Los argentinos hemos construido a lo largo de algunas décadas una democracia de enorme vitalidad. Personalmente, creo que esa vitalidad continuará profundizándose. La realidad histórica, por otra parte, como dicen los hegelianos, va «repitiendo siempre lo mismo, pero siempre diferente«. Con esas premisas siempre en mente creo que puede resultar de gran interés la lectura de este fragmento de O’Donnel, Guillermo. 1972. Modernización y Autoritarismo. Buenos Aires: Paidós.
Sobre los roles tecnocráticos
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El análisis estructural puede ser llevado a un nivel más bajo de generalidad, enfocando en los roles, unidades de análisis ubicadas en la intersección de las estructuras sociales con las predisposiciones de comportamiento de los actores. El concepto de modernización que he venido utilizando implica la posibilidad de incluir el análisis de los roles (en especial de los que he denominado «roles tecnocráticos») como un importante componente de las situaciones de modernización. (…)
Los avances en modernización traen aparejados en un nivel una mayor diferenciación social y, en otro nivel, una mayor penetración de roles tecnocráticos. Tal como lo sugieren los datos del capítulo 1, la complejidad de la estructura social introducida por un nivel más alto de modernización (y por su componente, una más avanzada industrialización) crea necesidades públicas y privadas de gestión y de control en las que la tecnología moderna juega un papel cada vez más importante; esto parece ser cierto cualquiera que sea el tipo de organización social o de régimen político existente. La emergencia de organizaciones de mayor tamaño dedicadas a procesos de producción más complejos; el efecto halo que crea la industrialización sobre actividades de procesamiento de informaciones; los problemas de coordinación de actividades y de unidades social es más diversificadas y más complejas, todo esto requiere el creciente aporte de capacitación de personas que han pasado por períodos prolongados de entrenamiento en técnicas de producción, planificación y control. A medida que la modernización avanza, surgen más roles tecnocráticos en mayor cantidad y sobre mayor número de actividades sociales. Estos roles son siempre una pequeña fracción del total, pero tanto su amplitud como su densidad de penetración crecen con los avances de la modernización.
¿Existen umbrales o puntos críticos a partir de los cuales quienes desempeñan roles tecnocráticos pueden sentirse suficientemente capaces y poderosos para tratar de «solucionar» los problemas sociales más generales y más salientes «a su manera»? ¿Existe tal «manera» propia de quienes desempeñan los roles tecnocráticos, es decir prejuicios o sesgos provenientes de ese desempeño que predisponen en formas específicas para percibir, evaluar y actuar sobre los problemas sociales? Aunque va a ser imposible llegar aquí a conclusiones seguras, estas preguntas parecen de tanta importancia que puede valer la pena analizarlos especulativamente.
Aunque se ha prestado mucha atención a la «revolución de las expectativas crecientes» o los efectos de demostración al nivel de las masas, ha habido pocos intentos de clarificación de un fenómeno muy relacionado y que sospecho tanto o más importante: el trasplante de expectativas que parece ser producido pro el desempeño de roles tecnocráticos en sociedades sujetas a procesos de modernización. Los ejecutivos que concurren a cursos en escuelas de administración cuyo plan de estudios siguen prestigiosos modelos de los Estados Unidos; los oficiales militares que estudian en el exterior y en escuelas militares locales que adoptan el plan de estudios y las doctrinas elaboradas por misiones de «asistencia militar» extranjeras; los «técnicos que obtienen sus títulos académicos en el exterior, todos ellos aprenden técnicas que son específicas a los particulares roles que desempeñan pero, por sobre todo, APRENDEN MODELOS DE ROLES (en mayúscula en el original). La forma en que quienes desempeñan los mismos roles actúan en las sociedades «originantes» (es decir, en las más avanzadas tecnológica e industrialmente), los criterios de logro allí imperantes, el apoyo y las recompensas que aquéllos tienen en las sociedades originantes por y para el desempeño de dichos roles; todos estos aspectos suelen ser transmitidos junto con la capacitación técnica específica al rol de que en cada caso particular se trata.
