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En plena crisis económica, la UE recibe sorpresivamente el Nobel de la Paz
Para muchos europeos, el Nobel a la UE fue una broma cruel
ARCACHON.- Mucha gente se preguntó ayer por qué el Premio Nobel de la Paz fue atribuido a una organización que representa a un continente sumido en la mayor crisis económica de su historia, con millones de desempleados y sociedades al borde del estallido social. La respuesta podría ser: precisamente, por eso. Porque, como ocurrió periódicamente desde la penumbra de los tiempos, si la Unión Europea (UE) no existiera, este continente ya habría sido arrasado a sangre y fuego.
La UE «contribuye a promover la paz, la reconciliación, la democracia y los derechos humanos», justificó el noruego Thorbjoern Jagland, presidente del comité Nobel, en el momento de anunciar la decisión.
La demostración práctica de ese argumento surgió ayer -por azar- durante un congreso sobre democracia y libertad de prensa organizado por la región Aquitania y el semanario Courrier International, que se realiza en esta ciudad.
Durante un debate sobre la situación de Belarús, ex república soviética sometida desde 1994 a la dictadura de Alexander Lukashenko, el representante de la UE, Alain Dumort, precisó que, si bien el bloque no mantiene relaciones diplomáticas con el régimen de ese país debido a su carácter antidemocrático, invierte 20 millones de euros por año en ayuda a sus víctimas y «muy particularmente» en aquellos periodistas privados «del derecho inalienable a la información». Sumas similares destina a otros países en situación de desamparo político.
La búsqueda de la paz fue, precisamente, la única motivación que impulsó a los seis padres fundadores: los franceses Robert Schuman y Jean Monnet, el alemán Konrad Adenauer, el belga Paul-Henri Spaak, el italiano Alcide de Gasperi y el holandés Johan Willem Beyen. Lo primero que hicieron en 1955, cuando crearon la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA), fue mutualizar las dos commodities explosivas que habían provocado tres guerras continentales en 70 años.
En sus 57 años de historia, desde la fundación de la CECA, no hubo un solo disparo ni un solo déspota en este espacio que durante dos milenios había sido frecuente y regularmente diezmado y sojuzgado por conquistadores, totalitarios, opresores, ambiciosos y genocidas.
No fue su único desafío. La UE también tuvo una parte decisiva en la confrontación ideológica con el bloque comunista. Una vez que se derrumbó la URSS, tuvo la audacia política y la capacidad económica necesarias para ayudar a los países de Europa del Este a salir del infierno e integrarse en esta esfera de paz y prosperidad. También fue capaz de olvidar el pasado y aceptar la reunificación de Alemania.
Cuando Europa salió de la Segunda Guerra Mundial era un campo de escombros y cenizas. Ahora, con todos sus defectos y contradicciones, la UE es el espacio más próspero del mundo. Con un PBI de 16,3 billones de dólares, es la primera potencia económica: con 504 millones de habitantes, cifra que representa apenas 8% de la población mundial, concentra 30% de la riqueza del planeta. El ingreso promedio de sus habitantes (31.600 dólares per cápita) es uno de los más elevados.
Con su economía casi paralizada este año (1,5% de crecimiento previsto) y con serias perspectivas de recesión para 2013, los 27 miembros de UE tienen 25,5 millones de desempleados (10,5% de la mano de obra activa), que protestan y, con justa razón, están al borde de la explosión o tentados por el canto de las sirenas populistas. Por lo demás, el euro, la moneda común de 17 de los 27 Estados, está en plena tormenta hace tres años.
En otras épocas, sin embargo, situaciones de crisis como la que atraviesa Europa desde 2007 habrían promovido dictadores mesiánicos al poder, habría concebido ideologías inhumanas y desatado persecuciones en busca de chivos emisarios, y -muy probablemente- todo esto hubiese terminado en un cataclismo.
Si Europa pudo resistir hasta ahora esas diez plagas es porque su sistema de protección le permitió dar un mínimo a los desamparados sociales en materia de salud, seguro contra el desempleo y jubilación. En los momentos de euforia todo el mundo encuentra buenas razones para denostar al Estado de bienestar, pero, cuando golpea la crisis, es la columna vertebral que ayuda a mantener de pie el edificio.
Visto desde esa perspectiva histórica, el premio Nobel a la UE no es una recompensa: es un elegio a un modelo político y social sin precedente en la historia de la humanidad y que, a partir de ahora, probablemente servirá de ejemplo..
