Distintos elementos confirman que la Argentina sigue siendo un país que crece, en varios sentidos. A todas las variables positivas que venimos conociendo, se suma el récord de inversión que se verificó en el tercer trimestre de 2011.
Es un dato más que relevante porque nos dice mucho respecto de una cuestión que nos tiene en vilo permanentemente: los aumentos de precios. Si el nivel de inversión es correcto, entonces los aumentos de precios provienen de estrategias empresariales microeconómicas que se aprovechan del crecimiento de la economía y la demanda. Es decir, lo anterior daría una pauta de que, como hay más guita en la calle, algunos pillos que quieren ganar más aumentan sus precios aunque sus costos se mantengan inalterables. Y claro, eso da inicio a una rueda, que otros pillos le ponen el nombre de «inflación», así: sin sujeto ni predicado; lo cual es muy útil para echarle la culpa del aumento de precios a la forma como se miden los mismos y no a quienes remarcan.
En otro post, mostramos que es posible que: «no haya un patrón en el conjunto de la economía que dispare los precios en función de la oferta (en niveles de utilización de las instalaciones en torno del 80%). Abriendo de este modo una nueva puerta a la hipótesis de que la inflación se genera a partir de las conductas de los agentes individuales concentrados de la economía -«con nombre y apellido»- por encima de las presiones del conjunto del sector productivo».
En la prensa concentrada se habla mucho de los problemas de la Argentina, pero curiosamente 2010 tuvo niveles impresionantes de inversión y en 2011 se está batiendo el récord histórico. Y en este escenario el Estado jugó un rol clave porque consolidó un modelo, unívoco, de inclusión social, fortalecimiento de la demanda agregada y desarrollo productivo, que favoreció la inversión pública y privada, que, me gusta creer, se disparó después del 14 de agosto, ante la certidumbre de la continuidad del modelo de acumulación (otro día discutimos si corresponde llamarle «modelo de acumulación»).
En el siguiente gráfico (click para agrandar) se puede ver que la inversión promedió poco más de 20% durante los mejores años de los noventa, y más de 22% durante los años 2006 y 2008, de sana expansión. Cabe destacar que el promedio de los primeros tres trimestres de 2011, la inversión como parte del PBI, promedió 24,4%. La hipótesis que sería interesante confirmar en los próximos años, es que un modelo basado en el mercado interno y la demanda agregada es mucho más sólido y estable, en términos de inclusión social, que un modelo basado en la desregulación comercial, laboral y financiera.
Por estos días, se cumple el aniversario del final del modelo de valorización financiera, tras 10 u 11 años (1991-2001) de contínuas derrotas sociales y productivas, como parte de una puja iniciada (con terror y desaparecidos) en 1976. No hay dudas de que la Argentina tiene la misma capacidad de recuperarse, gracias a su riqueza social y productiva, como de autodestruirse cuando el egoísmo y el odio llegan al poder. Esperamos que la etapa actual sea una muestra de superación definitiva. Aunque, el modelo del crecimiento con inclusión en el acceso al bienestar, que transcurre en la Argentina desde 2003, todavía no cumplió sus 10 años.
Digresión: sería interesante que alguien señale algún pueblo con más épicas políticas que el argentino.
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La prensa concentrada pendula entre darle un tratamiento objetivo al tema o uno crítico, pero es también cierto que cuando las noticias son buenas, las esconden o las ensucian. Este récord de inversión es un tema de tapa para cualquier diario, y sólo apareció en la tapa de Tiempo Argentino el sábado.
Si uno recorre los diarios, en especial La Nación y sobretodo Clarín, se habla mucho de la inversión, pero en términos microeconómicos, como si se tratara de una decisión interesante de un empresario, y sin conjeturas sobre el ambiente de inversión. Claro, los diarios tienen que cuidar a los anunciantes, incluso cuando estos hacen cosas que le conviene de verdad al país, como invertir.