Copio un mail del sociólogo Alejandro González:
«Entre la gente del campo y la gente de la ciudad media, por lo pronto, una distancia cultural. Cuando se puso a estudiar los instintos básicos del ser humano, el gran sociólogo Vilfredo Pareto destacó a dos por encima de todos: la persistencia de los agregados y el instinto de las combinaciones. Ligado a la tierra y a la palabra empeñada, el hombre de campo encarna la persistencia de los agregados. Hábil, movedizo, maleable, el hombre de la ciudad cultiva, en cambio, el instinto de las combinaciones. En el campo, la palabra vale más. En la ciudad, lo esencial es ubicarse.
Este contraste se acentúa al extremo cuando hablan un hombre de campo y un político. Mientras los ruralistas salían entonces de una reunión convencidos de que la palabra había sido dada, para los políticos que habían hablado con ellos, y sobre todo para el político que a todos comanda, la palabra empeñada era sólo un astuto disfraz destinado a ocultar lo que él quiere de veras: doblegar al campo, ponerlo de rodillas, para extender aún más el círculo de su dominación. Este constante ir y venir terminó por indignar al campo. Es que in-dignarse es la reacción natural de todo aquel a quien le desconocen su dignidad.«
Mariano Grondona, diario La Nación.
Hay dos formas de decir una pelotudez: La primera es diciéndola, simplemente. La segunda, es citando a Pareto.
El autor «se ubica» como opinador erudito. Omite decir que él es dueño de 5000 hectáreas en Pehuajó. Lo cual lo «ubica» entre los terratenientes, o sea, gente de campo.
Pero claro, según Grondona, la palabra, mejor dicho, el valor de la palabra, se mantiene en el campo. El campo sería un lugar donde habita la gente de palabra, mientras que la ciudad estaría poblada de advenedizos. Y el campo se in-digna. Grondona le reconoce al campo, pues, una cierta identidad como para describir un comportamiento de ese colectivo.
¿Qué es el campo, para Grondona? ¿Es la suma de todos los hacendados, empresarios, dueños, cultivadores, ganaderos y peones? ¿Formarán parte de «El campo» los miles de peones rurales desocupados por la sojización? ¿Formarán parte de «El campo» sus primitivos habitantes, los indios, asesinados para que los patrones del padre de Mariano pudieran adjudicarse las tierras conquistadas? ¿Se habrán «in-dignado» los indios ranqueles cuando los mataba el ejército para que los habitantes de Buenos Aires, como los Martínez de Hoz, pudieran ocupar sus tierras? En la época de la conquista… ¿quién tenía la custodia de la palabra? ¿El campo de los ranqueles?
Nada de esto es motivo de reflexión para Mariano, un operador político a favor de su campo, que no vacila en practicar lo que los ingleses llaman el «name dropping»: llenar de citas y autores famosos una sarta de boludeces para camuflarla de verdad. Pareto no puede quejarse, pobre.
Balvanera: En algún post anterior, sostuve que no podemos seguir pensando al campo con los estereotipos que teníamos hasta febrero. Caducaron mal.
No es Don Ata, decía, ni Larralde ni Di Fulvio. Es el tipo que por un kilo de soja escracha a su vecino y su familia, con el que mateaba y jugaba al tute hasta la semana pasada. O escracha al intendente que le hizo el cordón cuneta, o al Presidente que les llevó un problema municipal a la Corte Internacional de La Haya. Esto es mucho más feo que un simple tironeo de intereses. Quedarán huellas indelebles por todos lados.
Es urgente y necesario que resignifiquemos ésto pronto. Lo que están haciendo no tiene nombre y no podemos seguir pensándolo con el cliché bucólico que sobrevivió hasta febrero.
bueno, yo todo lo que se del campo es por tratar de leer Patoruzú, pero sospecho que no es tan boludez lo que plantea Grondona, aún si yo no lo comparto. La idea de cultura no deja de estar relacionada para muchos con las idea de ¨cultivar¨ la tierra.
Hoy me contó el verdulero que eso se ve bien en los países europeos que tienen una mítica fundacional relacionada con el salir de la tierra, como los griegos y franceses (y que explica la transición de ciudadanía por sangre). Es más, lo alentó el carnicero, Heidegger (creo se escribe así), era uno de los que veían una relación bastante directa entre cultura y lo que acá hoy llaman ¨campo¨, y se quejaba de que en el campo los problemas se resolvían basados en tradición (y ahí podrías poner la cuestión del idioma de la que habla Grondona), mientras que en la modernidad urbana ¨todo lo sólido se disuelve en el aire¨.
