Veneno en medio del espanto

Estos hay que estudiarlos porque históricamente se lo merecen. Quieren infundir el terror, quieren que los vengan a salvar porque están en la torre y en el castillo hay un incendio, mirá vos… Les escamotean la republiqueta par dársela al sujeto de la república, ¡Qué horror!

O mejor aún: ¡Qué talento para el horror! Siete títulos que corroboran lo que digo. Los términos: veneno, drama, necesita, debilitado, en medio del espanto, malestar y riesgo moral. ¡Que lo tiró de las patas!

Ahora bien: ni los que los leen pueden creerse esto, creedme. Estos títulos, el que los lee creyéndolos se suicida en una semana y el que aguanta más no es humano.

 

nazion2013-06-07_12.06.42

 

30 comentarios en «Veneno en medio del espanto»

  1. ¿Qué estás escrachando campeón? ¿Maximiliano Tomás, que en ésa nota hablaba de los trabajos que tenían algunos de los escritores más renombrados del siglo pasado?

    Kafka trabajaba en una oficina de correos. Raymond Chandler encordaba raquetas de tenis. ¡El horror!

    O quizás criticás a la madre del pibe que murió en el tren de Once. Ahí sí que la estás pegando. Estudiénla y difamen!

  2. Señor McLovin, para empezar, a mí no me tutee, dado que yo a Usted no lo conozco. Luego, si desea proseguir concédame que el sujeto del cual hablo es el tono general que rebalsa a la lectura cotidiana de ese pasquín y no los temas particulares.

    1. Mirá, lo siento si te molesta el tuteo. Hablo así y no busco faltarte el respeto ni nada por el estilo tutéandote.

      En cuanto al artículo, no te lo dijo nadie así que te lo digo yo: sos un irresponsable. Publicás caras de personas que nada que ver, instigando a que hay que «estudiarlos porque históricamente SE LO MERECEN». ¿Qué es lo que merecen, por qué? Explicáme, si sos tan amable, qué se merece alguien que escribe algo en un diario. Qué se merece la gente que ponés para ilustrar un artículo titulado «veneno».

      Ah, sí la otra cuestión, que te pedís que te conceda: los diarios dicen pavadas y mentiras. Pongo mi mejor cara de asombro, eh, así te quedás más tranquilo.

      1. Mire, McLovin…
        Irresponsable no porque firmo.
        Se merecen que la historia los estudie como partes integrantes de un proceso de desestabilización.

      1. Es tan pero tan tosco que ni reconoce a Fernández Díaz como uno de los suyos (claro que JFD tiene algo de inteligencia).

      2. A mí me parece un tipo bastante coherente y constructivo JFD. No estaré de acuerdo con algunas de sus opiniones puntuales, pero ni en pedo lo considero veneno. Por otra parte, un Mariano Grondona o Morales Solá me parecen repugnantes. Igualarlos a JFD porque escriben en el mismo diario es cínico. ¿Qué queda entonces para el nuevo prócer Barone?

      3. – Siempre leo con atención a JFD. Él quiere lo mismo que los otros dos: que el rumbo del país lo marquen ‘los mejores’, ‘los que lo merecen’. Que el país ‘se abra al mundo’ (a la parte del mundo que ‘importa’). Y que la gente común espere el ‘derrame’.
        – La diferencia es que JFD exhorta a lograrlo mediante la política, dice que no tienen que hacer asco a ‘ensuciarse’ con la política y buscar los votos para su modelo de país. Es decir, que encuentren al Capriles.
        Que a su vez significa reeditar a Menem.
        – La diferencia con MG o JMS es que ellos se quedaron en la época en que el recurso para el modelo de país que querían era el golpe militar o de mercado.

      4. Curiosa interpretación. Yo no lo veo así en absoluto a JFD. En ningún momento – al menos el último año – lo vi escribir sobre teorías de derrame.

