Dijo, Cristina, no textual, entre otras cosas, lo siguiente, como más importante a mi criterio: 1) «No somos eternos, estamos viejos, ustedes tienen que ser la custodia de todo esto de acá en más y no permitir que se de un sólo paso atrás». 2)«Hay que pensar nuevas formas de intervención del Estado, adaptadas a los tiempos modernos, pero dejando en claro que para siempre el Estado va a ser el que conduzca». 3) El agradecimiento –por segunda vez en pocos días– a las fuerzas legislativas opositoras que decidieron acompañar el proyecto de expropiación de YPF.
Podemos creer que ninguna tiene que ver con la otra; o podemos –yo quiero hacerlo– hacer el esfuerzo de suponer que a todas ellas las une un hilo conductor. No voy a insistir en abundar con mi convicción de que la dimensión de estadista de la Presidenta Cristina Fernández se puede rastrear en su capacidad de articulación de distintas variables en función de la construcción de un trazo proyectivo que las vertebre.
Tengo ganas de robar cada palabra de un texto que escribió Hernán Brienza para Tiempo Argentino el 3 de julio del año pasado. O de otro, también de Brienza, éste último dos días después de las PASO.
Copio y pego algunas cositas, nomás, a los fines de no abusar del recurso de la cita:
* “La síntesis es la tentación de todo movimiento político nuevo que aparece en la política. Tiende a verse a sí mismo como una superación dialéctica de los antagonismos existentes, ya sea como negación de una de las partes o como entrelazamiento de los viejos sectores antagónicos. (…) La Unidad Nacional en cambio funciona no como síntesis sino como superación de los antagonismos por el acuerdo de las diferencias circunstanciales. (…) La presidenta Cristina Fernández ha hablado mucho de «unidad nacional» en los últimos meses. Intuyo que ha de ser el desafío más importante que tendrá el modelo nacional y popular en los próximos años: no ya volverse hegemónico -producto de la síntesis, si se quiere- sino dar un paso más: convocar a la unidad nacional, incluir a lo diferente -no antagónico, claro- para enfrentar a lo Otro: a las corporaciones, a lo no legitimado por las mayorías, es decir, al capitalismo que tracciona a lo monopólico, concentratorio, monocultivista. (…)”.
* “El 50% obtenido ayer por la presidenta la convierte en la única personalidad política que tiene una relación personal y afectiva con el electorado. Y sin dudas es sólo el piso. Si en estos meses Cristina continúa con su convocatoria a la unidad nacional y profundiza su estilo equilibrado entre la ética de la convicción y la moderación, ese porcentaje se ampliará aun más el 23 de octubre, porque además habrá que sumar el natural voto a ganador que funciona en las sociedades. Ese margen de acumulación política le permitirá a la presidenta ponerse no sólo por encima de los demás políticos sino también, en términos simbólicos, como la personificación misma del Estado. Es decir, esa voluntad general funcionará como poderoso equilibrador entre los distintos intereses de la sociedad. Por primera vez, quizás desde 1973, un político -Juan Domingo Perón, con el 63% de los votos- no acumula tanto poder para lograr imponer un pacto social y político a los grupos de presión de la sociedad argentina. (…)”.
* “(…) un tercer período consecutivo del proceso kirchnerista consistiría en un tendido de puentes hacia varios sectores de la sociedad. Definida como la etapa superior del kirchnerismo, sus principales componentes sería la institucionalización de sus transformaciones, la profesionalización de su aparato burocrático, la consolidación política de sus cuadros, la profundización de sus medidas tendientes a la defensa de los intereses nacionales -propiedad, trabajo, producción y exportación- y populares -redistribución de la riqueza, protección social, inclusión laboral y mejoras en las condiciones de trabajo- y la instalación de un aparato cultural que permita construir un cuerpo de ideas y valores para la acción. Es decir, constituirse como bloque histórico hegemónico y para ello es prioritario superar la lógica de las partes e instalarse por encima de las facciones en pugna. Es hegemónico un proyecto político cuando logra colocarse como un todo por encima de las partes y sus rencillas mínimas, cotidianas, circunstanciales. Se es hegemónico cuando algo se metaforiza como un todo y tiene la capacidad de opacar a las demás partes.
