1) Porque, a mi criterio, la medida del éxito o el fracaso de un gobierno está dada, principalmente, por la capacidad que demuestre en la lucha contra la exclusión social. Y el proyecto político que encabeza la presidenta CFK completará, el próximo 10 de diciembre, el único ciclo de reducción sostenida en los niveles de pobreza (caída del 54,7% al 22,3% de 2003 a 2011), indigencia (reducción del 27,6% al 5,7% en igual período) e inequidad (la brecha entre ricos y pobres se redujo de las 31 veces al año 2003 a 17 veces actuales).
Dicho de otro modo, Néstor Kirchner y Cristina Fernández son los únicos dos presidentes democráticos que, en cincuenta años de historia argentina, culminan sus mandatos constitucionales con niveles menores de pobreza, indigencia e inequidad social que los existentes a las fechas de sus respectivas asunciones.
2) Por un recuerdo de mi adolescencia temprana: durante mi paso por la secundaria, cuando se armaban debates políticos con los profesores (toda una rareza, habida cuenta de los tiempos que corrían), yo machacaba, con especial énfasis, sobre dos ítems: a) que resultaba inconcebible para una democracia constitucional que se precie de tal que los genocidas de la última dictadura no estuviesen en prisión; y b) que nunca el país despegaría si no se reducían drásticamente los niveles de endeudamiento externo. Me contestaban, los profesores, invariablemente, “no se puede”. Y a este respecto creo que abundar resultaría redundante.
3) Por el compromiso que asumió siempre el kirchnerismo con la profundización de la democracia y el respeto por la institucionalidad republicana; valores, ambos, que se expresan en la reconstrucción de la autoridad presidencial, el saneamiento de la Corte Suprema de Justicia y/o la decisión de recuperar el papel del Congreso como plataforma de exposición en el escenario del debate público cuestiones que la política no encaraba por un consenso tácito de los actores de la formalidad institucional, que entre 1976 y 2003 no se dedicaron a otra cosa que a legitimar el programa de gobierno del bloque de clases dominante, proceso histórico durante el cual se aniquilaron las capacidades decisorias y de intervención del Estado.
Se recuperaron, así, tanto la representatividad, como la hegemonía del imperio de la soberanía popular como elemento determinante de los procesos de toma de decisión respecto del rumbo del desarrollo nacional que, por si hace falta aclararlo, ha sido (y es, y será) clave en la construcción de un proceso de profundización y ampliación de derechos ciudadanos, a saber: plena vigencia de las libertades cívicas (no represión de la protesta social, sobre todo), construcción de nuevos derechos sociales (AUH, ampliación jubilatoria) y efectivización de los de tercera generación (matrimonio igualitario).
4) Porque nunca el país estuvo más ni mejor integrado en el concierto internacional: ocupó la primera secretaría general de UNASUR, preside el G77 más China (en ejercicio de cuyo mandato la presidenta CFK ofició de portavoz de las intenciones reformistas del secretario general de ONU, Ban Ki Moon, en la última asamblea anual de tal organismo), lidera el impulso a la aceleración de las acciones de definitiva consolidación del Mercosur, ha encabezado todas las misiones de paz y sostenimiento democrático en la región cuando uno y otro valores se han visto amenazados, entre otras cuestiones.
5) Esto es más parcial, todavía: por la opción por la plena identificación de este proyecto como parte integrante histórica del populismo peronista; pero también por haber emprendido una renovación –no me refiero específicamente a renovación en términos individuales- al interior del movimiento: la amplitud de aceptar la incorporación de otros sectores para hacer posible la construcción de una alianza de mayorías más amplia y plural.
Luego, Brienza se animó a expresar sus deseos/pedidos de cara al hipotético segundo mandato. Yo no sé si podría ser tan concreto. Básicamente, reitero algo que dije en el último post previo a las PASO: “El Gobierno está, al día de hoy, dotado con buenas armas de las que valerse para avanzar en la interpelación al actual estado de las estructuras de riqueza en Argentina (bien es cierto que no de todas las que uno desearía que tuviera). (…) avance estratégico, por fin, de la política partidaria en el combate de posiciones por la conducción de la agenda de la gestión del Estado. (…)”.
En definitiva, pedirle a Cristina que siga peleando por ensanchar las capacidades estatales e incorporando sectores sociales al colectivo político que conduce, que serán, ambas, las mejores herramientas de que pueda disponer a los efectos de encarar con suerte la profundización del modelo, cosa que en buena medida estará determinada por su capacidad de afrontar la complejización de la gestión de la sociedad posneoliberal, interactuando con sus integrantes para dar excelencia a la particularización extraordinaria que requiere la gestión de un país que, por haber crecido, se encontrará con desafíos nuevos, desconocidos.
Y de involucrarlos en el valor agregado que ha recuperado el kirchnerismo: el sentimiento de militar las conquistas, claro.