Giordano me explicó: «vos sos mi enemigo, pero no me tomes a mí como tu enemigo. Por más que vos seas un ladrón, menemista, saqueador, gatopardista, golpista, revanchista, y que todo lo que hacés es para afanarte guita, yo te quiero decir, respetuosamente, que vos podés contar conmigo en un futuro».
Por eso, Giordano, se junta contra todo aquel que se me oponga, y denosta a todo aquel que sea mi amigo, mi conocido, o que simplemente no se me oponga. Pero está en contra de las falsas polarizaciones, obvio.
Y cree en los acuerdos profundos. Que no son los que hace para oponerse a mí, esos no. Esos son circunstanciales, olvidables, meras tácticas de ocasión, a otra cosa. Sino que, los acuerdos profundos, que no puede hacerlos conmigo porque yo soy un ladrón y saqueador y menemista y etcétera, los acuerdos profundos, verdaderamente profundos, vendrán, seguro, en un futuro cercano. O lejano. Y serán, los acuerdos profundos, parecidos a los acuerdos profundos que yo quería, aún imposibilitado, como estoy, moralmente, pero no serán realizados conmigo, justamente, por esa imposibilidad moral.
Pero como esos acuerdos profundos, cuando en breve o en mediano o largo plazo se den, serán tan parecidos a los que yo deseaba, que no debería pegarle, ahora, porque de ese modo le obstruyo la posibilidad de realización de esos acuerdos profundos, beneficiando a mis mayores antagonistas, sus actuales amigos. Por eso de las contradicciones principales y secundarias, no ahora, que yo soy la contradicción principal, sino en breve, mediano o largo plazo cuando se realicen sus acuerdos profundos, que quizás, es cierto, no sea realicen nunca, pero sino se realizan nunca será porque yo le pego, claro. Por eso no debería pegarle, a Giordano.
Así es que cobra sentido la frase de Alcira Giordano: no me peguen, soy Alcira.