007 en Página 12, la recordada periodista Susana Viau lo definió «como un «pesado» del peronismo bonaerense» que «gozaba de un nombre en su territorio, Avellaneda, ganado, entre otras cosas, a fuerza de pistola»- sirvió como perfecto chivo expiatorio del primer fracaso electoral en la historia del peronismo (UCR: 52%; PJ: 40%). Pero, particularmente, la imagen donde se lo ve quemando un ataúd de cartón con los colores de la Unión Cívica Radical en el multitudinario cierre de campaña del justicialismo en la avenida 9 de Julio pasó a convertirse en causa y sinónimo de la derrota justicialista.
Desde lo más íntimo del entorno de Daniel Scioli se asegura que pidió en los últimos tiempos que «no hagan olas», una metáfora adecuada para un ex campeón de motonáutica que adora hacer la plancha. Alude también a la perentoria necesidad de no cometer audacias o errores que pudiesen exponerlo a un castigo inesperado por parte de los votantes. Para Scioli la manera de esquivar el fantasma ominoso del «cajón de Herminio», que le restaría oportunidades de ganar, es cumpliendo a rajatabla la máxima de Jaime Durán Barba, el consultor de su principal competidor: mantenerse anodino, amigable, alejado de toda polémica. No siempre lo consigue: a babor y a estribor de su plácida navegación pasan haciendo peligrosos remolinos las lanchas torpederas de Aníbal y Cristina.
El talismán maldito de Herminio sobrevoló en estos días el búnker electoral sciolista, que se sacudió por la grave denuncia realizada desde Periodismo para todos contra Aníbal Fernández, al vincularlo estrechamente con el negocio del narcotráfico y con el triple crimen de General Rodríguez.
Un par de semanas antes de que estallara este último escándalo, Elisa Carrió también había aludido a aquella leyenda negra. «El kirchnerismo -sentenció- tiene tres cajones de Herminio Iglesias: Scioli, Zannini y Aníbal.»
Hermenegildo Sábat, el excepcional dibujante de Clarín, que en otras épocas solía introducir en sus certeras caricaturas de actualidad imágenes repetidas de un león, Gardel o alitas, con las que premiaba a sus personajes predilectos, últimamente ha exhumado la figura de Herminio Iglesias con verdadera obsesión. Lo viene dibujando junto a Aníbal Fernández, pero también otros días lo pone como compañía de la Presidenta, Axel Kicillof, Daniel Scioli y hasta del juez Thomas Griesa y George Washington. La Presidenta, que se enojó tanto, cuando el gran Menchi la dibujó con la boca cruzada con curitas, apareció en la edición del miércoles con un espeso bigote a lo Fernández en la caricatura de Sábat.
«Ustedes ven que Scioli gana; yo veo el cajón de Herminio Iglesias», insistió Carrió y agregó: «Zannini es el cajón de Herminio Iglesias chiquito, y Aníbal, el grande».
Faltan pocas horas para saber si hoy habrá o no remake del tan temido «cajón de Herminio». Sólo resta esperar.
Los resultados de las PASO y la negociación hasta octubre
Por Ricardo Kirschbaum.
Habrá que evaluar el impacto de la denuncia contra Aníbal Fernández. Scioli trató de zafar de la feroz interna del jefe de Gabinete con Julián Domínguez, que terminó siendo acusado por default. Aníbal sospecha de una mano sciolista que convirtió en un barrial la elección interna.
El kirchnerismo duro se abrazó a Aníbal. Deduce que con Zannini en el Congreso y Fernández en la Provincia aliado con la izquierda no peronista, Scioli deberá marcar el paso. Una expresión de deseos.
La alianza con radicales y con Carrió, a la que su mentor Durán Barba se oponía, le pueden arrimar el porcentaje que le daría a Macri el impulso decisivo para acercarse a Scioli. Otra cosa hubiera sido si en esta interna la oposición en conjunto hubiera definido una candidatura. La táctica política utilizada también hoy rendirá examen.
