En México, la competencia por ocupar el sillón del gran Lázaro Cárdenas transita su tramo final. Los tres candidatos, cuyas fuerzas políticas se reparten el poder de la segunda economía latinoamericana, miden sus últimos movimientos de cara a las elecciones generales del próximo 1º de julio.
La previa de las encuestas avizora resultados finales algo dispares. Sin embargo, pocos ponen en duda que la delantera -bastante cómoda- la lleva el candidato del histórico Partido Revolucionario Institucional (PRI), el centrista Enrique Peña Nieto, un abogado de 46 años, perteneciente a una familia afincada en la política desde hace décadas.
En un giro inesperado para muchos, el centroizquierda Partido de la Revolución Democrática (PRD), con la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, trepó hasta el segundo lugar ya avanzada la campaña electoral. De esta manera, quien, en 2006, perdió la elección presidencial (¡por el uno por ciento de los votos!) desalojó de esa posición a la candidata de la derecha, del oficialista Partido de Acción Nacional (PAN), Josefina Vázquez Mota.
Gane quien gane, el futuro presidente de México deberá hacer frente a una avalancha de expectativas que carga el electorado. Por un lado, se esperan mejoras en la calidad del empleo, salarios y la economía doméstica en general. Pero, además, se hace indispensable el replanteo de la estrategia de combate contra los carteles de la droga, que logre menguar los índices de inseguridad, calificados de demenciales.
Hace seis años, Felipe Calderón llegó a la residencia de Los Pinos en medio de las sospechas de fraude, con un López Obrador en las calles autoproclamándose presidente legítimo. De ahí que, según varios analistas, el mandatario decidió sacar el Ejército a la calle para pelear contra los narcos como un modo de legitimarse en el cargo. Con todo, la estrategia resultó fallida: desde entonces, el tendal de muertes contabiliza 60 mil crímenes.
Se prevé un voto castigo muy fuerte para la gestión actual, asegura a Debate el consultor Ulises Beltrán, director de la firma BGC. Ambos temas, los referidos a la economía y a la inseguridad, son las principales preocupaciones de los mexicanos. Sin embargo, mi impresión es que, a la hora de votar, tendrá más peso aquel candidato que genere una mayor confianza en la promoción de la recuperación económica. La percepción generalizada es que estamos estancados, afirma el especialista.
Así las cosas, hasta hace poco más de un mes, la pelea electoral transitaba el camino insípido del resultado cantado: la contienda la ganaría el fotogénico priísta Peña Nieto. Sin embargo, desde entonces, sus competidores comenzaron a acortar la brecha. Especialmente López Obrador, que representa al PRD, un desprendimiento del viejo PRI que amalgama la centroizquierda azteca. Con todo, este espacio que propone dejar de lado los preceptos que impuso el Consenso de Washington (Ver entrevista a Jesús Zambrano) no tiene el camino fácil. Peña Nieto corre por delante de sus competidores con ocho y veinte puntos de ventaja, dependiendo de la encuesta.
Ocurre que el candidato perfecto -que confundió a Carlos Fuentes con Enrique Krauze en la Feria del Libro de Guadalajara- consiguió aceitar la poderosa maquinaria del PRI, otorgando un barniz renovado al partido nacido al calor de la Revolución Mexicana. Ello, a pesar de que los cuadros priístas históricos, los llamados dinosaurios, han cerrado filas detrás de Peña Nieto, como es el caso del dirigente Manlio Fabio Beltrones, además del apoyo de la mayoría de los gobernadores. Hoy el PRI gobierna 20 de los 32 estados del país, según explica, desde México, el investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana Pablo Becerra Chávez. Peña Nieto forma parte del denominado Grupo Atlacomulco, es decir, del PRI dominante en el estado de México. Nació y creció en el contexto de las familias priístas acostumbradas al poder, advierte el especialista. Además, según expone este académico, Peña Nieto no tiene una personalidad arrolladora, ni es un gran orador, a diferencia de López Obrador, un ejemplo más claro de líder carismático, con un estilo más cercano al de las figuras progresistas de la región. Sin embargo, Peña Nieto cuenta en su haber con la reputación de una gobernación particularmente eficiente en el estado de México, el distrito más importante del país. Además, según este especialista, suma puntos por su atractivo personal, y la popularidad de su esposa, la estrella de las telenovelas mexicanas Angélica Rivera, cuyo sobrenombre es Gaviota en honor a uno de sus protagónicos en la pantalla chica (y de ahí que a Peña Nieto se lo apode el gavioto).
