«Tenes la licencia para envenenarnos (…)
Tu negocio es muy dificil de explicar, y facil de enseñar.»
[Es hora de levantarse, querido. (¿Dormiste bien?). Los Redonditos de Ricota.]
* * *
Y llegó, finalmente, el sobreanalizado y tan temido 30J. Default, “default” o ¿default?, la cuestión es que no ha habido, en lo esencial, sorpresas en cuanto al trámite buitre.
Sólo se trataba de saber qué tan grande era la medida del nuevo trozo de las nociones de soberanía y democracia que es conceptualmente capaz de quebrar una sentencia judicial. Y en las primeras horas que seguirán a la ¿novedad?, será divertido adivinar cuánto más precarios pueden ser los dirigentes opositores argentinos cuando hablen a dichos respectos.
No mucho más hasta nuevo aviso.
Entre lo malo y lo peor, un grupo de delincuentes legalizados, con la venia de un octogenario irresponsable que no se preocupa por el impacto que sus decisiones implican para el equilibrio de la gobernabilidad internacional (y que hasta periodistas del Grupo Clarín han calificado como incapaz para afrontar este expediente), pesan más que la opinión de opinión de casi un centenar de países y de más de una docena de organismos supranacionales de diversa índole, que se expresaron todos en igual sentido, por encima de diferencias filosóficas, de intereses e históricas que los separan en mayoría de otros asuntos, que no en éste. A favor de los Fondos Buitre, en tanto, no se oye mucho más que la prensa comercial dominante argentina, opositora al ocasional representante institucionalizado del Estado, y analistas económicos independientes locales.
Que se hable de fracaso jurídico, habida cuenta del resultado del litigio, vaya y pase.
Al fin y al cabo, es cierto: fue una derrota. Pero, ¿es ‘fracaso diplomático’ la mejor forma de describir a una apilada tan contundente (por su cantidad y su transversalidad) de respaldos? La coalición de intereses más heterogénea que jamás se pudiera haber imaginado, y que alguna vez se haya reunido, da testimonio en contra de los mal denominados holdouts. Pero resulta ser que por aquí se editorializa que la postura de la presidenta CFK es poco profesional, soberbia e irracional: algo que no dicen ni siquiera The New York Times y el Citibank, que impugnan fuertemente a su señoría, el doctor Thomas Griesa.
Algún día sonará inverosímil que, en este marco, el 1,5% de acreedores del default más grande en la historia de la humanidad (el argentino del año 2001), por apenas U$S1.330 millones, hayan puesto en crisis de semejante forma al sistema económico/financiero globalizado. Incluso al punto de arriesgar la posición de Nueva York como plaza eje del esquema.
Pero está sucediendo. Ahora (y durará, por lo menos, cuatro meses). En medio de la incredulidad generalizada. Y de unos cuantos lamentables festejos puertas adentro del vencido en el pleito.
La ruta del resultadismo desemboca en las conclusiones más desopilantes. Y tristes, también.