* El macrismo se ve obligado desde el gobierno a innovar las habituales herramientas de los gobiernos de derecha, ya que las mismas están destinadas al fracaso si intentaran conquistar los votantes necesarios para mantenerse en el poder. Porque objetivamente en esta época es inviable el modelo menemista de construcción que aplicó un proyecto neoliberal en los noventa, ya que actualmente existen incontables diferencias de contexto y estilo con aquella época. Para nombrar sólo un par, diremos que Menem en los primeros años hizo olvidar a la nefasta hiperinflación del alfonsinismo (y la propia) y contó con las estructuras sindicales y el recuerdo popular de la desilusión con el alfonsinismo a su favor. Macri, por el contrario, estaría generando la desilusión de muchos de sus votantes al no poder cumplir con las promesas de campaña, y sufre además con el recuerdo de los años de la redistribución económica del kirchnerismo, que su gobierno se empeña en destruir. Además, Menem realizó un trasbordo de votantes entre las elecciones de 1989 y de 1991 en adelante. Su mutación ideológica le hizo perder muchos votantes de las clases populares y peronistas, pero también le trajo nuevos votos de las clases alta y media alta y de antiperonistas que lo llevaron a la reelección. En el caso de Cambiemos, eso es más difícil de lograr ya que las mayorías que lo votaron en 2015 serán las más perjudicadas por su plan, y los pocos beneficiados por su gobierno ya lo votaron entonces, y para peor, son una minoría.
Un triunfo avasallante de cartón pintado.
Luego de conocerse los resultados de las PASO, abundaron los análisis mediáticos sobre los números que arrojaron las urnas. La enorme mayoría de ellos se dedicaron a explicar o enumerar las razones por las cuales la sociedad habría ratificado el rumbo del gobierno. Se pretendió instalar que se trató de un exitoso plebiscito a favor de las políticas oficialistas, de la misma manera que, supuestamente, lo había sido la marcha del #1/4 de este año, la que el gobierno usó para lanzar la etapa que denominamos aquí como #1A, 1° de abril de 2017, el día de la caída del Gral. Lonardi. De esta manera, se repite esa receta publicitaria triunfalista con las PASO del #13/8, y el macrismo y el establishment imponen en el sentido común popular que estos comicios han sido un gran triunfo del macrismo en todo el país. Sin embargo, si nos remitimos a los fríos números y las condiciones de cada contendiente frente a estas elecciones, encontraremos algunos detalles que es necesario señalar:
* Más allá de la treta publicitaria de demorar la carga de las mesas desfavorables que fijó un falso triunfo de Bullrich por 7 puntos en las pantallas de TV en el prime time, la realidad parece mostrar más un triunfo inocultable de CFK de por al menos 2 puntos. Pero, además, deberíamos caracterizarlo como el triunfo de la supuestamente desprestigiada y acabada Cristina sobre la mismísima gobernadora Vidal, ya que fue ella quien se interpuso entre los electores y sus candidatos, y no solo en los spots de propaganda sino en la numerosas apariciones en todos los programas de TV posibles durante su raid de la última semana, cuando las encuestas mostraban que la expresidenta no cedía en las preferencias de los bonaerenses. Igualmente, esa gira mediática de la carismática gobernadora, que opacó cualquier noticia sobre la modesta campaña de Cristina, sólo pudo ayudar a los candidatos de Cambiemos a alcanzar un 34,19% de los votos, menos aún que el 35,18% del desprestigiado Aníbal Fernández en 2015.
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* Debe destacarse también para sopesar esos resultados, que Cambiemos S.R.L. (Sociedad de Responsabilidad Limitada porque la suya se limita a gobernar y echarle la culpa a la administración anterior) cuenta con todos los medios hegemónicos a su disposición, con la profusa estructura gubernamental de acceso a las redes sociales, con los tres presupuestos más grandes del país (nacional, de Buenos Aires y de CABA), con todos los servicios de inteligencia y las fuerzas federales, además de las policías de la ciudad y la provincia. Sin menospreciar la ayudita de los fiscales y jueces amigos, dispuestos a llevar a la tapa de los diarios y las pantallas de TV a cualquier exfuncionario K que la necesidad electoral macrista requiera.
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* Por otro lado, CFK no cuenta para desplegar su discurso proselitista con la estructura del estado, ni el dinero suficiente debido al cambio de clima político que le restarían apoyos más explícitos, y a los distintos embargos judiciales sufridos. Además, ella debe batallar contra una avasallante campaña de desprestigio desplegada desde diciembre de 2015, que la sindica como «chorra», «política acabada», «traidora de la Patria», «asesina de Nisman», y que la convierte no en exjefa de estado durante ocho años sino en la «jefa de una asociación ilícita» que invadió el estado para delinquir.
