Es increíble tener que estar aclarando que no estamos diciendo que Nahir Galarza no tiene que estar presa.
Estamos analizando este caso porque es clarificador a la hora de identificar cuáles son las características de un sistema determinado, que es el patriarcado. Porque a través de ese análisis podemos identificar de qué modo se institucionaliza este sistema de poder con la colaboración de los medios de comunicación -que ejercen presión y forman opinión – y con el accionar de la justicia.
Para lograr vislumbrarlo pueden hacerse algunas preguntas: ¿Porqué este es el «caso Nahir Galarza» y no lleva el nombre de la víctima, de quién apenas sabemos su nombre?
En la cobertura mediática de los femicidios (que no se realizan con perspectiva de género) sabemos absolutamente cada detalle de la vida de la mujer asesinada; fanática de los boliches, alumna regular, centímetros de las polleras, si caminaba sola por la calle de noche, si le gustaban los chicos, las chicas o el grado de alcohol que había consumido.
En el tratamiento de este caso, ¿qué detalles de la vida de Fernando Pastorizzo nos contaron los medios? ¿Se intentó estigmatizar a la víctima, como sistemáticamente se hace cuando se trata de un femicidio? Conocimos hasta el menú de Nahir en sus primeros días de detención en la comisaría. No conocimos nada de la víctima pero sí sabemos que la victimaria era una «nena bien», y caprichosa.
¿La justicia se expidió con la misma celeridad en casos en los que se identificó rápidamente al femicida? ¿En cuántos casos -resonantes en los medios masivos de comunicación- sabemos cuál fue la sentencia que se dictó al/los acusado/s? Y de ser así, ¿Cuántas veces vimos la lectura de la sentencia en vivo y en directo gracias a su transmisión en los principales canales de aire?
Es de destacar que recién en el año 2012, se dictó la ley 26.791 que incorporó al código penal el concepto de violencia de género, como agravante de la figura de homicidio. Hace solo seis años se dejó de hablar de “crimen pasional”, reconociendo de esta manera que esa forma de violencia es un flagelo que, de no ser concebido como una problemática específica y estructural, es imposible de erradicar.
¿Es casual que en este momento coyuntural, en el que comenzamos a visibilizar la violencia machista, se mediatice este caso y algunos medios intenten utilizarlo para negar la existencia de esa forma de violencia?
El mismo día que la justicia condenó a Nahir Galarza en un proceso que se llevo a cabo en solo seis meses, dictaron la absolución del sargento Ricardo Panadero, actualmente ( mejor dicho, hasta el día de ayer) el único acusado por el femicidio de Natalia Melmann. 17 AÑOS DESPUES de esperar una condena (la que evidentemente nunca llegará), no hay culpables. La pericia sobre el vello encontrado en el cuerpo de la adolescente coincidía en un 97% con el ADN del policía. Pero al Tribunal Oral Nº 4 de Mar del Plata no le pareció prueba clara para condenarlo.
Según un relevamiento realizado por el Observatorio de violencia contra las mujeres “Ni Una Menos”, perteneciente al movimiento Mumalá, en el año 2017 se registraron 298 femicidios. En promedio, uno cada 29 horas. Los hechos no son aislados. Los medios tienen un caso por día para brindarle un tratamiento responsable, y la justicia tiene sobradas muestras de sus fallas: leyes que no se aplican, sentencias que liberan a violadores que luego reinciden o resoluciones que obligan a hijos e hijas a una re vinculación con el femicida de sus madres.
No queremos que liberen a Nahir. Queremos que la justicia y los medios de comunicación, que bien saben de hegemonía televisiva y radial, utilicen este caso como ejemplo de lo que deberían hacer cada vez que se muere una mujer víctima de violencia machista social, judicial e institucional.