Todos los movimientos populares (por caso, el yrigoyenismo, el peronismo o el kirchnerismo) que gobernaron Argentina fueron acusados de corruptos, inmorales y demagogos por la oposición, y juzgados por los gobiernos (mayormente autoritarios) que los sucedieron. Sin embargo, aunque sus líderes sufrieron juicios empachados con acusaciones tanto en la prensa como en los tribunales, esos procesos fueron a su vez famélicos de pruebas o sentencias condenatorias. Una cosa eran las acusaciones y otra muy distinta las pruebas de esas acusaciones. Este fenómeno, típico en nuestra historia política y que no deja afuera a ningún partido mayoritario (UCR o PJ), demuestra que las razones principales de los ataques de la oposición a dichos gobiernos no fueron los supuestos casos de corrupción “intrínsecos” a ese tipo de movimientos (aunque ninguno de ellos está libre de pecado), sino las políticas mismas que ellos implementaron y el modelo de país que pregonaron. Esos gobiernos autoritarios que los sucedieron, generalmente liberales o neoliberales, tuvieron como casi única razón de ser la destrucción a cualquier costo de los movimientos populares. Además, en sus administraciones abundaron los defectos que le atribuían a los gobiernos populares. Porque, como decía Juan Bautista Alberdi: “Los liberales argentinos son amantes platónicos de una deidad que no han visto ni conocen. Ser libre, para ellos, no consiste en gobernarse a sí mismos sino en gobernar a los otros. La posesión del gobierno: he ahí toda su libertad. El monopolio del gobierno: he ahí todo su liberalismo. El liberalismo como hábito de respetar el disentimiento de los otros es algo que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente es enemigo; la disidencia de opinión es guerra, hostilidad, que autoriza la represión y la muerte”.
Pero el ataque sistemático a todo lo que huela a popular (o populista, como suele llamárselos ahora a estos gobiernos), no se limita tan solo a sus medidas de gobierno sino también a sus cuadros políticos, militantes, simpatizantes o hasta votantes. Incluso esas diatribas pueden provenir de excompañeros de militancia.
Repasemos algunas de estas injurias. Comencemos con el gobierno de Hipólito Yrigoyen.
Declaraciones de Marcelo T. de Alvear, diario La Razón, Buenos Aires, 8 de septiembre de 1930:
“Yrigoyen con una ignorancia absoluta de toda la práctica de gobierno democrático, parece que se hubiera complacido en menoscabar las instituciones. Da pena cómo ese hombre, que encarnaba los anhelos de la libertad del sufragio, que tenía un puesto ganado en la historia al dejar su primera presidencia, destruyó su propia estatua.
“Él, que dirigió varias revoluciones, en las que nosotros participamos, no logró hacer triunfar ninguna. En cambio, ve triunfar la primera que le hacen a él. Más le valiera haber muerto al dejar su primer gobierno; al menos, hubiera salvado al partido, la única fuerza electoral del país, rota y desmoralizada por la acción personal de su personalismo.”
Una gran cantidad de periódicos se sumó a la campaña de destitución del presidente: Crítica, La Prensa, La Nación, La Razón, La Vanguardia se ensañaron con el jefe de Estado al que caracterizaron de «tirano», «totalitario», «anticonstitucional», «déspota», «dictador», «inepto», «corrupto». El diario de extrema derecha nacionalista «La Fronda«, representativo del racismo y clasismo del nacionalismo aristocratizante -en el que abrevaba uno de los principales impulsores del golpe de estado, el germanófilo general retirado José Félix Uriburu- desacreditaba al radicalismo desde una matriz analítica que abrevaba en el racismo y el clasismo:
«El triunfo del radicalismo en toda la República, ha tenido, como principal consecuencia, un predominio evidente de la mentalidad negroide».