LOS VÍNCULOS DEL PRI
Uno de los factores que alteraron la estática ecuación a favor de Peña Nieto fue el surgimiento del movimiento Yo soy 132, que agrupa a buena parte de la juventud universitaria, hasta hace poco considerada como apática.
La indignación estudiantil se activó inicialmente cuando un grupo de universitarios de la exclusiva Universidad Iberoamericana escrachó al candidato del PRI, durante un acto de campaña. De esta forma, los estudiantes pusieron sobre la mesa el temor de muchos: que la eventual victoria del ex gobernador del estado de México implique el restablecimiento del antiguo régimen hegemónico (en el poder desde 1929 hasta 2000) caracterizado por un pasado autoritario, antidemocrático y corrupto. Asimismo, la conversión de una pequeña protesta en un movimiento multitudinario respondió a otros factores. La furia estudiantil se encendió por la cobertura mediática que de la movilización hizo el duopolio televisivo mexicano, compuesto por Televisa y Televisión Azteca, en cuya peculiar lectura de los hechos trató a los jóvenes como poco menos que agitadores o infiltrados. Ingeniosos, 131 alumnos que participaron del repudio a Peña Nieto grabaron un video, que explotó en YouTube. En éste, mostraron el rostro de cada uno en primer plano y la matrícula que los certifica como estudiantes de carne y hueso. De ahí que el amorfo Yo soy 132 surgió como un modo de acoplarse a estos primeros estudiantes. Ahora, no sólo se oponen al regreso del PRI, sino que apuntan contra el conglomerado mediático que lo apoya, principalmente Televisa, firma que comprende cientos de licencias de TV abierta y que captan el setenta por ciento del rating del país.
Entretanto, el periódico británico The Guardian tensó el clima al publicar evidencia sobre el supuesto pacto que Televisa y Peña Nieto firmaron hace unos años para favorecer su imagen política, en detrimento de López Obrador.
En este contexto, una editorial del The New York Times intentó poner freno a quienes se esperanzaban con una sorpresa desde la izquierda. El matutino apuntó que las críticas lanzadas hasta ahora contra Peña Nieto bastarían para derrumbar a cualquier candidato en las encuestas. En México, no. Por ello, este aspirante a la presidencia sigue manteniendo, desde esta perspectiva, su aire de inevitabilidad.
Con todo, esta elección, en la que ochenta millones de mexicanos están llamados a votar, encuentra al electorado desencantado, crisis de representación mediante. Evidentemente, las expectativas inauguradas, en 2000, por la transición democrática que protagonizó la asunción del PAN a la presidencia -cuando desbancó al PRI del gobierno federal tras siete décadas- no fueron satisfechas.
Para Alberto Aziz, profesor e investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas), en el trasfondo de la puja electoral se presenta el siguiente dilema: ¿Regresa el viejo priísmo o vamos hacia una alternativa de izquierda, representada por el PRD?. En diálogo con esta revista, el analista asegura: López Obrador es quien, aparentemente, presenta un proyecto distinto, de cambio del actual statu quo. Porque lo que se está jugando de fondo es: ¿qué hacemos con el Estado? La cuestión es si éste se fortalece o no frente a los intereses poderosos, monárquicos, que impiden las reformas económicas y políticas. Desde la óptica de este investigador, la cuestión es si el Estado logra regular estos intereses o si sigue coludido con los monopolios en el contexto de un modelo económico que mira hacia afuera, hacia las exportaciones y que ha descuidado muchísimo el mercado interno.
Al respecto, en el PRI tomaron nota de los principales reclamos de la población en relación con la economía doméstica y centraron su propuesta en este sentido (Ver entrevista a Eduardo Sánchez).
LOS PROBLEMAS DEL PAN
En el primer mercado hispanohablante, la única candidata mujer de la contienda, la panista Vázquez Mota, representa la continuidad del modelo económico de corte neoliberal de los gobiernos de Vicente Fox (2000-2006) y de Calderón. Una carga pesada que relegó a esta ex ministra de las carteras de Educación y Desarrollo Social de Calderón al tercer lugar en la intención de voto. Ello, pese a haber empezado la carrera proselitista con cierto empuje y representar una seria amenaza para Peña Nieto en la competencia por los segmentos de clase media alta y alta, según especifica Ulises Beltrán.
