Sobre el progresismo coleccionista

Sarlo representa ese arquetipo de progresismo que enuncia desde una torre de marfil flotante. Su único compromiso son las ideas puras que coronan su autoridad para el discurso.

A mi juicio, la pretensión de pureza («conmigo no») es el lugar donde la honestidad se desploma porque a esta altura resulta claro que en el reino de Dios no podría existir tal cosa. La contradicción consiste en que la pureza es una noción abstracta sin entidad empírica. No es. De manera que ese progresismo freelance se pronuncia desde un no-lugar, ausente de sentido identitario. ¿Desde dónde habla? Es incapaz de justificar su postura porque está desdibujado el lugar de la enunciación.

Los intelectuales progresistas “independientes” están tanto más allá o más arriba de la cosa política, que no necesitan ocupar una posición en el firmamento de las identidades políticas. Ese desarraigo en la historia les permite efectuar una actividad interesante, propia de las elites: el «coleccionismo»*

El coleccionismo consiste en el armado de un inventario indefinido de los errores, las cuentas pendientes y  las injusticias que no fueron saldadas por el Otro protagonista de la historia. No importa aquí analizar las circunstancias de los hechos, sino revisar una actitud ética que envuelve a un buen número de intelectuales y militantes enrolados en el progresismo abstracto: “los coleccionistas”.

Los coleccionistas eligen no recordar el punto de partida. Se dedican a acumular fotografías sueltas del presente para lanzar títulos provocadores (que masturban el sentido común progresista). Ellos podrán decir con racional indignación: “cuánta pobreza”, “humillante precariedad laboral” o “notoria segregación de minorías” (olvidando la evolución de las mayorías y de algunas otras minorías). Y lo hacen tan racional como gratuitamente, sin ningún tipo de riesgo (porque la queja del pasajero disconforme con el servicio a bordo, comparado con el esfuerzo constante del capitán, que debe aguantar las olas desestabilizantes para mantener el rumbo de la nave, no representa ningún tipo de pérdida).

Mientras ellos coleccionan situaciones injustas, en modo a prueba de fallas, nadie podrá hacerles frente, porque acaso, ¿quién en su sano juicio podría negar la explotación y la  discriminación en este país? Debemos admitir que la estrategia de la imagen congelada tiene algo de virtuosismo, porque no tiene costos tan inmediatos. Pero en el gesto se esconde la trampa.

Fanáticos que nieguen la realidad hay en todos partes, en todas las filas ideológicas. Allá ellos con su mediocridad. Pero esa no es la cuestión en estas líneas, ni tampoco justificar lo injustificable de quienes gobiernan. El problema del coleccionismo es pretender que la pobreza se puede acabar durante el lapso de un gobierno o de dos (idea fútil pero aliviadora). Es decir, pretender que la colección no es infinita, que la serie puede ser llenada como una agenda calendario o un estadio de fútbol. Ese objeto causa de deseo –ya lo decía Lacan- es inalcanzable. Por eso, los que magistralmente disertan desde la pureza, siempre se sentirán incompletos, en espejo a la realidad material misma. En sus espíritus puros, reinará la desconfianza y el resentimiento hacia el Otro-imperfecto-que-hace, porque nunca podrán valorar los cambios graduales, las tendencias a la baja de no pocas injusticias.

Como dice Galeano, la utopía sirve como brújula para dar pasos significativos hacia delante, y no para consumarse en cuanto tal. Esos pasos dados representan, en relación a la revolución (para los progres más combativos) o la “transparencia institucional” (para los progres más liberales), puras insignificancias, revestidas de pintura barata nac&pop. A lo sumo, se limitarán a “rescatar” dos o tres medidas “no tan malas” del desastre general al que nos conducen. A eso le llaman tener “sentido crítico”.

Yo digo -y me afirmo en el lugar desde el que hablo para que mi propia argumentación no me empiece a actuar en mi contra- que estos debates sirven para que los que creemos en la gradualidad de las transformaciones, los que desde el plano ideológico metemos los pies en el “barro de la historia” (porque entendemos que es fundamental ver de dónde venimos para juzgar lo que sucede en los tiempos que corren), los que apostamos a conquistar nuestras mejores posibilidades, podamos asomar nuestras cabezas sucias de tierra inmunda, aunque pretendan taparnos con gigantescas e impolutas torres de marfil.

La “hegemonía cultural”, como nos enseña Gramsci, nunca se gana del todo. Menos desafiante será la «guerra de posiciones» en esta etapa si los referentes ideológicos de la desperdigada oposición fueran aquellos que llaman a leer diarios en alemán.  Pero a no confundirse porque una intelectual independiente y políglota se “rebajó” a discutir con un panel de servidores pagados por el gobierno. Mucho más peligrosos son los oradores (tan elitistas como los otros, pero de diferente factura) que sí habitan un espacio identificable de poder, apuntalado por su posición dominante en el mercado de los números y los valores.

