EL MUNDO › HABLA NICOLAS ARPAGIAN, EXPERTO EN CIBERSEGURIDAD DE LA UNIVERSIDAD DE PARIS
Arpagian analiza los resortes legales del espionaje globalizado, sus características modernas, sus meandros tecnológicos, el concepto de guerra moderna y la supremacía absoluta de EE.UU. en el campo de las tecnologías de la información.
Desde París
La protección de los datos personales y la democracia no son buenos aliados. El caso de Edward Snowden, el agente de la NSA norteamericana que reveló el espionaje norteamericano y la colaboración de actores privados de la talla de Google, Microsoft o Faceboook, sigue expandiendo sus verdades y mostrando los límites de los sistemas democráticos. Espionaje global de los individuos a través del sistema Prisma; arresto en Londres del compañero del periodista del diario The Guardian que reveló los documentos de Snowden, Glenn Greenwald; destrucción forzosa de los discos duros de The Guardian por parte de los servicios secretos británicos, intimidaciones, amenazas… en suma, las democracias sacaron del cajón sus mejores dispositivos legales para justificar el espionaje o impedir la difusión de informaciones suplementarias.
En esta entrevista, Nicolas Arpagian analiza los resortes de este espionaje globalizado, sus mecanismos legales, sus características modernas, sus meandros tecnológicos, el concepto de guerra moderna y, sobre todo, la supremacía absoluta de Estados Unidos en el campo de las tecnologías de la información. Profesor en el Instituto de Altos Estudios de Seguridad y Justicia (Inhesj) y en la Universidad de París, experto reconocido en temas de ciberseguridad y seguridad militar moderna, Nicolas Arpagian es también autor de varios ensayos sobre las tecnologías de la información como La ciberseguridad, La ciberguerra: la guerra numérica ha comenzado, Seguridad privada, disputa pública, El Estado, el miedo y el ciudadano.
¿En qué se caracteriza el espionaje moderno tal y como lo practican hoy, en regla general, la NSA norteamericana a través del sistema Prisma?
La idea consiste en asociar a los industriales de la tecnología de la información, es decir, Microsoft, Yahoo!, Google o Facebook, con la seguridad nacional de los Estados Unidos. Estamos frente a prestatarios privados que explotan y que, para emplear una terminología petrolera, refinan las informaciones de los particulares, de las empresas. En suma, todo lo que le confiamos hoy a Internet. Para captar el alcance de todo esto hay que tomar en cuenta el hecho de que incluso las administraciones públicas europeas recurren al uso de G-mail para comunicarse. La administración norteamericana les exige entonces a estos actores privados que entreguen información bajo la égida de las autoridades.
Lo curioso del caso es que el dispositivo de espionaje Prisma es legal…
Así es. Prisma deriva de una ley adoptada en un país democrático como los EE.UU. Pero, claro, no es nuevo. Desde los años 60, Estados Unidos, de una u otra manera, lleva a cabo estas prácticas. Con Prisma se ha oficializado y estructurado un mecanismo a través del cual las empresas deben obedecer a decisiones legales. Este dato es clave porque la nacionalidad de la empresa concernida tiene una importancia capital. Aquí vamos a entender bien lo que significa una empresa global que responde, sin embargo, a requerimientos nacionales. Una empresa, sea cual fuere su talla, sea o no una multinacional, asume el hecho de que pertenece a una nacionalidad. Por ejemplo, la ley norteamericana se aplica a las empresas cuyo capital mayoritario, o sea el 51 por ciento, está en manos norteamericanas, y esto sea cual fuere su localización. Así, la filial francesa o argentina de IBM, Google o Microsoft están sometidas al derecho norteamericano a partir del momento en que su accionista principal es de nacionalidad norteamericana. Esto pone en tela de juicio la idea de derecho internacional porque los norteamericanos lograron que su derecho doméstico se aplique más allá de sus fronteras. Al mismo tiempo que empresas como Google, Facebook, Microsoft o Yahoo! viven de la confianza de sus clientes, también están bajo la autoridad de un Estado que les pide cuentas.
Estos dispositivos responden a una forma de guerra. Tal vez no haya bombas (aunque existen los drones), pero sí hay una estrategia agresiva de penetración de territorios y de colecta de la información.