Así que lo de Grondona seguiría una tradición bien de derecha, dijo el frutero, pero no es una boludez, sino que es simplemente parte de una tradición de pensamiento conservador de derecha.
Por lo del ¨name dropping¨, no es tan sencillo tampoco. El ¨name dropping¨ en realidad es citaciones que refieren una audiencia determinada, la que busca el autor, a un corpus. Cuando uno dice ¨Einstein¨, por ejemplo, eso implica un corpus con idea y principios ya demostrados que no hace falta repertir. En el caso de Grondona, puede ser como una forma de comunciación con un cierto grupo que no solo entiende a que se refiere, sino que además puede establecer cierto contexto que el autor no da. Es ese sentido, cuando uno dice ¨el habla del campo¨, por ejemplo, no se refiere a personas determinadas sino a una forma ideológica.
Hay un art. cortito que cuenta algunas transformaciones del sector rural
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=66807
Después, hay un laburo muy bueno, corto también, de Javier Balsa. Se editó en el libro de Guido Galafassi: El campo diverso, pero como es una presentación tipo ponencia, vale la pena. El artículo trabaja sobre el problema de las subjetividades rurales.
No entiendo, Eduardo Real: por el tono, lo tuyo parece que objeta lo que dice Alejandro González en el texto que reproduje. Pero en la práctica decís lo mismo y lo reforzás.
Ay pero qué susto, pensé que Mariano había sido el que usó la mala palabra pelotudo… omitiendo el «pelotudo de pelotudus».
Lo de Grondona parece bastante boludo, pero vos balvanera hiciste algo más boludo todavía.
Disculpá hermano pero hasta a los indios trajiste!
Como si la Argentina urbana fuera una isla flotante traída de Europa. O pueblos originarios que se mudaron a un par de ciudades. Salvo que seas 100% aborigen, estas en la misma que un De Angeli o cualquier gringo chacarero.
No veo dónde, en la entrada que puse (y que no escribí yo, como ahí se aclara), se dice algo que dé pie a las extrañas conclusiones que sacás, Mariano T., y a partir de las cuales te permitís llamarme «boludo». ¿Tomaste algo? ¿No te habrás equivocado de anteojos? ¿Sabés leer?
Balvanera: Ni objeto ni refuerzo lo de González ni Grondona. Simplemente reflexiono sobre el mismo tema «por las mías». O no cabe la «tercera posición»? Es lo que yo estoy viendo, al margen de lo que vean otros.
Don Daniel:
Una cosa mas a lo que ya te dejé. La tradición cultural argentina, post generación del 80, creó por medio de ese nacionlismo que luego se mutó en parte en revisionismo y se incorporó al peronismo, una re-evaluación positivo de lo que se veía como la ¨cultura del campo¨ en reacción al positivismo que representó el movimiento iniciado por Sarmiento y su ¨Civilización y Barbarie¨ que veía en la llegada del inmigrante sajón la entrada del liberalismo en Argentina. Esta reacción de derecha que en su momento se sumó al golpe del ´30 tomaba el ¨hablar¨ y ser del gaucho, totalmente mitificado, como la base de un ser nacional, en ese momento puesto en peligro por la inmigración. Desde la recuperación del Martín Fierro por Hernández al Santos Vega, llegando a Lugones y su planteo de que el Martín Fierro era lo fundante de la literatura, el ¨hablar¨ del hombre del interior, que es contínuo, permanente, que arrastra lo mejor de nuestras tradiciones, se opone al hablar del inmigrante y persona de ciudad, que es cambiante, y que representa la modernidad. El Santos Vega, si mal no recuerdo, al perder ante un extranjero, lo llama ¨el diablo¨.
Grondona, en su artículo, recupera esa tradición, pero eso no es una boludez sino que es un planteo mas profundo en un país que parece acercarse cada vez mas al principio del siglo XX que al del siglo XXI, con un proyecto de país agropecuario exportador.