        ¿Menemismo, Capriles? Le pega mucho a Macri, eh. Y con razones poderosas.

        Otra vez, tengo la sensación de que todo lo que no se defina como kirchnerista pasa a ser menemismo/videlismo/conservadurismo/cipayismo.

        Largo decir que no es así, pero bueno…quien no quiera oír que no oiga.

      5. Está bien, McLovin: hay dos posibilidades.
        – JFD está de Secretario de Redacción de La Nación ***sin compartir la línea ideológica de La Nación***. Ponen en un cargo bien arriba a uno contrario a ellos.
        – La línea ideológica de La Nación cambió diametralmente, y ahora es de centroizquierda.
        Ninguna de las dos cosas es imposible, sólo son altísimamente improbables.
        Por otro lado, sacando los matices dentro del esquema de La Nación, JFD es tan talibán anti-K como los demás columnistas. Y como vos aquí.
        Naturalmente, ustedes que son soldados le endilgan serlo a lo que no son de su ejército (y de ninguno, aclaro).

      6. Ja ja…

        No don Raúl, cambió la «línea ideológica»…

        Si The Nation se preocupa de la inflación por que afecta a las peronas de menores ingresos que gastan todo el sueldo, de la pobreza e indigencia «manoteando» digo, perdón, «midiendo» a través de la UCA, de los servicios que sus lectores dificilmente usen, del orden de la república para que nunca se vuelva a una dictadura..

        Son más progres que Clorín pfff.. habrase visto

      7. Raúl, hay bastante ingenuidad de tu parte. ¿Te pensás que los periodistas en general tienen que estar de acuerdo con la línea ideológica de un diario para escribir en él? Mejor, repregunto, ¿Te pensás que para escribir en LN hay que transar con cosas como la teoría del derrame o la dolarización o lo que mierda fuera que el neoconservadurismo quiera? Te aseguro que no. Lo mismo sucede del lado oficialista, no te preocupes. La hipermoralidad de las plumas oficialistas tiene un pasado que parece no haber existido. Memoria…

        Desde lo que conozco: laburé bastante en un sector mediático (no medios de difusión), y lo que me causa más gracia de todo es las historias que la gente se inventa en la cabeza al respecto de como funcionan los medios y qué tipo de personas son (!) quienes trabajan allí. Tengo compañeros comunicadores que han laburado cosas para el gobierno y la oposición al MISMO tiempo.

        Con respecto a JFD no dije en ningún momento que sea «contrario» o «diametralmente opuesto» al diario. Pero es distinto a Mitre, Morales Solá, Grondona, Pagni o Laborda. Mierda si lo es! Tiene opiniones que son de centro, algunas más conserva otras más progre.

        De vuelta, estoy podrido de los binarismos. Y McLuhan se puede ir a la puta que lo parió con su medio-mensaje.

      8. – JLD es Secretario de Redacción.
        No es un tipo anónimo de la redacción, que sí podría tener otra idea y/o trabajar a dos puntas para mantener a su familia. No es el caso.
        – Precisamente hice notar la diferencia de JLD con el resto: que plantea la vía democrática (por ahora). Ya es algo.
        – Pero a lo que me refiero es a la coincidencia absoluta de JLD con el diario en la ‘contradicción principal’: el anti-populismo, el pro-primermundismo, el liberalismo económico, el ‘campo’, el anti-kirchnerismo visceral.
        – Obvio que si alguien coincide con eso y es eficaz para expresarlo tiene un lugar allí, más allá de diferencias secundarias.
        – Pero seguramente lo alto de la posición del tipo es ***estrictamente proporcional*** a lo profundo de las coincidencias en lo principal.
        – Ahora, si te parece que ‘cualquiera’. con ‘cualquier’ idea llega a ese cargo en La Nación (una ‘Tribuna de doctrina’, precisamente)… ¿qué puedo decir?

      9. – Claro que cambió, Silenoz… allí escribe Altamira, qué joder.
        Además de esas dos plumas que según una difundida leyenda urbana serían de izquierda: Sarlo y Gargarella.

