El sábado asistimos a un acto desbordado de emoción para conmemorar uno de los grandes héroes populares que tuvimos en nuestra historia reciente. Cuando nos toca hablar de Carlos Mugica, es muy difícil evitar los lugares comunes que la admiración nos provoca. La entrega total de su cuerpo a los más postergados de nuestra sociedad, su opción por los pobres suele quedarse con el centro de nuestra evocación.
Pero Mugica fue también un cuadro político, un pensador que se teorizaba en la praxis cotidiana y desde ella. Su ideario ha sido siempre más citado que leído y contiene la profunda intención de poner de manifiesto las complejidades sociales, nunca simplificarlas ni construir manuales mecánicos de transformación. Se trata de un pensamiento que pone en primer lugar las contradicciones de quien busca pensar no para el pueblo sino desde y con el pueblo. Así, en su imprescindible recopilación de artículos Peronismo y Cristianismonos exhibe profundas reflexiones.
“Nosotros, intelectuales, vemos las cosas de Evita o de Perón, y nos parecen demasiado simples; decimos que no tiene consistencia ideológica, porque, claro, esa gente habla como el pueblo, no habla como nosotros intelectuales que tenemos ideas claras, precisas y a menudo bastante abstractas”. “Los cristianos siempre hemos tendido a ser ideólogos, siempre hemos tenido mucho miedo a la realidad concreta porque es ambigua. Y mientras nos preguntamos si estará bien o estará mal, el problema ya lo habían resuelto otros. Siempre quisimos la opción pura y perfecta, y la política es una cosa sucia que nos obliga a arriesgar (…) la opción política es siempre por el mal menor (…) El peligro del ideólogo es el sectarismo que lo lleva a una estructura en el fondo racionalista y lo lleva a separarse de la realidad.”
Durante la última semana existieron expresiones institucionales que alertaron sobre una supuesta escalada violenta en nuestro país. El énfasis comunicacional operó para atribuir en forma exclusiva la causa de este mal social al gobierno nacional, pese a que el propio documento incorporaba críticas a la clase dirigente en su conjunto. Aquel Espiral de violencia que también describía Dom Helder Cámara se agravó a partir de esos años 70 en los que el neoliberalismo comenzó a implementarse en América Latina y recién hoy existen gobiernos que buscan revertirlo. Mugica era capaz de explicar con simultánea profundidad y sencillez las cadenas de violencia que operan en una sociedad cuando existe exclusión e injusticia.
“Nuestro pueblo sencillo y humilde es profundamente pacífico. Lo que sucede es que este pueblo es el que padece terriblemente la violencia. La violencia de ir con el diario bajo el brazo cada día a preguntar si se consigue trabajo (…) La violencia de no saber qué le va a dar de comer el día siguiente. Mi pueblo es profundamente pacífico, pero tiene paciencia. Y la paciencia tiene un límite”.
Esta no es la primera vez en la que de modo reduccionista se busca situar la causa de un fenómeno complejo en manos de la coyuntura política. Esta salvedad no busca deslindar la responsabilidad de quienes ejercen la administración del Estado a la hora de encontrar soluciones, pero sí contemplar lo arduo de esta tarea y exponer que se trata de fenómenos multicausales a menudo manipulados por quienes son sus principales impulsores.
«Señor: Perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos parezcan tener ocho años y tengan trece.
Señor: perdóname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro. Yo me puedo ir, ellos no.
Señor: perdóname por haber aprendido a soportar el olor de aguas servidas, de las que puedo no sufrir, ellos no.
Señor: perdóname por encender la luz y olvidarme que ellos no pueden hacerlo.
Señor: Yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no, porque nadie puede hacer huelga con su propia hambre.
Señor: perdóname por decirles ‘no sólo de pan vive el hombre’ y no luchar con todo para que rescaten su pan.
Señor: quiero quererlos por ellos y no por mí.
Señor: quiero morir por ellos, ayúdame a vivir para ellos.
Señor: quiero estar con ellos a la hora de la luz.»
¿Cuál es el tema de esta oración sino aquello que hoy se vocifera como grieta social? Ocurre que esta grieta siempre ha existido en nuestra sociedad y han sido hombres como Mugica los que se han sublevado frente a ella, desnaturalizándola y poniéndola en agenda, frente a la indiferencia cotidiana a la que nos acostumbra nuestro propio egoísmo. Esta grieta, que nos separa en lo más profundo de nuestras vidas sólo puede ser superada con compromiso político. Resulta paradógico que los poderosos recuerden su existencia solo cuando “los de abajo” se están organizando y han encontrado quien los represente.
El tema es que los de abajo en esta grieta no tienen ni radio para escuchar cómo va el partido.
Ah, y creer que se está encarnando la voluntad de los de abajo y no «la propia», dejando siempre un margen fecundo para la crítica y para la permanente autocrítica, es propio de las voluntades religiosas. De ahí que de Mugica se valore su biografía más que su pensamiento.
P.D.: Imaginate tener ese pensamiento pero en el primer decil de ingreso. Ese combito es el que se vuelve irritante.
La «canonización» de Mugica, impulsada hasta por Bergoglio, busca borrar de la memoria quién fué realmente el personaje real.
Si hay algo que no era Mugica era una persona tolerante y respetuosa del pensamiento de los demás.
Su doble afinidad con Lopez Rega y Montoneros, que fue explícita, no habla de una personalidad conciliadora sino de la de alguién que, siendo muy vanidoso, pronunciaba palabras aparentemente piadosas pero que se contradecían con sus actos.
No es posible olvidar todos los años en que Mugica se pronunció en favor de la lucha política violenta y armada, por mas que al final haya cambiado de parecer.
No es posible olvidar que fue el guía espiritual de Firmenich.
Su obra de ayuda social siempre estuvo acompañada de las cámaras de televisión mostrándolo para permitirle mostrarse.
Mugica Echagúe, hijo de la clase alta, nunca dejo de ser un nacionalista católico de derecha y un integrista difrazado de progre.
Por eso les gusta tanto a los «camporitas» salidos de colegios de curas privados y caros.
¿»Afinidad con López Rega»? Me parece que para nada. El problema vino más bien por identificarse con un «movimiento» que se las trae. conf.De Biase, Martín. Entre dos fuegos. Vida y asesinato del padre Mugica. Ediciones de la Flor. Bs. As. 1998. paginas 353 y sgts.