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* Sin embargo, el gobierno cuenta con el inconveniente de tener que cubrir las expectativas nacidas en sus votantes de 2015, quienes esperan diversos y difíciles resultados en lo económico (mejora en su situación personal) pero también el lo político (transparencia en la función pública, no injerencia en la justicia, prisión para casi todos los funcionarios kirchneristas). La economía no sólo no remonta sino que está en caída y no tiene visos de recuperación. Además, la economía familiar y nacional de los argentinos hasta 2015 está allí como referencia cercana, para quien quiera comparar su presente con su pasado. En cuanto a la transparencia y la independencia del poder judicial, lo que vemos es que a diario va desapareciendo.
A su vez, Cambiemos tiene la pesada carga de sus propias medidas económicas, que generan este presente de penurias para la mayoría de la población y un futuro ideal que promete que será mejor pero que nunca llega.
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* En cambio, el kirchnerismo cuenta con su propia carga de errores y falencias, pero que ya ha pagado en noviembre de 2015, cuando fue derrotado por dos puntos. Su fortaleza se encuentra en que, habiendo alcanzado su piso electoral de 35% en Buenos Aires, ahora sólo le queda crecer, ya que la persecución política y la denostación permanente en los medios de Cristina parece convertirse en pólvora mojada. También cuenta con el 20,73% de votos en CABA y el 27,88% obtenido en Santa Fe; su capacidad de movilización y su pasado en el gobierno, que serán más importante a medida que pasen los días y la economía macrista siga haciéndose carne en las penurias de este modelo.
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* Si repasamos todas las provincias, veremos que frente a los resultados para diputados de 2015, Cambiemos ganó votantes en 22 provincias (CABA y Buenos Aires entre ellas) y perdió adhesiones en 2 (entre ellas la Jujuy de Morales).
Ya es repetitivo referirse a las incumplidas promesas que Cambiemos esbozó antes del balotaje, pero es un punto obligado a considerar al analizar la creciente desilusión de sus votantes. Y aquí detengámonos para hacer un breve análisis de los resultados de estas PASO.
Los resultados en las urnas deben compararse con los de elecciones similares, no con las que se tengan más a mano, como ser las del balotaje, por ejemplo, y achacarle al oficialismo haber perdido en el camino gran cantidad de votos (de 51% a 35%). Veamos entonces qué arroja una comparación más adecuada.
Si el resultado final de estas PASO se repitiese en octubre, a nivel nacional, el resultado del macrismo en su debut en legislativas estando en el gobierno, se debe comparar con uno similar de los gobiernos anteriores, y eso nos muestra lo siguiente:
En 1985 el alfonsinismo ganó con un 43%.
En 1991 el menemismo ganó con un 40,22%
En 2001 el delarruísmo perdió con un 23.3% (y ya conocemos cuál fue su destino)
Y en 2005 el kirchnerismo ganó con un 41,5%.
Entonces, en 2017 el macrismo ganaría con el 35,90% de los votos, evitando el desastre delarruísta de perder su primera legislativa, derrotando al peronismo en bastiones históricos y consolidándose como partido nacional, pero perdiendo en las provincias de Buenos Aires (nada menos) y Santa Fe a manos del kirchnerismo y detrás de los resultados intermedios de los gobiernos anteriores. Para quienes les gusta analizar las elecciones en términos futbolísticos, a nivel nacional Cambiemos y el peronismo empatan 10 a 10 en provincias donde ganaron sus candidatos. Como vemos, estos números relativizan bastante el «enorme» apoyo que habría recibido el gobierno para continuar con sus propuestas económicas.
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* Otro fenómeno sobrevalorado por los medios afines y el propio oficialismo es el «resonante» triunfo que habría conseguido Elisa Carrió en CABA. Sin embargo, si miramos los números veremos lo siguiente:
La boleta de Vamos Juntos con la mediática diputada a la cabeza obtuvo en estas PASO un 49,55% de los votos porteños. Sin embargo, la boleta de Cambiemos en 2015, sin su estelar presencia ya había obtenido un 47,8%, y si revisamos las PASO de 2013 vemos que Unión PRO (Bergman, Sturzenegger y Alonso) había obtenido un 34,46 y que UNEN (Carrió y Lousteau) había atraído un 32,23% del electorado. De esta manera, Carrió habría aportado al macrismo un escaso 1,76% de incemento en las adhesiones a Cambiemos en CABA; lo que es lógico si agregamos al análisis los números alcanzados por Lousteau en esos años. La suma PRO-Carrió-Lousteau en 2017 es 62,5% y la de UNIÓN PRO-UNEN en 2013 fue 66,69%, es decir que la coalición de partidos de centroderecha en CABA habría perdido 4 puntos entre 2013 y 2017, independientemente del casillero partidario en que se encuentren sus miembros. Por lo tanto, la presencia de la mediática diputada no desequilibra ninguna elección sino que ella misma representa un fenómeno de ubicuidad personal, el mismo que la mantiene vigente a pesar de sus idas y venidas en materia de agrupaciones partidarias y resultados electorales personales.