Incluso Yrigoyen fue el primer expresidente argentino que tuvo que enfrentar a un juez; eso sucedió poco después de ser derrocado el 6 de setiembre de 1930 por el primer golpe militar de la historia argentina, encabezado por el general Uriburu. El caudillo radical fue satanizado por el régimen, que constituyó una comisión especial para investigar sus actos del gobierno e hizo abrir una causa por supuestos hechos de corrupción, que incluían desde compras hechas por el Estado hasta la administración de Lotería Nacional. Quince meses pasó preso Yrigoyen, hasta que Uriburu lo indultó en febrero de 1932. A pesar de que intentó rechazar el gesto, fue liberado y volvió a Buenos Aires, desde la isla Martín García, el mismo día en que asumía el gobierno Justo, sucesor del dictador Uriburu (fraude electoral mediante), en la inauguración de la llamada luego «Década Infame’’. En diciembre del mismo año, Yrigoyen pasaría el último fin de año de su vida detenido nuevamente en Martín García, acusado esta vez de conspirar.
Repasemos más diatribas contra Yrigoyen o el yrigoyenismo provenientes de los intelectuales o periódicos del momento:
“Aparecieron en manadas los radicales del Parque, surgieron “dotores y más “dotores”, cuyas melenas cortadas en el cogote a filo de navaja y los cuellos altos, no siempre limpios, denunciaban larga ascendencia de pañuelo al cuello y pantalón bombilla. Las chinas, pintadas de albayalde, trepadas a sus tacones Luis XV, decoraban las antesalas y repartían miradas tropicales entre la canalla ensoberbecida, candombe peor que de negros, de mulatos. Color chocolate en los rostros y color chocolate en las conciencias”.
Valenti Ferro, Enzo. “Qué quieren los nacionalistas”, Bs As, 1933
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“El espectáculo que presentaba la casa de gobierno…era pintoresco y bullicioso. Como en un hormiguero, la gente, en su mayoría mal trajeada, entraba y salía hablando y gesticulando con fuerza. Un ordenanza me condujo a la sala de espera… Ví allí un conjunto de personas de las más distintas cataduras: una mujer de humilde condición con un chiquillo en los brazos, un mulato en camiseta, calzado con alpargatas, que fumaba y escupía sin cesar, un señor de edad que parecía funcionario jubilado, dos jóvenes radicales que conversaban con vehemencia de política con un criollo medio viejo de tez curtida, al parecer campesino, por su indumentaria y su acento”.
Ibarguren, Carlos, “La historia que he vivido”, Bs As, EUDEBA, 1969, pág. 300.
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“Ya por entonces el Congreso estaba lleno de chusma y guarangos inauditos. Se había cambiado el lenguaje parlamentario usual, por el habla soez de los suburbios y los comités radicales. Las palabras que soltaban de sus bocas esos animales no habían podido ser dichas nunca ni en una asamblea salvaje del Africa o del Asia. En el Congreso ya no se pronunciaban discursos, sino que se rebuznaba y la barra secundaba los actos de su amigos”.
Bosch, Mariano “Historia del partido Radical”, Bs As, pág . 214
“Hubo el encumbramiento por el favor presidencial de los elementos más inferiores de la sociedad... En realidad, una verdadera turba allí acampada, en espera permanente del beneficio, la dádiva, el empleo prometido… Fue un pronunciamiento de la plebe, de la masa popular desheredada.”
Federico Pinedo (abuelo del actual senador de Cambiemos), “En tiempos de la República”, Edit. Mundo Forense, Bs As, 1946, pág. 40.
(Textos extractados de «La Causa Radical contra El Régimen Conservador (1850-1928)» Norberto Galasso.)
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“Este hombre (Yrigoyen) no tiene energías, ni tiene voluntad, tiene una obstinación, un deseo de decidir el voto de los electores por medio de favores, servicios, prebendas y promesas, se puede llegar a situaciones insostenibles. Hay una clase de parasitismo populachero, que es insaciable…
Todo esto prepara situaciones sociales realmente pavorosas, tan serias y tan complicadas, que muchas veces imponen la necesidad de apelar a recursos extremos…”
Diputado Nicolás Repetto en la Cámara de Diputados.