Efectivamente. Estos dispositivos forman parte del concepto de soberanía nacional. Y aquí es preciso ampliar, enriquecer la noción de guerra más allá del enfrentamiento armado. Aquí se añade también una lógica de competencia económica. La información que se colecta a través de empresas como Yahoo!, Google, Facebook o Microsoft nos lleva mucho más allá del umbral militar para desembocar en la pesquisa de informaciones económicas. Estamos entonces en un campo ampliado de la guerra apoyado en una lógica de seguridad nacional. Todas las informaciones son útiles: las económicas, las políticas o las militares. La particularidad del uso ofensivo de las tecnologías de la información radica en que no se establece más la diferencia entre el mundo civil y el mundo militar. Nuestro aliado político y militar es, también, nuestro enemigo o nuestro competidor económico. Los Estados emplean las tecnologías de la información para consolidar sus tejidos económicos. Además, hoy se dispone de sistemas capaces de tratar el conjunto de esas informaciones y, por supuesto, de explotarlas. El elemento determinante para tratar esta masa de informaciones, o sea el llamado Big Data, es el filtro que se empleará para dirigir esas informaciones hacia la ruta que corresponde. Esto explica por qué empresas como Google trabajan con muchos lingüistas para saber cuáles son las expresiones que la gente utiliza más comúnmente. Los avances son tales que Google es capaz de establecer la diferencia entre una persona que busca la palabra jaguar porque le interesan los animales y otra que busca la misma palabra, pero es un aficionado a los autos de lujo. Y en este campo, EE.UU. detenta un poder aplastante porque la mayoría de los actores centrales de las tecnologías de la información están en su zona de influencia. Los demás países están desfavorecidos.
El resorte de esta estrategia es la sagrada lucha contra el terrorismo.
Este argumento es el más utilizado porque es el que requiere menos explicaciones, es el que permite la instauración de un régimen exorbitante de derecho común que permite salir de las reglas establecidas. La lucha contra el terrorismo es el espantapájaros, es la justificación suprema. Desde luego, cuando vemos la amplitud del espionaje nos damos cuenta de que ese argumento no basta. Cuando se espía a particulares que no están en nada ligados al terrorismo, el argumento deja de ser verosímil.
Estados Unidos detenta un poder inigualado en la historia de la humanidad.
En realidad, la potencia norteamericana corresponde exactamente a todo lo que le confiamos a esta sociedad de la información: le confiamos nuestros entretenimientos, nuestros procesos industriales y económicos, nuestros correos y partes enteras de la organización de nuestra vida personal, profesional y colectiva. En este contexto, quien detenta la potencia en este campo es el amo del juego. Los EE.UU. supieron crear una serie de actores económicos que se han vuelto indispensables. Google, por ejemplo, es un actor a escala planetaria que nos sigue por todas partes y a cada momento. Un ejemplo: a través del análisis exhaustivo de nuestras correspondencias se llega a tener una visión extremadamente precisa de los centros de interés de un individuo y de sus orientaciones. Estos actores tienen una relación de proximidad con la administración norteamericana. En eso radica la extraordinaria potencia de los EE.UU. No hay duda alguna entonces de que, mediante el control de las tecnologías de la información, Estados Unidos cuenta con un elemento de potencia considerable. Ese poder es al mismo tiempo político, diplomático, económico, militar y tecnológico porque, justamente, todas las tecnologías de la información tienen un lugar preponderante en los sistemas de organización de los demás países. Pero el que tiene el mando de esas tecnologías es Washington. Además de las inversiones públicas de la administración, los norteamericanos pueden apoyarse en las empresas privadas de EE.UU. Hoy no hay ningún equivalente a escala planetaria.
¿Y Europa? Los europeos no son más que meros figurantes en esta danza.
Los europeos no pudieron o no supieron desarrollar actores de gran dimensión en el campo de las tecnologías de la información. Europa, por facilidad o por confort, se vio como simple usuaria de las soluciones norteamericanas. Francia, por ejemplo, sabe fabricar submarinos nucleares, aviones de caza y tanques, pero no tiene presencia en las tecnologías de la información. Sin embargo, esas tecnologías son esenciales porque irrigan todos los sectores. Esto nos demuestra que la potencia no está donde pensábamos, o sea en manos del que sabe construir equipos, sino en el campo de la información. Si los sistemas de información que controlan las armas modernas no funcionan, o funcionan con tecnologías inadaptadas, ese actor se vuelve un gigante inmóvil: toda la fuerza acumulada no le sirve de nada porque el sistema nervioso responde de forma aleatoria.
Pese al enorme escándalo del espionaje, el mundo sigue igual.
Efectivamente, es así. No se constata ningún cambio, ninguna movilización de los usuarios, no hay pérdida de audiencia en Google o Facebook. La opinión pública parece haber asimilado y aceptado el espionaje. La respuesta al escándalo ha sido la pasividad. No se ve hoy una respuesta organizada. Sin embargo, para EE.UU. fue duro porque no fue un enemigo exterior quien les asestó un golpe sino uno de sus propios agentes, Snowden. En un universo eminentemente tecnológico, Snowden agregó una dimensión emocional imprevista a ese nivel de colecta de información.
efebbro@pagina12.com.ar
Arpagian analiza los resortes legales del espionaje globalizado, sus características modernas, sus meandros tecnológicos, el concepto de guerra moderna y la supremacía absoluta de EE.UU. en el campo de las tecnologías de la información.
