Si Mauricio Macri no empieza a hablar fuerte, claro, con el lenguaje de la calle o con las palabras que usa en privado corre el riesgo de terminar de diluirse y quedar a mitad de camino de su sueño presidencial. Sergio Massa, para lograr que los medios le presten atención, dijo, por ejemplo, antes del debate: «El que no tiene huevos para debatir, no puede gobernar el país».
El líder del Frente Renovador fue audaz, sintético, no dudó en usar una metáfora corporal que asocia a los testículos con la hombría y el coraje (y a la falta de ellos con la cobardía y la debilidad), y, como si eso fuera poco, lo terminó de rematar con una idea lógica: el que no puede lo menos, tampoco va a poder lo más.
El lenguaje extremo de Massa no le está alcanzando para entrar a un eventual ballottage, pero le coloca una barrera a Macri para evitar que Scioli gane en primera vuelta. «Es muy difícil lograr que los medios levanten lo que dice Mauricio. El sábado, por ejemplo, le dijo narcotraficante a Aníbal Fernández», se quejó un integrante del equipo de campaña del candidato a Cambiemos. Como no lo había registrado, me atreví a preguntarle: «¿En serio le dijo narcotraficante? ¿Le dijo narcotraficante y los diarios y los portales de noticias no lo reprodujeron?». Entonces aclaró: «No lo expresó así. Le preguntó a la sociedad quién le gustaría que fuera gobernador de la provincia de Buenos Aires si en su barrio, o a la vuelta de su casa, se entera que hay una cocina de paco». Al asesor le parece prácticamente lo mismo una cosa que la otra, pero son distintas. Y para los editores de la mayoría de los medios tampoco es igual.
No es lo mismo decir «no voy a presionar a los jueces para que fallen a mi favor» que «voy pedir que se declaren no excarcelables los delitos de corrupción». No es lo mismo decir «voy a hacer universales los planes para los niños y los jubilados» que afirmar «de ahora en más ningún puntero se va a quedar con un plan social». No es lo mismo prometer «voy a luchar contra el narcotráfico a partir de este momento» que sostener «voy a emplear a las fuerzas armadas en la lucha contra el narcotráfico». No es lo mismo anunciar que «se dejarán de usar los fondos de la ANSES para cualquier cosa que comprometerse a devolverle a cada jubilado el 82% del último salario que cobraba cuando estaba en actividad.
Cada una de las últimas frases que aparecen en cada oración es más atractiva si se tiene que armar un título, encabezar una página o armar un cable de agencia, para hablar con el lenguaje del periodismo gráfico. Pero también son más tentadoras como para reproducirlas en twitter, Facebook o cualquier red social al alcance de un comunity manager. Palabra más, palabra menos, las primeras son de Macri.
Las segundas son de Massa. Así se gana presencia en los medios, en un contexto donde ningún candidato parece tener la capacidad para fijar agenda o instalar un tema propio. Cambiemos no pudo o no supo cómo salir a tiempo del laberinto de la denuncia contra Fernando Niembro. Los comunicadores formales e informales del Frente para la Victoria tuvieron la habilidad de instalar que quienes representan a Macri también cometen actos reñidos con la ética o emparentados con la corrupción.
Para colmo, Massa y sus voceros del Frente Renovador, en vez de diferenciar la megacorrupción del kirchnerismo con el caso aislado que involucró a Niembro, colocaron el hecho en la misma categoría que el escándalo Ciccone o el caso Hotesur. Cuando el asunto se empezó a desinflar por la dinámica propia de los temas de actualidad, los estrategas de Cambiemos entendieron de que se había detenido el leve crecimiento que habían registrado desde el domingo de las PASO. Y que sus votantes son más sensibles a los actos de corrupción que los curtidos del Frente para la Victoria.