La elección de octubre está abierta
Por Ricardo Kirschbaum
Scioli lo ha logrado: es el candidato del oficialismo. Obtuvo el primer lugar en la elección primaria de ayer. Su triunfo no solo fue un triunfo electoral. Se impuso a una administración que lo subestimó, primero, lo quiso tumbar de la gobernación de Buenos Aires y, al final, impotente, se tuvo que tragar el sapo de su candidatura. Scioli se lo debe al peronismo antes que al kirchnerismo cerril, que lo rechaza aún hasta ahora. Lo que haga ahora Scioli en adelante no dependerá tanto de una gracia presidencial sino de sus propias habilidades, que deberá probar si llega al Gobierno.
Lo que Scioli no logró anoche es llegar con una diferencia rotunda sobre Cambiemos, la coalición ungió a Macri como su candidato con los aportes de Sanz y Carrió.
Para ganar en primera vuelta en octubre necesita superar los 45 puntos. Y entonces deberá cargar la mochila de Aníbal Fernández, en la Provincia, algo que el candidato del FPV no quería.
Más claro, agua. Pero sigamos con los voceros del Grupo Clarín.
La elección dejó la moneda en el aire.
Por Eduardo Van der Kooy
Las primarias desnudaron de nuevo la falta de virtud del sistema político. La demora del escrutinio, vergonzosa. Scioli debería replantear quizás su relación con los K. Macri y Massa, revisar también planes para octubre.
La única conclusión que sería posible extraer, con alguna certeza, de las primarias de ayer es que la elección de octubre para el recambio presidencial continúa abierta.
Aquellos trazos son inevitablemente generales porque la Argentina, de nuevo, exhibió una alarmante falta de virtud en su sistema político.
Ninguno de los tres principales presidenciables que quedaron en carrera tendrá un desafío sencillo para anclar en octubre. Scioli es el que se apronta con los mejores números. Pero también, según los primeros cómputos de ayer, con los límites que le estaría imponiendo su ropaje kirchnerista que adoptó desde que fue ungido por Cristina en lugar de otro que lo mostraba más seductor para el electorado independiente.
Scioli, tal vez, deba redefinir hacia adelante su vínculo con los sectores ultras del kirchnerismo. Para que puedan concederle una mayor margen de acción. El gobernador de Buenos Aires requerirá de un salto importante para sortear en octubre el riesgo del balotaje un mes mas tarde.
Otro dilema lo tendría hacia adentro. Habrá que ver hasta donde Cristina lo ayuda con su gestión y su comportamiento público hasta octubre. Puede ser, como señalan los encuestadores, que la Presidenta concluya su ciclo con una buena imagen. Pero le costaría derramarla, según los resultados de la mayoría de los comicios realizados hasta ahora, en otros candidatos, fuera de ella misma. También habría que posar la mirada en Carlos Zannini, su compañero de fórmula. Aunque sobre todo convendría detenerse en observar cómo evoluciona el peronismo, en especial el bonaerense, después de los crujidos a que fue sometida la estructura de los intendentes del Conurbano a raíz de la despiadada interna entre Aníbal Fernández y Julián Domínguez, por la sucesión en la provincia.
De acuerdo con los resultados provisorios, el jefe de Gabinete sería el postulante del FPV para suceder a Scioli. Pero aquel combate podría dejar secuelas. En especial, la presencia en la fórmula de Martín Sabbatella, dirigente de Nuevo Encuentro y titular de la AFSCA. Algunos de los barones vieron, por esa razón, amenazados varias veces sus territorios. Incluso algunos lo resignaron anoche.
La carga que el jefe de Gabinete supondría para Scioli en la campaña podría convertirse, en cambio, en bendición para el segmento opositor. Aún repica la denuncia contra el jefe de Gabinete por sus presuntos vínculos con el tráfico de efedrina y el triple crimen del 2008, en General Rodríguez.
El prólogo sombrío de las primarias.
Por Eduardo Van der Kooy
Daniel Scioli tiene desde el viernes encendida una vela. Ruega que ese hechizo o invocación religiosa lo ayude a resolver un dilema que no supo o no pudo solucionar con la política. Espera que Julián Domínguez, el titular de la Cámara de Diputados, logre derrotar a Aníbal Fernández en la interna de hoy del FPV para coronar al candidato a gobernador en Buenos Aires. Se trata de una de sus compañías cruciales, junto a la de Carlos Zannini, en el pedregoso camino que deberá recorrer hasta octubre para intentar consagrarse sucesor de Cristina Fernández.