  3. Mariano T.
    Es pertinente lo que Usted afirma, no son los más feroces. Es posible que yo haya reaccionado por acumulación, puesto que hace cierto tiempo que leo con temor los diarios, como si atajara de antemano diciéndome: ¡qué barbaridad van a decir hoy!

  4. Si a estos le gusta y lo elogian, es signo de que hay que escribirle a Mitre para que ponga al periodista de patitas en la calle. La funcion principal de un medio democratico es indignar a los que no lo son, hasta que echen espuma por la boca.

  5. Raúl C:

    Los diarios también cambian con el tiempo, sinó fijate:

    Pagina/12 de hoy es bién diferente al de la época de Lanata

    Clarín de hoy es bién diferente al de la época de Noble y ese fué diferente al de la época de Frigerio y es diferente al actual de la época de Magnetto.

    La Nación al cual se ud. refiere como una entidad petrea e inamovible, tuvo sin embargo a lo largo de su historia diferentes posturas, algunas de ellas muy combativas, de hecho Bartolomé Mitré (su fundador) lo creó como un diario de barricada para luchar contra el roquismo.

    Nuestro recuerdo cercano de La Nación data principalmente de 1974 al presente, es claro que durante un largo período de ese lapso la influencia de Claudio Escribano y Mariano Grondona marcaron la linea política.

    Sin embargo este diario empezó a cambiar mucho antes de que llegara a la secretaría de redacción Jorge Fernandez Díaz, lo empezó a hacer cuando se hizo cargo Bartolomé de Vedia, fallecido hace pocos años, un periodista al que unanánimemente TODOS los medios, incluídos los oficialistas, despidieron con respeto, reconocimiento y elogios a su fallecimiento.

    Luego vino JFD y actualmente la linea editorial es compartida con Pablo Sirven.

    Es obvio que es un diario dirigido a las clases altas y/o ilustradas, no es Crónica, por tanto debe respetar en alguna medida los usos y costumbres del auditorio.

    Sin embargo te invito a que cuando tengas ganas y tiempo compares ejemplares de La Nación de la época de la dictadura, del alfonsinismo, del menemismo y de la época actual.

    Te vas a encontrar con un diario que ha realizado una significativa apertura a posiciones que incluso están enfrentadas a la linea ideológica de sus propios dueños.

    No es que Altamira, Gargarella o Sarlo se volvieron conservadores ni que JFD ha dejado de ser peronista o que Lanata se ha vuelto defensor de la oligarquía, o que José Pablo Feinmann les dá reportajes porque es un traidor, es que el diario se ha democratizado y ha realizado un proceso de apertura, no sin algo de propia autocrítica (esto sin exagerar).

    Tal vez yo desearía mas apertura o mas audacia, pero no ver lo que es evidente es necedad.

    1. «es que el diario se ha democratizado y ha realizado un proceso de apertura, no sin algo de propia autocrítica (esto sin exagerar)»

      Ja ja… ‘jate de jode’ ZXC

      La «apertura» se concreta siempre cuando le pegues a este gobierno y, encima, disfrazándose de algo que no es…..

      Una onda como dice hoy JFD con el maquillaje o to’o eso..