Hasta acá, Brienza. Aviso que no está todo en orden. Ojo: en Segundas Lecturas, con menos gracia claro, hemos dicho muchas cosas parecidas a estas, creo, desde que una reelección de Cristina se empezó a vislumbrar como posibilidad cierta. A saber:
* “Cuando, en los primeros tiempos de su mandato, CFK demostró que iría por la sintonía finade un modelo que hasta allí no se había mostrado sino a grandes rasgos, y apuntó a agudizar las contradicciones proyectivas con la resolución 125, que quería jugar en pos de la diversificación productiva a los fines de liberar al país de la fuerte dependencia que todavía hay con el agro (lo cual otorga a las patronales rurales la posibilidad de incidir fuertemente en la conducción nacional), quedó claro que la interrelación operada a partir del “Proceso” (trama de intereses que siempre se intenta mantener oculta e incide determinantemente en cada discusión por la definición del proyecto de país), estaba vigente como siempre, el establishment no se había amansado y la disputa no estaba (ni está) resuelta ni mucho menos.” (Digresión:no lo recordaba yo, pero ya el 12 de enero de 2011 hablé de sintonía fina. Sorry por mi capacidad de anticipación. Hecho el apunte narcisista, volvemos).
* “Y cuando desde nuestras filas se clama por profundizar, modificar estructuras jurídicas actuales si se convierten en impedimentos para encarar el trazo fino de un modelo de crecimiento, acumulación y distribución, debería figurar primero. Pero también, machacar culturalmente con qué hacerlo no es un pecado, forma parte de las posibilidades democráticas darnos instituciones distintas de las que hoy tenemos si se considera necesario hacerlo, que no todo termina en el constitucionalismo liberal y las visiones conservadoras respecto de la economía, lo social y lo político. Porque será difícil si no se empieza por aquí.”. (Del mismo 12/01/2011).
* “Cristina elige, correctamente, encarar una de las últimas épicas que le faltaban: morder en el hueso de la economía para construir la perdurabilidad del proyecto en el tiempo e independientemente de la propia conducción de Cristina (ya construyó políticamente, consolidando al kirchnerismo como línea hegemónica al interior del peronismo –de lo cual ya hablamos a principios de año-; culturalmente, donde ya mejor que yo ha dicho lo suyo Beatriz Sarlo, se viene logrando una reconfiguración de las categorías de análisis). Ahora, se termina de cerrar el círculo, articulando la constitución de su sustento político en un proyecto de gestión que reforme estructuras en profundidad.”. (Del 14 de abril de 2011, en ocasión de comentar la decisión de la Presidenta de hacer ingresar directores para representar al Estado en las empresas de las que heredó tenencias accionarias en virtud de la reestatización del sistema previsional).
* “(…) nuestra sociedad no es la misma. Cada uno califique cómo más le plazca al kirchnerismo, lo indudable es que la sociedad se ha vuelto mucho más compleja, heterogénea a su interior -y contradictoria- como producto de los avances sociales experimentados en ocho años. Como alguna vez comentara sobre los dramas que vive Chile en la actualidad, las sociedades jamás dejan de demandar, sí sus requerimientos se reactualizan. Y hete aquí que la discusión está mal encarada desde el vamos. Reducir la misma a un planteo de términos conocidos (presidencialismo vs. Parlamentarismo), no es lo más conveniente. Claro está, a mi entender, que los esquemas conocidos de diseños institucionales de Estado ya no responden a lo que son las demandas sociales en la actualidad: la forma en que explotan las revueltas populares en el mundo árabe, España, Grecia, Israel, Chile, ahora EEUU, no son casuales y hablan, en algún punto, de lo mismo: los gobiernos de todos esos países cuentan con herramientas que lucen estériles para afrontar lo nuevo en términos de reclamos ciudadanos. Las protestas estallan de la manera en que lo hacen porque el sistema es incapaz de enmarcarlas. Así de simple. (…) Hay, sí, que pensar un nuevo Estado. Así lo han hecho, insisto, Venezuela, Ecuador y Bolivia, donde los gobiernos populares emergentes de las crisis estructurales del republicanismo liberal pusieron en agenda, ante todo, la readecuación de sus Constituciones como ofertas de campaña a los fines, claro, de hacerse eco de las demandas de sus ciudadanos, imposibles de ser canalizadas por las instituciones obsoletas del statu quo anterior. (…) No se trata de despreciar la institucionalidad –de lo que habitualmente se acusa simplonamente a los populismos (categoría de la que nuestra “academia” sabe muy poco)-, sino de darse una nueva. Por decir algo, hasta renovadas formas de propiedad han alumbrado esos países. Y lo principal, desde ya, pasó por desarrollar estructuras jurídicas que aseguraran la incorporación al sistema de los emergentes sociales. Las reelecciones indefinidas, por mucho que se diga, no son lo principal allí: por caso, en Bolivia no existe. (…) Urge discutir hasta nuevos esquemas de limitación de los poderes de gobierno (no sólo del Ejecutivo). De relacionamiento entre ellos. Dar lugar a nuevas formas de expresión política, de agrupamiento económico. Cómo se garantizará a todo lo nuevo que será parte del Estado de Derecho. (10 de octubre de 2011).
