Verdad de perogrullo es que los piquetes son un instrumento nada nuevo en la historia de las luchas sociales. No menos cierto es que, en otras épocas, el corte era sobre todo un instrumento de apoyo y/o de defensa más que una medida en sí misma, y que fue en las últimas décadas que se constituyó como un instrumento eficaz para llamar la atención de demandas, en particular para sectores que no contaban con otros resortes sociales y/o económicos para ser escuchados. Durante el pico de la peor crisis integral que vivió nuestro país, la técnica se consolidó y alcanzó una alta recurrencia. Cuando las cosas se calmaron, naturalmente no desapareció: los grupos sociales no resignan fácilmente las estrategias eficaces, y está bien que así sea. De hecho, su uso se extendió, llegando a ser adoptada frecuentemente en el marco de conflictos marginales, como un instrumento eficaz para presionar autoridades o captar la atención de la prensa, sin requerir para ello un alto despliegue o capacidad de movilización. La apelación al corte de calle adquirió incluso un carácter policlasista, habiendo sido utilizada hasta por sectores patronales, como en aquellos días olvidados de la 125.
Así las cosas, el piquete ha quedado plenamente incorporado al imaginario social, contando aún hoy con un alto grado de tolerancia, mal que les pese a los que andan anunciando con añoro un oleada conservadora que no se condice con la sociedad que somos (desafío a quienes discrepen que traten de cortar entre diez personas una arteria principal en, pongamos por caso, Santiago de Chile, sin más consecuencias que unas cuantas puteadas de automovilistas, como pasa acá) A pesar de todo esto, el piquete continúa siendo una acción estrictamente ilícita, como lo demuestran las pocas pero existentes causas judiciales abiertas por “obstrucción del tránsito” (art. 194 del Código Penal) Tremendo desfasaje normativo este, que debe ser subsanado salvo que se quiera coleccionar reglas autoritarias o inaplicables, según la coyuntura. Después podemos discutir el proyecto de Ley concreto presentado por Kunkel, (aunque para no esquivar el bulto, los puntos mencionados en la prensa me parecen, a priori, razonables y coincidentes con los que existen en otros lares; es una práctica demasiado habitual de nuestros legisladores eso de replicar legislaciones foráneas), pero veo tanta urticaria con esto, incluso desde sectores del kirchnerismo, que el primer debate que se debería zanjar (al menos para adentro) es el de la necesidad de que se incorpore (con su consecuente regulación) al marco del derecho una realidad práctica y recurrente como es el corte de calles.
Alguien por ahí preguntaba con sorna si los obreros del “Cordobazo” habrían pedido permiso, como se supone exigiría la nueva ley, y la respuesta obvia es que no: desde Locke que sabemos que una sublevación popular no se hace bajo el amparo de las instituciones sino en contra de ellas, en nombre de un derecho superior. También infringíamos la Ley los que en diciembre de 2001 salimos a la plaza pese al Estado de Sitio. Pero, en el medio de este tipo de convulsiones, hay algo que se llama la vida cotidiana, con sus protestas, sus conflictos y sus tensiones de todos los días. Los piquetes se han incorporado inevitablemente a ese mundo de lo habitual, aunque no lo acepten tanto izquierdistas (que los viven con la excepcionalidad de lo “pre-revolucionario”) como derechosos (que aún hoy creen que es posible erradicarlos). Hacer que esta incorporación de facto sea plenamente institucionalizada es tarea de la política, que no solamente es el conflicto sino también los esfuerzos que hacemos para transitarlo de la manera menos traumática posible, mientras se pueda.
Lo importante es que si se reglamenta la legitimidad se restrinja a las formas de la protesta y no a las causas. No se debería ser judiciable cuáles reclamos son legítimos y cuáles no.
Lei hasta el final, tres párrafos, y todo para qué? Era obvio que no ibas a estar a la izquierda de Kunkel (qué iluso fui, jaja). Lo esencial de un análisis elementalmente objetivo consiste en juzgar cúal es la intención política de una medida x, en este caso el proyecto de ley para modificar la legislación que regula el corte de vías de tránsito masivas. El paro nacional fue el 10, y es inevitable relacionar un hecho con otro.
De todos modos, ya sabemos desde hace bastante más tiempo que el empirista británico la distancia efectiva existente entre el plano legal y la acción material de los sujetos (individuales y sociales); así como es conocido el hecho de que quienes manifiestan pueden eventualmente trascender las formas impuestas por el código de contravenciones, en última instancia la decisión gubernamental de reprimir una protesta (sea la que fuere) remite a una dimensión ubicada más allá del ordenamiento jurídico vigente al momento determinado en que se produzcan los hechos.
