Las acciones de la derecha venezolana se han convertido en el campo de experimentación de la ofensiva de los sectores dominantes en América Latina, un espejo desde el cual encontraran ejemplos para la aplicación concreta en cada uno de los países.
El efecto Carriles ha de leerse como un doble movimiento, ante la incapacidad de los sectores hegemónicos de constituirse como una alternativa por afuera de los mecanismos institucionales durante largo tiempo, y sus intentonas de golpes de estados, desabastecimiento, no participación en actos electorales, uso de las clausulas de la constitución bolivariana para la revocatoria de mandatos, la derecha busco consolidar una alternativa política, que aparentaba insertarse en el sistema político venezolano, la construcción de un gran frente anti-chavista, que incluía desde la ultra-derecha a sectores de centro-izquierda, azoradas por el desenvolvimiento de un proyecto revolucionario, este primer paso, permitió construir una figura aglutinante de la dispersión de votos no chapistas, jugando con un mensaje de reconocimiento de logros del proceso en el ámbito social y económico, pero realizando criticas a las formalidades políticas de cómo se desenvolvió el mismo.
Esta acción, de construcción de un bloque político unificado tiene un doble objetivo, intentar legitimar a sectores no democráticos ante amplio sectores de la sociedad, es decir, reconocimiento de la legalidad política, pero a su vez, construcción de una fuerza política capaz de generar situaciones de verdaderas acciones contra-revolucionarias, si hubiera situaciones electorales donde se produjera una derrota de la misma por porcentajes mínimos, de esta manera denunciarían el fraude, movilizarían a los sectores que los apoyan a las calles, buscando y construyendo la posibilidad de un enfrentamiento, desconocer las auditorias internas y externas, y lograr el apoyo de Estados Unidos, quizás buscando un motivo para la intervención del país del norte.
En nuestro continente, los sectores opositores a los gobiernos locales, apoyados por las corporaciones económicas y las usinas de construcción ideológica reaccionaria (los medios hegemónicos de comunicación) están tratando de buscar un conjunto de figuras capaces de constituirse en una especie de equilibrista entre fuerzas políticas de origen ideológicas diferentes pero con una matriz anti-popular, de esta manera se podrían unir la centro-izquierda “republicana” con sectores del pensamiento neo-liberal, que aglutine ese conjunto de discursos a-políticos de fracciones de clases medias, cuya matriz de pensamiento se basa en la idea de “libertad”, y se movilizan ante tibios y calientes movimientos igualitarios, un equilibrista que pueda repartir hacia la izquierda y hacia la derecha, consolidando mayorías en los espacios legislativas, que puedan realizar “golpes blandos”, o generar espacios de polarización en elecciones presidenciales, para que las diferencias entre resultados sean mínimas y empezar el circulo destituyente como el instalado por Capriles en el escenario post-eleccionario de abril de 2013.
Así, como nosotros, desde los diferentes marcos interpretativos que van de la izquierda nacional al nacionalismo popular, vemos como experiencia el desarrollo del gobierno revolucionario de Venezuela, sus logros sociales, sus ideales de unidad latinoamericana, la recuperación para nuestro lenguaje emancipatorio de la arquitectura discursiva de la idea de horizonte posible la construcción de una sociedad mas igualitaria, también la derecha latinoamericana, toma nota de las acciones del efecto “Capriles”, como modelo a ser aplicado, con sus variantes locales, en los distintos países.
Hoy, como siempre, podemos decir que gran parte del escenario abierto por la oposición venezolana, no solo se juega el futuro de un proceso revolucionario en un país, sino también el proyecto latinoamericano, se juega el retorno de volver a ser el patio trasero del Imperio.
¿No piensa aceptar su derrota el Capriles este?¿Y Obama acusó recibo o sigue estudiando el resultado de las elecciones?