Este es un aspecto de fundamental importancia. Lo que se transmite desde las sociedades originantes de los roles es una compleja constelación, dentro de la cual la capacitación técnica específica es sólo un componente. Aparte de esta última (en realidad, abarcándola) lo que el individuo adquiere es el modelo de un rol. Y su propia concepción del rol, que debe interactuar con un contexto nacional que difiere fundamentalmente del de la sociedad originante, proviene directamente de los criterios emanados de esta última. Por lo tanto, es erróneo suponer que personas con este tipo de vinculación con las sociedades más avanzadas han adquirido SOLAMENTE un grado (presumiblemente) mayor de capacidad técnica. Si mis sugerencias no son erróneas, una de las preguntas más interesantes que plantea lo ya dicho concierne a qué aspectos (y en qué dirección) del modelo del rol serán ajustados o sacrificados en un contexto modernizante.
Aun las técnicas más específicas dependen, en un grado mucho mayor del que suele reconocerse, del estado de los contextos sociales. Las técnicas son adecuadas sólo en relación con éstos. Si el contexto del tomador de un modelo de rol difiere sustancialmente del presupuesto por el tipo de técnicas que aprendió en la sociedad originante, aun esa capacitación técnica puede ser de escasa utilidad personal y social. Tal como puede esperarse de lo ya dicho, aun la vinculación más casual con los tomadores de roles tecnocráticos en contextos modernizantes suele mostrar la aguda frustración provocada por el repetido «fracaso» del contexto social en ajustarse a sus premisas y expectativas. Desde un punto de vista más pragmático esta situación también suele afectar la obtención de las facilidades y recompensas que son «normalmente debidas» por el desempeño del rol en las sociedades originantes.
Estas frustraciones suelen expresarse en el fenómeno bien conocido de la «emigración de cerebros». Pueden también canalizarse en acción política orientada a transformar el contexto social en formas que, presumiblemente, serán más apropiadas para la aplicación de la capacitación técnica aprendida y para las aspiraciones de recompensa y facilidades de las personas que desempeñan esos roles. Por supuesto, esta motivación puede ser fácilmente racionalizada. Su conciencia de superioridad técnica convence a quienes desempeñan esos roles que, al transformar el contexto social en forma que sirva mejor a sus propias aspiraciones, lo mejorarán automáticamente. Este es el punto en el que es fundamental considerar la interacción de los roles con los otros niveles de análisis hasta aquí considerados: sugiero que las direcciones concretas y el grado mismo en que las referidas frustraciones pueden ser canalizada en acción política tendiente a modificar el estado del contexto social es una función multiplicativa del grado de penetración (en amplitud y densidad) de los roles tecnocráticos en un contexto social modernizantes.
(…) En Brasil y la Argentina, con anterioridad a los golpes de Estado de 1964 y 1966, tanto las escuelas militares como organizaciones formalmente dedicadas a la difusión de puntos de vista empresarios y al entrenamiento en técnicas de administración, se convirtieron en puntos habituales de contacto para las personas colocadas en la «cumbre» de grandes empresas privadas y de las Fuerzas Armadas. Además, aparecieron diversas publicaciones -verdaderos «equivalente funcionales» de TIME y FORTUNE- donde numerosos publicistas difundieron las posiciones de lo que dio en llamarse la «derecha moderna» o «tecnocrática» y desde las cuales se crearon nuevas intercomunicaciones entre quienes desempeñan roles tecnocráticos. Otro importante efecto de esas publicaciones fue difundir pautas de consumo y de prestigio que tendieron a consolidar la «imagen» de aquéllos ante vastos sectores que carecían de sus antecedentes tecnocráticos y de sus posiciones en la cumbre de complejas organizaciones. Aun con información mucho más adecuada que la que dispongo sería difícil ponderar el impacto político producido por la posibilidad que la alta modernización dio para establecer estas vinculaciones (tanto en lo referente a la creación de instituciones que operaron como verdaderos puntos de encuentro como la aparición de medios de intercomunicación más amplios). Pero no me cabe personalmente duda, y alguna evidencia será aducida, de su importancia intrínseca como medio de prestigio socia a las actividades, los conocimientos y la imagen del «estilo de vida» de aquellas personas.