Che, ¿será tan dificil que bajemos un cambio? Hay un debate piola, que incluye al alberto en muy alto nivel, (aunque no me guste que lo metan a sarmiento en la bolsa de los positivistas, eso es un poco posterior, debo decir que es muy gratificante ver y leer / compartir lo que el hombre sabe).
Por lo pronto, es indudable que debe haber una o varias subjetividades rurales, diferentes de las urbanas. No sé si eso da como resultado una tradición ancestral (lo cual siempre es reinvención). Hoy los medios llegan con el mismo mensaje a todas partes, y los que participan del debate de la polis son parte de ella
Seguro que el debate viene, como dice Ezequiel, «piola», incluyendo a Eduardo, a Alberto y al propio Ezequiel. No era una objeción lo mío sino un interrogante: había algo que me resultaba confuso. Y de paso me entero qué es ¨name dropping¨. En el Santos Vega, efectivamente, hay una payada con el diablo, fáustica en cierto modo pero que se da la tradición de muchos países (en los bluseros del sur norteamericano, por ejemplo), y el diablo termina siendo el progreso. Pero tampoco en esto conviene empaquetar las cosas sin ver las diferencias y los distintos momentos: ahora no lo recuerdo bien (tendría que revisarlo), lo que hay en ese caso es más bien el adiós a algo que se sabe perdido para siempre. Lo que no quita que, efectivamente, haya una reutilización ideológica, cuyo principal exponente es Lugones, que resignifica al Martín Fierro y al imaginario campero. Lo notable es que toda esa mitología hasta hace no mucho parecía vieja, caduca, olvidada en medio de la globalización y tutti cuanti (incluso satirizada en las incursiones de Lamborghini y Perlongher por el gauchesco), y ahora, soja mediante, la reviven y muchos la compran como si hubiera permanecido intacta, esperando que la llamen.
Me encantó, me encantó!!!
No estaría mal, si de perder el tiempo se trata, hacer una nómina de grandes mentirosos llegados del campo, que siempre se cagaron en la palabra empeñada.
Muchachos atrasan!!!
El chacarero tiene más tradición de fideos amasados que de asado los Domingos al mediodía.
Mal que le pese a Ascasubi, Hernandez y Lugones, el diablo ganó.
Y eso se ve en la ruta. Un oligarca decía ne Marzo «No podemos cortar rutas, tenemos que demostrar que somos mejores que ellos(los piqueteros)»
Y el chacra lo miraba como a un marciano, y tiraba la rastra en la ruta. «Y vea don Anchorena, si ellos cortan yo corto porque no me siento mejor que nadie, y no me vaya a mandar un camión de soja al puerto que le va a llegar la mitad, si le llega»
Y no te traté de boludo, sinó que habías dicho una frase boluda, de lo cual nadie esta libre.
No atrasan, Mariano, poné un poco de atención a lo que leés. Volviste a leer mal, lo que me confirma que, como te dije, no leés lo que está escrito sino lo que se te ocurre. Nadie niega que la tradición del chacarero (o de muchos chacareros) venga por el lado de los mostacholis o la pastaciutta (¿se escribe así?). Por el contrario, lo que se está discutiendo -o más bien criticando- es la imagen cristalizada y estereotipada del «hombre de campo» que venden, precisamente, los defensores de la patria sojera y los medios. Una figurita de Billiken que no tiene nada que ver con la realidad pero que remite a «las raíces de la Patria» y todo eso. Es el «hombre de campo» con el que se extasía Grondona para exaltar lo que están haciendo ustedes.
algunas de estas participaciones las voy a guardar. Son delux. Otras, demás.
Exactamente, se trata de resignificaciones de tradiciones culturales que ignoran el cambio social, para legitimar el discurso de la diferencia, un discurso que niega el cambio, y que pone al campo, como otros a la Iglesia, como depositarios de los auténticos valores nacionales
Aclaro que yo no dije que Sarmiento era positivista, sino que el movimiento positivista tomó de Sarmiento la idea de Civilización y Barbarie.
Mariano T: Lo que creo es que no es del campesino real del que se habla, sino del ideal o estereotipo que cristalizó en la cultura argentina, especialmente como recurso ideológico para crear una imagen mítica del ser nacional. Es así que, como quiere usarlo Grondona, el hablar del ¨gaucho¨ pasa a ser un hablar tranquilo, pausado y siempre sincero de aquel que debido a su nobleza fue traicionado. Fijate en muchas de las novelas nacionalistas y revisionistas del siglo pasado como el gaucho, representante del interior (por algo Crítica la llama la Guerra Gaucha), es siempre traicionado, entre otras cosas por políticos de comité (me hace acordar de Juán Moreira de Favio).