Por su parte, Becerra reseña el panorama de esta forma. En México, los gobiernos panistas de los últimos doce años no modificaron de manera sustancial las políticas económicas de apertura al mercado mundial y de disminución de la participación del Estado en la economía; es decir, todos los aspectos básicos del neoliberalismo impuestos en los noventa por priístas como Carlos Salinas de Gortari, principalmente. Se prevé que Peña Nieto pueda significar una continuidad, en este sentido, señala. A su vez, afirma que López Obrador representa la nota distintiva en cuanto a propuesta de gobierno. De hecho, este candidato de perfil militante, al contrario del PRI, está proponiendo un regreso a lo que eran los aspectos fundamentales del modelo estatista. En esto se cifra buena parte del atractivo de López Obrador: que los ciudadanos lo ubiquen como el regreso a algo del paraíso perdido que tuvimos en México hasta la década del setenta, especialmente entre los cincuenta y los setenta, cuando se vivió el famoso milagro mexicano, cuando Octavio Paz llamaba el ogro filantrópico al Estado todopoderoso que teníamos.
A la hora de enfrentar cuestionamientos, Vázquez Mota se hace eco de las cifras que exhibe el gobierno y pondera la estabilidad macroeconómica que sostuvieron las dos gestiones panistas. Así, argumenta que, pese a que en 2009 el PBI de México se contrajo el 6,1 por ciento por la crisis en Estados Unidos (lo que demuestra la alta sincronización y dependencia que el país tiene con la suerte que corra su vecino del Norte), la economía mexicana repuntó en los dos años siguientes: con un crecimiento del 5,3 y 4,6 por ciento, respectivamente. Asimismo, se prevé que en 2012, el PBI crezca alrededor del 4 por ciento, según informó la Cepal a esta revista.
Entre otras de las cartas que la gestión conservadora hace jugar a su favor, se encuentra el nivel de reservas internacionales en efectivo, que creció de 35.500 millones en 2000 a 132.964 a mediados de 2011; entretanto, en ese lapso, los panistas lograron mantener el índice de precios a raya. De todos modos, la inflación, en abril de 2012, fue del 5,6 por ciento, un porcentaje alto en comparación con el registrado en los últimos años. En este sentido, en palabras del académico Aziz, el PAN claramente tiene un proyecto de continuidad, diría bastante ortodoxo. Ellos apuestan a la estabilidad, a la inflación controlada, al déficit bajo. Pero esto ha generado muchos problemas sociales.
De esta manera, con gobiernos que, como recuerda el economista Oscar Ugarteche, desarticularon el aparato productivo para rearticularlo con el estadounidense, México se convirtió en el principal destino de la Inversión Extranjera Directa de la primera potencia mundial, pese al repliegue sufrido por la crisis financiera. Sin embargo, se critica que ese capital no contribuya de manera significativa al crecimiento económico o a la mejora en los salarios de México ya que, muchas veces, los recursos no se encuentran vinculados a una base productiva y que se trate, en cambio, de inversiones en zonas francas.
Con todo, en épocas de pelea electoral, las contradicciones que arroja el aparentemente sólido modelo mexicano salen a la luz con más fuerza en boca de las voces opositoras. De esta manera, se hace referencia al alto nivel de desigualdad que marca un abismo entre los mexicanos más ricos y los más pobres. México es el país más desigual de sus socios de la OCDE (según el último informe Global Risks). Además, en este país convive un selecto grupo de magnates que integra la lista de los mayores multimillonarios del mundo, que elabora la revista Forbes, y 60 millones de mexicanos pobres, en un población de 112. El académico Miguel González Madrid asegura, al respecto, que la incidencia de acciones y omisiones del ejecutivo federal en la pérdida de calidad de vida de millones de mexicanos, puede ser una clave para explicar el déficit de legitimidad del gobierno panista durante los últimos doce años. Desde México, este especialista asegura a Debate que el PRI pudo haber capitalizado mejor que el PRD ese hartazgo generalizado de la población ante el clima de violencia generado por el combate oficial contra el crimen organizado y, también, ante la falta de oportunidades de empleo y de mejora salarial no obstante la eficacia del gobierno federal para crear un ambiente de estabilidad de las finanzas públicas.