Sarlo, progresista selectiva, ya no se preocupa por esos espacios corporativos de poder real como en otros tiempos. Ahora se ocupa de la consistencia interna de su acristalado sistema de ideas, y allí se refugia contra viento y marea. Esa tesitura la mantiene a salvo en el cielo de la academia. Quiso quedar fuera del juego, como agregado freelance de esta realidad pujante y conflictiva. Con ella no, por favor. Que nadie se atreva, ni con escalera.

 

*Concepto inspirado en una intervención televisiva del politólogo Edgardo Mocca.

 

11 comentarios en «Sobre el progresismo coleccionista»

  1. Voy a decirlo como me enseñaron en el barrio: Son unos pajeros. A los que voté durante 20 años hasta el 2003, debo agregar de modo autoflagelante.

    En segundo término, no admito que se aplique (y nosotros convalidemos replicando) la etiqueta de «progresistas» que le otorgó la prensa militante conservadora a los conservadores políticos sólo en función de sus (ya antiguas) medallas, de las que sólo conservan el recuerdo, amén de algunas películas humeantes.

    Para simular ser lo que fueron, en vez de truchar su pasado debieron truchar SU PRESENTE. Créase o no, como si fuéramos unos idiotas, tratan de hacernos creer que son lo que fueron apelando al repertorio verde al que han sido reducidos luego de que el Gobierno Nacional EJECUTARA buena parte del decálogo progresista. Por lo que abomino de este término autootorgado para referirse a Solanas, Stolbitzer o Binner.

    Y mucho menos a Sarlo, carriotista CONFESA y consecuente, que muestra un paralelismo ideológico contundente con Grondona. Desde su defensa conjunta a López Rega en los peores años, hasta el espacio editorial actual en el que nos regalan sus sesudas e ilustradas filosudeces.

    Así que no convalidemos mediante su replicación las etiquetas que les regala la prensa canalla. Como comencé diciendo, son tristes pajeros que pretenden vivir de su pasado como si se tratara de una pensión vitalicia.

    1. Está claro. Igual yo creo que puede haber un progresismo no kirchnerista. El problema es que no encuentran argumentos sólidos para sostener esa postura. Ese progresismo (no nacional sino liberal, a la europea) efectivamente existe pero sin una identidad definida, porque critica lo que se supone que debe defender. En el caso de la izquierda es diferente, porque ellos evalúan la realidad desde una teoría (que no comparto) y en ese sentido es consistente lo que dicen, la identidad es clara. Ellos dicen que todo Estado es necesariamente explotador porque es capitalista, e ilustran esa explotación desde esa teoría. Apuestan a que la gente tome conciencia de ese «desastre social» que muestran para arrimar agua para su molino (de hecho, en la crisis del 2001, Zamora logró captar un 10% de los votos, algo inédito para la izquierda). A mí el marxismo me sirve para analizar ciertos conflictos en particular, pero su programa de acción político no puede aplicarse en todos los lugares. Volviendo al pinosolanismo, al lanatismo y al sarlismo, me parece un poco exagerado compararlo con Grondona, pero a veces terminan siendo funcionales con sus argumentos. De todos modos estoy a favor de que haya un progresismo responsable (tanto dentro como fuera del movimiento nac&pop) que marque los límites del gobierno, porque hay minorías a las que todavía no les llegaron las políticas de Estado. Pero que sea una presión positiva para señalarle nuevas metas sociales al gobierno (por ej. con marchas a favor de la despenalización del aborto, en contra de la burocracia sindical, a favor de derechos de aborígenes, etc) y no una actitud chicanera destructiva como nos tienen acostumbrados.

      1. Tracé el paralelismo de trayectorias ente Sarlo y Grondona, que no hago extensivo a los demás. En el sentido contrario, Podría agregar a Eliaschev, de la Tendencia a Perfil, o de la Luro Pueyredon, de Montoneros a Clarin, ídem que el Caparra de Monto a Crítica de la Cristina. Galimbertismo puro y duro.

        Los demás mencionados, reitero, son onanistas profesionales, según mi punto de vista.

  2. muy bueno el artículo.

    coincido con eduardo en que incurrimos en un acto de generosidad enorme llamando «progresista» a sarlo.

    y agrego que también se exagera cuando a esta ignorante política se le sigue regalando el mote de intelectual. vaya intelectual que dice que los medios de comunicación no influyen en las masas!!! y que el 70% de la gente no habla de política, sin una sola fuente sustentable que lo afirme.
    vuelva en marzo, sarlo, le diría cualquier profesor de secundaria.

    1. Sin dudas esas son las dos críticas fundamentales a los argumentos de Sarlo (la influencia de los medios en la opinión pública y la politización de la sociedad). Sí considero que acertó en las objeciones a la estructura de los informes de 678. En el artículo preferí no meterme con los contenidos del debate. Me quedé con la actitud de prepotencia y deshonestidad de ese sector intelectual que no puede entender el kirchnerismo porque se olvida del punto de partida (allá por el 2001, 2002, 2003), y que se refugia en una idea de «independencia» de pensamiento inexistente. Saludos!