Daniel:
Lo de revivir un estereotipo medio olvidado no es un fenómeno puramente argentino, aunque la forma si lo sea. Hay quienes, entre ellos Grüner en uno de sus libros cuyo nombre no recuerdo, hablan de que la reacción al fracaso de progreso que prometía la modernidad globalizada hizo que se produzca el retorno de los estereotipos nacionales, como en el caso de los islámicos de Egipto. El caso argentino, quizás, entonces no es único, ya que ante el principio de derrumbe social y de desaparición de lo nacional en lo global aparecen cosas medio olvidadas como forma de reafirmar la identidad, especialmente cuando la promesa de ser primer mundo termina en un 2001, y en ese caso la recuperación del tango es quizás un ejemplo. Pero el que hoy haya gente como Grondona tratando de recuperar una imagen anacrónica del gaucho es lo que quizás sea único, ya que el revisionismo histórico era peronista y hasta Hernández Arregui tuvo su costado de recuperación de ese estereotipo nacionalista. Lo de Grondona es tratar de volver al año 30 o por ahí. No se cuantos lo querrán acompañar en eso, pero es verdad que hay cierto imaginario que ve al campo como el que se levanta a las 4 de la mañana, labura de sol a sol, y con eso tiene esa nobleza mítica que da el trabajar la tierra (en un sentido representa el imaginario histórico por sobre el tecnológico en Heiddegger. Se podría, en otro debate, hablar del fenómeno que fue la aparición de biografías cuando la cosa iba muy mal. Agnes Heller, en su libro sobre la filosofia de la historia en fragmentos habla del pendulo que va entre lo histórico y lo tecnológico). Tipos como De Angeli tratan de usar esa imagen y se presentan como esos pobres laburantes honestos a quienes los políticos no solo le mienten sino que cagan, por eso la obseción de tapar que el problema es en realidad político con un manto económico y no solo las retenciones o cuanto maíz vamos a planta. Pero el problema es que los imaginarios que quiere mover el gobierno tampoco son muy claros y no dejan de ser anacrónicos. De ahi que el gobierno tenga problemas en ganar la lucha por el imaginario social. Los de derecha resignifican o reflotan imagenes por todos incorporadas y casi naturalizadas através de la educación pública con Martín Fierro, Don Segundo Sombra o Santos Vega (que en mi época se leían en la escuela) o hasta Patoruzú vs. Isidoro Cañones. El gobierno usa términos muy vacíos de contenido, como ¨nacional y popular¨ o términos que no mueven mucho.
Lo que es innegable es el hábito grondoniano de tratar de darle credibilidad a cualquier verdura que esté tratando de vender mediante una cita «culta». De esto somos todos testigos (y Marianito agregaría: del latín testiculum).
Borré 20 veces mas o menos lo que iba a decir, porque me siento en parte afectado por lo que comentan y eso me impide tener en claro que decir.
Si bien mi núcleo familiar de primer grado (mis viejos) ya no tienen campos, vengo de una familia donde los abuelos de mis abuelos maternos vinieron de alemania y suiza a mediados de siglo 19 a trabajar «el campo», donde había que levantarse de lunes a lunes a las 5 a ordeñar, donde tener 10 hijos por familia era una necesidad para trabajar la tierra y un monton de pequeñas cosas más que influyen en el ser del colono y que están obviando de manera clara (entiendo que lo haga grondona que está acotado al espacio del diario).
Y no encuentro hilo conductor entre todo lo que discuten acá y lo que las experiencias de mi vida me marca… hay tantas cosas que en la vida cotidiana, incluso citadina están dejando de lado para evaluar eso que llaman «el campo», empleando íconos super simplificados, que la verdad no se por donde empezar… en realidad, lo único que siento es que el entorno en que vivo se ha transformado en objeto de estudio, y es evidente que la perspectiva que tengo siendo el conejillo de india es totalmente distinta que ud. cientistas observadores neutros y lejanos de la realidad tienen …
Voy a seguir leyendo, tratando de ver que piensan que es esa entelequia que algunos denominan «el campo», otros «pueblos del interior», pero que básicamente es el núcleo agrícola ganadero histórico del país y donde la idiosincracia es bastante parecida (si me dormís y me despierto en Humboldt o en Monte Maíz, en Esperanza o en Rojas, en San Francisco o en Venado Tuerto, en Calchaquí o en San Carlos, proablemente distinga pocas cosas, y vea mucho en comun).