Ahora mismo Macri está más lejos de la segunda vuelta que Scioli de la primera. Depende de la encuestadora. Están las que lo dan al gobernador de la provincia por encima del 40 y al saliente jefe de gobierno de la Ciudad apenas llegando a 30. Están las que le colocan a Scioli un techo de 39 y a Macri menos de 30. Y están la que presentan al Frente para la Victoria con 12 puntos de diferencia, otra vez por encima del 40, y festejando por anticipado. ¿Quién en Cambiemos aparece en condiciones de hablar simple, claro, directo y llegar, a través de los medios, a los millones de ciudadanos que todavía podrían seducir? No son muchos. Elisa Carrió es una de ellos, pero a veces se pasa de rosca y genera el efecto contrario.
La diputada Laura Alonso tiene la capacidad. Incluso acaba de editar un libro, cuyo título es Circo Kirchner, que presenta de manera clara, sencilla y hasta divertida, lo peor de la década pasada, desde las barbaridades que se dijeron hasta los errores que se cometieron. Sin embargo, por alguna razón, no se la consulta tan seguido. Gabriela Michetti es otra, pero parece haber perdido visibilidad, por decisión propia o porque el equipo de campaña decidió no mostrarla. De cualquier manera, la palabra que más interesa es la del candidato. Y lo más importante y más afectivo, siempre, es decir lo que uno piensa.
El expresidente de Boca piensa que detrás del supuesto hombre de consenso y diálogo, dentro de Scioli hay un hombre agresivo e inoperante, que protagonizó la peor gestión de la historia reciente de la provincia de Buenos Aires. Macri cuenta que la principal razón por la que no estableció un acuerdo con Massa es porque presentía que lo iba a traicionar. Es más: dice que en el último encuentro personal que tuvo con él y Juan Manuel De la Sota pactaron un convenio de no agresión que el exintendente de Tigre deshonró de manera unilateral. ¡Por qué no lo denuncia? Macri está seguro que los hombres de la segunda línea de Scioli y de Massa convinieron sumarse a una campaña sucia contra Cambiemos porque quieren mantener los negocios sucios de la política como lo vienen haciendo desde hace 30 años.
¿Qué es lo que hace que no se pare frente a todo el país y lo empiece a revelar? El tren de la historia para por la puerta de la casa de algunos solo una vez. Un último dato: esta columna fue escrita horas antes del primer debate presidencial de la historia. Nada indica que su resultado vaya a dar vuelta la elección, pero uno nunca sabe.
El líder del Frente Renovador fue audaz, sintético, no dudó en usar una metáfora corporal que asocia a los testículos con la hombría y el coraje (y a la falta de ellos con la cobardía y la debilidad), y, como si eso fuera poco, lo terminó de rematar con una idea lógica: el que no puede lo menos, tampoco va a poder lo más.
El lenguaje extremo de Massa no le está alcanzando para entrar a un eventual ballottage, pero le coloca una barrera a Macri para evitar que Scioli gane en primera vuelta. «Es muy difícil lograr que los medios levanten lo que dice Mauricio. El sábado, por ejemplo, le dijo narcotraficante a Aníbal Fernández», se quejó un integrante del equipo de campaña del candidato a Cambiemos. Como no lo había registrado, me atreví a preguntarle: «¿En serio le dijo narcotraficante? ¿Le dijo narcotraficante y los diarios y los portales de noticias no lo reprodujeron?». Entonces aclaró: «No lo expresó así. Le preguntó a la sociedad quién le gustaría que fuera gobernador de la provincia de Buenos Aires si en su barrio, o a la vuelta de su casa, se entera que hay una cocina de paco». Al asesor le parece prácticamente lo mismo una cosa que la otra, pero son distintas. Y para los editores de la mayoría de los medios tampoco es igual.
No es lo mismo decir «no voy a presionar a los jueces para que fallen a mi favor» que «voy pedir que se declaren no excarcelables los delitos de corrupción». No es lo mismo decir «voy a hacer universales los planes para los niños y los jubilados» que afirmar «de ahora en más ningún puntero se va a quedar con un plan social». No es lo mismo prometer «voy a luchar contra el narcotráfico a partir de este momento» que sostener «voy a emplear a las fuerzas armadas en la lucha contra el narcotráfico». No es lo mismo anunciar que «se dejarán de usar los fondos de la ANSES para cualquier cosa que comprometerse a devolverle a cada jubilado el 82% del último salario que cobraba cuando estaba en actividad.