    2. ZXC:
      – Leo siempre La Nación online.
      Leo diarios desde hace mucho tiempo, incluidas varias décadas de Clarín todos los santos días.
      Puedo decir que como lector de diarios me las sé todas.
      – El ‘pluralismo’ de La Nación, según usted, si no lo veo soy un necio.
      No es que no lo vea: es que lo veo en todos sus matices. Y por eso no lo compro.
      Ese ‘pluralismo’ existe sólo para una cosa:
      ***Todos hablando contra el kirchnerismo***. Y el ‘populismo’.
      Todos. De derecha, de centro y de ‘izquierda’. Cada uno planteando sus agravios contra la K.
      Y le voy a decir por qué ese ‘pluralismo’ me parece falso.
      1) Todos critican al gobierno casi del mismo modo, casi las mismas cosas.
      2) Nunca discrepan ni debaten entre sí. Nunca Altamira discrepa en algo con Oppenheimer, nunca a Beatriz Sarlo le hace ruido algo que diga Abel Posse…
      Hay antiperonistas como Luis A. Romero, que nunca tienen contradicciones con los ‘peronistas’ Amadeo o Venegas. Tienen un enemigo común.
      Hay ‘liberales’ (buéh, digámoslo así) y hay ultracatólicos, y nunca tienen ni un sí ni un no… (¿un milagro del Opus?).
      Hay defensores de Roca y hay almas bellas que descubrieron a los Qom ayer a la mañana… y ambos coinciden en pegarle al gobierno.
      Nunca el ultra-garantista Gargarella discute con los partidarios de la mano dura (que en La Nación son legión).
      Eso no es pluralismo: TODOS, con uniformidad de soldaditos, se la pasan diciendo que la K. significa corrupción, robo, dictadura, inflación, empobrecimiento, y que está destruyendo al país.
      Todo lo que no sea K. o ‘populismo’ no es ni siquiera discutible.
      – Aparte de todo eso: ¿dónde aparecen textos en defensa del gobierno, o del ‘populismo’ de varios países de Latinoamérica, o que sigan alguna línea económica opuesta al neoliberalismo? ***No aparecen***.
      Así que ese ‘pluralismo’ es falso de toda falsedad.
      – Por otra parte, la verdadera ‘línea’ de La Nación son SUS EDITORIALES.
      – Aparte del ya célebre y reciente ‘1933’(que no es un error ni una equivocación: da a entender que ‘esto’ es tan espantoso que todo vale para echarlos), he tenido el gusto de leer editoriales como los siguientes:
      – Enfáticas defensas de Martínez de Hoz;
      – Enfáticas defensas de Jaime Smart;
      – Enfáticas defensas de Carlos Blaquier;
      – Defensas de los intereses de los fondos buitre, diciendo que hay que pagarles como imperativo moral (y obviamente, sosteniendo que el gobierno es inmoral si no lo hace);
      – Defensas de los intereses británicos en las Malvinas;
      – Ataques al matrimonio igualitario con una redacción típicamente curial;
      – Ataques al tema del aborto no punible, también con una redacción de ese tipo;
      – Reclamos de mano dura (y ataques al gobierno, al ‘garantismo’ y a Zaffaroni, para variar) cada vez que hay un hecho policial resonante;
      – Virulentos ataques contra todo lo que tenga que ver con política de DD. HH o con organismos de DD. HH.
      Suficiente para mí.
      Debo decir que eso me tranquiliza: en el fondo, La Nación no cambió.

    3. Cabe aclarar algo muy importante: todos esos editoriales los leí en el transcurso del último año o año y medio. No son de la década del 70, eh…

      1. Raul C:

        Puedo decirle algo personal, tuve durante décadas a La Nación como la representación del enemigo.

        Hoy lo considero solo un adversario.

        Es obvio que es un diario de la clase alta, como dije antes, pero recordará ud. a La Prensa que también era un diario de la clase alta que prefirió fundirse antes que aggiornarse, torcer el brazo y reconocer errores.

        Me considerará ingenuo, pero no veo que los cambios sean únicamente orientados al antikirchnerismo.

        Hay una apertura respecto de la moral rígida, casi puritana, con que analizaban los problemas sociales y de sexualidad, se leen opiniones diversas y contrapuestas.

        No hace mucho, publicaron una extenso artículo sobre la Tupac Amarú que por única crítica decía que Milagro Sala tenía un caracter autoritario, el resto eran elogios a su obra, realzando la calidad de lo construído y la dignificación que representaba para los collas.