Los efectos de la penetración de los roles tecnocráticos son multiplicativos porque su mayor densidad y amplitud permite la emergencia de una amplia red de instituciones y de medios de comunicación dentro y a través de los sectores que penetran más densamente, y desde ellos hacia vastos sectores sociales. En cuanto a la densidad de penetración en cada sector, cabe poca duda que ella alcanza sus valores más altos en las grandes y complejas empresas características de los niveles más altos de industrialización a que me he referido en el capítulo 1, en las Fuerzas Armadas y otras áreas gubernamentales de planificación y de toma de decisiones en el área económico financiera. En niveles más bajos de modernización la menor penetración (en amplitud y en densidad) de los roles tecnocráticos previene la emergencia de vinculaciones en el número, variedad y permanencia que caracteriza a las situaciones de más alta modernización. Las diferencias detectables en diferentes grados de modernización de los centros nacionales al nivel de la estructura de roles parecen tener importantes consecuencias políticas. Vale la pena explorarlas, aunque sea tentativamente.
La vinculaciones promueven el mutuo reconocimiento. Cualquiera que sea el sector social dentro del cual operan, quienes desempeñan roles tecnocráticos comparten importantes características. Sus modelos de roles y con ellos sus expectativas acerca del estado «adecuado» del contexto social, provienen de las mismas sociedades. Su entrenamiento señala una modalidad «técnica» de solución de problemas. Los aspectos afectivos o emocionales de los problemas carecen de sentido, las ambigüedades de la negociación y del quehacer político son obstáculos para las decisiones «racionales», el conflicto es por definición «disfuncional». Sus «mapas» de la realidad social, las premisas que sesgan la percepción y evaluación de la realidad social, son similares. Lo que es «eficiente» es bueno, y resultados eficientes son aquellos que pueden ser fácilmente cuantificados y medidos. El resto es «ruido» que un tomador «racional» de decisiones debe tratar de eliminar de su cuadro de atención. El tejido de la realidad social es radicalmente (en algunos casos uno tal vez debería decir «brutalmente») simplificado. Es posible que esa simplificación no sea negada en sí misma, pero es vista como un requisito indispensable para poder manipular la realidad social en la dirección de lo «eficiente». La resistencia de muchos problemas, y de muchos sectores que se hallan detrás de esos problemas, a ser agotados o subsumidos completamente en consideraciones de eficiencia, tiende a ser vista como indicación de cuánto «progreso» queda aún por obtener. Esta puede ser una descripción exagerada de una mentalidad que es raramente hallable en sus formas más puras, pero me parece que corresponde bastante bien al tipo de argumento usado, pro muchos de los que desempeñan roles tecnocráticos y de los que éstos influían por el efecto de halo, en al evaluación del contexto social tal como se les presentaba con anterioridad a los golpes de Estado de 1964 y 1966. Y me parece que corresponde aun mejor a la concepciones que inspiraron las políticas socioeconómicas que inmediatamente siguieron en ambos países a la ejecución de esos golpes.
Hay también importantes similitudes en el tipo de carrera que suelen seguir quienes desempeñan roles tecnocráticos. La mayor parte de ellos ocupa altas posiciones burocráticas, a las que llegan luego de exitosas carreras organizacionales. Este común antecedente puede reforzar la tendencia a definir sus utopías sociales como mundos ordenados en los cuales los niveles de autoridad se hallan claramente definidos y donde las decisiones son tomadas por aquellos que presumiblemente han adquirido jerarquía y capacitación técnica específica.
El muto reconocimiento entre quienes desempeñan roles tecnocráticos en diferentes sectores sociales es promovido por el desarrollo de «lenguajes» comunes. Los viejos recelos entre intelectuales humanistas, hombres de empresa incultos y militares «cuarteleros» han sufrido cambios fundamentales. Muchas personas dentro de esas categorías han adquirido una común formación tecnocrática y descubierto que comparten un lenguaje (o jerga…) técnico. Esto facilita las comunicaciones desde una especialidad y desde un sector a otro, pero por la misma razón las hace más difíciles desde y hacia los sectores sociales que carecen de esa común formación tecnocrática. La creciente comunalidad en la codificación e interpretación de la información entre los roles tecnocráticos fomenta su cohesión a través dellos sectores sociales que han logrado penetrar más densamente. Pero esto mismo los aísla aún más de la mera inteligibilidad de las demandas y de las escalas de preferencia de otros sectores sociales.
