En relación a la última de las tres cuestiones apuntadas arriba -el debilitamiento del antikirchnerismo como eje discursivo de campaña-, me gustaría apuntar que de la mano de eso camina la pérdida de fuerza de los factores del poder corporativo anti gobierno para apuntalar opciones electorales alternativas a las del FPV.
En Tucumán jugó, y muy fuerte, la Iglesia Católica a favor de los hermanos Bussi –hijos del genocida Antonio, “figura” del Proceso re Reorganización Nacional, detenido por delitos de lesa humanidad- y en contra del kirchnerismo de Alperovich (que después de ganar ya no es tan kirchnerista, en realidad; sino que conviene decir que la kirchnerista posta-posta era Stella Maris Córdoba, cosa de empañarle la alegría a la Presidenta, un poco… en fin…).
En La Nación (que es también decir Expoagro/SRA/Papel Prensa/AEA), que es quizás el medio más relacionado con la jerarquía católica, se le dedicaron, a Alperovich (que, para peor… ¡es judío! ¡Vade Retro!), en los últimos días, unas cuantas editoriales fuertemente críticas de su gobierno, sobre la base de imputaciones de señor feudal del tipo de las que no le hicieron, en Catamarca, a Brizuela Del Moral… hasta que perdió y no convino más como aliado.
Me vinieron ganas de aportar, a partir de esto que pasó en Tucumán, algo a lo que han dicho, cada uno a su tiempo, Horacio Verbitsky y el amigo Mariano, que en orden pasaré a citar:
“(…) la tal disputa entre Gobierno y grupo existía, pero solamente como cáscara de un conflicto central: el de un grupo económico que violenta el Estado de Derecho hasta convertirlo en prenda de su propia regencia ilegítima, y que encima simboliza, en un grupo, un accionar colectivo, coercitivo de la legitimidad política y democrática (…)”
No se trata de discutir los puntos y comas de las pavadas que puedan escribir ignorantes de la talla de Luis Majul o Jorge Lanata. La tarea está en definir, consolidar, de una vez por todas, la sumisión de distintos entramados empresariales –articulados entre sí a partir del privilegio a la actividad de valorización financiera (desde hace décadas, hegemónica), que determina, en razón de ello, alianzas (primero, de negocios; más tarde, de presión al Estado por el sostenimiento del statu quo) complejísimas, impensables- al imperio del Estado de Derecho y el rumbo definido por la ciudadanía -a través de elecciones, a las que no se someten los poderes fácticos-.
El Derecho es un discurso dominante. Y es la expresión de la distribución de poder en la sociedad. Disputa de poder cuya instrumentación, cabe aclarar, en nuestro sistema constitucional está encargada a los partidos políticos, que por imperio del artículo 38 de la Constitución Nacional “son instituciones fundamentales del sistema democrático”. Entre los discursos que se entrecruzan en la disputa de poder (cuyo resultado, insisto, se verá expresado en “la norma jurídica”), está el tantas veces meneado sentido común. Fuertemente influenciado (si no determinado), éste último, entre otras cosas, por el discurso mediático.
Pero no solamente, ni quizás tampoco principalmente. La gestión (el punto más fuerte del Gobierno, junto a su capacidad de armado político) sirve, también, para empujar sentido común dominante. A partir de resultados que planten bandera de una forma distinta de gestionar el Estado.
Digo, me interesa más una decisión como la de designar directores del Estado en las empresas privadas de las que se heredó participación accionaria en virtud de la recuperación de la administración de los recursos previsionales, que los informes de 6-7-8, de ahora en más. Claro que se necesita de una bajada que explique todo eso, nuevo: pero el eso va primero.
En Tucumán se observó una pequeña muestra de cuál es la disputa de poder detrás de “la corrección de las desigualdades geográficas y sociales que afectan el desarrollo conjunto de nuestro país y nuestra población” (y de cómo se la instrumenta, a veces), que como bien apunta Mariano es impostergable encarar; sincerando la disyuntiva modélica que define, a partir de la identificación de las alianzas sociales que interpretan la disputa.
Disputa que, a su vez, reafirma que, tal como dijimos en nuestro post del 10 de agosto, antes del cómo, el cuándo y el dónde, hay que decir para quién se va a gobernar, y en quién se van a descargar los costos de tal decisión. Y va, también, más allá de la forma en que se cuentan las cosas.
Los editorialistas opositores, advertidos de esto aún antes del 14 de agosto, ya vienen empujando a «los suyos» a que laburen, a que se vuelquen hacia la construcción territorial, a generar cuadros, a renovarse.
Es que si no, no sólo habrán perdido la batalla cultural, sino cualquier batalla que venga.
Con el boletaúnica gate empezaron con la pata izquierda, mi querido amigo. Están en una disyuntiva, porque gran parte del triunfo neoliberal estuvo basado en desconectar lo territorial de la política. Un dirigente menos comprometido con lo territorial tiene nula presión de las bases y queda únicamente comprometido con la representación del poder corporativo que pasa a ser su base de sustentación política. Del mismo modo, se instala aquello de que «las organizaciones sociales no tienen que estar involucradas en política». Algo que las mismas organizaciones sociales, durante lo fue su apogeo, en los noventa, promovieron. Otro contexto, que mueve a un readecuo de las estrategias.
Abrazo.
este enfoque sobre la»batalla cultural» de Pablo D me resulta claramente marxista,y no por ello equivocado.
Puede ser, porque tengo categorías de análisis marxistas muchas veces, pero, en este caso en específico, ¿dónde lo notáste?
Te mando un beso.
Curioso, tuve la misma impresión que Isabel.Es notorio, por ejemplo cuando señala que el Derecho expresa la distribución del poder en la sociedad, allí asocié con la noción marxista de superestructura.