“Yrigoyen significó un anacronismo, un paso atrás hacia la barbarie y un ultraje a la cultura alcanzada. Fue la invasión del bajo fondo en su parte enferma al poder, el fandango de la cocina instalada en la sala, el asalto a las arcas públicas por todo género de delincuentes, la humillación de toda manifestación de cultura por la hez del conventillo… ¡Es el ciudadano que ha irrogado más daños a su patria!”
Benjamín Villafañe en «La Tragedia Argentina».
“Se han resucitado las prácticas de la mazorca llevando el terror a todas partes… El pueblo creyó en su caudillo con fe ciega. Y no vio nada, no vio la Patria… El líder pudo convivir con todos y vibró con unos pocos, con los peores… Por eso ha terminado solo, absolutamente solo”.
Extractado de Revista El Hogar de 1930, luego del derrocamiento de Yrigoyen.
“Una horda, un hampa había acampado en las esferas oficiales y plantado en ellas sus tiendas de mercaderes, comprando y vendiéndolo todo, desde lo más sagrado hasta el honor de la Patria… La época yrigoyenista ha pasado ya vomitada por el pueblo al gheto de la historia.”
Discurso de Sánchez Sorondo en 1930, luego del derrocamiento del presidente Yrigoyen.
(Textos extractados de El Golpe Militar del 6 de Setiembre de 1930 de Norberto Galasso.)
«En los bajíos y entresijos de la sociedad hay acumuladas miseria, dolor, ignorancia, indigencia más mental que física, infelicidad y sufrimiento. Cuando un cataclismo social o un estímulo de la policía moviliza las fuerzas latentes del resentimiento, cortan todas las contenciones morales, dan libertad a las potencias incontroladas, la parte del pueblo que vive ese resentimiento y acaso para su resentimiento, se desborda en las calles, amenaza, vocifera, atropella, asalta a diarios, persigue en su furia demoníaca a los propios adalides permanentes y responsables de su elevación y dignificación».
Partido Socialista.
«No sólo por los bombos, platillos, triángulos y otros improvisados instrumentos de percusión (esa gente) me recuerda las murgas de carnaval, sino también por su indumentaria: parecen disfrazados de menesterosos. Me pregunto de qué suburbio alejado provienen esos hombres y mujeres casi harapientos, muchos de ellos con vinchas que, como a los indios de los malones, les ciñen la frente y casi todos desgreñados. ¿O será que el día gris y pesado o una urgente convocatoria, les ha impedido a estos trabajadores tomarse el tiempo de salir a la calle bien entrazados o bien peinados, como es su costumbre ¿O habrán surgido de ámbitos cuya existencia yo desconozco».
María Rosa Oliver, escritora del grupo «Sur» y camarada de ruta del partido comunista.
Pasemos ahora a recordar algunos juicios de valor lanzados contra el presidente Juan Domingo Perón o los peronistas en general:
«El malón peronista – con protección oficial y asesoramiento policial- que azotó al país, ha provocado rápidamente -por su gravedad- la exteriorización del repudio popular de todos los sectores de la República en millares de protestas. Se plantea así para nuestros militantes, una serie de tareas que para mayor claridad, hemos agrupado en dos rangos: higienización democrática y clarificación política. Es decir, por un lado, barrer con el peronismo y todo aquello que de alguna manera sea su expresión: por el otro, llevar adelante una campaña de esclarecimiento de los problemas nacionales, la forma de resolverlos y explicar ante las amplias masas de nuestro pueblo, más aún que lo hecho hasta hoy, lo que la demagogia peronista representa. En el primer orden, nuestros camaradas deben organizar y organizarse para la lucha contra el peronismo hasta su aniquilamiento. Corresponde aquí también señalar la gran tarea de limpiar las paredes y las calles de nuestras ciudades de las inmundas ’pintadas’ peronistas. Que no quede barrio o pueblo sin organizar las brigadas de reorganización democrática. Nuestras mujeres deben visitar las casas de familia, comercios, etc, reclamando la acción coordinada y unánime contra el peronismo y sus hordas. Perón es el enemigo número uno del pueblo argentino.«
Declaración del Partido Comunista.
