Era sábado luego de una noche de viernes de salida con amigos. No sin tomar alcohol. Acostado de madrugada, me desperté a las 6 de la mañana. De pronto, de la nada. Agarré el celular y entré a la aplicación de La Nación. No sé por qué, porque no suelo hacerlo y menos a esas horas. Todos los títulos hacían referencia a los miedos y los peligros de que Cristina vuelva a ser presidenta.
Impactado por la cantidad de falacias intenté volver a conciliar el sueño. Sin saber todavía que una hora atrás Cristina ya había subido a su cuenta de Twitter el mensaje que patearía el tablero del escenario político. Sorprendiendo y desorbitando a todo el mundo. Dejando en claro una vez más su centralidad.
Luego de unas horas. Al despertarme ya de forma definitiva, agarré nuevamente el celular. Amanecí con una cantidad de mensajes inusitada. No entendía nada. “Es una genia”, “que genia que es”, “Brillante”, “esta mina es algo único”, etc. Me exigian que emita mi opinión pero entre la modorra, la resaca y la perplejidad de la noticia no podía ni pensar. Ahí me desayune con la decisión de Cristina de correrse de la carrera presidencial, bajando a la vicepresidencia para cederle el primer lugar a Alberto Fernández.
¿Pero hay algo para festejar realmente? ¿Es una muestra de debilidad o fortaleza? ¿Cuáles fueron las razones de esta decisión? ¿Cuáles las intenciones buscadas? En estas palabras intentaré buscar algunos esbozos de respuesta a estos interrogantes que encierran múltiples aristas.
Sin Cristina no se puede, solo con ella no alcanza era el mantra que repetía Alberto Fernández sin cesar, al acercarse nuevamente al espacio conducido por la ex presidenta. El mantra se hizo carne el sábado bien temprano. Para agarrar a todos desprevenidos. Porque en esa semana fracasó el intento de la Corte Suprema peronizada para retrasar el comienzo de uno de los juicios contra funcionarios del anterior gobierno. Aquel que pregona la existencia de una asociación ilícita para beneficiar con Obra Pública a Lázaro Báez. Que la ubicaba a ella en el banquillo de los “acusados K”. El sumum del show mediático macrista.
Esta causa es una de las tantas armadas por el dispositivo estatal/para estatal. Capacitado, financiado y monitoreado por el gobierno de los EEUU a través de la Embajada. Compuesto por espías orgánicos e inorgánicos de la exSIDE, periodistas, funcionarios judiciales, del Ejecutivo y del Legislativo. Para el armado de operaciones con el fin de perseguir judicialmente a diferentes facciones de la oposición política a Macri. Marcelo D’Alessio, el falso abogado, supuesto agente de la DEA, espía inorgánico de la CIA, fue la bala de plata que sacó todo esto a la luz.
Cristina declaró en variadas oportunidades que no sería un obstáculo. Y realizó la movida. Por un lado es la líder opositora con mayor caudal de votos pero a su vez es un factor de división dentro del peronismo. La opción de bajarse completamente y señalar a alguien desde afuera, como Lula lo hizo con Dilma y Fernando Haddad, dispersa la transferencia de sus votos. En cambio al correrse pero mantenerse en la fórmula y sobre todo al figurar su nombre en la boleta fideliza el 100% de sus votos. Era la única opción para traspasar todos sus votos sin ser ella la candidata a presidenta. Se corre pero no se baja. Es pero no es.
Alberto Fernández es un armador político nato. Siempre se movió por fuera de las esferas públicas. Negocia y dialoga con todos los sectores. Todos los sectores. Pasó por el peronismo porteño, luego estuvo con Duhalde, con Kirchner y continuó con Cristina. Se fue luego del conflicto con las entidades patronales del campo. Pasó a operar para Massa. Finalizó con Randazzo dentro del PJ antes de finalmente retornar con Cristina. Nunca antes un operador detrás de bambalinas pasó al centro del escenario. Esta audaz decisión buscará ampliar la unidad de la oposición lo máximo posible.
Un indicio directo de esta conjetura es el hecho que Cristina siempre oficializó las candidaturas sobre el cierre de listas. Si ahora lo anuncia casi un mes antes es justamente para el ¡¡Business Time!!. ¿Massa participará en unas PASO por dentro o por fuera? ¿O aceptará la candidatura a Gobernador de Buenos Aires? ¿Cuál será el destino de Alternativa Federal? ¿Y Lavagna? ¿Se licúan todos?
