¿Cuáles son las razones por las que votamos los argentinos? ¿Por qué motivos votan los que votan? ¿Todos somos homo politicus o sólo los ciudadanos politizados? Ante estas preguntas pueden esgrimirse varias razones: los humanos votamos por motivos ideológicos, motivos económicos (macro o microeconómicos), clientelares, por causas puntuales materialistas o simbólicas, movidos por simpatía o antipatía por el candidato, por la trayectoria del postulante o por la falta de la misma, porque el personaje les genera confianza o desconfianza, cariño u odio, por deseos de cambiar o mantener el status quo etc. Sin embargo, cualquiera que explique sus propias razones, generalmente apelará a causas racionales: a un análisis del candidato o su plataforma o propuestas particulares, o de la trayectoria o personalidad del candidato, independientemente del nivel educacional, social o de ingresos económicos del votante. Más aún, para desvalorizar o desprestigiar las razones del voto de quien lo hace en forma distinta a la propia, se suele apelar a que «el otro» lo hace por razones no racionales sino sentimentales, por falta de información o educación o por motivos meramente materialistas o clientelares. Razones vulgares, indignas o mezquinas en definitiva.
Sin temor a exagerar podríamos decir que una minoría politizada de una sociedad, independientemente de su ideología, considera que sólo ella vota en forma racional o ideológica, consciente, y que una mayoría del pueblo no lo hace de esa forma sino que presa de influencias espúreas o por razones irracionales o sentimentales. Otra minoría puede acusar a quienes votan distinto de hacerlo por razones mezquinas, económicas en beneficio propio, de corto plazo o meramente clientelares. La vara para clasificar o calificar al voto del «otro» siempre es la propia, a la que se considera válida, racional, meditada, fundamentada y pura: impoluta. El parámetro a utilizar es nuestro voto, nuestras prioridades, elecciones: nosotros. Así nunca llegaremos a conocer las razones del voto de los demás, en definitiva, del pueblo.
Pero más allá de lo que puedan creer los votantes y los analistas políticos desde los medios, tan afectos a categorizar, encasillar y englobar a los votantes en grupos, es interesante analizar qué opinan los políticos que se presentan para ser electos o, mejor aún, qué piensan sus asesores o los cientistas que estudian cuáles son las razones por las que las sociedades eligen a sus representantes. Mejor dicho, los motivos por los cuales los individuos escogen a sus dirigentes. Repasemos, entonces, qué dicen quienes se dedican a estudiar este tema y a quienes diseñan las campañas de propaganda electoral, aprovechando la oportunidad de las recientes elecciones presidenciales en Argentina.
¿Cuantos de nosotros suele leer las plataformas electorales de todos los espacios políticos antes de decidirse por uno? ¿Cuántos conocemos la trayectoria y el pensamiento políticos de todos los candidatos antes de votar? ¿Y cuántos nos interesamos en conocer aunque sea someramente las propuestas de al menos dos o tres candidatos o partidos? Obviamente, muy pocos (por no decir nadie).
Es decir que, para ser sinceros, debemos reconocer que detrás de nuestro voto no hay un análisis racional y menos aún completo, exhaustivo de las propuestas, personalidades o trayectorias de quienes elegimos para que nos gobiernen. Nuestra decisión al votar no es objetiva, es netamente subjetiva. No somos objetivos porque no somos objetos, como sujetos es nuestra mente la que decide y, como veremos, la mente no es un instrumento que realiza procesos de análisis que toman todas las posibilidades en igualdad de condiciones y escoge la más adecuada de acuerdo a un patrón objetivo o programa, como lo hace una computadora. Es por eso que debemos reconocer que hay otras razones detrás de nuestro voto, bien alejadas de la sobrevalorada racionalidad del homo sapiens o, más concretamente, del homo politicus… Para analizar mejor este fenómeno, conozcamos lo que tienen para decir quienes saben más que nosotros, y lo hacen desde visiones e ideologías distintas.
¿El homo sapiens es un animal racional o sentimental?
Según estudios sobre el funcionamiento del cerebro o la mente humana, a pesar de lo que afirma el «sentido común», el 95% de las decisiones que toma a diario el homo sapiens (sí, nosotros) son emocionales. Aunque nosotros creamos que basamos nuestras decisiones en un análisis racional, otros motivos más emocionales son el origen de las mismas. Para la antropología somos una especie animal emocional que razona, y no al revés. La emoción nos mueve a la acción, en cambio la razón procesa las conclusiones. Por lo tanto, ¿el voto nace de la acción o de las conclusiones? Veamos qué dice la neurobiología al respecto, en boca de Estanislao Bachrach, doctor en Biología Molecular por la UBA, autor entre otros libros del exitoso Ágilmente de la editorial Random House Mondadori de donde provienen estos extractos:
(…) existen cada vez más estudios sobre el modo en que la excitación emocional positiva facilita el aprendizaje, aumentando la conexión neuronal y consolidando el cambio sináptico.