        Cosas de este tipo eran impensables en otras épocas en las cuales tenían una postura claramente racista.

        Los editoriales del dueño, B.Mitre y de C.Excribano son hoy de las partes mas flojas, periodisticamente hablando, que tiene el diario.

        Fijese, que incluso un hombre de derecha como Pagni realiza editoriales mucho mas sustanciosas y profundas que las de Morales Sola o las de Grondona.

        Y aunque no coincida con el punto de vista de Pagni, su escritura no me parece estúpida.

        Yo creo que es un error esperar que un día aparezca un editorial que diga «Perdón nosotros apoyamos a Videla».

        En política es poco realista pedir una «rendición incondicional», en cambio, se puede ver en muchos rasgos del diario actual que se han dado cuenta que se equivocaron fulero.

        Es injusto comparar a un Pablo Sirven a Fernandez Díaz o a Majul mismo con Mitre, Escribano o Massot.

        Un rasgo que admiraba del Pagina/12 de la época de Lanata, era la posibilidad de que aparecieran publicadas notas sobre un mismo tema contradictorias entre sí y ver como cada periodista defendía su argumento.

        Esa dialéctica se ha perdido y lamentablemente los diarios de izquierda son quienes han eliminado mas ferreamente el disenso interno.

        Weinfeld hoy parece casi como si pidiera perdón cada vez que debe disentir en algún tema respecto de la linea oficialista.

        Un buén diario debe tener debate y polémica interna, la unanimidad no ayuda a la formación de lectores críticos.

        No es razonable tener que leer tres o cuatro diarios oara tener un panorama completo de la realidad como sucede actualmente.

      2. De un interesante artículo autobiográfico de Graciela Mochkofsky:
        http://www.elpuercoespin.com.ar/2013/06/10/periodismo-memorias-de-una-joven-promesa-por-graciela-mochkofsky/
        » (…) surge la oportunidad de pasar a La Nación, que en muchos sentidos es el exacto opuesto de Página/12: un diario de más de cien años, fundado por un expresidente, y vocero de la élite social y las grandes empresas tradicionales del país por origen, conformación accionaria y vocación. Un medio conservador que se dice también liberal aunque sólo parece serlo en la economía, y que apoyó a la última dictadura militar y todavía expresa su simpatía o su defensa por los militares –aunque empieza a reconocer, a regañadientes, sus crímenes, así como a modernizar un lenguaje y un modus operandi rígido y antiguo, cuyos practicantes definían en lemas como este: “Sabemos todo, pero no publicamos nada”–.
        La Nación ambiciona cambiar, modernizarse según el ideal norteamericano. Una de las familias descendientes de Mitre ha tomado el control accionario. Son los Saguier, una madre y cuatro hijos. Fernán, que ha sido corresponsal en Washington, se convierte en secretario general. Los Saguier buscan periodistas formados en Página/12, y muchos –llegamos a contar diecinueve—nos sumamos a sus secciones «calientes»: política, economía, información general. Se forma incluso un equipo de investigación, al que se suma Gabriel, y al que se alienta a imaginarse en el Washington Post.
        Estas ambiciones de renovación conviven con los viejos editores y la vieja audiencia, que no comparten los mismos valores. Y esto a su vez nos exige mayor rigor: nuestra información debe ser intachable, debemos librar peleas cada día para que se le dé un lugar destacado. Ya no hay lugar para los sobreentendidos ni las licencias de Página/12. Es un buen desafío, que amenaza con resultar en mejor periodismo.
        Además, La Nación tiene todos los recursos de un gran diario. Cuando uno llama desde allí, del otro lado casi siempre atienden.
        Consigo el mejor puesto posible: cubro la llegada al poder de la Alianza y del presidente Fernando de la Rúa. Si me preguntan qué otra cosa quisiera hacer, respondo: ninguna. No concibo mi vida fuera de una redacción. Tengo todo el futuro planeado: seré la principal columnista política del país y haciendo eso, feliz, moriré.
        Pero no resulta tan fácil.
        —Esto que escribiste –me dice una noche un editor, con mi artículo del día todo subrayado sobre su escritorio— es impecable. Yo mismo confirmé con las fuentes que la información es verídica —y agrega, terminante—. No lo vuelvas a hacer.
        Otro día, para convencerme de que mi voz crítica ya cae pesada:
        —Tenés que ser capaz de ver un pájaro bello y describirlo.
        Sin darme cuenta al comienzo, estoy aprendiendo cómo funcionan las cosas de verdad. Como cronista del diario, investigo cada día a los principales jugadores de la vida política y de la prensa que son mis contemporáneos mientras, como biógrafa de Timerman, reconstruyo la historia del mismo juego en el medio siglo precedente. En algunos momentos afortunados, obtengo una claridad que pocas veces se consigue cuando uno está inmerso en la pura acción: la de conectar el pasado, el presente y el futuro del periodismo y del país.
        En esos momentos de lucidez vislumbro mi error: lo que creo que es, o debe ser, no se compadece con lo que ocurre cada día. Una parte importante de mi trabajo cotidiano consiste en una pulseada, no ya con aquellos que, desde el poder, quieren impedir que se conozcan ciertas acciones y planes que esperan mantener ocultos, sino con mis editores, que esperan que mis artículos encajen en la visión menos crítica del diario y que sopesan la información según los intereses editoriales del momento.
        Me digo que mi trabajo consiste en una doble batalla: con las fuentes, para conseguir la información más veraz posible, y con los editores, para lograr que sea publicada sin distorsiones.
        Gano muchas batallas, pierdo otras. En mi balance personal, llevo más ganado que perdido, por lo que me digo que vale la pena. Siento en esa doble batalla una suerte de épica profesional.»

