No alcanza con las polillas

Hace unos meses, cuando Aguer y compañía tuvieron que cerrar la catedral de La Plata porque se la estaban literalmente comiendo las polillas, reí largamente del encuentro fantástico de lo material con lo  simbólico y pensé en escribir un post como éste mofándome de la suerte del trono arzobispal y de los muebles de la sacristía.

Siempre me detiene, en esos casos, la espina que indica que por más apolillados y lamentables que se encuentren, los personajes en cuestión son peligrosos y contra ellos nos queda aún una larga batalla.
Pensé entonces en escribirle a Aguer que dé curso a las apostasíaspendientes, no sea cosa que gaste dinero en nuestro nombre para matar a esos pobres insectos de dios.
En fin, todo era ligeramente gracioso hasta que los apolillados y lamentables fanáticos que sostiene (entre otros) el Estado argentino volvieron a «mostrar» sus ideas con botellazos y golpes en los cuerpos de nosotr@s (que no somos, no pensamos, no amamos y no queremos como dicen ellos, deberíamos).
La historia, para quien no la conozca, comienza cuando dos personas (Rodrigo, Marina) charlan en Plaza Italia, en La Plata. Sus imágenes no son las de la heteronorma y por eso un anónimo de unos 35 años puede levantarse (avalado por la inmaterial ideología dominante y por más materiales personajes) y comenzar a insultarlos.
El hombre juzgó ahí que era su momento de heroísmo oscurantista y gritó «Yo a los putos les pego«. El grito convocó a otros (¿espontaneamente?) que terminaron propinando una cristiana golpiza ante la mirada (¿cómplice? ¿temerosa? ¿cobarde? ¿indiferente?) de quienes estaban alrededor.
Como señalaron desde la Pandilla contra la Homolesbotransfobia, la «circunstancia» sólo se entiende mirando la violencia estructural que busca (como la golpiza pero por medios mucho más complejos y totalizantes) la exterminación de las identidades disidentes y diferentes (o su forzado ocultamiento).  Esa trama de poder patriarcal «actuando» se ve en que nadie haya intervenido contra ese ‘orden’ de cosas y en la reproducción permanente y naturalizada de miles de mensajes que indican cómo se debe ser y cómo subordinar, discriminar, violentar, abusar de lxs que no son ‘así’.

«NO NOS VAMOS A NINGÚN LADO»

Pero ¡aire! la panacea totalitaria no es tal, hay muchxs viviendo, organizando, escribiendo y batallando contra ese orden aplastante.
Somos, de muchas maneras, batalla y resistencia.
Necesitamos, siempre, hacernos oir.
Encontrarnos.
Decir que no, que basta. 
 
Como dijo Daniel Bensaïd «Cuando el universo parece repetirse sin fin, el capítulo de las bifurcaciones permanece no obstante abierto a la esperanza. Aún cuando se esté en el punto de creer que nada más es posible, aún cuando se desespere por el escapar del orden implacable de las cosas, no se renuncia a oponer a la miseria de lo que existe la posibilidad de lo que pudiera ser. Porque no se acepta facilmente la vergüenza de ya no querer ser libre». Y feliz.
16/02 Jornada contra la rabia: en contra del odio hacia putos, tortas, trans, travas.
(la foto es de Ulises Rojas).

Acerca de pájara

Confusa habitante de la penumbra cibernética, escribiente y lectora. Habita entre otras cosas del heterogéneo mundo de l@s resistentes.

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