Durante muchos años creímos ser «seres racionales (cortex) con sentimientos (límbico)». Hoy, los científicos acuerdan que el interruptor central del cerebro es nuestra parte emocional.
Somos seres emocionales que aprendimos a pensar y no máquinas pensante que sentimos. Esto tiene logica si pensamos que el límbico lleva más de doscientos millones de años sobre la Tierra y el córtex apenas cien mil años. Por esto, muchísimas de las decisiones que tomamos en la vida son no conscientes, la gran mayoría de ellas está dominada por ráfagas de emociones (algunas liberadas de nuestra memoria, otras por emociones nuevas). Muchas veces nuestro consciente racional justifica decisiones que ya habíamos tomado antes de ser conscientes de ellas. En definitiva, el botón cerebral para comportarnos frente a las variadas situaciones cotidianas está más influido por nuestras emociones que por nuestra razón.
(…) aún somos más emocionales que racionales. Entonces, ¿razón o emoción? Ni una ni otra… Somos el resultado de una bella interacción entre ambas.
¿El homo politicus está ideologizado o es pragmático?
Si las emociones son las que explican nuestras decisiones y que nos llevan a la acción, ¿qué opinan los asesores políticos y diseñadores de campaña? Repasemos la opinión del asesor de campaña más exitoso del momento en nuestro país (y que asesoró al presidente electo) Jaime Durán Barba:
La democracia es enemiga del consenso, porque fue creada con el fin de procesar las contradicciones propias de una sociedad. La campaña electoral es un enfrentamiento entre distintas personas y grupos que quieren dirigir un país.
Los homínidos dirimimos los conflictos del poder durante millones de años con violencia, y nos cuesta superar ese atavismo. Todavía sentimos la excitación que vivían nuestros ancestros cuando sus líderes luchaban frente a la horda, como ocurre actualmente con nuestros primos chimpancés o gibones.
En su momento, muchos creyeron en los poderes sobrenaturales de los caudillos. Los siguieron ciegamente, y creyeron que los enfrentamientos de la campaña eran trascendentales para el futuro de la humanidad.
Actualmente, los electores son más informados, la gente tiene una visión utilitaria y hedonista de la vida. Muchos está más preocupados por comprar su heladera en cuotas que por entender el alfa y el omega de la historia. El día del debate presidencial (en la primera vuelta) fueron más los que eligieron ver un partido de fútbol o el programa de Lanata.
La lucha por el poder existe, pero la gente es más libre, no endiosa a sus dirigentes, ni está dispuesta a morir por un candidato. Disfrutan de las peleas entre los líderes, pero no votan por ellos si no creen que van a servir para algo.
Las campañas negativas, son más eficientes en un país bipartidista en el que votan sólo los ciudadanos politizados. Quienes se inscriben para votar están motivados por algo y se interesan en lo que ocurre en la elección.
En países como los nuestros, con votación obligatoria, las cosas funcionan de otra manera. La mayoría de los ciudadanos no votaría si tuviera que hacer trámites para hacerlo. Pueden disfrutar de la pelea entre los líderes, pero eso no incide en su decisión de voto. Menos todavía lo hace la campaña sucia, que no sirve para nada más que absorber recursos y energía que podrían dedicar para conseguir algo útil.
Estos electores no se han despolitizado, porque nunca estuvieron politizados. Sucede simplemente que antes no participaban del poder y ahora quieren hacerlo a su modo.
Hasta mediados del siglo XX, los “aparatos” fueron el mecanismo de comunicación privilegiado de los candidatos con los electores. En la república conservadora sólo votaba el aparato.
Posteriormente, en la era de la radio y la televisión, los candidatos buscaron el apoyo de otros líderes nacionales o locales, gobernadores, intendentes, punteros, que parecían dueños de la voluntad de miles de votantes. Entusiasmados, los candidatos sumaban el aporte de cada uno de ellos y soñaban con los votos que podían sacar. La campaña era una carrera por conseguir apoyos de dirigentes, tomarse fotos con ellos, negociar canongías. Los votantes venían detrás. Las personas se informaban acerca de la política a través de esos dirigentes, que les explicaban cómo era el mundo y los inducían a votar por alguien.