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«Los acontecimientos de los días 17 y 18 (de octubre de 1945) de este mes han dejado perplejos y confundidos a los stalinistas, socialistas y en general a toda la pequeña burguesía que se hallaba bajo el influjo ideológico de la oligarquía y del imperialismo… La misma masa popular que antes gritaba ¡Viva Yrigoyen!, grita ahora ¡Viva Perón!
Viene a cuento repasar un comentario sobre lo señalado aquí, proveniente de la izquierda más lúcida de esa época, para no señalar los argumentos en defensa del peronismo provenientes del propio peronismo:
Así como en el pasado se intentó explicar el éxito del yrigoyenismo aludiendo a la demagogia que atraía a la chusma, a las turbas pagadas, a la canalla de los bajos fondos, etc., así tratan, ahora, la gran prensa burguesa y sus aliados menores, los periódicos socialistas y stalinistas, de explicar los acontecimientos del 17 y 18 en iguales o parecidos términos.
Con una variante: comparan la huelga a favor de Perón con las movilizaciones populares de Hitler y Mussolini. Identificar el nacionalismo de un país semicolonial con el de un país imperialista es una verdadera ’proeza’ teórica
que no merece siquiera ser tratada seriamente… La verdad es que Perón, al igual que antes Yrigoyen, da una expresión débil, inestable y en el fondo traicionera, pero expresión al fin, a los intereses nacionales del pueblo argentino. Al gritar ¡Viva Perón!, el proletariado expresa su repudio a los partidos pseudo-obreros cuyos principales esfuerzos en los últimos años estuvieron orientados en el sentido de empujar al país a la carnicería imperialista. Perón se les aparece, entre otras cosas, como el representante de una fuerza que resistió larga y obstinadamente esos intentos y como el patriota que procura defender al pueblo argentino de sus explotadores imperialistas.
Por primera vez, en muchos años, la clase obrera ha salido a la calle y ha influido de manera importante en el curso político del país… Las grandes masas explotadas se están poniendo de nuevo en movimiento».
Grupo «Frente Obrero».
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(Textos extractados de «El 17 de Octubre de 1945» de Norberto Galasso.)
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Apelemos ahora a la pluma de otro expresidente argentino derrocado e injuriado en su momento, Arturo Frondizi, de origen radical, para corroborar lo postulado aquí sobre la injuria sistemática que las clases altas, seudoaristocráticas, lanzan contra todo movimiento popular. En su libro “Estrategia y Táctica del Movimiento Nacional”, publicado en 1964, hay un capítulo titulado “La corrupción, pretexto para derribar gobiernos populares” donde el exmandatario ensaya un razonamiento que aún hoy mantiene una llamativa vigencia:
«LA CALUMNIA CONTRA LOS LIDERES POPULARES
«Estas sabias reflexiones de Berutti demuestran que hace siglo y medio ya se conocían las tácticas políticas basadas en la denigración gratuita del adversario y había quienes eran capaces de desentrañar sus ocultos designios.
«Es lamentable, entonces, que esa práctica desleal haya llegado intacta hasta nuestro días y que las calumnias que antes se lanzaron contra los próceres de nuestra independencia y organización nacional, desde San Martín hasta Rosas y Urquiza, se hayan repetido contra gobernantes contemporáneos y siempre con el mismo propósito denunciado por Berutti “Acarrearles el odio público, que su partido y amigos no pudiesen revivir y el gobierno que reemplazaba al caído se pudiese sostener sin temor de que los caídos pudiesen voltearlo”.
«Más lastimoso todavía es que se presten al juego partidos y hombres sinceramente dedicados a la causa popular, cuyos propios líderes y ellos mismos fueron víctimas de la insidia cada vez que, desde el gobierno o desde la oposición, ponían en peligro las posiciones y los privilegios de la minoría.
