Y Todo el Cielo

Hace mucho calor estos días, tanto que estas horas de la madrugada son mas amables para todo. Inclusive para la pelea.  Hoy a la noche mientras dejaba a mi novio en la parada del 128 decidí por hoy, por esta noche, no cocinar. Pegué la vuelta por Colombres en busca un bolichito abierto sobre Boedo y en la busqueda de una cena, de paso, me asusté. Pero vamos de a poco.

Vivir en Boedo es una elección, es estar enamorada. Del entorno. Es como muchos barrios de la capital de clase media, pero al mismo tiempo no es de la clase media. La linea es frágil. Boedo definitivamente no es Little Horse pero tampoco es Parque Patricios ni Almagro. Debe ser por eso que al modo de Euskadi, Boedo se declaro pequeño pero propio.  Boedo tiene algo que casi no sobrevive en otros puntos de la capital federal. En Boedo las cosas son naturales, se puede edificar una vida, se puede proyectar de alguna manera el futuro. Ya se, debe ser el amor. Pero juro que es asi.

Para saber de Boedo tenés que saber de Elias Castelnuovo. Eso me lo dijo uno de los vecinos de la Red de Cultura Boedo, cuando todavia me sentaba en el bar Margot a seguir tachando todo lo que no podia pagar. Les compré un librito sobre el barrio y otro sobre anarquismo. Como a mi pesar soy moderna puse en google «Elias Castelnuovo» y aparecio un hombre largo, espigado, de pelo blanco, de gesto adusto y al leerlo aparecio un hombre de decir antiguo, parecidas a las cartas que enviaban los hermanos de mi abuelo desde Galicia, un tanto adusto, seco, pero un hombre. Un hombre que puede abarcarlo todos, desde la litertura hasta el revoque de una casa, desde la pólitica hasta la construcción de un mueble. O sea un hombre con espaldas anchas. Un hombre.

Cuando le preguntan a Castelnuovo sobre el enfrentamiento con Florida responde «Y pero que le parece!». Es claro, desde el principio responder una obviedad. «Eran todos pitucos, se lo tomaban todo en solfa (…) la cuestión era entre ricos y pobres». Florida Vs Boedo para Boedo, despues de leer bastante y por supuesto ya con unos años en el barrio, fue desde el vamos una cuestión pólitica que no descuido la estética. Para Florida en la construcción de la afrenta declarada, quizás fue un chiste.

Detrás del grupo de Boedo esta el sufrimiento.  Dostoievsky, Tolstoi, Gorki.  Boedo tiene en la medida de la construcción posible, e imaginaria, fuego en las entrañas y rabia. Ambas cosas siempre fueron sentimientos a temer por cualquiera que no experimentara la falta, la desolación, la angustia o las horas prolongadas en trabajo. Ahora puede ser rechazada o injustificadas por los que pierden el tiempo en el 2.0, los que no ven el fruto del trabajo porque ya no hay material tangible, por los moderados, por los que cargan angustia, por los que paralizan. La rabia es motor, un motor más fuerte y estóico que el amor, más prolongado, más duradero. Por la simple razón que el de abajo, o cualquier criatura que quiera ser libre, recibe constante violencia en cada día de su vida. La acumula, la sufre, la padece y la detesta. En ese camino, en esta ciudad que se especializo día a día en convertirse expulsiva y negadora todo eso se recrude y sale. A veces no de la mejor manera, pero la violencia de abajo siempre esta justificada; mientras que la violencia de arriba siempre esta normalizada, estatizada, asimilada y reclamada por los vecinos que son la gente.

El grupo de Boedo en el decir no tiene temor alguno en animarse con el lunfardo. No tiene temor porque es el lunfardo, no tiene temor porque básicamente los hombres y las mujeres de trabajo cotidiano, hijos, nuevos idiomas, nuevas maneras y grandes sueños no tiene tiempo para tener miedo. Pero Boedo es un rejunte de todo eso, es barro, poesia, carne, café, caña legui, peleas, nombres olvidados, nombres revalorizados, Boedo es debajo de los adoquines una larga lista de cosas negadas: izquierda, socialismo, anarquismo, soñadores.

En el mismo bar puedo jurar sobre la misma mesa, puedo mentir también, me tiraron a Leónidas Barletta. Yo seguia sin conseguir mi lugar en Boedo, barrio al cual ya consideraba vital para mi vida futura. Sin Boedo no habia nada. (Siempre fui trágica, perdón) Vuelta a la casa de mi madre y en google lo primero que salta es una frase para mi inolvidable y por favor, rianse….a menos que se sientan tocados.

“Cachafaz… Fracasado… El pobre Borges… Vate criollo y vate septuagenario… Buscador de puestitos… Pergueñador de cuentos persas… y lávese de toda esa mugre metafísica.”

Fue quererlo.

Y acá es donde creo, o intento, ver las lineas frágiles que se confunden entre lo que es odio y lo que es rabia, lo que es exageración y lo que es verdad.  Barletta no esta presente para responder preguntas y poco importaria preguntarle ¿es verdad? lo que interesa es la exageración y el atrevimiento, la afrenta dada, en la frase que como si fuera poco remata en un final envidable. Estética pero pólitica, arrabalera pero en el presente avant-garde,  innegablemente local pero como las buenas construcciones va más allá de su localidad; esta pequeña frase.  Es marcar posición atrevimiento poco visible en estos días. Marcar posición es dejar bien en claro quien se es y desde donde se construye sin la necesidad de dar nombres propios o direcciones.  La marca de posición se hace un poco a la fuerza y un poco brutalmente, es imponer la llegada, es dejar en claro los tantos.  Porque marcar la posición, o bancar la parada si se quiere, es una cosa cotidiana como la pólitica.