Las exigencias a las que se enfrenta Scioli no son simétricas a la de sus competidores. El gobernador deberá convivir con desafíos que llegaron para quedarse. La cuestión del narcotráfico, que detonó por una denuncia periodística y toca al jefe de Gabinete y candidato, Aníbal Fernández.
Se verá hasta cuándo en este derrotero Scioli podrá además seguir eludiendo alguna referencia a la corrupción. No es una enunciación en abstracto: el tema más instalado ahora mismo es el de Hotesur. La empresa que administra una cadena hotelera de la familia Kirchner en El Calafate. Las sospechas rondan el lavado de dinero. Pero de esa investigación fue separado el juez Claudio Bonadio y sustituido por su colega Daniel Rafecas, a fin de enervar a Cristina.
Algunos hechos no le estarían dando la razón. Zannini se muestra ahora como una oveja en campaña. Se esmera por subrayar las virtudes del gobernador. Amén de ensalzar la supuesta química de una dupla entre un dirigente surgido de cuna empresaria y otro (él mismo) alumbrado en el hogar de un albañil y una empleada doméstica. Pero se arrancaría ese disfraz si se convierte en vicepresidente. Es improbable, por otra parte, que Cristina dedique sus días a tejer o cocinar luego que deje el poder y regrese, algún tiempo, a Santa Cruz. Máximo, el vástago de la Presidenta, llegará al Congreso, salvo que acontezca una hecatombe en la provincia patagónica. La desgracia de Scioli podría resultar completa si Aníbal Fernández venciera en la interna y, más adelante, en la general.
El kirchnerismo se terminó disciplinando con la candidatura del jefe de Gabinete, en especial luego de la denuncia que lo vinculó con el tráfico de efedrina y el triple crimen del 2008, en General Rodríguez. Una auténtica curiosidad. Reflejo, quizá, de los patrones morales que movilizan al oficialismo.
Los intendentes peronistas tomaron partido por Domínguez en la lucha por la gobernación. Ese fue el instructivo que les dio Scioli. Pero nunca comprendieron por qué motivo Cristina y el kirchnerismo parecieron correrse en favor de Aníbal Fernández. Las razones podrían resultar simples: la Presidenta no se resigna a perder presencia en un futuro hipotético gobierno sciolista. Mucho menos, cediendo terreno al PJ.
La hipótesis del jefe de Gabinete como candidato a gobernador de Buenos Aires constituiría una pesadilla para Scioli. Por dos motivos: la polémica por el narcotráfico que estalló la última semana terminaría envolviendo la campaña; esa hipótesis atentaría contra su plan de salir a la búsqueda luego de las primarias de algún segmento de voto independiente que lo imagina a él distinto del kirchnerismo.
La presencia de Aníbal Fernández en el tránsito hasta octubre podría resultar, desde otro ángulo, una buena noticia impensada para la oposición.
La antesala de las primarias no se ha caracterizado por hechos ni palabras edificantes. A la par de la perorata kirchnerista ocurrieron otras cosas. La intimidación frente al edificio de Jorge Lanata, incluso con casquillos de bala.
Esos episodios se van encadenando casi con naturalidad. Siempre esquivados por el Gobierno. No debería sorprender en un país empeñado en olvidar definitivamente, al parecer, la misteriosa muerte de un fiscal.
Cabe subrayar la referencia a la «intimidación» a Jorge Lanata, que se desvaneció en horas al saberse que las piedras fueron arrojadas por un indigente contra la garita del personal de seguridad del edificio y que las vainas de balas, viejas y sucias fueron encontradas ¡junto a un contenedor de basura a 30 metros de ese edificio y al día siguiente!
Pero sigamos con la nueva y gran operación en curso.
El peor escándalo, en el peor momento.
Por Eduardo Van der Kooy
Siempre se conjeturó sobre el peligro de que el pejotismo y los kirchneristas terminaran de dirimir sus diferencias en un posible gobierno de Daniel Scioli. La historia enseña que las peleas del peronismo en el poder anegan el Estado.
Aníbal Fernández embistió furioso contra Dominguez, a raíz de aquella revelación periodística, porque de verdad no tenía otro camino sin detonar una crisis terminal
Aníbal Fernández jamás podría dejar traslucir sus sospechas por lo ocurrido contra Scioli o contra alguna línea política intermedia del gobernador. Pero se filtraron indicios de la guerra sorda.