Ojo, P.A., que no es de mi autoría todo esto: es la escuela de la Teoría Crítica del Derecho la que lo elaboró. Y sí, sienta sus bases sobre categorías marxistas, pero lo supera en cuanto deja de lado «lo inevitable» de la historia, pues la Teoría Crítica deplora cualquier categoría siquiera mínimamente cercana a lo que trascienda de la capacidad política del ser humano.
Interesante el tema de las relaciones entre derecho y poder o poder y derecho, ¿dos caras de una misma moneda? especialmente en el caso tucumano, y como mediante el poder que ejercía siendo gobernante, le ha permitido al gobernador, transformar el derecho a su favor.
Claro ejemplo de ello ha sido la última reforma constitucional emprendida por Alperovich (2006), la que mediante una cláusula transitoria: «Artículo 159 Los mandatos de Gobernador, Vicegobernador, Legisladores, Intendentes, Concejales y Comisionados, en ejercicio al momento de sancionarse esta reforma, no serán considerados como primer período a los efectos de los Artículos 90, 45, 133 y 132, inciso 3º). Por tanto quedan habilitados para ser candidatos en las elecciones generales de 2007 y se considerará al período 2007-2011, como el primero», le ha permitido ser tres veces gobernador,borrando el primer periodo. Esta reforma, permite comprobar que bastante razón tienen los que definen al derecho como el principal instrumento mediante el cual las fuerzas políticas que detentan el poder dominante en una determinada sociedad ejercen su dominio.
No se si Marx se equivocó o no en cuanto a lo «inevitable de la historia», pero en nuestra sociedad, la historia nos demuestra que, dándole poder a los gobernantes, inevitablemente estos terminan cambiando el derecho para gobernar sin límites de tiempo.
En Tucumán ya se está anunciando una nueva reforma constitucional.-
Saludos.-
Entre paréntesis veo que Lanata y Majul le resultan tan irritativos como a mi.
Un abrazo.
Ellos tanto como cualquiera de los burros epistemológicos que pululan por los medios, que son la mayoría.
Abrazo.
Alperovich pudo haber ido tranquilamente atado a las boletas de Duhalde, Menem, Moyano o cualquiera que le tire un sánguche.
¿Batalla cultural? Bilardismo electoral, más bien.
No da el piné para enojarse con Lanata y Majul después de haber festejado el tercer mandato del quía.
No hablo de supuestos. En todo caso, pienso el proyecto en términos nacionales, y en tanto CFK conduzca hay la garantía cultural. Me parece peor los 37 asesinatos de la Alianza, cuya llegada al poder Lanata apoyo de modo más que muy estusiasta, que cualquier cosa de la que puedan acusar al Ruso.
Abrazo.
Pablo, tratemos de que este sitio no termine siendo un ring partidario.
Lanata generó desde la forma y desde el contenido una de las mayores oposiciones mediáticas al menemismo. Después la Alianza ya sabemos que fracasó. Pero así y todo tirarle a ese trágico final con los muertos de esas jornadas es medio un golpe bajo. El país era un quilombo y nadie sabía para dónde podía llegar a salir la cosa. El presidente tuvo que irse en helicóptero porque la calle era tierra de nadie. Pegarle con esas muertes al gobierno de De la Rúa, que se tuvo que ir volando de la casa rosada, es como que no da. No fueron muertes planificadas ni mucho menos, fueron más bien excesos dentro de bataholas desatadas en distintos puntos de la ciudad y que no sirvieron para beneficiar al gobierno de turno. Otra cosa es lo de Tucumán, con ese tipo de muchachos capaz de quedarse hasta que el Alzheimer se lo impida y después dejar a algún pariente en la línea sucesora. Ya los conocemos a estos líderes populares de las provincias del interior.
Lo que sí, si lo se pretende una batalla cultural, con este festejo se están metiendo un gol de media cancha en contra. Les puede servir para mantener el control de las provincias, pero a nadie que no esté comprometido directamente (con un cargo) con éste gobierno puede entender como coherente las críticas a Lanata con el festejo de Alperovich. Y acá es donde el proyecto mismo se enturbia. Aparece un ego enorme y ciego en el medio de la escena: A favor mía cualquier cosa, en contra nada. Así, queda el boom de consumo como mejor aliado del kirchnerismo.
Saludos
«Pegarle con esas muertes al gobierno de De la Rúa, que se tuvo que ir volando de la casa rosada, es como que no da. No fueron muertes planificadas ni mucho menos, fueron más bien excesos…»
Lo unico que faltaba, es que fueran planificados.
Lo que uno le reprocha al radicalismo es su extrema tibieza frente a los poderes facticos cuando estos se ponen duros.
Por el contrario cuando la calle se pone dura, la reaccion es otra ( y eso desde la semana tragica a la fecha)
«Otra cosa es lo de Tucumán, con ese tipo de muchachos capaz de quedarse hasta que el Alzheimer se lo impida … Ya los conocemos a estos líderes populares de las provincias del interior»
Mitterand estuvo 14 años en el poder. Su par aleman otro tanto. No se cuantos Felipe Gonzalez.
diego,
son pocos serios los argumentos contrafácticos.
qué clase de crítica es esa? puedo haber ido con… ¿?
no fue con. va con la presidenta y han hecho ambos muy buenos gobiernos.
qué es lo que tenés para decir exactamente?
Pablo D:tus citas de Verbitzky y Mariano destacan el peso de los poderes economicos sobre la marcha social,y tus parrafos inmediatos posteriores,asi como la justa critica a la Iglesia catolica,otro grupo de presion.No se trata de un marxismo simplista,porque agrega otros matices politicos y hasta geograficos,por eso resulta interesante.