2012 fue un año de escasos, o bien nulos avances en materia social. Los coletazos de la crisis económica mundial impactaron en términos de actividad, se acumularon –y desplegaron sus efectos– agotamientos varios en distintas variables económicas, y el año se fue entre los intentos de corrección de esto último y la construcción de respuestas preventivas a propósito de la desaceleración comentada.
En esos términos, el programa de profundización del modelo, consigna de la campaña presidencial de 2011, no se verificó en cuanto a parámetros redistributivos. Sí en cambio hubo avances significativos en lo que a la nota característica del esquema económico desplegado desde 2003 por el gobierno nacional se refiere.
Alfredo Zaiat apuntaba hace pocos días en Página/12 determinadas decisiones elaboradas durante 2012 en orden a discutir los denominados excedentes económicos, a partir de la eliminación de vías por las cuales éstos (los excedentes) pudieran rumbear hacia la fuga del circuito, lo que significara el origen de fases de agotamiento durante varios períodos de nuestra historia, sobre todo reciente.
Y ya hemos dicho acá, repetidas veces, que la diferencia cualitativa central del programa económico del kirchnerismo no pasa tanto por la interpelación de las estructuras de propiedad, sino más bien por el desacople de las variables económicas de los ritmos y consecuencias “naturales” que imponen las lógicas de “los mercados”. Del sometimiento al dictat impuesto por la oferta y la demanda, a la definición elaborada políticamente de los objetivos, al interior del cual, sí, se inserta la renta privada como variable.
Volviendo al texto de Zaiat, tuvimos, en 2012, a propósito de discutir la lógica de acumulación: intervención del mercado del dólar, obligación en tal sentido a petroleras y mineras de liquidar sus operaciones en plaza local y para las aseguradoras de repatriar inversiones operadas en el extranjero y de aplicarlas a proyectos productivos localmente, restricción en la posibilidad de remisión de utilidades al exterior y de distribución de dividendos entre los accionistas para las empresas en que el Estado integra el directorio –esto último en especial para bancos, ya sean nacionales o extranjeros–.
Además de, por supuesto, otras más renombradas en la discusión cotidiana: reforma de la Carta Orgánica del BCRA, del mercado de capitales y ley de regulación del mercado hidrocarburífero con más la reestatización de la mayoría del capital accionario de YPF:
La discusión, en definitiva, pasa por la inversión y la reinversión, en orden a la generación de empleo en blanco y el empuje que ello implicará en cuanto a operar una revulsión en los frenos mencionados acerca de la rentabilidad popular. Muy abstracto, general, teórico –por así decirlo–; pero hace, hará a la discusión central de cara a las elecciones legislativas de medio término a celebrarse en este 2013 que recién despunta.
El empate es derrota para los pobres, desempleados, indigentes, que serán menos pero que todavía deben avergonzar al que gobierna. Pero es, hablo del empate, a lo que apuestan los sectores del privilegio histórico. Concepto que tomé del compañero Omix, que habla de establishment –vocablo que he querido evitar habitualmente, pero cuya apelación se hace ineludible–, se trata, según sus propias palabras, de impedir que el poder institucional cuente con capacidad de interpelar y alterar el estado de cosas.
Respecto de esto último, entonces, el gobierno nacional ha logrado evitar en parte la dinámica que imponían los acontecimientos. Tiene a partir de donde, de qué, en el aspecto material, reimpulsar la actividad y el crecimiento. La defensa de lo actuado desde 2003, todavía a esta altura, la reiteración en las conquistas ya consolidadas, convierten al kirchnerismo en el partido conservador argentino, resiente las posibilidades de ofrecer horizontes, asunto complicado cuando lo que están por delante son las urnas.
Está claro que no es menor cuando se advierte el panorama que rodea internacionalmente: en México se prepara una profunda flexibilización laboral –la más amplia y regresiva de su historia– a partir de un acuerdo transversal pluripartidario que posibilite reformar la Constitución azteca –en esos casos no se considera nunca institucionalmente agraviante una reforma–, los salarios se ajustan a la baja en China, Alemania y Brasil: con lo que “quitan competitividad” al mercado local, pasando a estar en cuestión la estabilidad laboral en sí, y ya no la posibilidad de progresividad en sus condiciones.
En Argentina salarios de convenio, jubilaciones y otras prestaciones de la seguridad social (AUH, por caso) derrotaron o empardaron a la inflación, el asunto sigue siendo la informalidad laboral y social. En el párrafo anterior tenemos lo que no se debe perder de vista cuando se habla de “otorgar señales a los mercados”, voz que interpreta al unísono la totalidad del arco parlamentario opositor; otro tanto vale para los efectos colaterales que puede implicar una receta tradicional antiinflacionaria.
De allí el valor del kirchnerismo en el menú de posibilidades que ofrece la carta dirigencial formal. Pero no se percibe fácil, no alcanza como oferta, se comprobó en 2009. En definitiva, el programa en adelante será definir a través de qué (acciones) y, muy por sobre todo, de quién, de quiénes (carne y hueso, sujeto social que protagonice) los acumulados que pueden ofrecer las acciones enumeradas pueden convertirse en nuevos avances sociolaborales.
El partido de gobierno ha visto su base social conmovida a partir de la ruptura con varias conducciones sindicales que la integraban, nada que no pudiera a partir de los términos en que fue renovado el mandato de la presidenta CFK –el protagonismo exclusivo que implican los casi 40 puntos de distancia sobre quien la secundó en la elección presidencial–, y sobre todo cuando las urgencias están en esta etapa, como decíamos, en la informalidad, a la que todavía no le llegó el modelo.
La desaceleración económica se vio reflejada en la menor intensidad y profundidad del debate político en 2012, habida cuenta que ha reinado, se insiste, la indeterminación y la incertidumbre en lo que a trazo proyectivo se refiere.
Quebrar esa dinámica, y los topes que impone el marco de un escenario que a la fuerza es conservador a partir de lo que significó a su estructura el programa del período 1976/2001, la democracia de la derrota que hace de cada mínima salida de (aquel) libreto una conmoción inmensa, con las proyecciones institucionales correspondientes, es la clave para el kirchnerismo en 2013.