Actualmente, los ciudadanos se comunican entre sí permanentemente, sin límite de edad, ubicación geográfica o formación intelectual. Se informan de todo lo que quieren cuando quieren, sin pedir permiso a los punteros o a los sacerdotes. Todos tienen celulares, entran a la red, orientan sus preferencias electorales conversando acerca de temas que les interesan, y no son los de los políticos. No le preguntan al puntero o al intendente por quién votar. Los candidatos de la nueva era se dirigen directamente a esos votantes autónomos.
Veamos ahora lo que nos dice el diario La Nación sobre la visión de Durán Barba, rescatando frases y consejos del exitoso consultor político:
“Todos los trabajos de Durán Barba tienen un eje estructurador que es el de cómo escucha el candidato o la política en general a determinado sentido común de una sociedad. Él intenta ajustar al candidato como a un surfeador en ese esquema.
De la palabra a la imagen.
Pero para el gurú del jefe de gobierno porteño los votantes se sienten atraídos más por el color, una sonrisa o un gesto que por los discursos cargados. No teme en asegurar que hay que hacer a un lado «las palabras que transmiten ideas» para aludir a «las imágenes que transmiten sentimientos».
«No se ganan las elecciones con criterios elitistas», afirma el Durán Barba.
«La discusión contribuye a fortalecer la democracia y a solidificar las instituciones políticas, pero no a ganar elecciones», postula el texto.
Más show y menos banderas. ¿Cómo entender que un cómico del trío Midachi se haya instalado en escasos meses?
En «El arte de ganar» Duran Barba alude a dirigentes «que supieron adueñarse de los escenarios bailando o haciendo reir a la gente». Lo considera más efectivo que los militantes que vivan al candidato que habla desde un atril. Para ilustrarlo, recuerda que la visita de De Narváez al programa de Marcelo Tinelli en 2009 cuando aceptó el desafío de bailar reggaeton junto a su imitador. «Votame», «votate», «alica», «alicate», quedaron en el recuerdo colectivo.
No confrontar. Desde que se inició la campaña porteña Mauricio Macri no se cansó de repetir que no entraría en un «clima de confrontación» con sus rivales.
Según «El arte de ganar», el votante siempre tiene la razón. Un buen candidato debe escuchar las necesidades cotidianas del vecino, sus esperanzas y sus sueños. «No hay que partir de lo enunciado por los expertos sino de los dichos de la gente común», postula. La campaña de Del Sel en Santa Fe se basó en recorridos por todos los rincones de la provincia. Macri aludió a los «timbrazos» como centrales en su campaña porteña.«La gente común – continúa Durán Barba- tiene sus propias ambiciones y su propio concepto de felicidad. El candidato no es dueño de la verdad y no está para educar a los electores, ni para juzgarlos. Necesitan dialogar con ellos para comprender sus puntos de vista y sobre todo, obtener sus votos», explica el ecuatoriano.
Apuntar al elector «menos politizado y más desinformado».
«Cuando diseñamos una campaña nos interesan más los electores poco informados los menos politizados, porque son ellos los que pueden moverse», explica el consultor.
«Hacer una campaña dirigida a partidarios duros que son capaces de sacrificarse concurriendo a algo tan aburrido como una manifestación, es tan absurdo como suponer que ellos representan los sentimientos de la mayoría», concluye.
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Dice Lucas Guardo, en la introducción del libro de Durán Barba, «El Arte de Ganar», parafraseando al consultor político ecuatoriano del PRO:
La única verdad es la realidad (percibida por el elector).
“A partir de la caída del muro de Berlín perdieron sentido los conceptos que ordenaban la teoría y práctica política y que ahora se discuten en pequeños grupos que esperan que la historia retroceda un siglo”, polemizan.
Para ganar una elección hay que estudiar al votante común, poco informado, que conforma gran parte del voto indeciso que determina el vencedor. Si a ocho de cada diez ciudadanos no les interesa la discusión “izquierda o derecha”, tampoco importa para armar una campaña. Este target electoral tiene una visión menos rígida del mundo, y puede cambiar de opinión si recibe un mensaje adecuado.
Más allá de las posiciones ideológicas que pueda tener la persona, al momento de votar no lo hará razonando, sino guiado por sus sentimientos.
La política es pasión y cuando un candidato le cae bien al elector es probable que vote por él.
