“Natalio Botana: «Cuando los peronistas tienen éxito, de inmediato quieren cambiar la Constitución para prolongar su mandato”»

Natalio Botana- politólogo e historiador
Por Micaela Pérez
Considerado una de las cabezas intelectuales más importantes de la Argentina, Natalio Botana cultiva como pocos el oficio de ayudar a pensar. Y no sólo a sus alumnos. El prestigioso político e historiador, profesor emérito de la UTDT, despliega aquí ese don con claridad envidiable a la hora de traducir la teoría a la práctica y analizar el convulsionado presente político de la Argentina y un futuro inmediato cargado de interrogantes, de cara a las elecciones legislativas de octubre. “No es por azar que en torno a la Presidenta, sus legisladores y ministros, hablen constantemente de reforma de la Constitución. Me parece importante alertar que esa reforma no solo tendría por objetivo habilitar un tercer mandato de la Presidenta o la reelección indefinida, sino que está buscando otro tipo de instituciones”, advierte.
En la cálida biblioteca de su departamento de la calle Montevideo, en el corazón de Barrio Norte, Botana se prestó amablemente a un extenso diálogo con El Cronista WE.
l Empecemos por lo más reciente. ¿Qué significa la irrupción de Sergio Massa en el escenario electoral?
– Significa una cosa muy complicada, porque se ha abierto la sucesión presidencial en un movimiento como es el peronismo, que no tiene para nada resuelto este crucial problema. Varias candidaturas peronistas, de Massa a De Narváez pasando por otros grupos menores, van a recortar las posibilidades del Frente para la Victoria. Por otro lado, la lista oficialista que responde a Cristina no parece muy atractiva. Con este panorama, la provincía de Buenos Aires se suma a otros tres distritos con peso electoral en los cuales el FPV no llevaría las de ganar (N de R: en referencia a Santa Fe, Córdoba y Mendoza).
l ¿Cómo queda posicionado Scioli que no pudo colar siquiera un candidato en las listas? ¿Es el fin de sus aspiraciones presidenciales?
– Otra historia es la de Scioli, a quien en principio lo veo comprometido. La historia del peronismo nos muestra que siempre ganan los que tienen audacia y capacidad de decisión y por lo tanto no dudan. Ocurrió con Perón, con Menem y con Kirchner. Massa en cambio se jugó, lo que no hizo Scioli. Veremos si la jugada de Massa se puede mantener durante la campaña electoral.
l ¿Cómo termina este juego de pinzas que hace el Gobierno nacional contra Scioli?
– No sé, pero veo un escenario muy complicado porque la asfixia fiscal es muy grande. Es imposible pensar el federalismo contemporáneo si no es sobre bases de cooperación y concertación. Y este gobierno concibe al federalismo como un campo de batalla porque lo fundamental es que los gobernadores sean fieles súbditos del Poder Ejecutivo. Si nosotros tuviéramos una coparticipación federal primaria de un nivel aceptable, entre el 40 y el 50%, otra sería la historia. Pero en este momento está en los niveles más bajos y las provincias dependen de los favores del príncipe como si esto fuera un régimen monárquico. Este gobierno ha producido una transformación del régimen federal: en Argentina coexisten bajo la palabra federalismo un federalismo electoral, que se practica porque votamos desde cada uno de los 24 distritos, con un unitarismo fiscal. Un régimen federal sin bases fiscales es una cáscara vacía, y es lo que está ocurriendo. Tenemos el absurdo de que provincias chicas que gozan de los favores del príncipe viven en la opulencia y pueden financiar una cohorte muy importante de empleados públicos y la provincia de Buenos Aires, en cambio, vive esta asfixia fiscal.
l La crisis de representación que estalló en 2001-2002 no se ha revertido. ¿Por qué no se ha podido reconstruir el sistema de partidos?
– Después de la crisis del “que se vayan todos”, la Argentina ha reconstruido un precario sistema de partidos que consiste en un partido presidencialista incrustado en el poder, que fundamentalmente es una asociación de gobernantes de un distrito grande como la provincia de Buenos Aires, más gobernantes de distritos medianos y chicos. Ahora, más allá de esas fronteras, la Argentina no ha resuelto un problema que quedó abierto como una llaga en la crisis de 2001-2002, que es el faccionalismo. Es decir, que los otros partidos se dividen de manera cariocinética, y al dividirse así, lo que tenemos en Argentina no son partidos políticos sino facciones que se organizan en torno a liderazgos personales que aparecen y desaparecen. Revertir esos procesos es un desafío enorme. La única lección que tenemos de la experiencia histórica, sobre todo del siglo XX, es que se revierten en la medida en que predomine en ese sistema tan fragmentado el espíritu de asociación y el arte de la coalición política.