      1. coincido también con lo que decís sobre ciertos informes de 678. pero hago una aclaración: tampoco me parece pertinente el comentario generalizador de sarlo. digo, el programa (como todo programa diario, de actualidad, hecho sobre la marcha) tiene mejores y peores días, mejores y peores informes; algunos mejor editados que otros. puede que el informe sobre españa no haya sido lo mejor que mostró su producción. pero tampoco es cierto aquello que decía esta supuesta intelectual, proque 678 no es un programa que no muestre las fuentes (lo hace permanentemente y repite una y otra vez las frases hasta aburrir a veces), no esconde ni deforma la realidad para significar otra cosa. claro que la recorta y la reordena, pero eso ocurre en todo hecho discursivo. cada vez que se relata. sin excepción. entonces no tiene ningún valor intelectual esa apreciación sobre el programa, porque como ese fenómeno atañe a todo hecho discursivo no agrega nada acerca de la cuestión.
        no entiendo qué es lo que quiere decir sarlo, realmente.
        es más, creo que no tiene nada serio ni nada interesante que decir. porque además de ignorar temas económicos, tener graves faltas de metodología, no tener sustento académico alguno, ignorar hechos concretos de la política nacional, etc etc etc no tiene nada que decir. porque no dice nada, excepto que ella es una intelectual independiente que se opone a la dictadura k. guau, qué profundo. ella y tomás abraham me sorprenden gratamente en cada artículo que leo.

        insisto. me gustó mucho tu artículo, che.
        salutes!

    2. De acuerdo con tus aclaraciones. Salvo por lo del sustento académico, que sí lo tiene y bien ganado. El problema es que ella se apoya en su prestigio académico para ponderar su voz por sobre las demás. Típico de elitista. En ese sentido, le doy la derecha (perdón por la expresión gorila) a Eduardo Real en la comparación entre Sarlo y Grondona. En ese aspecto no se distinguen.

  3. Eduardo Real
    junio 6th, 2011, 12:13 am
    «Tracé el paralelismo de trayectorias ente Sarlo y Grondona, que no hago extensivo a los demás. En el sentido contrario, Podría agregar a Eliaschev, de la Tendencia a Perfil, o de la Luro Pueyredon, de Montoneros a Clarin, ídem que el Caparra de Monto a Crítica de la Cristina. Galimbertismo puro y duro.Los demás mencionados, reitero, son onanistas profesionales, según mi punto de vista».

    Sumemos a Martín Caparrós, de militante y periodista comprometido a la creencia infantil de que el gobierno «hace negocios» con los derechos humanos. Ni hablar de Lanata, del que ya se dijo todo. ¿Qué les habrá pasado? Es una lástima realmente.

    1. En respuesta a la pregunta ‘¿qué les habrá pasado?’, como comentario muy general, ****sin hacer nombres ni referirme a nadie en particular****, quiero recordar que hay muchos ejemplos -tanto en Argentina como en el extranjero- de gente que con el tiempo pasó a tener ideas contrarias a las que tenía (caso Mario Vargas Llosa), pero también hay muchos otros que ‘antes’ no eran más que *infiltrados*, y después de algunos -o muchos- años se ‘blanquean’.
      Algunos de los personajes que ustedes nombran caen en una de las categorías, y otros en la otra.
      Esa idea permite entender algunas de las transformaciones tan ‘increíbles’ que sufren ciertos personajes.
      Un recuerdo subjetivo: en los 80 y los 90, por ejemplo, había un destacado periodista y un político en ascenso a los que todo el mundo consideraba de izquierda, y mi olfato, snif, snif, me decía que eran unos disfrazados. Se lo discutía a todo el mundo. Sólo tuvo que pasar el tiempo…
      En el caso de Sarlo, no puedo ver que haya sido nunca progresista. El PCR de 1975 estaba a la derecha de casi todo.

      1. «En el caso de Sarlo, no puedo ver que haya sido nunca progresista. El PCR de 1975 estaba a la derecha de casi todo.»

        Desde ya, y por éso tracé el paralelismo Sarlo-Grondona. Ambos firmaron artículos pro-López Rega entonces, y ahora ambos presentan sus filosudeces en La Nación. Vidas paralelas.

        Y el PCR no ha cambiado desde entonces. Ripoll en el palco de la Rural no es un «desvío». Es ser consecuentes con su historia.

    2. Sí. Cuando decía «Caparra» me refería a Caparros. Y respecto del «lucro» K de los derechos humanos, cabe preguntarse entonces, si taaaan lucrativos resultan, porqué no pretenden apropiarse de semejante botín político Duhalde, Carrió, De Narváez, Reutemann, Alfonsito, Macri, Cleto y sigue la lista. ¿Porqué nunca intentaron apropiarse de semejante botín político? ¿O será que es simplemente sarasa?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *