Consumada la aplanadora victoria de Cristina Fernández de Kirchner, habrá que terminar de saborear estos dos, tres días de celebración, y volver rápidamente a pertrecharse y ocupar el puesto de batalla para los setenta días que restan. La estrategia que ya comienza a adoptar el arco opositor es hija de la desesperación y de la falta de alternativas, pero, justamente por eso, esta vez sí que será unísona: tratarán de instalar la idea de que CFK ya ganó, que nada de lo que hagamos (ni nosotros, los candidatos; ni usted, el votante) cambiará ese resultado, y que teniendo en cuenta que los cuatro años de Cristina ya están asegurados, se puede votar a quien sea pero siempre teniendo en cuenta que lo negativo que implica que una sola fuerza concentre tanto poder electoral y/o legislativo…
Como siempre, fue Elisa Carrió la que expresó de manera más obscena este Plan B, que terminará de delinearse y ser imitado (en mayor o menor medida) por el resto de las fuerzas cuando vuelva a arrancar la campaña. Después de haber dejado el domingo en completa soledad a Adrian Pérez, poniendo la trucha en lugar del vacío de liderazgo y votos de la conducción, Lilita reapareció ayer con dos claras consignas: su apartamiento de la campaña (que evita reincinerarse en octubre, lo que da cuenta del nivel de compromiso con su fuerza) y el llamamiento al “corte de boleta” para no perder presencia legislativa de cara al nuevo período. De manera similar, pero con una cautela más acorde a sus votos (o sea, tampoco tanta), se pronunciaron hoy Alfonsín y Duhalde.
Tendremos que estar atentos en los días venideros para no contribuir a esta estrategia exacerbando al extremo el clima de triunfalismo que naturalmente tiende a proliferar en nuestro espacio, pero que sólo es electoralmente útil cuando la competencia se encuentra abierta. En efecto, bajo este escenario en donde el triunfo de Cristina ya no está en discusión, la tarea no es arrastrar en la ola de la victoria a los indecisos, sino retener a los que el domingo le dieron su aval al gobierno, para lo cual la generalización de la percepción de que “todo ya está definido” es probable que sólo pueda terminar perjudicándonos
Aquello implica superar rápidamente el regodeo de la paliza propiciada el domingo y, tras la resaca permitida después de toda fiesta, recuperar rápido los reflejos para instalar la idea de que todavía no se ha ganado nada, remarcar a la población que este camino de progreso necesita una ratificación acorde a los desafíos que quedan por encarar, recordar a los votantes el papel de “máquina de impedir” que ha tenido el Congreso en estos últimos dos años, y explicar que el mejor contralor de una gestión de gobierno lo representan las fuerzas sociales en las que este se apoya.
Hacia allá vamos, más que nunca a paso de vencedores.
Soldado:
La solución la dió esta mañana el inefable «Magallanes» en el programa de Luciano Galende «Viste lo que pasó?» de Radio América:
Hay que votar a Cristina, pero poquiiito, así podemos conservar la integridad institucional.
Debemos cuidar que no se le vaya la mano a la gente y vote más de lo que corresponde, así imitamos lo que pasa en los países «serios», para que no «se nos caguen de risa» (Lanata dixit) en el extranjero y para que volvamos a ser «derechos y humanos», como lo mandan la Santa Madre Iglesia y la Sociedad Rural.
¡Cuándo aprenderán a votar, atrasados argentinos populistas!
Se dedicaron durante años a condenar al gobierno y a todos sus actos, a rechazar cualquier cosa que venga del gobierno. El resultado era previsible: al menos desde su punto de vista, el diputado que no es K es antiK, por definición. Desde ese punto de vista, hay sólo dos opciones: 130 o más diputados K, es decir, cuórum propio, mayoría propia, y el gobierno que hace relativamente lo que quiere. O bien, 130 o más diputados antiK, es decir, la opo con cuórum propio, mayoría propia, y el gobierno que no puede hacer nada (ni siquiera discutir civilizadamente un presupuesto).
Hace unos 25 años o más, tuve mis sueños anarquistas. Hoy entiendo que la anarquía, la incapacidad del estado para gobernar significa la ley de la selva. Que es una muy buena ley… para el león. Un estado débil nos deja inermes ante los fuertes, en términos generales, ante los económicamente fuertes.
De modo que la elección es entre un gobierno fuerte, supuestamente ilimitado, y un gobierno incapaz de nada, que nos entregue en las fauces de los que tienen la manija comprada. Sin dudar, elijo al gobierno fuerte.
Que no va a ser tan fuerte: aún si consiguiéramos mayoría en Diputados, aún si tuviéramos el 66% (es decir, aún si nos lleváramos 120 de los 130 escaños), todavía hay que pasar por el Senado. Ahí somos minoría, y ponemos en juego 14 senadores en 8 provincias. Es decir, en siete provincias tenemos los dos senadores de la mayoría y lo mejor que podemos lograr es repetir. Sólo en San Luis la mayoría no es nuestra. De modo que lo mejor que podremos conseguir (y según las PASO, no lo vamos a conseguir) es aumentar un único senador, por San Luis. El bloque del FPV quedaría con 31 senadores, ni uno más. A cinco senadores de los 36 necesarios para empatar, a seis de los necesarios para no temer que Amado se vuelva loco y se cletice.
En suma, no tiene asidero, no hay ningún peligro. Lo que tampoco hay es ninguna vocación de cambiar nada para tratar de mejorar la oferta y superar la nuestra.
Y para los propios: tampoco nos hagamos los rulos nosotros, a lo mejor tenemos una mayoría en diputados, pero con los números del domingo conseguimos 80, más 40 del 2007 = 120 propios. Para llegar a los 130 hace falta bastante más que el 50%. Y en el Senado no tendremos mayoría ni en joda. Habrá que laburar muy finito y no herir egos en los aliados, porque sin uno de ellos no conseguimos siquiera el presupuesto 2012.
Marcelo