Por Alejandra Varela
En un texto llamado “La fábrica como sitio de acontecimiento”, Alain Badiou señala que “es porque hay presentación social este múltiple singular y separado que es la fábrica, que hay posibilidad del uno obrero en la política.” En momentos como el actual, donde se dan explosiones sindicales, lo que se manifiesta es ese múltiple que es el trabajador. El sindicato es la pretensión de uniformidad, que pertenece al terreno de la representación, hoy potenciada en la realidad argentina porque lo que está en juego es la posibilidad de que otra central de los trabajadores pueda ser igualmente representativa. Badiou plantea que la fabrica (el lugar de trabajo en general) es el espacio de presentación porque, la aparición del conflicto pone de manifiesto la singularidad de la clase trabajadora, imposible de ser atrapada en un discurso único.
Hay política para Badiou, sólo cuando la acción puede relacionarse con una idea política. Es necesario que la acción se platee como una intervención. Lo fundamental es que el hecho político se sostenga en su multiplicidad. Hoy el principal enemigo que cuenta para que esto ocurra son los medios que buscan asimilar lo nuevo a lo ya conocido. La huelga de subtes era un estado de caos cuando, lo que allí se planteaba era la posibilidad de crear otro espacio de representación. Cuando la presidenta Cristina Fernández decide suspender el acto de la CGT (la imagen del Uno-Obrero por excelencia) está, de algún modo, afianzando la singularidad de la situación. Aquí está ocurriendo otra cosa, señala, que deberá ser pensada en términos nuevos.
Badiou explica que “los obreros no forman una parte pertinente a la cuenta estatal”, como sí lo formaría la CGT. La fábrica es contada para el estado bajo el nombre de la empresa que sirve para “disimular una singularidad bajo una excrecencia”. La empresa es pura representación, como lo es también el sindicato. En este sentido el paso importante que dio el kirchnerismo fue sacarle exclusividad a la empresa, en cuanto a decisiones de estado y asignarle un lugar al trabajador, bajo la forma de la CGT y, en menor medida de la CTA. El problema, o el límite de este avance es que tanto la CGT como la CTA no pueden, en muchos casos, darle espacio a ese múltiple que es el obrero. Para Badiou, el lazo sindical se ocupa de las reivindicaciones salariales pero no hay motivo para pensar que este lazo garantice la presentación del múltiple obrero. Badiou considera que el sindicalismo es también una excrecencia como lo es la empresa, por no dar cuenta de la singularidad obrera. El sindicalismo, bajo su óptica, reemplaza al estado y por esta misma razón elimina la posibilidad de la política.
Si bien la lectura de Badiou me parece muy atractiva creo que, el peronismo ha sido un factor fundamental para politizar al movimiento obrero aunque no se puede desconocer que esa politización se dio siempre desde un a priori, desde una forma política ya existente. El kirchnerismo siguió con esta tradición y al volver a unir la CGT al estado como un factor para equilibrar las presiones empresariales, le dio un nuevo sentido a la política obrera.
Dentro del sindicalismo y puesto a demostrar su representatividad, el obrero suele ser considerado desde su factor numérico. Para lograr la personería se deberá demostrar que se tiene más afiliados. Esta reglamentación burocrática sólo puede ser puesta en crisis en el terreno de la presentación. Cuando el trabajador se presenta manifiesta su posibilidad da no ser sustituible. El trabajador sólo adquiere singularidad cuando se presenta y esta presentación siempre es conflictiva, caótica porque pone en crisis la esencia misma de su lugar en el estado y el sindicato. El obrero pasa de ser un desconocido, una abstracción, a ser una persona concreta que podemos cruzarnos en la calle, que podemos ver en l televisión. La política siempre generará una suerte de interrupción, mucho más cuando en su despliegue señala que algo debe ser repensado. El sindicalismo ya no podrá ser la puesta en uno de ese múltiple que son los trabajadores, entre otras cosas porque no podrá escapar al estallido político de los últimos años e nuestro país. Que la CGT tenga como líder a un dirigente que durante los noventa resistió al desguace menemista es una buena señal, un avance, pero las declaraciones de Belén demuestran que está lejos de ser compacta. Al tener que contener a una diversidad, a veces irreconciliable, al no poder negar que los trabajadores son hoy un múltiple que necesita ser contado en su singularidad, deberá convertirse en otra cosa y necesitará de dirigentes sindicales dispuestos a pensar ese cambio. El límite está en el lugar estatal, político que el gobierno busca darles a los trabajadores, o tal vez allí esté su mayor flexibilidad.
Para Badiou en la emancipación obrera es necesario que los trabajadores se desliguen del factor estatal. El peronismo ha demostrado que es el estado el que los contiene, , le cuestiona a la teoría marxista su posibilidad de emancipación por fuera del estado. Al obrero no le alcanzaría con su rebelión, necesita de un estado que lo acompañe y lo sostenga porque el mundo del capital lo destroza si se enfrenta a él por sí solo.
Badiou sostiene que la política sólo existe desligada del estado, por eso es legítimo seguir llamándose marxista. El peronismo, por el contrario, le da al estado un protagonismo insoslayable, es el gran factor politizador, sin él no hay política. La historia política ha demostrado que el obrero, sólo aliándose con el estado puede enfrentar al capital.