El diario LA NACIÓN acaba de publicar en su versión digital una nota con el título “Nisman también pidió un arma a un custodio”. Mis lectores saben que ayer sábado por la tarde en este portal, con el mismo titulo fue publicada una nota, como consta al lado de la firma electrónica.
Los periodistas independientes que logramos primicias gracias a nuestro trabajo -, los lectores no lo saben necesariamente -, pero estamos también más expuestos porque no tenemos detrás de nosotros una redacción que nos respalde, no tenemos un servicio jurídico tampoco. Damos la cara con nombre y apellido y nos exponemos a las consecuencias que sean, en total soledad. Es una elección y es una elección convalidada en el tiempo.
A cambio de nuestras investigaciones, del tiempo dedicado que nadie nos paga, del esmero en construir una red de protagonistas de la información en base a una relación de respeto mutuo, pero sin concesiones a las obligaciones de informar, lo que pedimos es que por lo menos se nos respete nuestro trabajo. Nosotros también aportamos a la democracia y muchas veces nuestras investigaciones son mejores, simplemente porque no obedecen a los imperativos de grandes grupos que hoy son amigos y mañana son enemigos del poder de turno. Especialmente en aquellas repúblicas azotadas por el populismo autoritario.
Con La Nación no es el primer incidente. Fui enviada especial a Irán para La Nación cuando el actual presidente, Hasan Rouhani, asumió el mando en agosto de 2013. En aquel momento una persona cuyo nombre no pasará a la posteridad en la historia del periodismo me rechazó una nota porque quería “valor agregado”. Quería uno de esos clichés provinciales sobre Irán y alguna historia que confunda iraníes y “turcos”. Es decir que estar en el Majlis (parlamento iraní), el cual se abría por primera vez a periodistas extranjeros, ser de las poquísimas periodistas representando un medio latinoamericano y tener la oportunidad de hacer las preguntas que quería, no era “valor agregado” para esa persona. Me dejaron colgada en Irán de frente a las autoridades, en una situación muy delicada, ya que de pronto mi credencial no era válida y en ese momento ya estaba realizando las investigaciones que los lectores que me siguen habrán podido apreciar. Quien sabe de visa de periodistas en Irán, entenderá lo que esto significa.
En ese momento podría haber denunciado La Nación ante organizaciones de protección de los periodistas. No lo hice por no dar la impresión de aportar agua al molino del gobierno. Quiero recordar que la mayor parte de los periodistas que han sido asesinados en Siria y en Irak eran independientes. “Detalle” que pasa inadvertido para muchos pero no para todos.
Se roba un título, una información, se suelta el brazo a un periodista en reportaje, todo eso son prácticas altamente condenables, porque simplemente desalientan, ponen en peligro. Sobre todo desalientan a los más apasionados y desinteresados de los que ejercemos esta profesión como un sacerdocio.
Cuento con vuestro apoyo para manifestar vuestra solidaridad. Mi nota está aquí abajo, y otras en esta página vendrán a agregarse.
Teresita Dussart
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Etiquetas:LA NACION, NISMAN TAMBIEN LE PIDIO UN ARMA, teresita dussart
Los periodistas independientes que logramos primicias gracias a nuestro trabajo -, los lectores no lo saben necesariamente -, pero estamos también más expuestos porque no tenemos detrás de nosotros una redacción que nos respalde, no tenemos un servicio jurídico tampoco. Damos la cara con nombre y apellido y nos exponemos a las consecuencias que sean, en total soledad. Es una elección y es una elección convalidada en el tiempo.
A cambio de nuestras investigaciones, del tiempo dedicado que nadie nos paga, del esmero en construir una red de protagonistas de la información en base a una relación de respeto mutuo, pero sin concesiones a las obligaciones de informar, lo que pedimos es que por lo menos se nos respete nuestro trabajo. Nosotros también aportamos a la democracia y muchas veces nuestras investigaciones son mejores, simplemente porque no obedecen a los imperativos de grandes grupos que hoy son amigos y mañana son enemigos del poder de turno. Especialmente en aquellas repúblicas azotadas por el populismo autoritario.
Con La Nación no es el primer incidente. Fui enviada especial a Irán para La Nación cuando el actual presidente, Hasan Rouhani, asumió el mando en agosto de 2013. En aquel momento una persona cuyo nombre no pasará a la posteridad en la historia del periodismo me rechazó una nota porque quería “valor agregado”. Quería uno de esos clichés provinciales sobre Irán y alguna historia que confunda iraníes y “turcos”. Es decir que estar en el Majlis (parlamento iraní), el cual se abría por primera vez a periodistas extranjeros, ser de las poquísimas periodistas representando un medio latinoamericano y tener la oportunidad de hacer las preguntas que quería, no era “valor agregado” para esa persona. Me dejaron colgada en Irán de frente a las autoridades, en una situación muy delicada, ya que de pronto mi credencial no era válida y en ese momento ya estaba realizando las investigaciones que los lectores que me siguen habrán podido apreciar. Quien sabe de visa de periodistas en Irán, entenderá lo que esto significa.
En ese momento podría haber denunciado La Nación ante organizaciones de protección de los periodistas. No lo hice por no dar la impresión de aportar agua al molino del gobierno. Quiero recordar que la mayor parte de los periodistas que han sido asesinados en Siria y en Irak eran independientes. “Detalle” que pasa inadvertido para muchos pero no para todos.
Se roba un título, una información, se suelta el brazo a un periodista en reportaje, todo eso son prácticas altamente condenables, porque simplemente desalientan, ponen en peligro. Sobre todo desalientan a los más apasionados y desinteresados de los que ejercemos esta profesión como un sacerdocio.
Cuento con vuestro apoyo para manifestar vuestra solidaridad. Mi nota está aquí abajo, y otras en esta página vendrán a agregarse.
Teresita Dussart
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