Aquellos enojos de Aníbal Fernández contra Scioli tendrían también el sello de cierta arbitrariedad. Es verdad que el mandatario prefiere ralearlo de su lado para las generales de octubre. Se siente mas a gusto con los buenos modales de Domínguez. ¿Pero acaso el gobernador saldría indemne de un escándalo que mezcla droga y crimen?. ¿Qué hará si Aníbal Fernández se impone al final en la interna?
Aquella denuncia periodística de Lanata conoció ayer otra derivación acorde con la textura del conflicto. El frente del edificio donde vive el periodista resultó apedreado y regado con casquillos de bala 38mm. Una respuesta calcada a la que se podría leer en cualquier periódico de México, cada vez que alguna andanza de los narcos se pone bajo la luz pública.
Lo que si asoma cierto sería que la cuestión del narcotráfico y la corrupción se habrían plantado en la realidad y en la campaña, al menos, hasta que las elecciones generales concluyan. Y que la revelación en torno a Aníbal Fernández no sería, tal vez, la última.
Y otro vocero del Círculo Rojo deja bien en claro qué debe hacer Macri (y Scioli) para borrar al kirchnerismo molesto del gobierno, de cualquier gobierno…
Viento de cambio y el relato en retirada
Por Julio Blanck
La polarización se demostró hasta aquí más como una expresión de deseos que como un hecho palpable. Pero sigue siendo un escenario posible. El eventual reagrupamiento de votantes en torno del opositor mejor posicionado puede darse naturalmente, o inducido por acuerdos políticos. O incluso no producirse, y dejar las cargas electorales repartidas como están hoy. Eso equivaldría a asfaltar el camino de Scioli hacia la Casa Rosada.
La muy ancha franja de dirigentes y votantes opositores necesita unirse –en la política o en las urnas– si pretende destronar al kirchnerismo. La discusión está abierta.
El kirchnerismo no consiguió quebrar la barrera del 40% de los votos, el número mágico que habilita a soñar abiertamente con la conquista de una nueva presidencia.
El kirchnerismo puro deja al candidato donde está hoy: por debajo del 40%. Con eso no se gana la elección presidencial.
Los asesores de Scioli vienen insistiendo en que hay que deskirchnerizar el discurso. Los datos de las encuestas con mejoras de imagen de la Presidenta y su gobierno no se traducen en votos. El espíritu de cambio se expresó ayer en 60% de votos para candidatos opositores. Y el mismo Scioli expresa un modo particular, limitado pero notorio, de cambio respecto a la lógica, el estilo y el método que inventó Kirchner y llevó a su apogeo Cristina.
De la mano de su publicista Ernesto Savaglio, Scioli buscó darle contenido inclusivo a la “victoria” que le pone nombre al frente político que expresa al kirchnerismo. La “victoria” deja de ser propiedad exclusiva del grupo político que tomó esa palabra como emblema. Savaglio deberá extremar su creatividad en la etapa que viene para mostrar que Scioli no es prisionero del kirchnerismo.
No son los logros económicos, políticos y sociales indudables, que pueden identificarse en la larguísima “década ganada”, los que hoy están puestos en tela de juicio por las mayorías electorales. Eso, en todo caso, lo reivindican hasta los opositores. Lo que se pone en cuestión, profundamente, es el intento constante de imponer a la sociedad la voluntad arbitraria de una minoría intensa, generosamente lubricada con los recursos inagotables del Estado.
Eso se está yendo.
El Círculo Rojo quiere una alianza entre Macri y Massa, y presiona sin cesar para que eso suceda a través de los medios hegemónicos. Veamos un video esclarecedor (y a la vez cómico) sobre el constante y desembozado apriete a ambos:
Periodismo versus Macri y Massa
Como hemos visto, la operación mediática para presionar a la oposición para que se una de cualquier manera para enfrentar al kirchnerismo (que viene desde hace meses) sigue vigente, y la que postulamos aquí ha comenzado y cobrará intensidad a medida que pasen los días, y más aún si no resulta y los números de las encuestas muestran que crecen las posibilidades del Frente para la Victoria de continuar en el gobierno.
El éxito de esta misión imposible dependerá más de lo que el pueblo piense y haga, y de la habilidad del gobierno para mantener su imagen positiva y robusta su gestión, que del enorme poder de fuego de los medios hegemónicos y el poder de choque del poder económico concentrado.