* “No obstante ello, y como venimos diciendo hace un buen tiempo, Cristina no será eterna. Es necesario, entonces, desparramar el nuevo sentido de gestión en construcciones institucionales a lo largo y a lo ancho del país –para atacar, también, las desigualdades territoriales-. Construir Estado (expandirlo, desplegarlo por todos los resquicios de la sociedad) que, vía gestión concreta, impregne de estabilidad y proyección los nuevos tiempos; o sea, la verdadera garantía de continuidad del modelo.” (Última, del 18 deoctubre de 2011).
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Con, de nuevo, las disculpas del caso por la extensión del texto y la abundancia de citas, vamos a por lo nuestro, en concreto y específico, sobre el sentido del mensaje dado en Vélez por la Presidenta.
Cristina ha comprendido, creo, que la reconfiguración institucional del Estado se hace imprescindible. Para que lo mejor de lo actuado hasta el momento no termine cayendo en saco roto. Un legado sobre cuya aceptación, su esencia, hay que rastrear en dos pronunciamientos populares en serie en dos meses a valores históricos en 2011atento a lo que habían sido los cuatro años de mandato. Y, además, de que en los hechos se trataba de la inédita tercera posta consecutiva de un proyecto político de programa de gobierno popular. Con el agravante de que se trataba de la primera elección en que la decisión de las urnas no se correspondía con la voluntad del poder fáctico (real, permanente) por cuyas voluntades habían pasado las directrices nacionales ininterrumpidamente desde 1976 y hasta 1983.
La construcción del marco de oportunidad, mérito y conveniencia para comenzar a encarar un tema que se vuelve impostergable. Nada que pretenda para sí el título de proyecto o de modelo puede quedar librado a la suerte de una única persona. Porque puede ocurrir, también, que pierda una elección. O que, sencillamente, no quiera seguir. Y mil imponderables más, feos, que por tanto ni vale la pena mencionar. En definitiva, Cristina actúa, con gesto de estadista, en función de la inteligibilidad del futuro. Así las cosas, hay la obligación, para la militancia, de construir liderazgos capaces de tomar la posta. Sencillo.
Hace bien en la Presidenta convocar a la construcción de la fuerza popular que sostenga y promueva en las calles lo que luego simplemente habrá que traducir en normas. La correlación de fuerzas, que se le llama. Pero una reforma constitucional, que, por lo dicho por Cristina (y no sólo hoy: ya van muchas), no incluirá su continuidad más allá de lo actualmente permitido, no puede prescindir del llamado a los sectores que no se sienten comprendidos en el kirchnerismo.
Se trata de conseguir cimentar los términos de discusión que mejor le sienten a los intereses del programa de gobierno de las clases populares, el que se viene desplegando desde 2003. Obturar la posibilidad del retroceso en términos de derechos ante la hipótesis de un cambio en las urnas. Pero a partir de la seducción, del planteo de la conveniencia trasversal de la profundización de este rumbo a quienes no forman parte del espacio (pista 2), descartando que cualquiera de esas intenciones pueda tener que ver con intereses personales (pista 1) y sin mezquindad (pista 3).
Cristina apeló, según yo entiendo, a la unidad nacional para construir un nuevo marco, porque existe la necesidad de acudir a ella frente a un mundo que no será el mismo, frente a los límites concretos que, en diversos sentidos, enfrenta la profundización del trazo proyectivo inaugurado hace ya 9 años y frente a los que “acosan” a la continuidad de la fuerza en cuestión en el gobierno.
Primeros aportes a un debate, que, creo, deberá entrar en letra chica pronto, y cuyo acaecimiento observo indetenible. Que así sea. Lo creo saludable.
Sería un tremendo bajón transitar una restauración neoliberal en 2015, o en el resto de mi vida. Pero si lo eligen a Macri abandono la política.