Este miércoles se publicó una nota de Osvaldo Bazán para la web de TN titulada “Respetemos a Mike”. En ella este periodista (que se ganó el año pasado un voto de simpatía de muchos por, valiente y decididamente, alzar la voz en el concierto mediático para defender la reforma de Matrimonio civil que finalmente incluyó en la legislación vigente la posibilidad de casarse a parejas del mismo sexo) se explaya sobre el caso que estalló esta semana acerca de las presuntas presiones que sufrieron Mike Amigorena y las productoras encargadas de llevar adelante el proyecto audiovisual “El Pacto” que se iba a estrenar por el canal América este lunes, y que según los productores se postergó en su presentación por las presiones previamente mencionadas.
Urge analizar lo que Bazán afirma en su artículo sobre el caso. En primera instancia se conduce despectivamente al comunicado que por este episodio emitió el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), leyéndolo de manera burda e irónica; un comunicado que trata acerca de un episodio que, de comprobarse las presiones por parte del Grupo Clarín, sería un caso inédito de censura previa por parte de una empresa privada a los trabajadores de la industria audiovisual en tiempos democráticos del ’83 para esta parte, y claramente avasallando el derecho al trabajo amparado por nuestra Constitución. No es una cuestión menor. Pero a Bazán no le importa, porque sencillamente no lo cree posible. ¿Por qué? Porque el INCAA utiliza en el comunicado los términos “presuntas presiones” y el “habría recibido”. Cabe preguntarse: ¿Se habrá olvidado Osvaldo donde está escribiendo su nota? ¿Acaso TN, el diario Clarín y todos los medios de Magnetto y compañía no han hecho escuela con los condicionales en cada titular? ¿Clarín, La Nación, Perfil y otros “medios independientes” no levantan, semana tras semana operaciones mediáticas contra este Gobierno Nacional, con acusaciones nunca probadas y con titulares repletos de condicionantes? ¿Acaso la revista Barcelona no proclamó irónicamente el Día de la Libertad de Expresión al aniversario de la jornada en que Clarín acuñó en uno de sus titulares la ambigüísima expresión “Ahora dicen que…”? Disculpen los lectores la duda, ¿pero no es Clarín el diario que se ha referido a la opinión de “la gente” en diversos temas de la política nacional basándose únicamente en encuestas que publica en su página web, donde dan su opinión nunca más de 20 mil usuarios de internet, lo que no es representativo de un término tan genérico como “la gente”? Y luego de refrescarle la memoria a Osvaldo con estos datos, ¿no le parecerá un poco hipócrita su observación?
También menciona el absurdo de que el INCAA no puede confirmar lo que sucedió porque las autoridades del Instituto no se quisieron comunicar con Amigorena. Ante todo, un llamado al sentido común: si hace tres días este caso explotó en la agenda pública y hace una semana que el actor no da declaraciones, efectivamente no quería hablar del tema, sean los motivos que sean. No entra en la lógica de nadie que el INCAA no se haya comunicado directamente con el actor para escuchar de su propia voz lo acontecido; de ahí la necesidad en el comunicado de entrar en el terreno de los condicionales.
Es poco creíble que Mike Amigorena haya desistido de continuar en la serie porque “cuando vio cómo era el personaje, la situación, no se sentía cómodo”. Sería esto mucho más verosímil si recién hubiera recibido el guión, si en las reuniones previas con la producción se hubiera mostrado descontento o deseoso de modificar aspectos del papel, o que el rodaje hubiera comenzado sin él en el elenco; pero los testimonios dicen todo lo contrario: el actor estaba muy entusiasmado con la propuesta, estaba metido a fondo en el papel y ya había filmado las escenas en las que aparecía de los primeros 8 episodios de la miniserie. Entonces, ¿qué es lo que a Amigorena no le gustó del rumbo que tomaba su personaje, según la versión del Grupo Clarín para despegarse de las acusaciones? ¿Qué cariz sorprendentemente vil podía tomar el personaje que este actor no pudo tolerar, considerando que ya estaba interpretando el papel de un villano cómplice con la dictadura y que aprovecha la desaparición forzada de personas para enriquecerse él mismo, así como para también agigantar el poder económico y simbólico de su compañía mediática? ¿Acaso este personaje que interpretaba, en teoría similar a Magnetto, repentinamente en el último capítulo despedazaba a sus víctimas y les comía los sesos, cual Dr. Lecter? ¿Qué es lo intolerantemente cruel que Amigorena no pudo soportar del personaje, tomando en cuenta que Mike el año pasado interpretó a uno de los seres más despreciables que nacieron en este suelo como lo es Alfredo Astiz?