Grondona puede opinar de campo como yo de rally, me encanta y lo fui a ver 10 veces, pero nunca me subí a un auto ni manejé por la cornisa. Y otros opinan de rally diciendo antes de emitir cualquier opinión «es aburrido es feo no me gusta nunca fui a uno pero…».
Dicho esto, creo no hay mucho para discutir, solo seguir leyendo como ven y evaluan lo que algunos vivimos.
saludos!
Alberto: no metamos al Moreira de Favio en la misma bolsa. No necesariamente cada vez que aparece un gaucho traicionado por políticos se está reforzando el mito idealizante y reaccionario. Favio no está aludiendo a esencias nacionales, a tradiciones que sostienen Nuestro Modo de Ser ni a nada parecido. A Favio le duele el dolor concreto de la pobre gente de carne y hueso utilizada por los poderosos, sean del campo o la ciudad, y pone en escena esa tragedia o ese drama, eso está en casi todas sus películas. Su Moreira no es un modelo de nada, aunque algunos en los 70 vieran al personaje como un militante de Montoneros (Favio además se mandó un panfleto anti-montonero en su película sobre Perón).
El ejemplo que das de Crítica, su uso de “Guerra Gaucha”, es perfecto, entre otras cosas porque no hay gauchos en esto. Ya no los había en la época en que Lugones colocó al gaucho como emblema de La Nacionalidad (por eso pudo hacerlo, porque ya los gauchos reales no jodían a nadie) y el personaje de Don Segundo Sombra no es un gaucho, es un paisano, un peón, que además es mostrado como ejemplar de una especie en extinción o poco menos. Lo cierto es que nada hay en común entre el gaucho y el cultivador de soja, y en eso tiene razón Mariano T., sólo que él no protesta cuando De Angeli y compañía echan mano al mito gaucho y a la esencia incorrupta del Hombre de Campo como instrumento de su gesta por más y más renta extraordinaria. Al usar la expresión “guerra gaucha”, Crítica especula con la ignorancia del ciudadano medio urbano, aunque hay que reconocer que responde también a una cierta intención humorística, que a Lanata le gusta, que a veces tiene gracia y que muchas veces funciona como puro efecto e impide una consideración seria del tema.
Un poco al margen: todos debemos haber visto más de una vez, cuando eran gobernadores, a Duhalde o a Solá vestidos de gaucho desfilando a caballo, siempre caballos con lujosos aperos de plata. Ese gaucho, el de los desfiles bonaerenses con china en ancas y derroche de guita en caballos y vestimentas, es un gaucho inventado: un uniforme de lujo que usa el patrón de estancia para afirmar su relación con la tierra que posee y explota.
Claro que no es un fenómeno puramente argentino, ni actual: ahí está el cowboy en USA, el charro en México, el huaso en Chile (durante la dictadura de Pinochet estaba prácticamente prohibido tocar música andina y vestirse de coya, a los que se asociaba a la cultura de la izquierda, tipo Quilapayún, y se repuso la figura del huaso). Es interesante que en estos cuatro casos (gaucho, cowboy, charro, huaso) el personaje emblemático es un hombre de a caballo, solitario e individualista, que mira el mundo desde su montura y tiene cierta predilección por resolver las cosas con las armas, en esto último a semejanza de los compadritos de Borges y del peor estereotipo tanguero.
Es cierto que el revival tanguero de fines de siglo XX y principios del XXI tiene que ver sobre todo con eso (potenciado por el turismo que viene atraido por el dólar alto), pero un poco tiene que ver también con cierto cansancio de la globalización. No siempre ni mayormente la búsqueda de identidad es mala. Todo depende de qué se haga o se intente hacer con ella.
Pero no es tan único lo de Grondona: no fueron sólo los nacionalistas y revisionistas los que cultivaron la figura del Gaucho. Los liberales también, y para eso inventaron un gaucho a su medida. No todos los liberales, claro: Borges se burlaba de eso, luego de abandonar la devoción criollista de sus primeros años.
