Entre las muchas cosas que se han dicho sobre #Sarloren678 poco se ha comentado sobre sus opiniones respecto al tema de los «efectos» de los medios sobre las audiencias. La posición de Sarlo sobre la construcción de la subjetividad de los televidentes se organizó (lo rápido que pueden organizarse los argumentos en un programa de televisión) sobre dos ejes: el 70% de la gente no habla de política y la influencia de los medios sobre los sujetos no es directa o automática.
El primer argumento es una chicana. El debate sobre el lugar que ocupan los medios en la construcción de la opinión pública no refiere centralmente a la opción política, sino a como se da forma a la cotidianidad, o para ser (menos) exactos al sentido común. El sentido común, la opinión pública, la cultura o la ideología (al fin y al cabo la producción y reproducción de las formas imaginarias en la que los sujetos se relacionan con sus condiciones materiales de existencia), son distintos conceptos y formas de abordar o tratar de dar respuesta a la pregunta sobre qué opina la gente de tal cosa o por qué la gente piensa lo que piensa de tal asunto.
La gente y todos los que no son gente, obvio: piqueteros, políticos, pobres, jóvenes, sindicalistas, homosexuales, etc.
La segunda parte del argumento, la que remite a la relación no directa entre los mensajes emitidos por los medios y las acciones de los telespectadores, remite a una de las tradiciones teóricas sobre los estudios de medios. Si en los ´70 las teorías de la comunicación influidas por la lectura del estructuralismo francés (con los Aparatos Ideológicos del Estado de Althusser a la cabeza) colocaban a los medios de comunicación como uno de los aparatos centrales en la producción y reproducción de la ideología dominante, en los ´80, y sobre todo en Latinoamérica, la teoría pasó de pensar la relación medios-audiencias no como una relación directa de manipulación o performación, sino como una relación mediada a través de la cultura, el contexto familiar, laboral, educativo y la posibilidad de las audiencias de negociar el sentido de los mensajes televisivos.
En los ´90 la tendencia a pensar que las audiencias resignificaban a voluntad los mensajes televisivos llegó al extremo de plantear que el poder de elección que residía del lado de los televidentes y tenía en el control remoto la llave para regular los mensajes de la tv. Sarlo nunca comulgo con las teorías de los ´90, de hecho fue una crítica muy aguda de esta posición que llamaba «neopulista» y la confrontó muy fuertemente en una artículo que se llamaba «La teoría como chatarra. Tesis de Oscar Landi sobre la televisión» publicado en la revista Punto de Vista en noviembre de 1992.
Sin embargo, casi 20 años después de ese artículo, y en un escenario que mutó dramáticamente con la constitución de los multimedios, la teoría sobre las audiencias activas quizás debería ser revisada a razón de algunas preguntas: ¿Cómo se construye la opinión pública en el marco de un sociedad donde un solo emisor controla el diario de mayor circulación, una de las radios de mayores audiencias, el canal más visto de la televisión abierta, la empresa de cable del principal conglomerado urbano y una de las dos o tres empresas de acceso a internet?
También ¿Cuáles son las posibilidades de resignificación de las audiencias ante la destrucción de la escuela pública, el debilitamiento de los partidos políticos, las organizaciones sindicales o los estragos que el desempleo generó en las familias argentinas durante los 90?
O lo que es más actual y complicado ¿Qué hacen los medios cuando las audiencias recuperan protagonismo social y político? ¿Qué hacen los medios y sus propietarios cuándo un cambio de legislación amenaza la reproducción de su posición en el mercado comunicacional? Y yendo un poco más allá, y volviendo a una pregunta clásica de la comunicación, ¿Cuáles son los mensajes que emiten los medios y qué sentidos reproducen? Y por supuestos ¿Qué hacen las gentes (como diría Jesús Martín Barbero o Germán Rey) con esos mensajes? Los politizados, pero también ese 70% que Sarlo dice no se interesa en la política.
Porque si como dijo Ulanovsky recientemente en la Legislatura porteña en el marco de las jornadas por los 60 años de la Televisión Argentina: «los medios no nos dicen que tenemos que hacer (…) pero fijan agenda, marcan tendencias y construyen opinión». ¿Qué de importante en la constitución del sentido común, la opinión pública y sobre todo de la subjetividad, queda por fuera de esto?
Acá una crítica desde la izquierda al debate Sarlo-6, 7, 8:
http://www.ips.org.ar/?p=2255
Saludos.
es una joda?
el primer parrafo «revela» que Kirchner estuvo con Menem
oh!! Nadie lo sabia!!
el resto dice que el Kirchnerismo debe discutir, mas que con Sarlo o el premio nobel de literatura, con «la izquierda», es decir los partidos que sacan el 3 por ciento de los votos.
excelentes los articulos de hoy sobre el tema de Pagina 12,en los que se dmuestra que el argumento de la limitada o escasa influencia de los medios sobre la opinion y accion publicas son anteriores al surgimiento de la TV y a la concentracion de los medios de comunicacion,cosa que descoloca este apunte de Sarlo.
Sarlo no tiene formación en estudios sobre comunicación, pero como vivimos en una cultura intelectual donde pesa mucho la carrera de Letras, alguien formado ahí tiene cierta «chapa» a priori, sin que demuestre que dice algo sólido.
En la actualidad, muchas corrientes hablan de los mensajes de los «medios» como «construcciones», y, por lo tanto, como fenómenos inevitablemente artificiales, parciales, recortados, interesados, sujetos a todo tipo de influencias, etc. Ya nadie sostiene que los «medios» dicen «la» verdad. Ahora bien, es perverso el argumento de que los «medios» no influyen, porque justamente esa opinión impide analizar censuras, restricciones, recortes y manipulaciones. En realidad, Sarlo dicen que tienen una influencia «relativa», pero en vez de aclarar entonces cuál es la influencia que tienen, aunque fuese «relativa», intenta defender a las empresas mediáticas desligándoles responsabilidades y creando una suerte de mercado donde «iguales», o sea, televidentes y productores de noticias, están en igual situación.
De muchos temas tenemos una primera versión en base a lo que nos dicen las empresas mediáticas, en particular si son fenómenos abstractos, o que suceden lejos de nuestro alcance. ¿Cómo no van a influir, de un modo u otro, en nuestras percepciones, si nos muestran determinado recorte de la realidad sobre un caso policial, sobre el INDEC, la tuberculosis, o la crisis en Libia? ¿Contra qué podemos cotejar lo que dicen los «medios», cuando se tratan de fenómenos que no están a nuestro alcance?
Y además, si para Sarlo la influencia de los medios es «relativa» (en realidad sugiere que casi ni tienen influencia), ¿cuál es su enojo con 6, 7, 8, si total, «la gente elige»?