Cada una de las últimas frases que aparecen en cada oración es más atractiva si se tiene que armar un título, encabezar una página o armar un cable de agencia, para hablar con el lenguaje del periodismo gráfico. Pero también son más tentadoras como para reproducirlas en twitter, Facebook o cualquier red social al alcance de un comunity manager. Palabra más, palabra menos, las primeras son de Macri.
Las segundas son de Massa. Así se gana presencia en los medios, en un contexto donde ningún candidato parece tener la capacidad para fijar agenda o instalar un tema propio. Cambiemos no pudo o no supo cómo salir a tiempo del laberinto de la denuncia contra Fernando Niembro. Los comunicadores formales e informales del Frente para la Victoria tuvieron la habilidad de instalar que quienes representan a Macri también cometen actos reñidos con la ética o emparentados con la corrupción.
Para colmo, Massa y sus voceros del Frente Renovador, en vez de diferenciar la megacorrupción del kirchnerismo con el caso aislado que involucró a Niembro, colocaron el hecho en la misma categoría que el escándalo Ciccone o el caso Hotesur. Cuando el asunto se empezó a desinflar por la dinámica propia de los temas de actualidad, los estrategas de Cambiemos entendieron de que se había detenido el leve crecimiento que habían registrado desde el domingo de las PASO. Y que sus votantes son más sensibles a los actos de corrupción que los curtidos del Frente para la Victoria.
Ahora mismo Macri está más lejos de la segunda vuelta que Scioli de la primera. Depende de la encuestadora. Están las que lo dan al gobernador de la provincia por encima del 40 y al saliente jefe de gobierno de la Ciudad apenas llegando a 30. Están las que le colocan a Scioli un techo de 39 y a Macri menos de 30. Y están la que presentan al Frente para la Victoria con 12 puntos de diferencia, otra vez por encima del 40, y festejando por anticipado. ¿Quién en Cambiemos aparece en condiciones de hablar simple, claro, directo y llegar, a través de los medios, a los millones de ciudadanos que todavía podrían seducir? No son muchos. Elisa Carrió es una de ellos, pero a veces se pasa de rosca y genera el efecto contrario.
La diputada Laura Alonso tiene la capacidad. Incluso acaba de editar un libro, cuyo título es Circo Kirchner, que presenta de manera clara, sencilla y hasta divertida, lo peor de la década pasada, desde las barbaridades que se dijeron hasta los errores que se cometieron. Sin embargo, por alguna razón, no se la consulta tan seguido. Gabriela Michetti es otra, pero parece haber perdido visibilidad, por decisión propia o porque el equipo de campaña decidió no mostrarla. De cualquier manera, la palabra que más interesa es la del candidato. Y lo más importante y más afectivo, siempre, es decir lo que uno piensa.
El expresidente de Boca piensa que detrás del supuesto hombre de consenso y diálogo, dentro de Scioli hay un hombre agresivo e inoperante, que protagonizó la peor gestión de la historia reciente de la provincia de Buenos Aires. Macri cuenta que la principal razón por la que no estableció un acuerdo con Massa es porque presentía que lo iba a traicionar. Es más: dice que en el último encuentro personal que tuvo con él y Juan Manuel De la Sota pactaron un convenio de no agresión que el exintendente de Tigre deshonró de manera unilateral. ¡Por qué no lo denuncia? Macri está seguro que los hombres de la segunda línea de Scioli y de Massa convinieron sumarse a una campaña sucia contra Cambiemos porque quieren mantener los negocios sucios de la política como lo vienen haciendo desde hace 30 años.
¿Qué es lo que hace que no se pare frente a todo el país y lo empiece a revelar? El tren de la historia para por la puerta de la casa de algunos solo una vez. Un último dato: esta columna fue escrita horas antes del primer debate presidencial de la historia. Nada indica que su resultado vaya a dar vuelta la elección, pero uno nunca sabe.
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