l Coalición no solo para ganar la elección…
– Coalición política que tendría que tener dos objetivos: una coalición electoral para ganar y una programática para gobernar. Lo que estamos viendo hasta el momento es una coalición de carácter electoral, UNEN, bastante bien armada sobre uno de los flancos de este laberinto de facciones, cuyo eje está conformado por el radicalismo, el FAP, la Coalición Cívica, otros partidos más, y liderazgos distritales fuertes, como podría ser el de Pino Solanas y el de Carrió. Ellos han configurado una coalición que no solo está en la ciudad de Buenos Aires sino que ya funciona exitosamente en Santa Fe. Y también han configurado este tipo de coalición en Tucumán.
l Y son los únicos que van a utilizar el mecanismo de las PASO para dirimir candidatos.
– Los únicos que en ciudad de Buenos Aires van a practicarlas como corresponde. Aunque hay actitudes en favor del consenso encomiables: Ricardo Alfonsín explícitamente dijo que no al primer puesto de la lista y aceptó ser segundo. Eso en política hay que destacarlo porque es muy raro. Hay aprendizaje.
l ¿Por qué las otras fuerzas políticas fueron incapaces de ponerse de acuerdo?
– El problema de fondo que tenemos hoy es que la fuerza dominante desde el punto de vista electoral y del control de la mayoría de los gobiernos provinciales y municipales es el justicialismo, que se presenta de acuerdo con los diferentes ciclos de esta democracia con distintos nombres y ropajes. Es un partido con pretensiones hegemónicas, no se puede decir que lo sea por la duración, porque a fin de cuentas en la Argentina ha habido varias alternancias, pero es el partido predominante con pretensiones hegemónicas que fueron muy claras durante el menemismo y también lo son durante este período del matrimonio Kirchner. ¿Cuál es el problema de los partidos hegemónicos? Tomemos el PRI de México, que gobernó durante 70 años. El PRI tuvo muy en claro que era un partido hegemónico, donde la oposición tenía poco que decir, había un muy férreo control del Estado, pero ellos mismos se autolimitaron sobre la base de períodos presidenciales de seis años donde nunca más el presidente podía ser reelecto. Eso permitió esta transición que está viviendo este México: dos presidentes del PAN después de esa dominación del PRI, y ahora de nuevo un presidente del PRI que vuelve en condiciones muy diferentes. Es decir, estaba muy en claro que era un partido hegemónico que tenía una regla de sucesión acatada.
l Una regla de la que carece el peronismo…
– Es que el problema que tiene el peronismo es que no tiene una regla de sucesión acatada, porque en cuanto un dirigente tiene éxito, inmediatamente quiere modificar la Constitución para prolongar su mandato. Lo buscó Menem, llegó a buscar la re-reelección, y eso despierta crisis y tensiones internas muy grandes, porque una regla de sucesión lo que viene a hacer es algo análogo a lo que hace la Corte en el plano del control horizontal de las instituciones. La Corte dice que viene a ejercer un poder moderador. Acatar una regla de sucesión es también un poder moderador, porque sabemos que nuestras diferencias y ambiciones llegan hasta este punto.
l El tema es que se intente ir por encima de la Constitución que sí establece ese límite…
– El problema es, como decía, que en cuanto a un dirigente le va bien en el ejercicio del Ejecutivo, de inmediato está buscando la reelección. Ahora en el peronismo veo una tensión muy fuerte porque están viendo que, por un lado, la Presidenta y su círculo más cercano, al que se han incorporado nuevas generaciones con estos movimientos de La Cámpora y demás, están buscando la reforma de la Constitución y la reelección, pero se preguntan si ese proyecto no prospera, entonces se abre nuevamente la sucesión. Estos movimientos diversos en torno a la sucesión donde se están viendo con más claridad es en la provincia de Buenos Aires, donde nuevos dirigentes, ubicados generacionalmente entre los 40 y los 50, están viendo ya la manera de reacomodarse ante una nueva situación, caso Massa. Para el peronismo y diría que para Argentina, la sucesión en la cumbre del poder presidencial es problemática y siempre repito esta cita ejemplar de Thomas Hobbes: “Un régimen político que no ha resuelto el problema de la sucesión es un régimen a medio hacer”.
l ¿Cree que todavía está abierta la posibilidad de la reforma constitucional o es inviable?