Por otra parte, las diferencias entre Peña Nieto y López Obrador se tornan menos duras cuando se trata de pensar en qué hacer con la ola de violencia desatada en las calles, asociada al narcotráfico y a los delitos del crimen organizado. Ambos ya han dicho que la estrategia de militarización del conflicto implementada por Calderón debe ser revisada a la luz de los resultados. Asimismo, los candidatos discrepan en otros temas cruciales, por caso, respecto de la petrolera estatal Pemex, la mayor empresa de México. Así, mientras Peña Nieto se muestra proclive a la participación del sector privado, desde el PRD denuncian la amenaza de una eventual lógica privatista.
Así las cosas, los desafíos del próximo presidente de México no serán pocos. Por lo pronto, menguar los niveles de violencia, recuperar el mercado interno y equilibrar las desigualdades parecen estar en la cima de las prioridades.
EL PRI, POR EL REGRESO
Eduardo Sánchez, vocero del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y de su candidato Enrique Peña Nieto, sostiene que se debe cerrar la fábrica de delincuentes.
¿Cuál es el proyecto de gobierno que impulsa el PRI?
El grueso de las acciones gubernamentales estará destinado a favorecer la economía familiar. Hoy están comprometidas las finanzas domésticas. Se trata de apoyar a los que menos tienen en mi país. Nuestro programa de gobierno tiene este eje central. Así, parte de la generación de la riqueza se centrará en el apoyo a pequeñas y medianas empresas, al combate a los monopolios. Fijaremos nuestra atención en la promoción de las condiciones de competitividad de nuestra industria, como puede ser la disminución de las tarifas de energía. México es uno de los países con tasas de energía más altas en el mundo, lo que les quita competitividad a las empresas.
¿Cuál será la estrategia contra el crimen organizado?
Es importante destacar que el problema original del narcotráfico que combatió con absoluta ineficacia el presidente Felipe Calderón es un problema que se complejizó. A partir del desmembramiento de algunos carteles surgió una serie de bandas que ahora encuentra en otros negocios delictivos jugosas ganancias, como es el caso de la extorsión, el secuestro, el robo de automóviles, etcétera. Entonces, requerimos una estrategia integral. Nuestro principal objetivo es que disminuya la violencia, el tráfico de drogas, las adicciones, y la tasa de homicidios. Entre otras cosas, fortaleceremos la capacitación y equipamiento de las policías en México. Además, necesitamos cerrar la fábrica de delincuentes, la cantidad de jóvenes que son cooptados por las organizaciones criminales, los cuales no tienen ninguna oportunidad y que buscan a través de la delincuencia una forma de vida.
¿Que significaría la eventual victoria del centroizquierda PRD?
Sería regresar al populismo de los años setenta en donde se gobierna con buenos propósitos, con medidas populares, pero sin ninguna responsabilidad en las finanzas públicas. Seguir con el actual gobierno, en cambio, implicaría la continuación de un modelo neoliberal en donde se beneficia a los monopolios, a los concentradores de riqueza de siempre y en donde se descuida al trabajador y al campesino.
EL PRD, LA ALTERNATIVA
Jesús Zambrano, presidente del Partido de la Revolución Democrática, que postula al candidato Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México, afirma que apuestan a relanzar el crecimiento económico.
¿Qué modelo de país propugnan desde la izquierda?
Estamos planteando la necesidad de que en México hagamos a un lado los designios y las imposiciones que en los hechos han establecido los organismos financieros internacionales, en consonancia con lo ocurrido en toda América Latina. Planteamos retomar la senda del crecimiento económico. México creció al 2 por ciento anual en los últimos 30 años. Nosotros decimos que necesitamos crecer al 6 por ciento y que es necesario generar por lo menos 1 millón 200 mil empleos anuales. Requerimos, además, que la petrolera estatal Pemex no entre en una lógica privatista sino que mantenga la rectoría del Estado y que se convierta en la columna vertebral del relanzamiento económico. Queremos destinarle a la educación pública por lo menos el 8 por ciento del PBI como recomienda la Unesco.
¿Plantean una revisión de la relación con Estados Unidos?
Queremos sostener una relación de cooperación económica mutua con Estados Unidos. No estamos en modo alguna planteando que se cancele el tratado de librecomercio, pero sí revisarlo para beneficio común.
¿Y respecto de América Latina?
Debemos aprovechar nuestra vecindad con Estados Unidos sin darle la espalda a América Latina. Nosotros planteamos una mayor relación con la región. Nos sentimos identificados con lo que han sido los gobiernos del Partido de los Trabajadores en Brasil, también con el esfuerzo que en los últimos años realizaron países como la Argentina o Uruguay.