El reconocimiento mutuo y un común «lenguaje» promueven una evaluación mucho más optimista de sus capacidades CONJUNTAS por parte de quienes desempeñan roles tecnocráticos. Mientras más penetran sectores sociales es más probable que crean que su capacitación conjunta les permite resolver una amplia gama de problemas sociales. En contextos menos modernizados, aunque quienes desempeñan estos roles tienen el mismo nivel de capacitación individual, su menor número y grado de penetración (en amplitud y densidad) los condena a un mayor aislamiento. En estas condiciones tales personas pueden tender a evitar compromisos políticos directos o bien, dado que una coalición centrada en ellas sería demasiado débil, pueden buscar participar en otro tipo de coaliciones para canalizar su acción política. Pero en condiciones de alta modernización que han derivado en pretorianismo de masas, es probable que se forme una coalición golpista en la que tengan participación dominante las personas que en diversos sectores sociales, ya mencionados, desempeñan roles tecnocráticos. Estas personas ya han logrado, por el mismo alto grado de modernización de su contexto social, una densa penetración (y, por lo tanto, un importante grado de control) en sectores sociales que tienen crucial y creciente gravitación en situaciones de alta modernización y relativamente avanzada industrialización. Esta misma circunstancia influye para que esas personas tengan muchas más confianza que sus similares de contextos menos modernizados en su capacidad conjunta para gobernar y efectivamente remodelar el contexto social de acuerdo con sus intereses y predisposiciones. Dada una situación de pretorianismo de masas, los propósitos básicos de quienes participan en la coalición centrada en los roles tecnocráticos tienden a estimular una drástica transformación del contexto social en formas que supuestamente permitirán la aplicación más libre y más amplia de su capacitación técnica, así como la expansión de los sectores sociales que han penetrado más densamente.
Operando en un contexto que difiere en aspectos esenciales del presupuesto por sus modelos de roles, quienes toman y desempeñan roles tecnocráticos en una situación de alta modernización se constituyen en el eje de una coalición apuntada a la inauguración de un régimen político autoritario «excluyente». La habitual adhesión verbal a la democracia política muestras ser el componente más débil, el eslabón de la cadena que es más fácilmente sacrificado dentro del modelo de rol que esas personas han tomando de las sociedades originantes. Este ajuste del modelo del rol permite la adopción de decisiones políticas que, mediante la instauración de un régimen político autoritario, permitirá supuestamente un desempeño mejor y menos restringido del rol.
Las siguientes hipótesis pueden ser ahora formuladas:
Hipótesis 2: La transmisión de capacitación técnica desde las sociedades económicamente más avanzadas es sólo un aspecto de un fenómeno mucho más complejo: la transmisión de modelos de roles, que incluyen expectativas acerca de las carreras personales y del estado adecuado del contexto social, que corresponden a las sociedades originantes pero no a las sociedades receptoras.
Hipótesis 3: Debido a esa falta de correspondencia, el desempeño del rol (incluyendo al aplicación de la capacitación técnica aprendida) no puede cumplirse como en las sociedades originantes. La frustración consiguiente es canalizada, con alta probabilidad, en acción política por parte de quienes desempeñan estos roles.
Proposición 13: La alta modernización implica mayor amplitud y penetración de roles tecnocráticos en los centros de cada unidad nacional.
Hipótesis 4: La mayor amplitud y penetración de los roles tecnocráticos facilita multiplicativamente el establecimiento de vinculaciones interinstitucionales y de comunicaciones entre quienes los desempeñan. Igualmente, tiende a ejercer un importante efecto de halo sobre sectores y personas que carecen del tipo de formación de aquéllos.
Hipótesis 5: Cuanto mayor es la penetración y las vinculaciones entre quienes desempeñan roles tecnocráticos, más favorable tiende a ser la propia evaluación de su capacidad conjunta para resolver los problemas sociales más generales e importantes.
Hipótesis 6: Cuanto mayor es la penetración de los roles tecnocráticos, mayor es el grado de control que quienes los desempeñan ejercen sobre sectores y actividades sociales que, centradas en grandes y complejas organizaciones, van adquiriendo creciente importancia política y económica con los avances en la modernización.
Hipótesis 7: Si la alta modernización ha generado una situación de pretorianismo de masas, la evaluación de sus capacidades conjuntas por parte de quienes desempeñan roles tecnocráticos tenderá a influir en la formación de una coalición golpista en la que jugarán un papel predominante. Esta coalición intentará transformar el contexto social en formas que se suponen más favorables para la aplicación de la capacitación adquirida para y por el desempeño de roles tecnocráticos más conducentes a la expansión y creciente dominación política de los sectores sociales que esos roles han penetrado más densamente. El éxito de tal intento producirá la inauguración de un régimen político autoritario excluyente de la participación y las demandas políticas del sector popular.
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