A menudo se habla de las dificultades de comunicación que tiene este gobierno. Creo que si esto fuera un tema sencillo, ya se hubiera solucionado. Es cierto que los políticos muchas veces cometen errores no forzados, pero me parece difícil de creer que esos errores persistan indefinidamente en el tiempo. Creo que algunas cosas de este gobierno son marcadamente difíciles de comunicar, veamos.
Partamos del conflicto con el campo, momento clave de la pérdida de imagen de los Kirchner. La posición que el gobierno debía explicar, es que los impuestos o las retenciones, son esenciales para la política de redistribución. Redistribuir implica sacarle algo a los que más tienen para dárselo a los que menos tienen. Quiere decir que esto consta de dos momentos. El menos sencillo de comunicar, publicitar, explicar, obviamente es el de “sacar”, ya que nunca estará del todo claro si ese sacar realmente es para dar, para quedárselo, para la política, las carteras, para “hacer caja” (concepto que traducido, simplemente quiere decir financiar al estado, lo cual es esencial para cualquier política de redistribución) etc. Lo que está claro es que el momento antipático y sospechoso de la redistribución, es cuando se saca.
Lo más fácil de publicitar es el momento de dar. Siempre habrá críticas también en esa parte, pero estas sí, provienen de los sectores más a la derecha de la sociedad. Comentarios del tipo de: “están alimentando a los vagos”, “los docentes se la pasan de huelga y encima les aumentan el sueldo”, “les aumentan a los porteros y yo tengo que pagar más expensas”, y así. Ese rechazo cultural al momento de dar a sectores menos favorecidos, también existe, pero es mucho menor que el rechazo al momento de los impuestos, retenciones, etc.
Creo que un problema central de este gobierno, en clave comunicacional, es que uno de sus modos preferidos de redistribuir son los subsidios a grandes empresas que mantengan valores bajos en: transportes, energía, gas, etc.
No es sencillo comunicar esto como el momento de “dar a los necesitados”, ya que se presta a las sospechas de corrupción y también a las críticas directas sin mucho razonamiento del estilo de “le dan la plata a los que más tienen”.
En realidad, si se les permitiera aumentar tarifas a determinadas empresas y luego hubiera un modo de entregar persona por persona, exactamente el monto del aumento que recibió, siendo el resultado final el mismo que el actual (lo que la empresa deja de cobrar por subsidios, se lo cobra a los clientes, lo que los clientes pagan de más, lo cobran del gobierno, lo que el gobierno pagaba en subsidios, se lo da a los clientes, es decir, empate absoluto), muchos de los que hoy critican los subsidios se quedarían sin letra, pese a que económicamente no habría cambiado absolutamente nada. Claro, esto es inviable de implementar en la práctica.
En resumen, más allá de las críticas que se le puedan hacer a los subsidios desde lo económico (que a veces el beneficiario pertenece a la clase media alta y no lo necesita, que produce distorsiones, etc.), creo que los subsidios tienen este problema comunicacional, son un modo de redistribución, complicado de explicar y poco creíble para el común de la gente, que no tiene la obligación de ser experta en estos temas. Me recuerda una frase que leí en algún lado: “a este gobierno se lo ataca en dos palabras y para defenderlo necesitamos quinientas, así no se puede”. No me siento capacitado para opinar sobre la viabilidad de implantar un sistema distinto al de los subsidios, que logre resultados parecidos, pero me parece muy importante hacerlo. En su defecto, es fundamental encontrar una manera de comunicar los subsidios que sea adecuada, pero esto me parece muy difícil. En este momento el gobierno prácticamente esconde los subsidios.
Si cuando se saca, como en la 125, se promociona a los cuatro vientos, y cuando se da, como en el caso de los subsidios, no se puede decir en voz alta, los resultados comunicacionales evidentemente serán negativos.