      3. Raul C:

        Me parece muy interesante y probablemente sea tal cual.

        Yo tuve hace muchos años una breve experiencia periodística en el area arte y espectáculos, algo mucho menos comprometido politicamente,
        y sí, así funcionan las redacciones.

        Me costo bastante aceptar que yo no marcaba la linea editorial, en cierto momento me dí cuenta que eso no era para mí, me fuí y formé mi primera productora.

        Seguramente, varios de los que posteriormente trabajaron conmigo deben haber sentido lo mismo que yo en ese entonces y por eso se fueron.

        Hay algo que es inevitable cuando se encara un proyecto dirigiéndolo y se pretende tener alguna posibilidad de éxito:
        «Hay que tener un punto de vista»

        Sin un punto de vista, como dice el dicho, «nunca soplan buenos vientos para quién no sabe adonde va».

        Ese proceso que describe Graciela Mochkofsky, y que ella vive como una batalla diaria de resultado provisional, es muy representativo, no solo de lo que ocurre en los medios de comunicación, sino de toda organización colectiva que detenta alguna clase de poder.

        Aunque no siempre es garantía, las renovaciones generacionales no solo son un cambio en la edad promedio de los dirigentes, sino que también, por no haber vivido en carne propia la historia de sus antecesores, permiten paulatinos deslizamientos ideológicos hacia lugares impensados.

        Tiendo a ver que La Nación hoy es un territorio en disputa, pero del cual la guardia vieja está retirándose, nada está garantizado, pero yo estoy dispuesto a darles a los nuevos una chance.

        Tampoco espero que se convierta en «mi diario», solo espero que sea algo mas democrático y plural de lo que fue en el pasado.

    4. un «socialista» leyendo la nación…

      y que no puede vivir en el conurbano por no sé qué «estilo cultural de vida»…

      «compartí el socialimo», dice roy cortina.

      1. Tapones:

        Ya te animaste a decirle a tus papis y tus amiguitos que sos kirchnerista o todavía tenés miedo que te hagan chas chas en la colita…..

        Vos por las dudas seguís descargandote con nosotros aca en AP, total somos tus forros.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *