Este 25 de mayo será especial para la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. El nuevo aniversario de la Revolución coincide con el décimo cumpleaños del kirchnerismo en el poder. En la Plaza de Mayo habrá un atractivo menú de músicos y artistas y, seguramente, una importante movilización popular. Con todo, la fiesta se celebrará en el peor momento del gobierno en la última década. La economía muestra señales de alarma con el dólar ilegal desbocado y alta inflación, hay conflictividad social, denuncias de corrupción, enfrentamiento con parte del Poder Judicial y desafíos sindicales. A esto se suma la ausencia de candidatos con peso electoral propio en los principales distritos del país.
El actual paisaje político era impensable hace dos años cuando la presidenta obtuvo la reelección con el 54 por ciento de los votos, logró mayoría en las dos cámaras legislativas y el apoyo monolítico de los gobernadores. El escenario cambió casi por completo. De todas formas, pocos son los que se atreven a augurar la debacle de un proyecto político que se reinventó varias veces y en situaciones complicadas.
La economía trajo las primeras malas noticias: el cepo cambiario para evitar la fuga de divisas irritó a amplios sectores de la clase media y no consiguió obturar la salida de dólares. Tampoco se le ganó la batalla a la inflación a pesar de los controles que frenaron por unos meses la carrera de los precios. Persisten las amenazas judiciales de los llamados Fondos Buitres que litigan contra el país y pueden complicar el pago a los bonistas que aceptaron el canje. Y por primera vez el desprestigiado INDEC reconoció la caída del empleo, y la desocupación llegó casi al 8 por ciento. Un golpe para un gobierno que exhibe como uno de sus principales logros la creación de cerca de cinco millones de puestos de trabajo.
La actual situación sólo es comparable con la crisis política desatada en 2008 tras el enfrentamiento con las entidades del campo por la resolución 125 que incrementaba los porcentajes de retenciones a la exportación de granos. Entonces el gobierno soportó 129 días de paro de comercialización con piquetes y cortes de ruta. Después del “voto no positivo” del vicepresidente Julio Cleto Cobos en el Senado que clausuró la medida, el kirchnerismo sufrió su primera derrota electoral en las legislativas de 2009. Pero cuando sus rivales vaticinaban el fin y hasta se hablaba de una junta de gobernadores para ordenar el relevo, el gobierno recuperó la iniciativa.
Lanzó una ofensiva que incluyó el envío al parlamento de la Ley de Servicios Audiovisuales, lo que profundizó el enfrentamiento con el Grupo Clarín pero generó un efecto paradojal de consolidación interna y permitió sumar, en la votación, a gran parte de las fuerzas de centroizquierda. Cuatro años después de su sanción, la ley todavía no está en vigencia en los artículos que establecen la desinversión por una sucesión de medidas cautelares. En esa imposibilidad hay que buscar la semilla de la reforma judicial propuesta por el gobierno en estos días. La pelea con Clarín se convirtió en la madre de todas las batallas. Hasta el 2007 la relación con el grupo empresario fue óptima. Días antes de finalizar su mandato, Néstor Kirchner permitió que se fusionaran Cablevisión y Multicanal contra la opinión del presidente de la Comisión de Defensa de la Competencia. El conflicto con el campo, la negativa a permitir el ingreso del grupo mediático en Telecom y la sanción de la ley de Medios los hizo irreconciliables. La Corte Suprema deberá decidir la validez o no de una ley sancionada con amplio consenso.
El gobierno armó su trinchera en la televisión pública y en otros medios manejados por empresarios amigos. Clarín respondió con munición gruesa. En 2012 fichó al periodista más popular del país y al más talentoso de su generación: Jorge Lanata. Desde su programa Periodismo para Todos, que se emite por El Trece, denunció maniobras de lavado de dinero que involucran al empresario de Santa Cruz Lázaro Báez, un hombre muy cercano a la familia Kirchner. En el gobierno se quejan de que PPT sólo se dedica a tratar de “enlodar” al gobierno y ningunea las gestiones de Mauricio Macri y Daniel Scioli. Hay un ejemplo que parece darles la razón: la brutal represión de la Policía Metropolitana en el hospital Borda apenas mereció una mención en el programa. Un dato es incontrastable: la justicia después de años de inacción comenzó a investigar a Báez, un hombre que se enriqueció en la última década.
Por su parte, Macri decidió apoyar de manera explícita al grupo Clarín. Ante versiones de una posible intervención de la empresa, emitió un decreto “en defensa del periodismo”. Juristas de distintas posturas ideológicas lo consideraron un mamarracho. Está claro que se trató de un gesto político y no jurídico. La Constitución Nacional es garantía suficiente del libre ejercicio de la libertad de prensa en el país. El gobernador de Córdoba, José Manuel De la Sota lo imitó. El senador del FAP Luis Juez, señaló: “el gobierno nacional utiliza la pauta oficial para repartir premios y castigos de manera arbitraria pero De la Sota hace lo mismo multiplicado por mil”. De esa manera tildó de hipócrita al gobernador y cargó contra Macri “por oportunista”. Hay una lógica perversa: todos defienden la libertad de prensa pero fuera de sus distritos.
La pregunta del millón es si el kirchnerismo podrá recuperar el terreno perdido. Después de la crisis del campo, la “resurrección” se basó en la elección de temas cercanos a los intereses de la gente. La estatización de los fondos de pensión (AFJP), que le otorgó fondos frescos; la Asignación Universal por Hijo y la adquisición por parte del Estado de los derechos de televisación del fútbol de primera división que estaban en manos de una empresa privada (ligada al Grupo Clarín) fueron algunas de esas medidas. “Fútbol Para Todos” abrió los partidos a la televisión abierta en forma gratuita. Como contraparte, el gobierno hace uso y abuso de la pauta oficial, incluida propaganda política, durante las transmisiones.
Una marca del kirchnerismo, desde su arribo al poder, es la construcción de una épica. Así fue con la recuperación de la ESMA y el impulso a los juicios contra los represores; la estatización de Aerolíneas Argentinas y la compra del 51 por ciento de las acciones de YPF. “Memoria, verdad y justicia”, por un lado, y la defensa de lo nacional, por el otro. Valores simbólicos de alta consideración popular. Lo mismo con leyes que ampliaron derechos. Cada medida fue acompañada de gestos simbólicos. En la actualidad el gobierno carece tanto de mística como de gestión.
Hace cuatro años el kirchnerismo controlaba el frente interno en el PJ, tenía el apoyo de la CGT, la economía mantenía entera su salud y estaba a pleno Néstor Kirchner. Con la muerte de su marido, el 27 de octubre de 2010, la presidenta no sólo perdió a su compañero de vida, también se quedó sin su principal operador y socio político.
Después de diez años de confrontar, la oposición sigue con serios problemas para construir una propuesta atractiva. El gran desafío es poder traducir el enojo de los sectores medios que se movilizaron tres veces contra el gobierno en alternativas electorales. “Hay que ser menos prejuicioso” a la hora de hacer alianzas, pidió Macri, que apuesta a ser el emergente de una oposición unida y con apoyo mediático.
Radicales y socialistas no comparten esa idea. El senador Ernesto Sánz sumó otro elemento clave: “ojalá la economía no mejore hasta octubre”. Más allá de la polémica afirmación, en su cuestionable apuesta a que la situación del país se complique, el dirigente radical sabe que la situación económica es determinante en el humor social. Dificil saber si en la Casa Rosada lo tienen tan claro.
Por lo pronto, la presidenta decidió dedicar los últimos meses a modificar la administración de justicia. Los proyectos de reforma judicial enviados sin debate previo y sin consultar ni a los juristas más cercanos demuestran su decisión de avanzar a como dé lugar con sus planteos. Cerrar las ventanas a los reclamos ajenos y no escuchar las voces lúcidas que resuenan en la propia casa, pueden constituirse en un grave error político. Todo dirigente democrático debe saber escuchar. En especial cuando los planteos son transversales y compartidos por su base electoral.
Se cumple un aniversario redondo en el peor momento de la década. Más allá del test electoral que se avecina en octubre, sólo la solución a los nuevos problemas que lanza la economía le permitirán al gobierno transitar lo que resta de mandato sin sobresaltos. Domar la inflación sin que se paralice el crecimiento es una de las grandes tareas pendientes. El maquillaje de las cifras del INDEC fue un manotazo torpe e inconducente. En política los desafíos no son menores: la ausencia de un candidato a la sucesión es el principal problema del gobierno. No habrá reforma de la Constitución y, por consiguiente, no habrá intento de un nuevo mandato a pesar de las advertencias de los opositores y los deseos de los alcahuetes.
Se cumple una década de kirchnerismo. Argentina no es Vietnam después del ataque norteamericano ni Disneylandia. Se pueden contar estos diez años como una sucesión de aciertos y errores, avances y retrocesos. Una década dónde la política volvió a ser una herramienta de transformación. Una década dónde los represores mueren en sus celdas después de haber sido juzgados por sus crímenes. Una década que mantiene a la sociedad dividida frente a un gobierno como nunca antes en los últimos cincuenta años.
El actual paisaje político era impensable hace dos años cuando la presidenta obtuvo la reelección con el 54 por ciento de los votos, logró mayoría en las dos cámaras legislativas y el apoyo monolítico de los gobernadores. El escenario cambió casi por completo. De todas formas, pocos son los que se atreven a augurar la debacle de un proyecto político que se reinventó varias veces y en situaciones complicadas.
La economía trajo las primeras malas noticias: el cepo cambiario para evitar la fuga de divisas irritó a amplios sectores de la clase media y no consiguió obturar la salida de dólares. Tampoco se le ganó la batalla a la inflación a pesar de los controles que frenaron por unos meses la carrera de los precios. Persisten las amenazas judiciales de los llamados Fondos Buitres que litigan contra el país y pueden complicar el pago a los bonistas que aceptaron el canje. Y por primera vez el desprestigiado INDEC reconoció la caída del empleo, y la desocupación llegó casi al 8 por ciento. Un golpe para un gobierno que exhibe como uno de sus principales logros la creación de cerca de cinco millones de puestos de trabajo.
La actual situación sólo es comparable con la crisis política desatada en 2008 tras el enfrentamiento con las entidades del campo por la resolución 125 que incrementaba los porcentajes de retenciones a la exportación de granos. Entonces el gobierno soportó 129 días de paro de comercialización con piquetes y cortes de ruta. Después del “voto no positivo” del vicepresidente Julio Cleto Cobos en el Senado que clausuró la medida, el kirchnerismo sufrió su primera derrota electoral en las legislativas de 2009. Pero cuando sus rivales vaticinaban el fin y hasta se hablaba de una junta de gobernadores para ordenar el relevo, el gobierno recuperó la iniciativa.
Lanzó una ofensiva que incluyó el envío al parlamento de la Ley de Servicios Audiovisuales, lo que profundizó el enfrentamiento con el Grupo Clarín pero generó un efecto paradojal de consolidación interna y permitió sumar, en la votación, a gran parte de las fuerzas de centroizquierda. Cuatro años después de su sanción, la ley todavía no está en vigencia en los artículos que establecen la desinversión por una sucesión de medidas cautelares. En esa imposibilidad hay que buscar la semilla de la reforma judicial propuesta por el gobierno en estos días. La pelea con Clarín se convirtió en la madre de todas las batallas. Hasta el 2007 la relación con el grupo empresario fue óptima. Días antes de finalizar su mandato, Néstor Kirchner permitió que se fusionaran Cablevisión y Multicanal contra la opinión del presidente de la Comisión de Defensa de la Competencia. El conflicto con el campo, la negativa a permitir el ingreso del grupo mediático en Telecom y la sanción de la ley de Medios los hizo irreconciliables. La Corte Suprema deberá decidir la validez o no de una ley sancionada con amplio consenso.
El gobierno armó su trinchera en la televisión pública y en otros medios manejados por empresarios amigos. Clarín respondió con munición gruesa. En 2012 fichó al periodista más popular del país y al más talentoso de su generación: Jorge Lanata. Desde su programa Periodismo para Todos, que se emite por El Trece, denunció maniobras de lavado de dinero que involucran al empresario de Santa Cruz Lázaro Báez, un hombre muy cercano a la familia Kirchner. En el gobierno se quejan de que PPT sólo se dedica a tratar de “enlodar” al gobierno y ningunea las gestiones de Mauricio Macri y Daniel Scioli. Hay un ejemplo que parece darles la razón: la brutal represión de la Policía Metropolitana en el hospital Borda apenas mereció una mención en el programa. Un dato es incontrastable: la justicia después de años de inacción comenzó a investigar a Báez, un hombre que se enriqueció en la última década.
Por su parte, Macri decidió apoyar de manera explícita al grupo Clarín. Ante versiones de una posible intervención de la empresa, emitió un decreto “en defensa del periodismo”. Juristas de distintas posturas ideológicas lo consideraron un mamarracho. Está claro que se trató de un gesto político y no jurídico. La Constitución Nacional es garantía suficiente del libre ejercicio de la libertad de prensa en el país. El gobernador de Córdoba, José Manuel De la Sota lo imitó. El senador del FAP Luis Juez, señaló: “el gobierno nacional utiliza la pauta oficial para repartir premios y castigos de manera arbitraria pero De la Sota hace lo mismo multiplicado por mil”. De esa manera tildó de hipócrita al gobernador y cargó contra Macri “por oportunista”. Hay una lógica perversa: todos defienden la libertad de prensa pero fuera de sus distritos.
La pregunta del millón es si el kirchnerismo podrá recuperar el terreno perdido. Después de la crisis del campo, la “resurrección” se basó en la elección de temas cercanos a los intereses de la gente. La estatización de los fondos de pensión (AFJP), que le otorgó fondos frescos; la Asignación Universal por Hijo y la adquisición por parte del Estado de los derechos de televisación del fútbol de primera división que estaban en manos de una empresa privada (ligada al Grupo Clarín) fueron algunas de esas medidas. “Fútbol Para Todos” abrió los partidos a la televisión abierta en forma gratuita. Como contraparte, el gobierno hace uso y abuso de la pauta oficial, incluida propaganda política, durante las transmisiones.
Una marca del kirchnerismo, desde su arribo al poder, es la construcción de una épica. Así fue con la recuperación de la ESMA y el impulso a los juicios contra los represores; la estatización de Aerolíneas Argentinas y la compra del 51 por ciento de las acciones de YPF. “Memoria, verdad y justicia”, por un lado, y la defensa de lo nacional, por el otro. Valores simbólicos de alta consideración popular. Lo mismo con leyes que ampliaron derechos. Cada medida fue acompañada de gestos simbólicos. En la actualidad el gobierno carece tanto de mística como de gestión.
Hace cuatro años el kirchnerismo controlaba el frente interno en el PJ, tenía el apoyo de la CGT, la economía mantenía entera su salud y estaba a pleno Néstor Kirchner. Con la muerte de su marido, el 27 de octubre de 2010, la presidenta no sólo perdió a su compañero de vida, también se quedó sin su principal operador y socio político.
Después de diez años de confrontar, la oposición sigue con serios problemas para construir una propuesta atractiva. El gran desafío es poder traducir el enojo de los sectores medios que se movilizaron tres veces contra el gobierno en alternativas electorales. “Hay que ser menos prejuicioso” a la hora de hacer alianzas, pidió Macri, que apuesta a ser el emergente de una oposición unida y con apoyo mediático.
Radicales y socialistas no comparten esa idea. El senador Ernesto Sánz sumó otro elemento clave: “ojalá la economía no mejore hasta octubre”. Más allá de la polémica afirmación, en su cuestionable apuesta a que la situación del país se complique, el dirigente radical sabe que la situación económica es determinante en el humor social. Dificil saber si en la Casa Rosada lo tienen tan claro.
Por lo pronto, la presidenta decidió dedicar los últimos meses a modificar la administración de justicia. Los proyectos de reforma judicial enviados sin debate previo y sin consultar ni a los juristas más cercanos demuestran su decisión de avanzar a como dé lugar con sus planteos. Cerrar las ventanas a los reclamos ajenos y no escuchar las voces lúcidas que resuenan en la propia casa, pueden constituirse en un grave error político. Todo dirigente democrático debe saber escuchar. En especial cuando los planteos son transversales y compartidos por su base electoral.
Se cumple un aniversario redondo en el peor momento de la década. Más allá del test electoral que se avecina en octubre, sólo la solución a los nuevos problemas que lanza la economía le permitirán al gobierno transitar lo que resta de mandato sin sobresaltos. Domar la inflación sin que se paralice el crecimiento es una de las grandes tareas pendientes. El maquillaje de las cifras del INDEC fue un manotazo torpe e inconducente. En política los desafíos no son menores: la ausencia de un candidato a la sucesión es el principal problema del gobierno. No habrá reforma de la Constitución y, por consiguiente, no habrá intento de un nuevo mandato a pesar de las advertencias de los opositores y los deseos de los alcahuetes.
Se cumple una década de kirchnerismo. Argentina no es Vietnam después del ataque norteamericano ni Disneylandia. Se pueden contar estos diez años como una sucesión de aciertos y errores, avances y retrocesos. Una década dónde la política volvió a ser una herramienta de transformación. Una década dónde los represores mueren en sus celdas después de haber sido juzgados por sus crímenes. Una década que mantiene a la sociedad dividida frente a un gobierno como nunca antes en los últimos cincuenta años.