¿»Cristina eterna» o «fin de ciclo»? Hoy responde Santa Fe

Domingo 24 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
En estos días compiten tres visiones de nuestro futuro político. Apoyándose sobre el anhelo de una «Cristina eterna» que expresó en su momento la diputada Diana Conti, la primera de estas visiones anticipa que Cristina Kirchner ganará el 23 de octubre en forma tan rotunda que quedará muy cerca del máximo objetivo «cristinista»: conservar todo el poder por todo el tiempo. Esta rotunda «victoria anunciada» la habilitaría para forzar, inmediatamente después de los comicios, una reforma constitucional que le permitiría superar el horizonte temporal del año 2015, que todavía restringe su ambición política.
En el otro extremo gravita la visión ya no «óptima» sino «pésima» para Cristina según la cual la seguidilla electoral, que aún nos espera de aquí al 23 de octubre, irá subrayando la posibilidad contraria de que el ciclo de poder del kirchnerismo-cristinismo haya iniciado su fase terminal. Existe en fin una visión intermedia entre aquellos dos extremos: que Cristina, después de ganar en octubre la reelección con vistas al período 2011-2015, se tope con crecientes dificultades para gobernar y esto hasta un punto tal que, siguiendo el antiguo refrán de que «nunca las segundas partes fueron buenas», no tenga fuerzas suficientes para conservar su poder más allá de 2015, sea porque no consigue reformar la Constitución, sea porque las dificultades de largo plazo que ha suscitado con su política inflacionaria y con su negación de la realidad económica mediante las distorsiones como la del Indec terminen por alcanzarla. Cada uno de estos tres futuribles o «futuros posibles» de la realidad actual promete un destino diferente para Cristina: el mejor, su triunfo en toda la línea; el peor, el fin inminente de su ciclo de poder; el tercero no ya un fin inminente pero sí un fin a mediano plazo, de aquí a cuatro años.
Triunfos y derrotas
El argumento principal del optimismo cristinista es que si bien la Presidenta ha acortado imprudentemente su irradiación popular al privilegiar en sus listas de candidatos a los militantes de La Cámpora y a otros incondicionales cuyo mérito más conocido es la lealtad como Amado Boudou para la vicepresidencia y Gabriel Mariotto para la vicegobernación de la provincia de Buenos Aires, aun así ella se ha ubicado tan «por encima» del nivel de sus propios cortesanos que las previsibles derrotas que el cristinismo sufrirá en la seguidilla de comicios parciales que ya ha comenzado no la afectarán cuando llegue la hora decisiva de la elección presidencial.
¿Hasta qué punto los comicios de Santa Fe , que se realizarán hoy, y la segunda vuelta en la Capital Federal, que ocurrirá el próximo domingo, podrían inclinar la suerte del país hacia alguna de las visiones enunciadas? Este domingo y el próximo, ¿cuáles son las cifras que traerían alivio al cristinismo y cuáles las que podrían sumirlo en un clima de derrota? Ni en Santa Fe ni en la ciudad de Buenos Aires, el Frente para la Victoria podrá ganar. Podrá, eso sí, perder más o menos honorablemente . En Santa Fe, una derrota «honorable» de Agustín Rossi, el candidato a gobernador de Cristina, sería quedar segundo de Antonio Bonfatti, el candidato escogido para sucederlo por el gobernador Hermes Binner. Una derrota claramente perjudicial sería, al contrario, que Rossi quedara tercero detrás de Miguel Del Sel, candidato de Pro.
En la segunda vuelta de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri le ganará a Daniel Filmus, pero la cuestión es por cuánto . En la primera vuelta del domingo 10 de julio, Macri derrotó a Filmus por 47 puntos porcentuales contra 27. Quedarían en principio otros 26 puntos por distribuir. Si Filmus logra quedar con 40 puntos contra 60 de Macri, su derrota sería «honorable». Si queda más abajo, digamos con 35 puntos contra 65 de Macri, su derrota sería categórica. Si bajara aún más, digamos a 30 puntos contra 70, sería catastrófica.
Hace dos días, Filmus acometió su última atropellada al acusar a Macri y a su asesor Jaime Durán Barba de haber lanzado una campaña sucia contra él a través de su padre. La plana mayor del macrismo, incluido Durán Barba, sostuvo a su vez que la arremetida final del candidato cristinista constituyó, precisamente, esa «campaña sucia» que él mismo denunciaba; un «manotón de ahogado», producto del pánico.
Los ciclos y los plazos
Cuando Néstor y Cristina Kirchner lanzaron en 2003 su ofensiva para obtener todo el poder por todo el tiempo, el principal obstáculo que encontraron fue la reforma constitucional de 1994 que, siguiendo a otras constituciones como las de Estados Unidos y Brasil, sólo permite dos presidencias sucesivas de cuatro años cada una. Procuraron eludirlo mediante la llamada alternancia conyugal, una burla al espíritu de la reforma constitucional mediante la cual Néstor y Cristina se sucederían en el interior del matrimonio del poder. Néstor, así, gobernó de 2003 a 2007; Cristina lo haría de 2007 a 2011; este año le tocaba otra vez el turno a Néstor, y así sucesivamente. En octubre de 2010, empero, la muerte de Néstor interrumpió la alternancia conyugal . Hoy, aun cuando fuere reelegida el 23 de octubre, Cristina ya no podría intentar la re-reelección . De ahí la fundada sospecha de que, de ganar otra vez la Presidencia en los comicios presidenciales de octubre, Cristina promovería una reforma constitucional para allanar este obstáculo.
Ante este objetivo eventual se interpone, más allá de la lógica de los plazos que la Presidenta trataría de manejar, otra lógica que no está escrita en la Constitución sino en la realidad: la lógica de los ciclos. Ya se hayan fijado plazos o no, los ciclos, aun sin estar reglamentados, gobiernan la historia según lo anticipó Jorge Luis Borges en su poema La noche cíclica : «Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras: los astros y los hombres vuelven cíclicamente». Podría sostenerse que ésta es una visión metafísica, pero el hecho es que, siendo los tiempos políticos del poder también cíclicos, cuando los constituyentes de los Estados Unidos, Brasil, la Argentina y otros países democráticos pensaron en plazos, quisieron definirlos lo más cerca posible de los ciclos políticos de alrededor de ocho años de poder que, según la experiencia histórica, les resultaban probables.
Aun si el cristinismo lograra entonces vulnerar nuestros plazos mediante una reforma constitucional, aun así tendrían que atender a la realidad que les dio origen en la mente de los constituyentes: que no sólo los astros sino también los hombres giran «cíclicamente». Otra pregunta fundamental se antepone entonces a la reflexión sobre los plazos que preocupa al cristinismo: si el «ciclo» iniciado en 2003 ya se halla o no se halla todavía en su estación terminal. ¿Quién fija en todo caso la duración de los ciclos? El humor del pueblo. Ya lo hemos comprobado con el presidente Menem, que también soñaba con un poder sin término. En 1995, cuando obtuvo holgadamente la reelección, Menem era todavía una suerte de «Gardel» para los argentinos. Tres años más tarde, cuando culminaba su segunda presidencia, un día el humor político de los argentinos hizo clic, y desde ese insondable momento resultaron inútiles, hasta patéticas, las maniobras re-reeleccionistas del presidente. ¿Cuál es la instancia en que se halla hoy el ciclo kirchnerista-cristinista? ¿Todavía en su cenit o iniciando ya su ocaso? Más allá de lo que signifiquen para la geografía electoral de cada uno de los distritos, los comicios que empezaron hace dos domingos y que habrán de sucederse a partir de hoy de semana en semana, nos lo dirán.

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