Pero el final del recorrido del 2003 fue bueno. Conseguí mi lugar en el barrio y acá estoy. Regando las plantas y saliendo en bicicleta a ver a mis amigos, pagando las cuentas al filo y despues de acostumbrarme a vivir sola, reto de iniciación para mi generación anti-destete, acostumbrarme a vivir con alguién y planear futuro. En Boedo es donde senti por primera vez que estaba en casa y que casa iba a cuidarme. Volvi de a poco a interesarme en la pólitica, a escribir, a ir a la asamblea, a conocer a mis vecinos, a no tener miedo de los pibes que la clase media se ocupa en marcar en los mapas de la mafria negra.  Volver a casa por Carlos Calvo y ver a los pibes en el pool para mi no es miedo, es seguridad. Mientras esos pibes esten ahí voy a llegar a 33 Orientales.  Esos pibes se van, mi asamblea se va, el club de futbol se va, los bares se van, la red social se va, todos se van y yo no llego a cruzar Castro. Mi barrio son todos, son los que discuten a Castelnuovo en el Margot y los que paran en el pasaje Totoral en el verano con auto abierto y cumbia en el aire, son los que firmaron y lucharon por la plaza, son los célebres del carnaval y son los que se llenaron de odio cuando nos plantaron el sindicato de taxistas recargado frente al club de pibes que quiere ser desalojado, son los que pegan carteles contra la antena sobre estados unidos y los que defienden los adoquines, son los que intentan integrar las torres pero luchar para que no levanten una más, son los que preparan la semana de Boedo y ridan un kilo de merluza, Boedo es Cedrón cenando en el Margot y es el billar de Boedo y Estados Unidos, es la iglesia Santa Cruz resabio tercermundista, son las casas tomadas, el bar Florida con apuestas de caballos y la casa Lander´s ropa para hombres, es Leoyak, es la autopista, las pintadas anti macri,  es el silencio en la noche, los árboles que se abrazan, el principio de la firmeza del arraigo.

¿Y con todo eso qué me puede asustar? Bueno. Los otros. Los que no saben, los que llegan, los que vienen.

Voy a blanquear: no quiero que Boedo sea San Telmo o el brazo de la incontinencia inmobiliaria de Little Horse. Y ayer cuando entré en el bar y vi las mesas pobladas de extranjeros sacando fotos y tomando vino, cuando vi que en mi barrio ya venden, arribistas venidos de otros lugares, remeras que dicen imbecilidades del tipo «Hoy es Boedo» me corrio un frio por la espalda tremendo. No quiero que Boedo pierda lo que es y se convierta en la aventura túristica de un par de aventureros. No quiero salir una tarde de sábado y que en lugar del mercado esté un outlet de Lacoste y donde estaba la carniceria me planten un bar de diseño. No quiero. No quiero que empiecen a pintar todo de blanco y colores neutros, me da frio y terror cuando escucho la música funcional del confort urbano, la bossa-nova, saliendo de este bar que dice «Hoy es Boedo» y mañana dira supongamos «Hoy es Barracas». No quiero vivir en un barrio en donde la fiesta del consumo es un localcito de morondanga en Rosario y Acoyte que estalla el 24 de diciembre al mediodia, no quiero un shopping, no quiero ofertas de verano, no quiero tentanción de consumo, no quiero hostilidad, no quiero tampoco que hagan un cine. No quiero parejones tilingos diciendo «gordo no pensas que te tendrias que comprar esta chomba en rosaaaa». No quiero parejos tilingos  manejando su cero kilometro con el perro labrador atrás y la cámara del Banco Francés para sacarles las fotos de la propaganda de la nueva tarjeta de crédito gold para parejones. A ver. Yo quiero seguir saliendo en camisón y descalza a sacar la basura y saludar a mi vecino que saca a pasear al perro en pantalón de piyama y camiseta blanca; yo quiero ir a la panaderia a las 7am cuando llego de tocar o de un recital y comprar el diario en San Juan y Boedo; no quiero ir a tomar un deayuno americano a un bar de 80 dolares el plato de ravioles.  No quiero gringos insulsos puestos en pedo en los bares para gringos ejecutando un turismo sexual que lejos de ser solpado es explícito. No quiero fiestas de extranjeros en hostels, no quiero que Boedo sea la chacra capitalina de un par de suertudos estirpe primer mundo como lo es ahora San Telmo. Yo quiero mi Boedo marginal y asambleario, quiero mi Boedo intacto a pesar de los embate de Macri que erosionan las calles más bellas para conformar a la capital federal que cree que «no va a robar». Y a pesar de practica el consumo, es innegable me gustan los vestidos más de lo que me gusta que me gusten, no quiero que este lugar que es mi vida sea mi lugar de consumo. Porque desde que vivo en Boedo y mal que mal pago las cuentas, el alimento de los gatos, el propio, la juguera, el baño que se rompio y todo lo demás, todo lo que realmente importa; el consumo al no verlo, al no tener tiempo para verlo o ganas simples ganas, al ignorar la televisión y caminar por un barrio en donde salir a la calle no es salir a la pasarela; el consumo no te agarra. Perdón, no me voy a contener: el consumo no te garcha de parado.

Entonces si me asusto y al mismo tiempo como un perro galgo, estirpe griega, me pongo atenta frente a uan remerita de morondanga que sale 40 pesos y dice: Hoy es Boedo.

Hoy es viernes, sabes, hoy es viernes.