¿O es que el motivo es otro, y la decisión de Amigorena no fue voluntaria sino que fue forzado a dar un paso al costado para intentar postergar la presentación de la miniserie para después de las elecciones presidenciales de octubre, o incluso hacerla naufragar definitivamente?
Es indignante que Bazán haga objeto de burla de la presión mediática que sufren las dos productoras que integran el proyecto de “El Pacto”, una obra que se mete con uno de los pocos temas tabúes que quedan encarar y resolver respecto a la dictadura genocida: la ya no complicidad o connivencia, sino necesaria participación del empresariado, la “prensa libre” y sectores de la sociedad civil para llevar a cabo el Terrorismo de Estado e implantar el brutal modelo ecónomico y social del neoliberalismo.
Lamentablemente la desmentida de Amigorena que proclama Bazán como evidencia de su verdad no significa nada. No significa nada porque el Grupo Clarín tiene antecedentes en lo referido a manipular víctimas de su accionar con cuestiones referidas directa o indirectamente a la cuestión de Papel Prensa. Este grupo multimediático ha demostrado no importarle nada ni nadie con tal de salir impune de las maniobras turbias de las que es característico. Ya lo probaron con Isidoro Graiver, el hermano del original dueño de Papel Prensa, al exponerlo de una forma impúdica ante todo el país, forzándolo a desmentir la responsabilidad de los presuntos asesinos de su hermano y los cómplices de los torturadores suyos, de su cuñada y su sobrina, sólo para ser desmentido un día después (con las pruebas irrefutables de un testimonio suyo previo) por el diario Tiempo Argentino, que todavía hoy publica en su sitio web al alcance de quien quiera oírlo el audio de la voz de Isidoro Graiver denunciando a Magnetto de amenazar a Lidia Papaleo de entregar Papel Prensa o de lo contrario la muerte de ella y su hija a manos de los grupos de tareas. La situación no es comparable, ni por lejos, a la situación de Gonzalo Valenzuela cuando la pérdida del embarazo de su mujer (aunque ahí también se dio cátedra de impudicia periodística y absoluta falta de códigos y respeto a la privacidad personal y de una pareja en duelo por un hecho sumamente trágico y desafortunado en sus vidas).
Es comprensible y compartido el lamento de muchos, entre los que se cuenta al mismo Bazán, por ver a un actor, un profesional de las artes sumido en un escándalo en el que él no quiso (qué duda cabe) verse involucrado. Seguramente el tiempo le demostrará a Mike Amigorena que fue una mala decisión profesional sumarse, sin pleno convencimiento ni conocimiento de la situación política del país, a un proyecto artístico provocador que mete el dedo en una de las llagas más dolorosas de nuestro pasado y presente y que la mayoría del aparato mediático de este país prefiere pasar por alto, como si nunca hubiera ocurrido. Semejante escándalo no puede derivar en una condena al accionar de Mike por lo sucedido (como hizo el jefe de gabinete Aníbal Fernández de una manera que no es del todo comprensible) y que si había alguien a quien caerle encima, en la Justicia y por el delito de coerción agravada, era a los delincuentes que lo amenazaron con dejarlo sin futuros trabajos. No se le puede endilgar la responsabilidad de una actitud militante o comprometida a alguien que, está claro, no la asume voluntariamente. Pero es mucho, muchísimo más grave que ver envuelto en un escándalo a una persona inocente pero ingenua, que a los integrantes de la sociedad toda se nos trate de estúpidos, queriéndonos convencer que donde hay un olor inconfundible a presiones y a esas expresiones del estilo de “esto no es una amenaza, Mikey, tan sólo una advertencia”, haya habido únicamente una decisión profesional e individual de un integrante de un elenco.
Tenemos que respetar a Mike y su decisión. Mientras tanto, Osvaldo, respetá nuestra inteligencia, que los lectores podremos ser crédulos pero no comemos vidrio.
Yo a un pelele no lo respeto, disculpe usté.
quien es Mike Amigorena?
¿Y quién es Osvaldo Bazán?.