En este post, Lindahl, de Finanzas Públicas, plantea una especie de juego. Supone la apertura próxima de un proceso de sucesión al kirchnerismo, y aventura el reemplazo del modelo actual por uno que ofrezca mayor “normalidad” a partir de 2011. Se entiende por “normalidad” un conjunto de medidas económicas y de política exterior, principalmente, consistentes con los incansables pedidos de aquellos sectores del establishment que abundan en que “hagamos como Chile”, o como Brasil, o como México, depende cuál sea el caso a comparar (en caso de que la comparación pudiere resultar inconveniente a los fines de demostrar sus postulados, puede ser que hablen, difusamente, de “países normales”).
En esa línea, plantea el interrogante: ¿Quiénes perderían con este viraje?
Siguiendo este sendero me propuse hacer un ensayo de respuesta de dicha pregunta.
En realidad, la idea de este post es agregar lo único que, a mi modo de ver, no quedó respondido en los comentarios. Por ahí se planteó un esbozo: gana la UIA de Méndez, pierde la de Lascurain. Para mí, el tema, si bien puede ir en esa dirección, abarcaría muchos más aspectos que los que se circunscriben a la suerte de dos figuras secundarias políticamente hablando.
En principio, más que distinguir entre sectores de la economía, preferiría plantear la divisoria de acuerdo al tamaño de las unidades de producción. Quiero decir, más allá del “perdería la UIA, ganaría el campo”, la impresión es que la “normalidad” se alcanzaría en detrimento de las PYMEs en general. Allí sí podríamos decir que algunas actividades se volverían casi inviables, en tanto su dinamismo se basa en la capacidad que tengan las PYMEs de brindárselo.
Pero, como conclusión de esta aseveración, hay un actor que no puede quedar excluido de ningún modo de la lista negra.
El hecho de que la actividad agropecuaria se beneficiara con la quita de las retenciones o la desregulación total del comercio de sus productos, no implicaría que sus más pequeñas unidades, de la zona núcleo incluso, pudieran declararse ganadoras en tal situación. En este sentido, la recomposición de la rentabilidad del sector redundaría en la expulsión de arrendatarios no propietarios que explotan pequeñas o medianas extensiones, por parte de estructuras organizacionales novedosas (verbigracia: pooles de siembra). Es decir, probablemente se dispararía el proceso de alcance mundial que las retenciones y las intervenciones de la ONCCA ayudan a ralentizar, aunque no a detener, en la Argentina actual. Una buena parte de los que cortaron las rutas contra las retenciones, podría ser que volvieran a hacerlo, pero contra la marginación de la que serían víctimas, por caso, por el aumento de los arrendamientos.
Como ya dijimos alguna vez, hay que cuidarse de no cascotear el rancho propio.
No es economía. Es el largo brazo de Dios. Je.
Interesante reflexión, me hace acordar al viejo Viscacha «Es muy dificil guardar prienda que otros codicean», por eso le prohibía a su china que se bañe, para que no la codicee nadie!