– Depende de los resultados electorales. La invención institucional de este gobierno es muy fuerte, hasta ahora con muchas invenciones institucionales no le ha ido bien, pero con otras sí, y el país va a pagar costos. Por ejemplo, esta ley para resolver el tema de la AMIA con Irán no tiene ni pies ni cabeza. Luego está el problema del blanqueo, que creo que van a producir una cuasimoneda que no sé qué destino tendrá en un contexto inflacionario. Es el típico destino de la cuasimoneda que puede terminar generando déficit cuasi fiscal. Todo depende de la invención institucional del Gobierno y de la disciplina que tenga la oposición en el Congreso, tanto en el Senado, donde las modificaciones pueden ser leves, como en Diputados. Ahora, si se da el caso de que los tres senadores por la Capital quedan en manos de la oposición, ése es un golpe muy fuerte para las pretensiones hegemónicas, pero no sabemos.
l ¿Cómo leyó el fallo de la Corte que anuló la elección popular del Consejo de la Magistratura?
– Es muy importante por varias razones. La democracia republicana que intentamos practicar en la Argentina supone un control horizontal entre los poderes que conforman nuestro régimen de gobierno. El ejercicio de ese control horizontal es importantísimo para medir la calidad de un régimen republicano democrático. Y la Corte llevó a cabo ese ejercicio y ha hecho un fallo con fundamentos muy sólidos. Destacaría que la mayoría de la Corte se atribuye, porque fue un fallo en disidencia, una función moderadora. Es decir, que cuando se sienten afectados derechos fundamentales previstos por la Constitución y se recurre a ella, la Corte modera, de alguna manera, en este caso, el ejercicio del Ejecutivo y Legislativo. La Corte habla también de acciones hegemónicas del Ejecutivo y de la omnipotencia legislativa. Son dos conceptos que vengo tratando desde hace años. El problema que se plantea hoy en la Argentina es que frente al ejercicio que yo deseo de una democracia republicana, se alza una alternativa diferente de lo que una democracia significa. Para la alternativa diferente que tengo la impresión que está enarbolando el Ejecutivo, democracia es igual a un ejercicio sin mayores límites de ese poder, contando con una mayoría legislativa con disciplina y que, sin más tramite, refrende los proyectos que el Ejecutivo manda. Una democracia con hegemonía del Ejecutivo sobre los otros dos poderes.
l ¿Y esto qué significa?
– Tenemos un cuadro muy complicado para la Argentina de estos días y la del futuro inmediato, que es el contrapunto tenso, conflictivo, entre estos dos tipos de democracia. La Corte ha inclinado el fiel de la balanza hacia un tipo de democracia, que es el que consagra la Constitución vigente. No es por azar que en torno a la Presidenta, sus legisladores y ministros, hablen constantemente de reforma de la Constitución y me parece importante alertar que esa reforma no solo tendría por objetivo habilitar un tercer mandato de la Presidenta o la reelección indefinida, sino que está buscando otro tipo de instituciones…
l ¿Un cambio de régimen?
– Cambio de régimen republicano, no necesariamente un cambio de régimen democrático en el sentido estricto de que, si hablamos de democracia, en primer lugar estamos hablando de democracia electoral. Creo que eso no sería abolido para nada, como no fue abolido en Venezuela, pero efectivamente irían a este tipo de modificación. De ahí la tensión que provoca este fallo de la Corte, porque no es la primera vez que la Corte interviene declarando la inconstitucionalidad de una ley. Durante el gobierno de Alfonsín, declaró la inconstitucionalidad de la ley de matrimonio civil que prohibía la disolución del vínculo. Pero con esa sentencia estaba de acuerdo Alfonsín y la mayoría del Legislativo. También se declaró la inconstitucionalidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida durante el gobierno de Kirchner, y también hubo coincidencia de los tres poderes. El problema es que ahora se declara una inconstitucionalidad cuando hay disidencia de los tres poderes.
l ¿Estamos ante la perspectiva de un conflicto de poderes?
– No lo sé, ha dicho algún diputado que el Ejecutivo puede recurrir a instancias de carácter regional. Pero imagino con preocupación que actúen por otro lado. Ya está rondando la idea de que habría que ampliar los integrantes de la Corte con una nueva ley. Lamentablemente tenemos un antecedente, eso ocurrió con el gobierno de Menem que dio lugar a esa mayoría automática de la Corte tan cuestionada.
l ¿Por qué cada vez que llega un gobierno en la Argentina tiene la tentación de ser fundacional y pretende cambiar todo lo anterior?
– Eso denota también una falla muy complicada en nuestro desarrollo político, y es que son fundacionales porque desde 1853, salvo alguna excepción, Argentina carece de políticas de Estado. Esa inestabilidad es lo que sirve como palanca para acelerar la declinación histórica de la Argentina. Y segundo, que los gobernantes que son elegidos tengan la tentación de refundar todo como si la refundación de un gobierno fuera una obra de corto plazo. En realidad, lo que la democracia necesita es un apetito de porvenir y una vocación de largo plazo. z we
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