Apuntes sobre la entrevista a Julio Blanck en la Izquierda Diario. Nota I.
Desde hace algunas semanas la Izquierda Diario viene sorprendiendo con una serie de entrevistas a editorialistas distintos medios con la intención de analizar la coyuntura política y algo más.
Por esas páginas pasaron Horacio Verbitsky, Carlos Pagni y ahora llegó el turno del bueno de Julio Blanck. Y decimos bueno porque Julio se especializa en reconocer lo que muchas veces el diario (la empresa) se obstina en ocultar o sus compañeros (Ricardo Kirschbaum, por ejemplo) en maquillar o relativizar.
Así como fue el único que reconoció el horror de la tapa de Clarín con “La crisis causó dos muertes”, hoy en un pasaje del reportaje hecho por Fernando Rosso, se sincera diciendo: “A ver: ¿hicimos periodismo de guerra? Sí. Eso es mal periodismo. Fuimos buenos haciendo guerra, estamos vivos, llegamos vivos al final, al último día. Periodismo eso no es como yo lo entiendo, no es el que me gusta hacer. Y yo lo hice, no le echo la culpa a nadie, yo lo hice. Eran las circunstancias e hice cosas que en circunstancias normales por ahí no hubiese hecho, en términos de qué posición tomar o de cierta cosa terminante”.
Poco nos interesan sus consideraciones sobre el hacer periodístico. Lamentablemente creemos que el periodismo se define por lo que se hace con él y no por lo que se dice que es o se dice que se debería hacer. Lo que Julio Blanck hizo fue periodismo como él lo entiende: un instrumento para atacar a un enemigo.
¿Pero qué nos interesa de esta confesión? ¿El reconocimiento de una política que el kirchnerismo se cansó de denunciar? No, esta entrevista es interesante porque arroja una luz distinta sobre la práctica comunicacional y periodística de los últimos 10 años y nos propone analizar lo sucedido baja la matriz de la confrontación.
Durante la gestión de los medios públicos en el períodos 2003-2015 fueron muchas las críticas que se realizaron a la política desarrollada por el gobierno allí. El eje más fuerte de esa crítica estaba dado sobre la cuestión del pluralismo y el supuesto carácter gubernamental de la programación.
Esta crítica que se desplegaba con fuerza en los medios que hoy Blanck nos dice que estaban en guerra con el gobierno, encontraban en algunos organismos internacionales y en algunos investigadores del campo de la comunicación su fuente de legitimidad.
De esta manera cuando los medios públicos comenzaron a crecer en América Latina, el Banco Mundial o la UNESCO comenzaron a lanzar distintas iniciativas para alertar sobre “el uso partidario de los medios públicos”.
O sea, mientras había “una guerra” entre el principal grupo de medios de la Argentina y el Gobierno electo por el 54% de los votos de la ciudadanía; una alianza entre intelectuales, fundaciones internacionales y especialistas universitarios “alertaba” sobre los peligros para el pluralismo y la democracia del uso partidista que los gobiernos de América Latina hacían de los medios públicos.
Esa “corriente de opinión” a mediados de 2015 y, a pedido de UNESCO, publicó un texto llamado “Principios y “buenas prácticas” para los medios públicos en América Latina” donde se propone que para los medios públicos “La pluralidad de su contenido y la diversidad e imparcialidad de su programación (“el servicio público de difusión tampoco debe promover una posición determinada o apoyar a un partido político determinado”. Por si no queda claro: mientras desde el principal grupo de medios de Argentina se hacía la “guerra” contra un gobierno democráticamente electo, una alianza entre un sector de la academia y los organismos internacionales de la “comunicación y la cultura” decían que los medios públicos no “debían promover una posición determinada”. O sea, debían ser neutrales.
No debe haber mayor ventaja táctica en una “guerra” que impedirle al ejército adversario entrar en batalla a partir de cierto imperativo categórico (los medios públicos no deben representar la posición de nadie, deben ser neutrales), mientras que por otro lado se convence a “la población civil” que no se está haciendo “la guerra” sino haciendo uso de la “libertad de expresión”.
No intento con esto justificar todo lo que hizo el kirchnerismo en la gestión de los medios públicos o cómo lo hizo. Simplemente me interesa dejar en claro que todo lo que se hizo, se desplegó en el contexto de una confrontación política tan intensa que para uno de los principales editorialistas políticos del diario Clarín lo que tuvo que hacer en esa época fue “periodismo de guerra”.