Una idea respecto de la cual vienen machacando y mucho, tanto dirigentes como voceros de la derecha vernácula, es aquella de la necesidad de acordar cuatro o cinco políticas de modo horizontal, que serán respetadas a rajatabla sea quien sea que surja electo de entre las filas del Grupo A. Políticas de estado, que le llaman. Ponen de ejemplo los supuestos beneficios que trajo el pacto de la Moncloa en la España del postfranquismo.
Hay la idea de que una política de estado surge de una cómoda charla de café. José Natanson, en el Página 12 del último domingo, argumenta en contra de esta idea:
“Para cierto sentido común, una política de Estado –entendiendo como tal aquella que trasciende un gobierno determinado y se torna más o menos permanente– es una decisión que la dirigencia política toma alrededor de una mesa, escribe en un papel y queda congelada para siempre. En realidad, se trata de algo bastante más complejo”.
Alguien algún día debería escribir sobre la gran hipocresía española.
Por caso, los editorialistas y políticos españoles criticando el despilfarro argentino cuando sabían que ellos llegaban a fin de mes de prestado.
El otro caso, que a mí particularmente me indignaba, era el de Garzón – con el apoyo de la sociedad española – persiguiendo represores en argentina y olvidándose del millón de muertos durante la Guerra Civil Española.
También coincido con el comentario sobre el Pacto de la Moncloa, pero solo en parte. Cierto es que para que un país funcione sus dirigentes y sociedades tienen que ponerse de acuerdo sobre mínimos indispensables: vivir en democracia, no tirar gente de aviones, etc. El resto siempre está abierto a la discusión, hay que celebrar cuando alguien se opone al matrimonio gay o cuando rechaza la AUH (aunque te hago notar que Sanz no lo hizo) y así con casi todo. Es que la democracia significa que tenes la suficiente humildad para aceptar que tal vez estés equivocado y que, solo tal vez, el otro pueda tener razón.
Por eso es que detesto a mi clase dirigente, en especial a los K: todos, especialmente los últimos, se comportan como si acabaran de bajar del Monte Sinai.
Ok, está muy bien esto. Pero, pregunto, solamente pregunto: ¿No es contradictorio decir, por un lado que «Los Kirchner creen que debajo de ellos solo está el Sinai», «No escuchan a nadie», «Deciden todo ellos solos en las cuatro paredes de Olivos o El Calafate»; para luego quejarse por el llamado «Robo de agenda»?
¿No hay ninguna contradicción ahí?
Por otro lado, yo puedo discutir las diferencias entre la AUH que promovieron la Carrió de izquierda y la CTA de De Gennaro, con la AUH decretada el año pasado por CFK. Así como puedo discutir la diferencia entre el plán de desendeudamiento anunciado hace pocos días con la sanción de la ley del cheque.
Pablo D:
Me parece que hay dos puntos importantes que subrayar en cuanto a consensos y pactos de La Moncloa.
Primero el consenso, valga la redundancia, no se puede imponer. Así no sirve. Y creo que no hay voluntad, especialmente desde los que habitan en la cima del Sinaí para consensuar nada y menos ahora que disfrutan de una especie de primavera (espero no sea la de Praga) y tampoco existe en la oposición. Por lo que sería recomendable que cada uno se dedique a sus cosas, dejando que la labor legislativa de sus buenos frutos, cuando haya el clima para sembrar y recoger.-
Segundo, me da la idea de que no se tiene mucho conocimiento sobre la llamada transición española.- Complejo proceso de una sociedad muy diferente a la nuestra actual, con enorme violencia, reclamos de facturas impagas, que necesitó de renunciamientos,reparaciones, amnistías y demás. No olvidar que se venía de un enfrentamiento que dividió a España en dos y que venía desde décadas anterior a la Guerra Civil.- No sirve el ejemplo. Recomiendo, para el que le interese, la lectura de «Memoria y olvido de la Guerra Civil española.» de Paloma Aguilar Fernández. Alianza. Madrid. 1996. especialmente el capítulo 3.-
Saludos.-
Tampoco olviden algo que es para llamarlo de alguna manera «anterior» a cualquier razonamiento que es el flujo de personas que después del Pacto de la Moncloa fueron desde Argentina hacia España, las colas en los consulados españoles, los trámites por obtener la doble ciudadanía agarrándose de un abuelo que falleció hace décadas, etc. Todo eso empezó a suceder tras el Pacto. No sea cosa (tengo miedo) que ahora porque cayó Garzón y porque hay un poco de recesión en España desde los think tank destruyan a la institución que posibilitó esa otra realidad material que fue y todavía sigue siendo lo que le importa a muchísimas personas.