¿Qué significaría que el PRI regrese al poder?
Significaría el regreso de la corrupción, del autoritarismo, de los privilegios para unos pocos. Supondría el fortalecimiento del duopolio televisivo, y la vuelta de una fuerte connivencia entre el Estado y el crimen organizado.
EL PRÓXIMO GOBIERNO NO TENDRÍA MAYORÍA PARLAMENTARIA
Politólogo e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, Miguel González
Madrid analiza el escenario electoral y la relación con el resto de América Latina.
Si tuviera que definir el perfil ideológico de los principales candidatos a la presidencia de México, ¿qué diría?
Andrés Manuel López Obrador tiene propensión a la rebeldía violenta, la que ha tratado de canalizar a través de la defensa del sector más pobre de la población. Se lo puede definir como un político pragmático de izquierda, altamente voluntarista, que, por tanto, trata de convencer a sus seguidores de que es el único luchador contra la corrupción. Tiene preferencia por las acciones estatistas que tengan como resultado la redistribución del ingreso hacia las clases menos favorecidas. Respecto de Enrique Peña Nieto, éste parece estar convencido del imperio del estado de derecho como eje de la política. Él mismo se ha definido como un conservador con respecto a algunos temas controvertidos, pero se opone a la penalización de las mujeres en el asunto del aborto. Guarda una especial preocupación por los sectores de menores ingresos, en la creencia de que éstos son la base de la recuperación del mercado interno. Apuesta a una amplia alianza con los actores que pueden incidir para elevar las inversiones y el ritmo de crecimiento de la economía.
¿Y respecto de la candidata oficial Josefina Vázquez Mota?
Ella representa un sector de derecha moderada. Discursivamente hace énfasis en los valores de integración familiar y se expresa abiertamente en contra de los matrimonios entre parejas del mismo sexo y del aborto, aunque sobre este último ha manifestado estar en contra de la criminalización de las mujeres. Comparte la estrategia de combate abierto contra el crimen organizado y la apertura de la economía nacional a la competencia mundial.
Desde su perspectiva, ¿qué significaría el regreso del PRI a la cúpula del poder mexicano?
Varias cosas. En primer lugar, la falta de atención a las expectativas sociales de algunos segmentos de clase media y de los sectores más pobres del país; en segundo lugar, la incapacidad del PAN para consolidar la democracia política; en tercer lugar, la capacidad del PRI para sobrevivir localmente con sus bases de votantes duros y con una estructura política nacional estable; en cuarto lugar, la incapacidad de las izquierdas para convencer de manera contundente a la mayoría de votantes de ser una opción real de poder; en quinto lugar, el arraigo en la cultura política de la mayoría de ciudadanos de la creencia en un gobierno que puede dar certeza a demandas sociales insatisfechas de empleo y salario. Dicho regreso puede parecer un retroceso político, un fracaso de la transición política, pero lo que estaríamos presenciando sería más bien un segundo ciclo de la alternancia política y, conforme a los resultados de la elección legislativa federal (con 500 nuevos diputados y 128 nuevos senadores), la continuación del fenómeno de gobierno dividido, con lo cual cabría esperar que el partido del nuevo presidente de México, por sí mismo, no tendría mayoría parlamentaria.
En materia de política exterior, ¿cuánto le importa al gobierno mexicano su relación o integración con América Latina?
México está ocupado más bien en la firma de más y más tratados de tipo comercial, en el acercamiento de los circuitos financieros y comerciales que apuntalen la estabilidad macroeconómica. El tema de los flujos migratorios y de los controles fronterizos han sido descuidados o, del lado mexicano, no se ha mostrado imaginación ni audacia para abordarlos. El país ha estado ocupado con una serie de problemas y conflictos hacia el lado Norte de sus fronteras, más reactivamente que con sentido proactivo, y ha descuidado la necesidad de generar liderazgo hacia el lado Sur con una orientación de nueva integración política -no sólo económica- de la región latinoamericana. Pero ese descuido no ha sido sólo circunstancial, sino también intencional, puesto que en Brasil, la Argentina, Venezuela, por ejemplo, se han instaurado gobiernos con los cuales México, gobernado por el PAN, mantiene escasas coincidencia estratégicas en materia económica, política e ideológica.