El segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner proyecta por cuatro años más la experiencia política inaugurada el 25 de mayo de 2003. Uno de los elementos que signaron esa experiencia fue la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo, que ha dado lugar a distintos tipos de evaluaciones. Por un lado, quienes denuncian la mayoría automática con la que el kirchnerismo convirtió al Congreso en un “sello de goma”; por el otro lado, quienes denuncian el obstruccionismo de la oposición, convertida en una “máquina de impedir” a base de “poner palos en la rueda”.
En rigor, los gobiernos kirchneristas han convivido con congresos que contaban con sólidas mayorías (2003-2005 y 2006-2008), otros en los que las mayorías debían obtenerse construyendo coaliciones (2003, 2005, 2008-2009) y, finalmente, otros en los que dominaba la oposición (2009-2011).
Un caso interesante de construcción de coaliciones legislativas es el año 2009, tras la pérdida de la mayoría por parte del FPV. Ese año es particularmente malo en cuanto al número de iniciativas presidenciales convertidas en ley (obteniendo la presidencia resultados peores sólo en los años 1987 y 2005), aunque entre las iniciativas aprobadas se incluyen la Ley 26.495, que adelanta la fecha de las elecciones, la Ley 26.522 de Servicios Audiovisuales, la Ley 26.523, que prorroga la emergencia económica hasta diciembre de 2011, la Ley 26.547, que autoriza la reapertura del canje de bonistas en default, y la Ley 26.571 de reforma político-electoral, entre otras.
Esos éxitos legislativos presidenciales se basan en la construcción de mayorías antes que en apoyos automáticos, contando como principales aliados a sectores de centroizquierda y radicales disidentes, además de bloques provinciales y unipersonales.
El próximo 10 de diciembre asumen los 130 diputados y 24 senadores elegidos el pasado 23 de octubre junto con la presidenta, que inicia su segundo mandato.
¿Cómo se estructura la nueva etapa? En las elecciones de octubre, el Frente para la Victoria (FPV) obtuvo el 49,6% de los votos para la elección de Diputados, lo que le permitió obtener el 60% de los 130 diputados en juego. Recuérdese, sin embargo, que la Cámara de Diputados se renueva cada dos años por mitades, con lo cual los nuevos diputados deben sumarse a los 127 elegidos en las elecciones de 2009, en que el FPV tuvo su peor desempeño.
Es por eso que, a pesar de haber obtenido casi la mayoría absoluta de los votos, el contingente legislativo del FPV es de sólo 115 diputados (44,7% de los diputados), 15 diputados por debajo de la mayoría de la Cámara.
Sin embargo, el apoyo del gobierno es más amplio que el que le provee el FPV. En primer lugar, tres bloques aliados le aportan los 15 diputados necesarios para llegar a la mayoría (Nuevo Encuentro Popular y Solidario, Frente Cívico de Santiago y Movimiento Popular Neuquino).
En segundo lugar, el gobierno podría obtener apoyo adicional de legisladores que componen el nutrido contingente de diputados peronistas disidentes, algunos de los cuales, como Felipe Solá, ya se han proclamado en una posición colaborativa antes que opositora. Algo similar ocurre en el Senado, donde el FPV cuenta con 33 senadores propios (45,8%), aunque los apoyos del gobierno se extenderían a no menos de 38 senadores contando con los senadores aliados.
Lejos de la imagen de dominio absoluto, y a pesar de la contundencia del resultado electoral, la actual composición del Congreso expresa un predominio del gobierno que se basa en la construcción de coaliciones con fuerzas afines, en ambas cámaras, antes que en el apoyo automático del FPV.
Adicionalmente, es notable que aun con aliados, las mayorías a favor del gobierno son ajustadas.
En todo caso, la marca del predominio del oficialismo no es tanto la contundencia de sus apoyos, que como se ha señalado es relativa, sino la heterogeneidad de una oposición legislativa cuyo partido más importante no alcanza al 20% de las bancas.
En rigor, los gobiernos kirchneristas han convivido con congresos que contaban con sólidas mayorías (2003-2005 y 2006-2008), otros en los que las mayorías debían obtenerse construyendo coaliciones (2003, 2005, 2008-2009) y, finalmente, otros en los que dominaba la oposición (2009-2011).
Un caso interesante de construcción de coaliciones legislativas es el año 2009, tras la pérdida de la mayoría por parte del FPV. Ese año es particularmente malo en cuanto al número de iniciativas presidenciales convertidas en ley (obteniendo la presidencia resultados peores sólo en los años 1987 y 2005), aunque entre las iniciativas aprobadas se incluyen la Ley 26.495, que adelanta la fecha de las elecciones, la Ley 26.522 de Servicios Audiovisuales, la Ley 26.523, que prorroga la emergencia económica hasta diciembre de 2011, la Ley 26.547, que autoriza la reapertura del canje de bonistas en default, y la Ley 26.571 de reforma político-electoral, entre otras.
Esos éxitos legislativos presidenciales se basan en la construcción de mayorías antes que en apoyos automáticos, contando como principales aliados a sectores de centroizquierda y radicales disidentes, además de bloques provinciales y unipersonales.
El próximo 10 de diciembre asumen los 130 diputados y 24 senadores elegidos el pasado 23 de octubre junto con la presidenta, que inicia su segundo mandato.
¿Cómo se estructura la nueva etapa? En las elecciones de octubre, el Frente para la Victoria (FPV) obtuvo el 49,6% de los votos para la elección de Diputados, lo que le permitió obtener el 60% de los 130 diputados en juego. Recuérdese, sin embargo, que la Cámara de Diputados se renueva cada dos años por mitades, con lo cual los nuevos diputados deben sumarse a los 127 elegidos en las elecciones de 2009, en que el FPV tuvo su peor desempeño.
Es por eso que, a pesar de haber obtenido casi la mayoría absoluta de los votos, el contingente legislativo del FPV es de sólo 115 diputados (44,7% de los diputados), 15 diputados por debajo de la mayoría de la Cámara.
Sin embargo, el apoyo del gobierno es más amplio que el que le provee el FPV. En primer lugar, tres bloques aliados le aportan los 15 diputados necesarios para llegar a la mayoría (Nuevo Encuentro Popular y Solidario, Frente Cívico de Santiago y Movimiento Popular Neuquino).
En segundo lugar, el gobierno podría obtener apoyo adicional de legisladores que componen el nutrido contingente de diputados peronistas disidentes, algunos de los cuales, como Felipe Solá, ya se han proclamado en una posición colaborativa antes que opositora. Algo similar ocurre en el Senado, donde el FPV cuenta con 33 senadores propios (45,8%), aunque los apoyos del gobierno se extenderían a no menos de 38 senadores contando con los senadores aliados.
Lejos de la imagen de dominio absoluto, y a pesar de la contundencia del resultado electoral, la actual composición del Congreso expresa un predominio del gobierno que se basa en la construcción de coaliciones con fuerzas afines, en ambas cámaras, antes que en el apoyo automático del FPV.
Adicionalmente, es notable que aun con aliados, las mayorías a favor del gobierno son ajustadas.
En todo caso, la marca del predominio del oficialismo no es tanto la contundencia de sus apoyos, que como se ha señalado es relativa, sino la heterogeneidad de una oposición legislativa cuyo partido más importante no alcanza al 20% de las bancas.