Si le provoca rechazo, su voto estará perdido.
El planteo latente de Durán Barba y Nieto es que la función del consultor político es ganar elecciones y para esto no hay que educar a la gente, sino comprender el mundo desde su óptica para conseguir su favor. En esa ocasión, el programa podía cambiar el resultado de la elección, mientras que el acto no movía un voto.
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¿El argentino vota ideologías, partidos, tradiciones políticas o coyunturas?
Repasemos la opinión sobre el tema de Vicente Palermo, sociólogo y doctor en Ciencias Políticas, miembro del Club Político Argentino e investigador independiente del Conicet:
Para el politólogo, Cambiemos -al que no define como neoliberal- cosechó más votos de rechazo al kirchnerismo que de apoyo. (…) Porque los votos que Macri necesitó para ganar son más de rechazo al kirchnerismo que de apoyo al macrismo. «No estoy tanto queriendo que Macri o Cambiemos me modernicen la Argentina, sino que no estoy soportando más a los kirchneristas…»
Sin duda, Cambiemos tuvo mucha puntería política. A la gente le dijo: «Mire: usted no quiere el mundo al que nos llevaron los K, pero para salir de esto hay que hacer ciertas cosas y somos nosotros los que estamos en mejores condiciones para hacerlas». Pero con ese discurso solamente convencieron al 34 por ciento de los votantes.
¿Cómo definiría a Macri en el aspecto ideológico?
Para empezar, a ellos no les gusta definir que algo es de izquierda o derecha. Y me parece que tienen algo de razón, no solamente por la diversidad interna que tienen, sino porque hasta ahora han sido capaces de agregar ideas, propuestas, sensibilidades, orientaciones, sintonías que son diversas.
Cambiemos es de centroderecha porque pone mucho énfasis en la libertad, y dentro de la libertad en el mercado, que es una determinada forma de libertad. Y el tema de la igualdad no ha sido una orientación central, troncal.
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Analicemos hoy, con el diario del lunes, qué decía el macrismo en su campaña política. Repasemos el lenguaje y las propuestas de sus spots de campaña, a la luz de lo analizado anteriormente. Empecemos por leer a un periodista insospechado de antimacrismo, Julio Blanck del Grupo Clarín:
Macri avanza entre ondas de amor y paz.
En el comando político de Macri se escuchan cosas increíbles. Por ejemplo: “Mauricio se transformó en un líder sanador”. No lo dice un entusiasta de las ondas de amor y paz, las prácticas tántricas o la meditación, sino un dirigente de alto poder y máxima cercanía con el candidato. “Suponíamos -explica- que a Macri le iban a reconocer su capacidad de gestión por todo lo que hizo en la Ciudad, que ése iba a ser su punto fuerte, pero ahora vemos que le valoran más la tolerancia, la actitud de escuchar, de convocar al que piensa distinto”.
Los macristas son fanáticos de las encuestas pero más de los focus group, que permiten conocer qué cuestiones cualitativas están moviendo la opinión de la gente, y en qué dirección. Del estudio de esos grupos de personas con procedencias e intereses diversos sacan estas conclusiones cuando menos inesperadas.
Así, sostienen que algo está pasando en el territorio de lo emocional que estaba fuera de sus previsiones. “Hasta Mauricio está distinto, ahora lo ves en los actos y en las reuniones y hay momentos en los que se emociona y le cuesta seguir hablando”, cuenta el dirigente de alto poder.
Cualquier asesor de campaña sueña con que su candidato consiga establecer alguna forma de conexión emocional con el electorado. Sea cierto que Macri lo esté logrando, o se trate de pura y vacía ilusión de sus colaboradores, la cuestión es que los primeros spots publicitarios que se verán desde mañana en la televisión y se escucharán en las radios apuntan a reforzar ese filón imprevisto.
Es propaganda. No tiene por qué ser 100% verdadero. Alcanza con que produzca el efecto buscado.
Mientras las encuestas le están dando ventaja inicial a Macri sobre Daniel Scioli en el camino hacia el balotaje, en las oficinas macristas aseguran que hay algo más importante a esta altura que esa intención de voto favorable, y es el retroceso del rechazo a Macri.
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Repasemos ahora la opinión de un par de analistas y encuestadores políticos sobre el mismo tema:
Dice Demian Verduga en su Discursos en disputa.
El economista Aldo Ferrer declaró días atrás que la disputa entre Danial Scioli y Mauricio Macri dejaba al desnudo la puja entre dos modelos de país.
