Comento hoy en este post de La Barbarie:
Quintín, connotado carriotista, es de los tipos que lo llevan a uno a decir lo que Michael Corleone: «Cuando creés que estás afuera, te vuelven a meter». Porque: uno creería que la victoria (?) opositora (?) del 28J los haría crecer hasta aceptar, al menos, los derechos recauchutados de la institucionalidad kirchnerista. Pero no: ellos porfían en cancelar de plano la experiencia y auguran su hecatombe final, que les viene siendo tan esquiva como a la mismísima Elisa Carrió.
Entonces uno -aun coincidiendo con Freud en que hay tres tareas «imposibles»: psicoanalizar, gobernar y educar- vuelve a rescatar, por ejemplo, la trascendencia social de los nuevos juicios a los desaparecedores. Pero no: los quintines argentinos ya aniquilaron su entuerto con un mero «lo que pasa es que Kirchner cooptó a Madres, Abuelas, Hijos, Familiares, y todo lo demás también, sólo por conveniencia».
Y así operan como operaron los que ningunearon el Juicio a las Juntas porque sólo juzgó jerarcas; y así es como pusieron sus granitos de arena para las hiperinflaciones del 89 y 90.
Los quintines de este mundo son los espíritus que se zarpan en libérrimos, hasta independizarse de la realidad material de los millones que constituyen su propia sociedad (ontológicamente previa al individuo: chapeau, María).
A simple vista los puedes ver: son los jóvenes de ayer.
Los jóvenes de hoy, Alejandro Rozitchner por ejemplo, que es al «coaching político» lo que Nik al «humor gráfico», llegan a decir: «La derecha es un invento de la izquierda». Y, además, mientras se fuman un Fino Palacios, perpetran otras violaciones a la razón y el buen sentido, como: «La izquierda es una ideología depresiva de los que no entienden cómo funciona realmente el mundo», o: «Videla no era de derecha, era simplemente un criminal, un delincuente». (Un no izquierdista como Pappo le diría: «Buscate un laburo honesto«. Barrionuevo, que en este país hay que dejarse de robar al menos por dos años. Reagan: «Winner don’t use drugs«.)
Quintín, Rozitchner, Nik y tantos otros, operan como rémora idealista para los materialistas, que creemos que si bien los Planes JyJ pueden llegar a cercenar derechos políticos es sólo después de ser la real satisfacción de los más básicos derechos vitales, existencialmente previos. Y cuando les hablás de desarrollo económico te saltan con que «esto es un capitalismo de amigos», como si el capitalismo no fuera, en sí y para sí, un sistema de amistades (o de intereses permanentes, que viene a ser más o menos lo mismo).
No sé cómo definir «derecha», pero sé que la derecha a la que aspiro (resultante del campo de maniobras que debemos construir) es una que sea tan materialista como la macrista (negocios son negocios, y ellos son los empresarios) pero al menos algo menos prebendaria. Una derecha que piense en qué le gustaría poner la guita dentro de un tiempito, cuando aclare. Si en bicicletas de aluminio, en electrónica, en laboratorios, en energías renovables, en un complejo industrial alimentario que tome la producción de miel «en terroir» como regulador económico-ecológico. Una derecha que reconozca que las posibilidades de lucrar son muchas, muchas más que la que reclaman como única solución, aunque, eso sí, es cuestión de ponerse a laburar mucho y arriesgar un poco.
Finalmente agrego:
Ojo: la Oposición Rural se puso existencialista. No sólo porque la mansa vaca ya se cansó, sino por un cartel que llegué a leer en los piquetes paquetes televisados el año pasado: «Sólo nos conocemos cuando sabemos qué podemos hacer».
Que no nos roben la alegría de vivir luchando contra la inopia.