Desde París
La protección de los datos personales y la democracia no son buenos aliados. El caso de Edward Snowden, el agente de la NSA norteamericana que reveló el espionaje norteamericano y la colaboración de actores privados de la talla de Google, Microsoft o Faceboook, sigue expandiendo sus verdades y mostrando los límites de los sistemas democráticos. Espionaje global de los individuos a través del sistema Prisma; arresto en Londres del compañero del periodista del diario The Guardian que reveló los documentos de Snowden, Glenn Greenwald; destrucción forzosa de los discos duros de The Guardian por parte de los servicios secretos británicos, intimidaciones, amenazas… en suma, las democracias sacaron del cajón sus mejores dispositivos legales para justificar el espionaje o impedir la difusión de informaciones suplementarias.
En esta entrevista, Nicolas Arpagian analiza los resortes de este espionaje globalizado, sus mecanismos legales, sus características modernas, sus meandros tecnológicos, el concepto de guerra moderna y, sobre todo, la supremacía absoluta de Estados Unidos en el campo de las tecnologías de la información. Profesor en el Instituto de Altos Estudios de Seguridad y Justicia (Inhesj) y en la Universidad de París, experto reconocido en temas de ciberseguridad y seguridad militar moderna, Nicolas Arpagian es también autor de varios ensayos sobre las tecnologías de la información como La ciberseguridad, La ciberguerra: la guerra numérica ha comenzado, Seguridad privada, disputa pública, El Estado, el miedo y el ciudadano.
¿En qué se caracteriza el espionaje moderno tal y como lo practican hoy, en regla general, la NSA norteamericana a través del sistema Prisma?
La idea consiste en asociar a los industriales de la tecnología de la información, es decir, Microsoft, Yahoo!, Google o Facebook, con la seguridad nacional de los Estados Unidos. Estamos frente a prestatarios privados que explotan y que, para emplear una terminología petrolera, refinan las informaciones de los particulares, de las empresas. En suma, todo lo que le confiamos hoy a Internet. Para captar el alcance de todo esto hay que tomar en cuenta el hecho de que incluso las administraciones públicas europeas recurren al uso de G-mail para comunicarse. La administración norteamericana les exige entonces a estos actores privados que entreguen información bajo la égida de las autoridades.
Lo curioso del caso es que el dispositivo de espionaje Prisma es legal…
Así es. Prisma deriva de una ley adoptada en un país democrático como los EE.UU. Pero, claro, no es nuevo. Desde los años 60, Estados Unidos, de una u otra manera, lleva a cabo estas prácticas. Con Prisma se ha oficializado y estructurado un mecanismo a través del cual las empresas deben obedecer a decisiones legales. Este dato es clave porque la nacionalidad de la empresa concernida tiene una importancia capital. Aquí vamos a entender bien lo que significa una empresa global que responde, sin embargo, a requerimientos nacionales. Una empresa, sea cual fuere su talla, sea o no una multinacional, asume el hecho de que pertenece a una nacionalidad. Por ejemplo, la ley norteamericana se aplica a las empresas cuyo capital mayoritario, o sea el 51 por ciento, está en manos norteamericanas, y esto sea cual fuere su localización. Así, la filial francesa o argentina de IBM, Google o Microsoft están sometidas al derecho norteamericano a partir del momento en que su accionista principal es de nacionalidad norteamericana. Esto pone en tela de juicio la idea de derecho internacional porque los norteamericanos lograron que su derecho doméstico se aplique más allá de sus fronteras. Al mismo tiempo que empresas como Google, Facebook, Microsoft o Yahoo! viven de la confianza de sus clientes, también están bajo la autoridad de un Estado que les pide cuentas.
Estos dispositivos responden a una forma de guerra. Tal vez no haya bombas (aunque existen los drones), pero sí hay una estrategia agresiva de penetración de territorios y de colecta de la información.