(…) el FPV despliega un mensaje más «racional», apoyado en mostrar los derechos sociales y civiles creados durante los últimos 12 años y advertir sobre el riesgo de perderlos. La Alianza Cambiemos, por su parte, tiene un discurso puramente emocional, en el que no se hace ninguna propuesta específica, sólo apelaciones a la necesidad de «tirar todos para el mismo lado» o títulos como «pobreza cero».
Respecto de las fortalezas y debilidades de esta estrategia, el encuestador Raúl Aragón sostuvo que «ese estilo más racional de campaña le permitió a Scioli tomar las propuestas que había hecho Sergio Massa antes de la primera vuelta». El analista sostuvo también que el «riesgo» que corre el bonaerense es que el cambio pueda «parecer muy brusco y hecho sólo para la elección». Para matizar esta definición del analista cabe recordar el giro de Macri, que se volvió nacional y popular la noche del balotaje porteño. Esa voltereta en el aire parece haberlo ayudado para crecer.
Analía Del Franco, directora de Analogías, analizó el mensaje de Cambiemos. «Les fue bien en la primera vuelta con esa estrategia netamente emocional, así que es lógico que no la modifiquen. (…) Ese camino, por ahora, le permitió a Macri canalizar los deseos de cambio de distintos sectores de la sociedad». La consultora sostuvo que «al no hacer definiciones, cada quien puede proyectar el cambio que le parezca» en la figura del jefe porteño, «incluso expectativas que son muy contradictorios entre sí».
Del Franco coincidió. Remarcó que esa «reacción espontánea le dio mística» a la campaña de Scioli. «Puede conseguir un efecto porque no es lo mismo que a una persona le hable un dirigente político que su vecino o su compañero de trabajo.
Una visión similar tuvo Aragón. «En un balotaje, como hay muchos candidatos que quedan afuera, hay una porción del electorado que ya no opta por lo que prefiere sino por el que menos le disgusta.
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Pasemos ahora a recopilar las propuestas o mensajes esbozados en los spots o discursos de campaña de Macri y del macrismo, y analicemos qué tipo de propuestas concretas de carácter político o ideológico tienen las mismas:
Macri predica su credo político |
* La mayoría queremos un cambio.
* Vivamos mejor.
* Pobreza cero.
* Sentir que estamos cada día más unidos.
* Vamos juntos.
* Cómo no sentir que podemos, cómo no ser optimistas.
* La revolución de la alegría.
* Sabemos que podemos vivir mejor.
* No te vamos a dejar solo.
* Les prometo que cada día vamos a estar un poco mejor y eso nos va a entusiasmar, eso nos va a apasionar, esa es la Argentina que queremos todos. Y es hoy, es acá, es ahora que vamos a construirla, vamos Argentina.
* Estoy acá con buena fe, con buenas intenciones… estoy acá porque creo en ustedes, ustedes me convencieron de que son capaces de crecer, que son capaces de desarrollarse,
quiero ayudarlos a crecer… vamos a construir la Argentina que soñamos.
* A menos que alguien como vos se interese de verdad, nada va a mejorar… Jamás.
* Todo lo que vemos a nuestro alrededor alguna vez fue considerado imposible.
* No estamos condenados al éxito. Tampoco estamos condenados al fracaso.
* Tenemos que reconocer que estamos solos en esto. Nadie vendrá en nuestra ayuda.
* No hay límites. No hay nada que pueda detenernos si nuestro objetivo es claro, ambicioso y audaz. Controlemos nuestro rumbo de manera sencilla: hoy mejor que ayer, mañana mejor que hoy, el año próximo mejor que este…Y no podremos equivocarnos.
* Estamos hartos de los discursos.
* Actuemos con nuestros vecinos como actuamos con nuestros amigos y todo será mejor.
* Si asumimos la parte que nos toca y confiamos en que los otros asumirán la suya, se formará una red.
* Y de repente tenemos una revelación: Somos nosotros mismos los responsables de hacer o de no hacer lo que hay que hacer.
* Que nuestros hijos deseen ser científicos y no famosos de la televisión.
* Si cuesta poco, vale poco.
* La desazón crea desazón. El entusiasmo crea entusiasmo. La ignorancia crea ignorancia. La educación crea educación. Lo bueno y lo malo se contagian.
* La puerta del futuro de la Argentina se abre con educación, no con la fuerza.
* A la Argentina que viene la vamos a hacer entre todos. Y la vamos a hacer mejor y más grande porque vamos a estar unidos. Respetando nuestras diferencias y discutiendo a veces sobre cuál es el mejor camino, pero sabiendo que compartimos un rumbo y un destino.