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* De mantenerse los recientes guarismos en octubre (y «a ojo de buen cubero»), de un total de 257 diputados en la cámara, Cambiemos pasaría de 87 a 104, lejos todavía de una mayoría propia. El kirchnerismo pasaría de 72 a 70, perdiendo muy poca capacidad de fuego en diputados, pero el massismo se vería muy afectado al pasar de 37 a 23.
En el Senado, el macrismo y sus aliados engrosarían su caudal de 17 a 23 ó 24 escaños, todavía debajo del kirchnerismo, que pasaría de 36 a 29 ó 30. Como el total de senadores es 72, la muñeca del gobierno deberá comportarse mejor que hasta ahora, no sólo porque deberá contar con más medios económicos para negociar (o presionar) con los gobernadores (cuando la caja será aún más magra y las exigencias de los gobernadores, todo lo contrario) sino porque la figura protagónica y opositora en la cámara alta será la expresidenta; una figura que por peso propio se convertirá en una fuerza centrípeta frente la atención pública y reguladora del debate político dentro y fuera del recinto.
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* Lo que asoma a partir de hoy en el horizonte político argentino es un escenario de dos polos aglutinadores de votantes, a derecha e izquierda. Algo imaginado por Néstor Kirchner y explicado por Di Tella (el sociólogo) a principios del kirchnerismo. Se trata de un polo de centroizquierda acumulando alrededor de Cristina y uno de centroderecha atrayendo grupos minoritarios alrededor de un referente de Cambiemos, fuerte y circunstancial: hoy, Macri, y más adelante… ¿Carrió, Larreta, Vidal? Y con posibilidades de que se vayan acercando Urtubey y Massa…
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* El macrismo parece desplegar desde la altura del poder un método de franquicias macristas en las provincias para construir su polo derechoso, mientras Cristina apelaría, desde el llano, a la típica receta populista, en su versión izquierdista, teorizada por Ernesto Laclau, y utilizada desde la derecha acertadamente por el tándem Macri-Durán Barba durante 2015 para alcanzar la Casa Rosada.
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* La construcción de la hegemonía macrista necesita irremediablemente (a falta de logros económicos que derramen hacia todas las capas sociales y la debilidad de la esperanza amarilla para llenar el changuito y pagar las tarifas) la destrucción del factor CFK en la política nacional, ya sea mediante la prisión o la proscripción, porque ella se puede convertir en una competidora peligrosa, y en la única que puede ser un obstáculo firme dentro del sistema democrático (sumando al sindicalismo combativo) que impida los cambios profundos, dolorosos e irreversibles que necesita el modelo neoliberal-conservador de Cambiemos; es decir, el intento de desmontar el estado de bienestar kirchnerista. Es, en definitiva, (como la catalogamos aquí) una revolución conservadora que se propone realizar un retroceso a consensos preperonistas pero disfrazando sus métodos de modernidad e innovación.
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Finalmente, podemos concluir que el «resonante triunfo» de Cambiemos en las PASO que se pretendió instalar en la sociedad fue un golpe de efecto, un mero spot publicitario, mediático y político, destinado a defender pequeños intereses de coyuntura (vencimiento de LEBACs y cotización del dólar del día siguiente, visita del vicepresidente de los EE.UU., etc), para ocultar o al menos ensombrecer el triunfo de Cristina en la provincia de Buenos Aires (la «madre de todas las batallas»), y para tomar la iniciativa de cara a las verdaderas elecciones «por los porotos» de octubre, instalando la idea de un gobierno fortalecido después de casi dos años de gestión. Pero, como dice el dicho popular: la mentira tiene patas cortas, y la realidad de los resultados se conocerá en breve, cuando el recuento oficial muestre el triunfo de Cristina Fernández en Buenos Aires por un par de puntos… si no es que se confirman algunos indicios de ciertas trapisondas electorales del gobierno, y esa diferencia se ensancha…
Porque como dijo Abraham Lincoln: Se puede engañar a todos por un tiempo y a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.