«A Lisandro de la Torre estuvieron a punto de asesinarlo en el Senado de la Nación cuando desnudaba las maquinaciones de los monopolios exportadores. Pero si esa vez falló el intento y abatió en cambio a uno de sus discípulos más queridos, el arma más sutil y menos riesgosa de la calumnia se había ensañado antes con el ilustre tribuno en ocasión de su candidatura a presidente. Todos recordamos el libelo publicado por un ex socio de don Lisandro, con quien mantenía una controversia judicial, en el que se formulaban acusaciones indignas contra el candidato presidencial y que tuvo amplia acogida en la prensa y en los círculos que auspiciaban la candidatura rival. El doctor de la Torre replicó eficazmente al calumniador, pero siempre guardó su amargo recuerdo del episodio.
«¿Qué no se dijo de la corrupción de los gobiernos de Hipólito Yrigoyen?
«Y el senador Benjamín Villafañe, en pleno recinto de la cámara alta, dijo: “Al yrigoyenismo lo forman ciento diez mil prontuariados en la sección Robos y Hurtos, sesenta mil pederastas y cincuenta mil más que viven al margen de la ley, del juego y la explotación de mujeres.
«Como en el caso ulterior del gobierno peronista, se practicaron centenares de investigaciones, hubo incautación y secuestro de bienes e inhabilitaciones civiles. Nada pudo comprobarse y la justicia absolvió a los acusados, les restituyó en algunos casos sus bienes y les levantó las interdicciones. Pero el objetivo político estaba cumplido y ya no interesaba sancionar a los supuestos delincuentes. También se cumplía el propósito reaccionario de paralizar el desarrollo económico, como en el caso de la fábrica Mercedes Benz, que el gobierno de la Revolución Libertadora cerró y que la firma alemana resolvió instalar en el Brasil, con el consiguiente perjuicio para la naciente industria automotriz de la República.
«La calumnia organizada, publicitada profusamente, recogida y amplificada por los más caracterizados dirigentes de la oposición, logró movilizar a amplias capas populares -de trabajadores, estudiantes y profesionales- para derribar a gobernantes elegidos por la inmensa mayoría del pueblo.
«Y la lección no fue aprovechada, porque los mismos yrigoyenistas que sufrieron en carne propia las infamias contra Yrigoyen, los mismos demócratas progresistas que lloraron la muerte trágica de Lisandro de la Torre, abrumado por la ingratitud y la mentira, los mismos peronistas que salían apenas de su propio proceso de persecución y descrédito, los mismos socialistas que durante años soportaron campañas de calumnias, se unieron a los voceros de la oligarquía antinacional y a los aliados de los monopolios belicistas extranjeros para combatir y calumniar despiadadamente a otro gobierno elegido en 1958 por la más amplia coalición nacional que registra nuestra historia democrática. Se apoyaron en la calumnia y la intriga para justificar y promover la quiebra de las instituciones y la secuela de retroceso económico, desocupación, y angustia de productores, trabajadores y consumidores que siguió al golpe de estado de marzo de 1962.
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Como vemos, si repasamos los diarios y medios hegemónicos de estos últimos años vemos que no hay nada nuevo bajo el sol en materia de crítica de los gobiernos populares. Sólo cambian los nombres de líderes populares o de sus movimientos, pero las críticas o argumentos en su contra son casi los mismos. De la misma manera que las medidas de gobierno de esos movimientos se parecen bastante. Como así también se parecen las de los gobiernos reaccionarios o conservadores que los suceden.
Es por eso que podemos afirmar que, más allá de las grandes diferencias entre momentos históricos, protagonistas y contextos internacionales, para la derecha autoritaria y liberal autóctona, los gobiernos kirchneristas, peronistas e yrigoyenistas (como así cualquier otro gobierno nacional y popular que venga en el futuro) «se robaron todo».