* Sólo podremos construir un futuro si trabajamos juntos.
* La Argentina va a estar bien sólo si todos los argentinos estamos bien.
* Vamos a construir un país orgulloso de su gente, de su clase media, donde todos puedan ser dueños de su futuro y se sientan parte de una sociedad que crece y se desarrolla.
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Repasemos ahora la palabra del periodista José Natanson de Le Monde Diplomatique sobre este tema:
Como recuerda la antropóloga María Julia Carozzi, el movimiento new age nació en los 60 y 70 en la Costa Oeste de Estados Unidos en el marco de los movimientos autonómicos y anti-autoritarios que vivieron su auge con las protestas contra la guerra de Vietnam y que luego se fueron deslizando hacia el hipismo, las iniciativas contraculturales y las comunidades terapéuticas (…) Estructurado en torno a una red informal de cursos, centros de meditación, sesiones de yoga y sus mil terapias alternativas, con ramificaciones como las escuelas libres, el sexo tántrico y los libros de Ari Paluch, el movimiento new age sintoniza con la sensibilidad de una parte importante de la clase media pos-setentista argentina, como confirmó el éxito de la Fundación el Arte de Vivir y la masiva visita de Sri Sri Ravi Shankar auspiciada por Macri, que en el acto inaugural junto al gurú indio declaró a Buenos Aires “capital mundial del amor”
No es difícil detectar trazos de esta filosofía en el discurso buena onda del PRO. El budismo new age, suficientemente amplio para admitir a un católico o un ateo, un empresario o un trabajador, un radical o un peronista, es una doctrina más filosófica que religiosa, que refuta la existencia de un dios y carece de un único texto sagrado. El budismo no postula la existencia de un creador del universo y, a diferencia de las tres religiones del libro, rechaza los dogmas. Como Macri durante la campaña, predica la tolerancia y la serenidad y no concibe las excomuniones.
La sintonía es filosófica: budismo y macrismo apuestan, en sentido estricto y sin ironías, al poder de la autoayuda. En palabras de María Eugenia Vidal: “Te hablo a vos, que te levantás todos los días para ir a trabajar y querés progresar”.
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Al kirchnerismo, muchos analistas u opinadores profesionales de los medios suelen catalogarlo, categorizarlo, estigmatizarlo como «populista». Pero, ¿qué es el populismo? ¿Qué es un partido o movimiento populista? Más allá de quienes utilizan ese término para denigrar cualquier movimiento político popular que no acate las categorías políticas eurocéntricas, sin definirlo con precisión, apelemos a quien estudió más y mejor este tema: el filósofo y politólogo argentino Ernesto Laclau:
El término “populismo” fue acuñado por la tradición liberal sudamericana con un claro sesgo peyorativo.
El populismo es, simplemente, un modo de construir lo político”.
El populismo entonces, se explicaría como un fenómeno de alianza de clases o bonapartismo (en el sentido de equilibrio inestable entre clases mediadas por un árbitro social) propio de la retrasada realidad social americana, hija de la más retrasada de las retrasadas realidades europeas: la española.
“Si al populismo se lo define sólo en términos de “vaguedad”, “imprecisión”, “pobreza intelectual”, como un fenómeno de un carácter puramente “transitorio”, “manipulador” en sus procedimientos, etc. no hay manera de determinar su differentia specifica en términos positivos. Por el contrario, todo el esfuerzo parece apuntar a separar lo que es racional y conceptualmente aprehensible en la acción política de su opuesto dicotómico: un populismo concebido como irracional e indefinible.
Finalmente, “el populismo, ¿es realmente un momento de transición derivado de la inmadurez de los actores sociales destinado a ser suplantado en un estadio posterior, o constituye más bien una dimensión constante de la acción política, que surge necesariamente (en diferentes grados) en todos los discursos políticos, subvirtiendo y complicando las operaciones de las ideologías presuntamente ‘más maduras’?” Se dice que el populismo “simplifica” el espacio político, al reemplazar una serie compleja de diferencias y determinaciones por una cruda dicotomía cuyos dos polos son necesariamente imprecisos. “Por ejemplo, en 1945, el general Perón adoptó una postura nacionalista y aseveró que la opción argentina era la elección entre Braden y él.
