[Publicado originalmente en El teclado excéntrico]
Iba a escribir otro post elogiando la difusión de payadas, décimas, huellas y otras formas de versificación enseñable y practicable que hace Dolina (por ejemplo desde 1h 19 en este programa) y argumentando a favor de iniciativas tendientes a estimular la práctica y lectura de la poesía en escuelas, pero cambié de opinión. Pero no porque ya no me parezca importante (muy por el contrario), sino porque carece de toda aplicación en el contexto político argentino actual. Porque se trata de políticas culturales culturales, de política.
No se trata de personas y ni siquiera de partidos. No se trata de a quién votó uno, de si tal fue un desastre o si fue un genio. Se trata de modelos. Y el modelo puesto en marcha por Gobierno argentino actual se enmarca de manera total y absoluta en el Todo al Mercado, en el que “ciudadano” y “consumidor” son lo mismo, en el que se asimila “comprar” con “elegir” y con “votar”. El modelo neoliberal al que vuelve a pasos agigantados el Gobierno vive en un presente continuo, un fin de la historia postapocalíptico a la Fukuyama, que oblitera de por sí la posibilidad de todo cambio, que no puede imaginarlo, porque todo cambio es una amenaza al statu quo. Los cambios no son necesarios: se sobreentiende que el Mercado es un modelo virtuoso intrínsecamente meritocrático, en el que la iniciativa por sí sola alcanza con creces para superar cualquier desigualdad de origen. Los que “llegan” es porque se lo merecen, no por ventajas que hayan disfrutado desde la cuna (que efectivamente hayan gozado de esas ventajas no es importante)
El modelo neoliberal ignora o pretende ignorar que los responsables políticos tienen precisamente la responsabilidad de proponer. Por eso adora la nueva política antipolítica, que se pretende pura lógica y sentido común, a-ideológica. Esa nueva política en al que discurso y acción so universos paralelos, que no se tocan, y por eso pueden, como los marcianos de la imagen, declamar «somos tus amigos» mientras te fríen con rayos láser.
Un líder político no es un simple vocero. Ninguno de los dos grandes cambios de dirección que se produjeron desde el regreso de la democracia (el abrazo enfervorizado al neoliberalismo del Gobierno de Carlos Menem y, en sentido contrario, las políticas intervencionistas de los Gobiernos kirchneristas) fue fruto de una movilización masiva que los pedía. Los líderes interpretan, proponen y hacen. No dejan todo como está y no retrotraen todo a como era antes. Pero el modelo neoliberal abomina de la novedad. Todo cambio bueno viene del mercado y sólo del mercado.
En el nuevo panorama, todo aquello que se considera no redituable desaparece, ya se trate de destinos de la aerolínea de bandera, programas sociales o monitoreos de precios. Y esto incluye, en el paisaje radial, las voces feministas y los programas de poesía, grandes ausentes en el nuevo dial. Todo lo que perturbe el statu quo (que incluye el modelo patriarcal) se considera nocivo. Todo lo que no tenga demanda comercial, como la poesía, es superfluo. Como la grasa, al decir de un Ministro. El cuerpo social deseable es escuálido, sumiso y estúpido.
No deje que el Mercado decida por usted. Explore, explórese. Proponga y pida que le propongan. Pida grasa, sea grasa si así se le canta. No sea sumiso. No sea estúpido. Defiéndase. Y sea feminista.