No creo que “nacional y popular” carezca de contenido, me parece que tiene una enorme vigencia. Si lo que intentás decir es que el gobierno suele vaciarlo de contenido, estoy de acuerdo. Pero eso suele pasar con cualquier expresión cuando entra a ser instrumento de manipulación política. Y muy de acuerdo en que el gobierno usa términos que “no mueven mucho”. En eso, le falta instinto peronista, o asesores como Durán Barba.
Chacall: lo que contás de tus abuelos se parece bastante a la historia de mis viejos durante su infancia en el Chaco. Y ese colono no tiene nada que ver con el gaucho, pero tampoco con el sojero que sale a la ruta en 4 x 4 o tractor. Te aclaro, de todos modos, que estoy muy lejos de ser un “cientista”, y mucho menos neutro, como lo puede atestiguar Mariano T. En todo caso, estás reclamando no generalizar ni idealizar y atender a las particularidades concretas, tal como funcionan realmente en su contexto, y en eso me parece que acá estamos mayormente de acuerdo. Las idealizaciones, los estereotipos, los símbolos vacíos, lo que Barthes llama “mitos”, son siempre tramposos, más aptos para lo peor que para lo mejor.
Chacall: Ojo que no discutimos la realidad social, sino su aspecto discursivo. En otras palabras, estamos debatiendo acerca de los discursos que constituyen a la entelequia, y que son utilizados en la arena política para legitimar cosas que nada tienen que ver, pero entendemos que el tema de las subjetividades sociales reales es otra cosa. En otras palabras, no hay conejillo de indias. Dicho esto, me permito volver a hacer la recomendación general sobre el artículo de Balsa en El campo diverso.
Alberto: todo bien, de hecho los últimos textos de Sarmiento me dejarían no muy bien parado: se rescata lo valioso del aporte. Eso sí, quiero la data exacta del libro Filosofía de la Historia en fragmentos de Agnes Heller que cita en otro de sus muy meritorios comentarios. Cada vez que lo pido (y lo he pedido), me dicen que debo tener mal la info.
Otra cosa: así como se apropian del Mito Gaucho y de los emblemas patrios, se apropian del Grito de Alcorta y lo resignifican. Los del Grito de Alcorta tienen que ver más con los abuelos de Chacall y con mis viejos que con los que hoy se dedican a escrachar intendentes, apretar senadores o tirar carne a la ruta. Que sean sus hijos o nietos o biznietos no convierte a la protesta actual en continuación directa de aquella.
Balvanera: se olvidó de un Fernandez vestido de gaucho ¿error u omisión?
Gracias por la respuesta, estoy con poco tiempo así que mi respuesta es desordenada y mas o menos que no estoy pensando lo que escribo (casi como un diálogo de café, si algo no me gusta luego con tiempo lo leeré y me retractaré).
En primer lugar de alguna manera exageré en mi comentario, respecto al conejillo de india, porque tal vez no exclusivamente en este post, pero desde hace 4 meses que se escucha mucho y variado acerca de que es y no es «el campo», lo bueno y lo malo y se mezclan muchas muchas cosas (esto corre tanto para quienes están a favor de la 125 como quienes están en contra, que en última instancia (o en primera?) es lo que estamos discutiendo).
A los bisnietos de aquellos colonos hoy, no vamos a negarlo, les va bien, el campo siempre fue así…7 años buenos 7 años malos, desde que me acuerde, hoy no te llueve y fuiste, se adelantó la helada y fuiste… y se cae el precio y fuiste, y cada vez que fuiste, no vino ningún gobierno, y tenés que endeudarte con el banco, con un barba, con algún pariente pero no está el estado ayudando (me dirás atinadamente que hay otros que necesitan más ayuda y concuerdo, pero describo lo que siente quien se ve afectado en las buenas y no le dan bola en las malas)
Y si vemos los ciclos de precios, los gobiernos que tuvieron problemas con «el campo», son justamente los que estuvieron durante el ciclo bueno. Los que tuvieron problemas con «el pueblo» y «las clases medias», son los que gobernaron durante el ciclo malo. (es una supersimplificación pero si mirás los números no le pasa muy lejos). Ayer lo leía a Mariano decir que si bajan los precios a niveles «ORDINARIOS», perdemos ambos superavits… ya sabemos lo que le sucede a la política cuando no hay plata para solventar las numerosisimas necesidades que tienen la mayor parte de los habitantes del país.