En un pasaje verdaderamente esclarecedor, Laclau nos dice: “Sólo en un mundo imposible, en el cual la administración hubiera reemplazado totalmente y gradualmente a la política al tratar las diferencias particularizadas, hubiera eliminado totalmente las dicotomías antagónicas, hallaríamos que la “imprecisión” y la “simplificación” habrían sido realmente erradicadas de la esfera pública”. Entonces los tecnócratas cuando nos hablan de “complejidad de la cuestión social” o de una esfera “pública” y otra “privada”, ¡quieren política sin política!
No: sin una dosis de populismo no habría política. En una sociedad donde toda demanda se resuelve en forma administrativa y sin disputas, evidentemente no hay política. La política adviene cuando las demandas sociales chocan con un sistema que las niega, y aparecen distintos proyectos que disputan por articularlas.
Nota completa 1
Nota completa 2
Entonces, ¿un populismo fue derrotado por un partido institucionalista o por otro populismo?
Siguiendo los lineamientos de Laclau sobre el populismo, podemos arriesgar que Cambiemos llega al poder conteniendo casi todas las características del populismo. La apelación a los sentimientos y las aspiraciones de la gente prima ante las propuestas concretas de gobierno. El discurso político brilla por su ausencia, al menos en los actos públicos y las propagandas, los discursos son ambigüos, apelando a contentar a todos o no contradecir a ninguno. Ofreciéndose para concretar los anhelos de personas y grupos bien distintos, incluso a veces con intereses contrapuestos. El macrismo salió a cosechar las más diversas reivindicaciones sociales que no eran satisfechas por el gobierno, y así logró sumar un 24,28% de votantes para las PASO. Licuando aún más su discurso neoliberal duro, lavándolo políticamente y dándole más y más dosis de «duranbarbismo», alcanza los 34,15% de la primera vuelta, alcanzando el balotaje. De allí en más, siguió la campaña cuasi evangelista, new age, de ondas de amor y paz o autoayuda que caracterizó el tramo final. Allí fue, creemos, donde resultó más útil la cosecha de votantes no macristas, apelando a representar o identificarse con lo que Laclau llama «demandas insatisfechas». Dice el reivindicador del populismo:
«Una vez que se dan una serie de demandas insatisfechas, éstas deben cristalizar simbólicamente alrededor de un dirigente. ¿Por qué el líder? Mientras más institucionalizada se encuentre una sociedad más la gente vive inmanentemente dentro de un aparato impersonal. Pero mientras más la gente se encuentre con las raíces sociales a la intemperie, más necesitará de una forma de identificación exterior a su experiencia cotidiana a través de la cual reconstituir un sentido de la propia identidad. Y en ese punto la figura del líder es central. Sin una dosis de populismo no habría política. (…) La política adviene cuando las demandas sociales chocan con un sistema que las niega, y aparecen distintos proyectos que disputan por articularlas».
Y, evidentemente, Macri resultó mejor cosechador de las demandas insatisfechas que dejó el kirchnerismo que Scioli. Tal vez por la premeditada ambigüedad o mejor codificación populista de su discurso. Sin embargo, en los actos privados y ante los empresarios, por supuesto, es otra cosa.
Además de los globos y los bailes de Macri en los festejos, en el relato macrista lo formal prima por sobre el fondo, los buenos deseos y las esperanzas por sobre las propuestas concretas. Es decir: todo lo que la derecha y la izquierda tradicional le achacan a los «populismos latinoamericanos». Este PROpulismo o populismo new age usa y abusa de mensajes «de paz y amor», de sermones de autoayuda o de promesas de un futuro venturoso, ese que todos juntos lograremos si elegimos bien al líder PRO, que nos llevará hasta esa utopía que nos espera a la vuelta de las urnas.
Repasemos ahora a Diego Rocco en el blog Artepolítica:
Winds of change.
Se instaló efectivamente la necesidad de un cambio. El PRO propone un cambio de formas (Mauricio canchero, chistoso, relajado, sin cadenas nacionales, dando conferencias de prensa, “diálogo”, “transparencia”, “consenso”, etcs) y un cambio de fondo, de contenido, pero no dicho. Oculto pero con evidentes líneas de fuga, digamos que hace agua por todos lados. Basta con escuchar declaraciones fílmicas o ver las acciones concretas pasadas o recientes, de Macri y de todo su equipo.
Lo que no impide, de todos modos, que la puja se dé en cuanto a los modos, los estilos. El contenido no importa o no se entiende. Se siente un clima de hartazgo (no tanto, Cristina no era candidata) por el desgaste de las formas del FPV luego de 12 intensos años. Otra vez la paradoja, ya que sin esas formas no se hubieran podido dar las grandes conquistas y por lo tanto las cuestiones de fondo transformadoras de la realidad.