Elegir a alguien que se fue de tu gobierno de mala manera y que a partir de ahí, durante 8 años no solo te criticó sino que jugó políticamente como un opositor raso demuestra una demoledora autocrítica. Aquellos que muestran videos de Alberto Fernández hablando en contra de Cristina no se dan cuenta que esa reacción es un complemento de la misma jugada. Le hacen la campaña gratis. Alberto es alguien crítico y opositor al kirchnerismo, a la vez de ser una figura central dentro de la historia del kirchnerismo. De nuevo es pero no es. Y esa es la estrategia.
Alberto Fernández amplía la base electoral por sus vínculos con el resto de la oposición, por ser crítico de Cristina y por la rememoración de aquel primer kirchnerismo querido por todos. Él pone la rosca, la autocrítica, la moderación y la amplitud. Cristina pone los votos.
A su vez esta decisión neutraliza la especulación del Gobierno sobre la condición judicial de Cristina. Desarticula el “jueguito perverso” de meterla o no presa. Más allá que uno piensa que la intención no es meterla presa sino exprimir el desgaste que implica pasearse por los pasillos de los tribunales, no es menos cierto que en última instancia pueden querer hacer cualquier cosa. Sea como sea ahora el candidato a presidente es otro. Uno que tiene cero causas, cero denuncias. ¿Se habrán olvidado de él o eso habla justamente de sus múltiples relaciones?
Haber sacado del país a Florencia para que no sea herramienta de extorsión, más la causa tan bien documentada que tramita el juez Ramos Padilla, junto a esta nueva fórmula completan una triada magistral contra las intenciones de Macri y su banda de permanecer en el gobierno. Claro está con la catástrofe económica y social como telón de fondo.
El aparato oficialista por lo pronto continuará hablando del pasado, de la corrupción, del miedo, de Venezuela, porque es de lo único que pueden hablar. ¿Pero cómo reaccionará el gobierno? ¿Macri declinará su candidatura en favor de Vidal? ¿Si lo hace no es una muestra de extrema debilidad más allá de las encuestas? ¿No es ya demasiado tarde? ¿La desastrosa gestión no arrastra a cualquiera? ¿Si ponen a Vidal para la Nación a quién ponen en Provincia? ¿Acaso si pierden la Provincia no pierden la Nación? ¿Y que decidirá al UCR? ¿Piden internas? ¿Rompen la alianza gobernante? ¿Se parte el partido? ¿O agachan la cabeza sumisamente?
A esta altura el gobierno se encuentra bajo el dilema de la arena movediza. Mientras más intentas salir más te hundís. Esto no implica subestimarlos. Eso nunca. Porque la jugada puede salir mal. Porque son más audaces e implacables que nadie. Y tienen los recursos para serlo.
Por eso no hay nada que festejar. Absolutamente nada. Porque no dejarán nada en pie. Dejarán una deuda externa generada en 4 años, cinco veces más grande que la heredada en 2003 acumulada durante 30 años. Con el agravante que esta vez el 40% corresponde a fondos del FMI. Dejarán la matriz industrial paralizada, el poder adquisitivo pulverizado, el entramado social roto, el Estado vaciado y las instituciones golpeadas.
La fórmula Fernandez-Fernandez puede ser una muy buena movida para ganar las elecciones. Veremos a la hora de gobernar. Porque no será “Alberto al gobierno, Cristina al poder”. Nunca en la historia fue así. El que tiene la lapicera es el que toma las decisiones. Son tres ejes básicos que deberá respetar un posible gobierno de Alberto Fernández si pretende continuar en las sendas del peronismo. Uno, garantizar alimentos y energía para que el pueblo salga de la económica de emergencia. Dos, reactivar el entramado industrial desmantelando la valorización financiera. Tres, retomar la administración del comercio exterior.
No hay nada que festejar porque ellos y los factores de poder foráneos que están detrás, ya ganaron. Ya condicionaron la soberanía política y la independencia económica tal vez por varias generaciones. Ya fugaron. Ya blanquearon. Ya generaron que, gane quien gane las elecciones, como mucho deberá ser un gobierno moderado si quiere sobrevivir.
El daño ya está hecho.