Respecto de la apropiación de los mitos, es algo que en cualquier hito de la historia, cualquier movimiento, hizo, resignificar historias inspiradoras. No se si está bien o mal, pero es común. Lo que pasa es que algunos, como los que comentamos acá, para un lado o para el otro, no nos gustan las resignificaciones baratas, coincido con ud. Por ejemplo en la época del grito de alcorta, quien ocupaba el cargo de Binner defendía los intereses de la capital (y un poco antes cuando a fines de 1890 hubo una fuerte intervención en el mercado del trigo y un posterior desplome de su precio, las familias patricias, y los «ineficientes» molinos de la capital provincial jugaba «en contra» de los colonos).
Y la discusión de los discursos, bueno es un terreno complicado para mi, pero sin querer discutir el federalismo ni nada parecido, me parece que tanto los discursos de un lado como desde el otro, se construyen con una óptica buenos-aires céntrica, tanto desde el origen (reitero que sabe de campo un tipo que vive en recoleta y va de vez en cuando a disfrutar de sus 5000 ha, en un casco de estancia), como desde el sujeto al que se intenta interpelar. O sea, al intentar interpelar a «las clases medias», se simplifica mucho el discurso, porque es obvio que se busca un efecto sencillo en intentar poner a alguien de un lado o del otro, presumiendo que la mejor idea para el país es la que adeptos tiene, se busca mas un discurso marketinero (el más claro es de la 4×4, un elemento fetiche), de vender e instalar una idea, que de tratar de definir una problemática concreta e implementar políticas que propendan al desarrollo armónico y eficaz de los diversos sectores del país.
saludos!
el que tengo yo creo que es este:
A Philosophy of History in Fragments (Paperback)
Heller, Agnes. A
# ISBN-10: 0631187561
# ISBN-13: 978-0631187561
Publisher: S. Oxford: Basil Blackwell. 1993.
Publication Date: 1993
El comentario, igualmente, se lo escuché en una charla que dió y en una clase.
Los demás comentarios después los leeré como corresponde.
Con razón no lo conseguía. Gracias, Alberto.
Me parece que situar el conflicto como si fuera entre Capital e Interior es otra simplificación burda y que no aguanta, a la que tiende mucho a echar mano gente como De Angeli para disfrazar el conflicto real y vender gato por liebre. El conflicto es otro, y nada tiene que ver con esto la pugna entre unitarios y federales (que el gobierno implemente mal la coparticipación es un tema aparte, no tiene que ver con este conflicto, aunque también lo usan para echar leña al fuego). De hecho, entre la población de las capas medias porteñas, votantes de Macri y Carrió, la simpatía por «El Campo» es muy grande, y no me resulta más simpática una cacerolera del Barrio Norte que un nieto de chacareros que sale con anteojos negros de marca a cortar la ruta.
No es lo ideal, pero este es un link a una condensación del texto de Balsa que cito más arriba, al lado del artículo sobre los pools de siembra. Uno hace su aporte, aunque más no sea a la reflexión.
http://horizontelibertario.blogspot.com/2008/07/el-campo-diverso.html
El trabajo es de 2004. Concluye, más o menos, así:
«El modo de vida chacarero ha desaparecido, y el mundo rural de la primera mitad del siglo XX perdió su sustento subjetivo. Pero además, en términos demográficos, esto significó el despoblamiento de los campos, la muerte de los pequeños pueblos y de los parajes rurales. El cambio en el modelo de desarrollo agrario y las transformaciones en el modo de vida de los productores rurales tuvieron importantes consecuencias sobre el resto de la sociedad, especialmente sobre las economías locales, aquellas que aseguran la supervivencia de localidades y ciudades intermedias a lo largo de toda la región pampeana.»
Me llamó especialmente la atención el testimonio de un productor de la zona de Pergamino, citado en el artículo:
“Cuando se hacían propietarios, dejaban la Federación Agraria […] Pueden comprar y se creen la oligarquía, dejan los campos […] Se creen los hijos de Anchorena”.
Esos, indudablemente, no son solo los autoconvocados.
Mis saludos.