Lamentablemente la guerra está en las formas y no en lo que importa: las medidas, los proyectos, las políticas.
Nota completa
El populismo PRO, además de apelar a todos los lugares comunes del populismo durante la campaña, como hemos visto, llega ahora hasta festejar la asunción con su presidente bailando una cumbia en el balcón de la Rosada cantada por la vice presidente en funciones. Eso, que tanto se le critica a los populismos latinoamericanos (Chavez en Venezuela, por ejemplo) es festejado por miles de seguidores «antipopulistas porteños» en plena Plaza de Mayo, en «el balcón de Perón y Evita» ejerciendo el más crudo populismo… de derecha.
La cumbia PROpulista |
Análisis final.
Los analistas suelen hablar del «mensaje de las urnas», como si el pueblo se hubiese puesto de acuerdo en escribir ese mensaje; o calificar el voto en «voto bronca» o «voto de confianza», etc. En las ciencias sociales esa generalización es peligrosa, porque sin datos concretos, tomados en el «campo», no deja de ser una opinión del mismo analista, basado en su percepción de la realidad, tan válida como cualquiera pero que no puede tomarse como «la verdad». Sin embargo, ahora podemos arriesgar que las personas votan personas, más allá de sus propias ideologías, visiones del mundo. Escogen a personas que proponen medidas de gobierno, rumbos políticos o modelos económicos, que expresan o representan ideologías o tradiciones políticas, pero que fundamentalmente tienen estilos, modos, aspectos físicos, trayectorias o personalidades. Es decir: la forma más que el fondo. El votante puede hasta incluso coincidir en la ideología, visión o propuesta de gobierno de un candidato, pero si no cree en él, no confía en él o no le cae bien, no lo votará. Y por el contrario, una acusación de supuesta corrupción es vista de diferente manera si es contra un político afín u opuesto al votante. Por ejemplo, ¿qué piensan los macristas sobre el procesamiento de Macri por las escuchas de políticos opositores, familiares de víctimas de la AMIA y hasta de su cuñado? No creen que sea verdad o al menos lo minimizan. Y lo mismo pasa con los kirchneristas en relación con el procesamiento de Amado Boudou.
Como vemos, lo humano está siempre por encima de lo ideológico o político (y a veces lo ético): lo emocional prima por sobre lo racional, pero no lo excluye. Luego vendrán las pruebas de fidelidad entre ambos. Ése es el fundamento de los liderazgos: conseguir una sinergia entre ideología política y personalidad o carisma, una combinación que enamore (permítaseme la metáfora) al votante potencial. Debe valerse de la emoción y la razón para conquistar el voto: apelar a la mente y el corazón del votante.
Y aquí es donde encontramos la explicación, arriesgamos, de la sorpresiva chicana judicial a la que apeló el macrismo para evitar la foto de la entrega de los atributos presidenciales entre Macri y Cristina, forzando a que la presidenta se fuera «por la puerta chica» del gobierno. Este juego simbólico, que supuestamente denotaría un final de ciclo K similar o que lo acercaría al de Alfonsín o De La Rúa en el inconsciente colectivo, consideramos que es el primer error político de Macri. Porque aunque ahora le siga una campaña de desprestigio mediática y judicial del kirchnerismo (primando lo emocional por sobre lo racional), una cosa es un retiro forzado de un gobierno que fracasó en su gestión (Alfonsín o De La Rúa) y otra muy distinta un gobierno exitoso como el kirchnerista, que por eso mismo servirá de ejemplo al cual comparar los logros o errores del mismo macrismo, como ya señalamos en 10D: Cambio de gobierno, de modelo y de «relato» oficialista. Aunque el desencuentro entre Macri y Cristina pueda atribuírselo a ambos, la víctima de esta operación político-judicial-mediática es indudablemente la ex presidenta. Y aquí lo sentimental prima por sobre las explicaciones judiciales, constitucionales o leguleyas: racionales.
Esta estrategia de campaña llevó a Macri a la presidencia, pero ahora llega el momento de gobernar; en la campaña se sumaron voluntades pero ahora quizás se empiecen a restar, al afectar intereses con decisiones de gobierno, donde aparece la dicotomía entre promesas y expectativas y las posibilidades reales de concreción. Ergo, si el gobernante cumple con sus votantes o, en caso contrario, si éstos le dan la espalda luego de asumir… Pero esa ya es otra historia.