En plena crisis económica, la UE recibe sorpresivamente el Nobel de la Paz
Para muchos europeos, el Nobel a la UE fue una broma cruel
ARCACHON.- Mucha gente se preguntó ayer por qué el Premio Nobel de la Paz fue atribuido a una organización que representa a un continente sumido en la mayor crisis económica de su historia, con millones de desempleados y sociedades al borde del estallido social. La respuesta podría ser: precisamente, por eso. Porque, como ocurrió periódicamente desde la penumbra de los tiempos, si la Unión Europea (UE) no existiera, este continente ya habría sido arrasado a sangre y fuego.
La UE «contribuye a promover la paz, la reconciliación, la democracia y los derechos humanos», justificó el noruego Thorbjoern Jagland, presidente del comité Nobel, en el momento de anunciar la decisión.
La demostración práctica de ese argumento surgió ayer -por azar- durante un congreso sobre democracia y libertad de prensa organizado por la región Aquitania y el semanario Courrier International, que se realiza en esta ciudad.
Durante un debate sobre la situación de Belarús, ex república soviética sometida desde 1994 a la dictadura de Alexander Lukashenko, el representante de la UE, Alain Dumort, precisó que, si bien el bloque no mantiene relaciones diplomáticas con el régimen de ese país debido a su carácter antidemocrático, invierte 20 millones de euros por año en ayuda a sus víctimas y «muy particularmente» en aquellos periodistas privados «del derecho inalienable a la información». Sumas similares destina a otros países en situación de desamparo político.
La búsqueda de la paz fue, precisamente, la única motivación que impulsó a los seis padres fundadores: los franceses Robert Schuman y Jean Monnet, el alemán Konrad Adenauer, el belga Paul-Henri Spaak, el italiano Alcide de Gasperi y el holandés Johan Willem Beyen. Lo primero que hicieron en 1955, cuando crearon la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA), fue mutualizar las dos commodities explosivas que habían provocado tres guerras continentales en 70 años.
En sus 57 años de historia, desde la fundación de la CECA, no hubo un solo disparo ni un solo déspota en este espacio que durante dos milenios había sido frecuente y regularmente diezmado y sojuzgado por conquistadores, totalitarios, opresores, ambiciosos y genocidas.
No fue su único desafío. La UE también tuvo una parte decisiva en la confrontación ideológica con el bloque comunista. Una vez que se derrumbó la URSS, tuvo la audacia política y la capacidad económica necesarias para ayudar a los países de Europa del Este a salir del infierno e integrarse en esta esfera de paz y prosperidad. También fue capaz de olvidar el pasado y aceptar la reunificación de Alemania.
Cuando Europa salió de la Segunda Guerra Mundial era un campo de escombros y cenizas. Ahora, con todos sus defectos y contradicciones, la UE es el espacio más próspero del mundo. Con un PBI de 16,3 billones de dólares, es la primera potencia económica: con 504 millones de habitantes, cifra que representa apenas 8% de la población mundial, concentra 30% de la riqueza del planeta. El ingreso promedio de sus habitantes (31.600 dólares per cápita) es uno de los más elevados.
Con su economía casi paralizada este año (1,5% de crecimiento previsto) y con serias perspectivas de recesión para 2013, los 27 miembros de UE tienen 25,5 millones de desempleados (10,5% de la mano de obra activa), que protestan y, con justa razón, están al borde de la explosión o tentados por el canto de las sirenas populistas. Por lo demás, el euro, la moneda común de 17 de los 27 Estados, está en plena tormenta hace tres años.
En otras épocas, sin embargo, situaciones de crisis como la que atraviesa Europa desde 2007 habrían promovido dictadores mesiánicos al poder, habría concebido ideologías inhumanas y desatado persecuciones en busca de chivos emisarios, y -muy probablemente- todo esto hubiese terminado en un cataclismo.
Si Europa pudo resistir hasta ahora esas diez plagas es porque su sistema de protección le permitió dar un mínimo a los desamparados sociales en materia de salud, seguro contra el desempleo y jubilación. En los momentos de euforia todo el mundo encuentra buenas razones para denostar al Estado de bienestar, pero, cuando golpea la crisis, es la columna vertebral que ayuda a mantener de pie el edificio.
Visto desde esa perspectiva histórica, el premio Nobel a la UE no es una recompensa: es un elegio a un modelo político y social sin precedente en la historia de la humanidad y que, a partir de ahora, probablemente servirá de ejemplo..