Aunque un poco tarde, quisieta sumarme a este intercambio de visiones y argumentos tan movilizador. En primer lugar me gustaría recordar el fenómeno producido en Alemania entre guerras, en el que buena parte de los intelectuales , estudiantes, etc. sacaron a la superficie un sustrato cultural campesino,bucólico, fuertemente antiurbano, que revalorizaba el arraigo a la tierra,las tradiciones, la permanencia en el lugar, toda una idiosincracia que según ellos hacía más justicia a la esencia auténtica del hombre y al «hogar natal». Con ello se oponían al avance de lo que consideraban disvalores de la técnica, de la vida urbana, «errante» – aspecto con el que identificaban a los judíos-,oposición que después Heidegger colocará entre Hölderlin,poeta de la patria, y Baudelaire,poeta urbano. Todo este sustrato fue el caldo de cultivo de lo que se llamó «la ideología de la sangre y del suelo».Demás está decir que en seguida tomo forma virulenta con elnazismo.
En mi opinión, el eje de esa ideología es la superioridad de derechos de quienlaporta sobre los otros.
Grondona y De Angeli no podrían ser más distintos, su apostura, su idiosincracia, su inserción social son absolutamente diferentes y hasta incompatibles. Pero en algo convergen: su visión del mundo, la de cada uno,comprende la ciega creencia de que tienen más derechos que el resto,de que sus derechos son absolutos y que la sociedad en su conjunto les debe veneración y acatamiento, debiendo sacrificarse por ellos. Y no sólo elderecho a la renta extarordinaria, sino también el derecho al abolengo. Me explico: he escuchado a varios chacareros en la televisión -que tienen puesta a su servicio- alegar que quieren mantener la tierra que…¿recibió,compró barata?- su abuelo. Me parece muy bien,pero eso no debe ser a costa del sacrificio del pueblo argentino.
¿ Cómo esos gringos se hicieron de esas tierras?, cabe preguntar. Se puede revisarla colonización de Santa Fe, por ejemplo. Uno de sus promotores fue Nicasio Oroño, quien se propuso limpiar la región de salvajes y traer inmigrantes porque, decía en una carta, «Ud. sabe la poca fe que tengo en nuestros paisanos». Desde entonces esos paisanos han sido despreciados y explotados por estos gringos, que repito ¿como se hicieron de la tierra?. ¿A cuantos indios hubo que matar para instalar un suizo o un friulano?.
Me quedó en la cabeza esa imagen de Sola o Duhalde ataviados con prendas gauchas, poncho al hombro, desfilando en un caballo con aperos de plata. Esos desfiles tradicionalistas de la provincia de Buenos Aires que tanto me hacen acordar a las costumbres más reaccionarias de la burguesía texana, que se visten de cowboys hasta para dormir -con trajes carísimos- y bailan música country estrictamente wasp. Gauchos que nunca existieron, gauchos inventados, puro símbolo de una criollidad en la que entran tanto el peón que yerra las vacas o junta la bosta como el patrón de estancia, ambos hermanados en la pertenencia prístina a la tierra. Al peón le toca divertirse en la jineteada, para placer de lugareños y turistas, al patrón desfilar y, claro, quedarse con la plusvalía. La cosa es que esa imagen inventada, aderezada, reciclada para consumo oficial, lo que ante todo representa es ausencia de conflicto: algo inmutable, un ideal a alcanzar para que, si nos atenemos a él, todo esté bien y hayan desaparecido las discordias entre los argentinos porque estaremos todos amparados por la Madre Tierra. Ausencia de conflicto, una especie de eternidad asegurada, eso es lo que ofrecen. Y eso es lo que ofrece De Angeli, ahora mitificando ya no al hombre de caballo sino al chacarero heredero de Alcorta que se rompe el lomo en el surco de sol a sol y toma mate mientras dice frases campechanas (digo yo, trabajando tanto: ¿cómo hace Mariano T para estar todo el día pegado a la computadora?): promete una Argentina plácida y falta de conflictos, cosa que a la mediocracia de los sectores medios le seduce más que nada.
Otra cosa que recordé: alguien hablaba en estos comentarios de la utilización de la figura del gaucho que hacen los nacionalistas, pero el ataque más duro, implacable, certero, mordaz, inteligente e irrefutable (y hasta divertido) al mito del gaucho propuesto por Güiraldes en Don Segundo Sombra que leí lo escribió Ramón Doll, un ultranacionalista semifascista.