En definitiva lo empíricamente demostrable es la relación que vincula el tratamiento de este tema con el contexto particular de deterioro económico, en el marco más general de fin del ciclo político que se abrió pos 2001. Ante un escenario concreto más convulsionado, es necesario ajustar las normativas a posibles usos de la fuerza armada estatal. Sín embargo, y aun sin considerar los motivos ni los actores específicos de un piquete tal, el «equilibrio institucional» puede ser alterado en cualquier momento ya que la lucha de clases desborda constantemente los límites que intentan contener la dinámica intrínsecamente conflictiva del proceso histórico. De esta manera, inevitablemente se va a ver truncada una vez más la quimera fantástica del progresismo que desea lograr la plena institucionalización de los conflictos derivados de la sociedad clasista.
Para mi fue un desastre la prpouesta de Kunkel porque refuerza el desprecio de la clase media hacia la protesta social. Pero fue solamente una manera de buscar adhesiones sobre todo de la clase media porteña. Para mi no hay ningún plan macabaro de los que describís vos. De hecho, si recordás bien, en la campaña legislativa de 2013 Martín Insaurralde habló de la baja de imputabilidad de menores. Y fue sólo para buscar votos de esos sectores, ya que ni siquiera se trató en el congreso. Lo mismo ocurrió ahora, ni se trató en el cogreso la ley. Por otra parte, Cristina no necesita ninguna ley para reprimir. A veces la paranoía no deja pensar claramente. El derecho de transitar libremente en la vía pública está en la constitución, si quiere reprimir, ya tiene la ley que le perimite hacerlo: garantizar la libre circulación. Ni Duhalde, ni Menem ni De la Rúa hicieron leyes especiales para reprimir. Todo esto fue puro ruido, no se buscaba reprimir, si Cristina quiere hacerlo ya puede. Y tendría el apoyo de la clase media. Es decir, todo esto fue solamente para llamar la atención, de la peor manera para mi. Y no creo que se junten votos de la clase media haciendo propio el discurso de la derecha. Entiendo que fueron estrategias políticas pero para mi se equivocaron. Soy K.
‘…la sociedad que somos…’ Sobre esa base, como por la mayor parte de la historia la humanidad anduvo
casi en pelotas comiendo con las manos y matando a quien nos preocupaba, no se adonde lleva tu validacion de lo que sea en base a lo que ‘somos’. Las sociedades que no se proponen ser de mierda se ponen objetivos a lograr. En una democracia autentica y que funciona el piquete, la manifestacion, etc, van a pasar siempre como hecho ocasional, porque siempre va a haber algo que el sistema no puede resolver inmediatamente.
Si tenes una democracia que no funciona, el piquete es la forma de corregirla. En general, es preferible un sistema en que las fallas llegan a la atencion del poder antes de que se conviertan en crisis (dificil en un sistema en que nadie representa especificamente a nadie salvo el partido del que son, pero ese es otro tema), asi se puede llegar a trabajar o al hospital sin necesidad de perder el dia o la vida en apoyo de lo que les pasa a quienes cortan la calle.
Si bien se dio por tierra con este proyecto, cuando estábamos en el medio de esta discusión, sentí lo mismo que me sucedió en la campaña legislativa de 2013 con el candidato K Martín Insaurralde. En ese momento, Insaurralde dijo que había que discutir la baja de la imputabilidad de los menores. Es decir, tomó como propio el discurso de la derecha porque era la coyuntura de las elecciones legislativas. Lo mismo ocurrió ahora, donde la «inseguridad» sigue de moda y los piquetes son mal vistos por la clase media. De ninguna manera creo en esa paranoía de los militantes de izquierda que es una ley contra ellos (por cierto, pobre de ellos si su actividad política se limita a hacer piquetes), no son tan importantes en el arco iris político como para que hagan una ley contra ellos. Otra cosa son los piquetes por necesidades reales, en las que los militantes de izquierda que se sintieron agredidos no tienen más derecho que los demás a opinar sobre eso. En definitiva, creo que sectores del oficialismo se están equivocando al tomar la agenda de la derecha (que finalmente no concreta ya que no bajaron la imputabilidad de los menores ni regularon la protesta) para sumar apoyos de la clase media que yo denomino fascista. De hecho hay una trampa que la ignorancia de derecha e izquierda no supo divisar, y es que el derecho a transitar por la vía publica ya existe y si el gobierno quiere, puede reprimir, y no necesita ninguna ley nueva. Así lo hicieron Menem, De la Rúa y Dhualde. Es decir, este tema de regular la protesta era puro ruido, para llamar la atención de la peor manera. Entiendo que son estrategias políticas pero para mi se equivocaron.