Efectivamente. Estos dispositivos forman parte del concepto de soberanía nacional. Y aquí es preciso ampliar, enriquecer la noción de guerra más allá del enfrentamiento armado. Aquí se añade también una lógica de competencia económica. La información que se colecta a través de empresas como Yahoo!, Google, Facebook o Microsoft nos lleva mucho más allá del umbral militar para desembocar en la pesquisa de informaciones económicas. Estamos entonces en un campo ampliado de la guerra apoyado en una lógica de seguridad nacional. Todas las informaciones son útiles: las económicas, las políticas o las militares. La particularidad del uso ofensivo de las tecnologías de la información radica en que no se establece más la diferencia entre el mundo civil y el mundo militar. Nuestro aliado político y militar es, también, nuestro enemigo o nuestro competidor económico. Los Estados emplean las tecnologías de la información para consolidar sus tejidos económicos. Además, hoy se dispone de sistemas capaces de tratar el conjunto de esas informaciones y, por supuesto, de explotarlas. El elemento determinante para tratar esta masa de informaciones, o sea el llamado Big Data, es el filtro que se empleará para dirigir esas informaciones hacia la ruta que corresponde. Esto explica por qué empresas como Google trabajan con muchos lingüistas para saber cuáles son las expresiones que la gente utiliza más comúnmente. Los avances son tales que Google es capaz de establecer la diferencia entre una persona que busca la palabra jaguar porque le interesan los animales y otra que busca la misma palabra, pero es un aficionado a los autos de lujo. Y en este campo, EE.UU. detenta un poder aplastante porque la mayoría de los actores centrales de las tecnologías de la información están en su zona de influencia. Los demás países están desfavorecidos.
El resorte de esta estrategia es la sagrada lucha contra el terrorismo.
Este argumento es el más utilizado porque es el que requiere menos explicaciones, es el que permite la instauración de un régimen exorbitante de derecho común que permite salir de las reglas establecidas. La lucha contra el terrorismo es el espantapájaros, es la justificación suprema. Desde luego, cuando vemos la amplitud del espionaje nos damos cuenta de que ese argumento no basta. Cuando se espía a particulares que no están en nada ligados al terrorismo, el argumento deja de ser verosímil.
Estados Unidos detenta un poder inigualado en la historia de la humanidad.
En realidad, la potencia norteamericana corresponde exactamente a todo lo que le confiamos a esta sociedad de la información: le confiamos nuestros entretenimientos, nuestros procesos industriales y económicos, nuestros correos y partes enteras de la organización de nuestra vida personal, profesional y colectiva. En este contexto, quien detenta la potencia en este campo es el amo del juego. Los EE.UU. supieron crear una serie de actores económicos que se han vuelto indispensables. Google, por ejemplo, es un actor a escala planetaria que nos sigue por todas partes y a cada momento. Un ejemplo: a través del análisis exhaustivo de nuestras correspondencias se llega a tener una visión extremadamente precisa de los centros de interés de un individuo y de sus orientaciones. Estos actores tienen una relación de proximidad con la administración norteamericana. En eso radica la extraordinaria potencia de los EE.UU. No hay duda alguna entonces de que, mediante el control de las tecnologías de la información, Estados Unidos cuenta con un elemento de potencia considerable. Ese poder es al mismo tiempo político, diplomático, económico, militar y tecnológico porque, justamente, todas las tecnologías de la información tienen un lugar preponderante en los sistemas de organización de los demás países. Pero el que tiene el mando de esas tecnologías es Washington. Además de las inversiones públicas de la administración, los norteamericanos pueden apoyarse en las empresas privadas de EE.UU. Hoy no hay ningún equivalente a escala planetaria.
¿Y Europa? Los europeos no son más que meros figurantes en esta danza.
Los europeos no pudieron o no supieron desarrollar actores de gran dimensión en el campo de las tecnologías de la información. Europa, por facilidad o por confort, se vio como simple usuaria de las soluciones norteamericanas. Francia, por ejemplo, sabe fabricar submarinos nucleares, aviones de caza y tanques, pero no tiene presencia en las tecnologías de la información. Sin embargo, esas tecnologías son esenciales porque irrigan todos los sectores. Esto nos demuestra que la potencia no está donde pensábamos, o sea en manos del que sabe construir equipos, sino en el campo de la información. Si los sistemas de información que controlan las armas modernas no funcionan, o funcionan con tecnologías inadaptadas, ese actor se vuelve un gigante inmóvil: toda la fuerza acumulada no le sirve de nada porque el sistema nervioso responde de forma aleatoria.
Pese al enorme escándalo del espionaje, el mundo sigue igual.
Efectivamente, es así. No se constata ningún cambio, ninguna movilización de los usuarios, no hay pérdida de audiencia en Google o Facebook. La opinión pública parece haber asimilado y aceptado el espionaje. La respuesta al escándalo ha sido la pasividad. No se ve hoy una respuesta organizada. Sin embargo, para EE.UU. fue duro porque no fue un enemigo exterior quien les asestó un golpe sino uno de sus propios agentes, Snowden. En un universo eminentemente tecnológico, Snowden agregó una dimensión emocional imprevista a ese nivel de colecta de información.
efebbro@pagina12.com.ar