Palabras de apertura ante las Reuniones Anuales de 2011 de las Juntas de Gobernadores del Grupo del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional
Christine Lagarde
Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional
Washington DC, 23 de septiembre de 2011
Texto preparado para la intervención
Introducción: El espíritu de Bretton Woods
Señor Presidente, señores gobernadores, distinguidos invitados: Me siento privilegiada y honrada dirigiéndome a ustedes por primera vez como Directora Gerente del FMI.
Quisiera agradecer al Presidente Ingraham y a todos ustedes por el firme apoyo a nuestra institución. Asimismo, quisiera expresar mi reconocimiento a mi amigo Bob Zoellick por el magnífico trabajo que está realizando en el Banco Mundial.
Quisiera comenzar contándoles cómo me sentí cuando entré por primera vez al FMI como Directora Gerente hace dos meses. Vi las banderas del atrio. Las banderas de todos ustedes, los 187 países miembros de la institución, recordándonos que somos una sola economía mundial, interconectada como no lo ha estado nunca antes.
Ese fue un sentimiento poderoso, y tengo ese mismo sentimiento cuando los veo hoy a ustedes aquí esta mañana: nuestros países miembros, que abarcan todo el mundo, aquí en un solo lugar.
De eso se trata exactamente el FMI. Ese es el espíritu de Bretton Woods. Ese espíritu que debemos reavivar hoy.
Esta reunión se celebra en un momento crucial. Un momento de decisiones.
Mientras estamos aquí reunidos en esta sala, los ánimos afuera son sombríos. La gente en todo el mundo está cada vez más preocupada por su futuro, y por el futuro de sus hijos. Y acude a nosotros en busca de soluciones.
Como dijo alguna vez Víctor Hugo: Los grandes peligros tienen la belleza de traer la luz de la fraternidad entre extraños.
Pero no somos extraños; de ninguna manera. Estamos unidos por un destino común, y estos tiempos turbulentos deben unirnos aún más.
De las decisiones que tomemos hoy, en las próximas semanas y meses, dependerá que nuestra fortuna económica colectiva sea mayor o menor.
Debemos actuar ahora y debemos actuar juntos.
***
En ese contexto, quisiera referirme a tres temas:
Primero, el estado de la economía mundial.
Segundo, el camino de política económica por delante y el papel que cada uno de nosotros debemos cumplir.
Y por último, la forma en que el FMI puede ponerse al servicio de ustedes, nuestros miembros, y brindarles respaldo a lo largo de ese camino.
Primero, el estado de la economía mundial
Han visto nuestros pronósticos, publicados en los primeros días de esta semana. En general, esperamos que el crecimiento mundial se desacelere a un 4% este año y el próximo. Pero las economías avanzadas solo lograrán un anémico 1½% a 2%.
Por consiguiente, hay una recuperación en curso, pero es débil y desigual. Y los riesgos se han agudizado drásticamente.
Dichos riesgos se ven impulsados por una cadena de interacciones negativas: entre el débil crecimiento, la debilidad de los balances de las entidades soberanas, los bancos y los hogares, y el compromiso político ineficiente.
Esto ha llevado a una crisis de confianza. Una crisis que no solo impone costos económicos, sino también costos sociales.
Sí, a los países de mercados emergentes y los países de bajo ingreso les está yendo mejor, y están cosechando los frutos de decisiones de política económica sensatas. Pero no nos engañemos: el Sur no es inmune a los pasos en falso que dé el Norte.
Hemos entrado en lo que he denominado una nueva fase peligrosa.
Pero aún así hay un camino para seguir avanzando. Las opciones de política económica se han reducido, pero eso no significa que no haya opciones.
Quisiera entonces referirme ahora al segundo tema: el camino por delante
¿A qué aspiramos? Nuestro objetivo debe ser un crecimiento inclusivo que cree puestos de trabajo. Pero hoy corremos el riesgo de perder la batalla por el crecimiento. Ante los oscuros nubarrones que se ciernen sobre Europa, y el enorme grado de incertidumbre en Estados Unidos, corremos el riesgo de que se desmorone la demanda mundial.
No puede haber un desafío más urgente que este.
En el mundo interconectado en que vivimos, estamos todos en la misma barca. Pensar en el desacoplamiento es ver un espejismo.
Pero seamos francos: la responsabilidad primordial de hacer frente a la crisis actual recae en las economías avanzadas.
Considero que dichas economías se ven ante tres imperativos de política económica: fiscal y monetario; financiero, y estructural.
La política fiscal debe navegar entre dos peligros: menoscabar la credibilidad y socavar la recuperación. Las economías avanzadas deben llevar a cabo la consolidación fiscal como cuestión prioritaria, pero en algunos casos si lo hacen demasiado rápido perjudicarán al crecimiento y al empleo. Por lo tanto, el ritmo no puede ser ni demasiado vacilante ni demasiado apresurado.
No es tanto un dilema como una cuestión de oportunidad y confianza. Si los países toman medidas sólidas para anclar el ahorro a mediano y largo plazo, tienen más margen para actuar a fin de estimular el crecimiento a corto plazo. La magnitud del espacio disponible depende, naturalmente, de las circunstancias de cada país.
En lo que respecta a la política monetaria, dado que, en general, las expectativas de inflación están bien ancladas, debe mantenerse una política acomodaticia. Y los bancos centrales deben mantenerse preparados para volver a sumergirse en aguas no convencionales según sea necesario, como algunos lo han hecho en los últimos días.
En cuanto al sector financiero, debemos fortalecer los balances de los bancos para que estos puedan otorgar crédito a fin de estimular el crecimiento y hacer frente debidamente a los tiempos de incertidumbre con confianza.
También necesitamos una regulación financiera reforzada, congruente y ejecutable para que el sistema sea más sano y seguro, de modo que las crisis financieras sean menos probables y la necesidad de que los contribuyentes rescaten a los operadores negligentes menos probable aún.
Para reforzar la competitividad y el crecimiento, las economías avanzadas deben seguir adelante con las reformas estructurales en los mercados de productos y de trabajo, y deben hacer frente a los intereses particulares en los sectores de servicios para que el espíritu de empresa florezca, crezca y cree valor.
También debemos prestar gran atención a la dimensión social. El crecimiento no es suficiente por sí solo. Necesitamos un crecimiento que respalde la creación de empleo: no podemos desperdiciar a esta generación de jóvenes. Necesitamos un crecimiento inclusivo que beneficie a toda la sociedad. Necesitamos redes de protección social decentes.
Este es el camino de política económica. Y las economías más grandes del mundo —Estados Unidos y la eurozona en particular— tienen una responsabilidad especial. Han comenzado a hacer el esfuerzo. Deben redoblarlo con urgencia.
Estados Unidos debe reducir su déficit fiscal a mediano y largo plazo, resolver con urgencia el desempleo, y aliviar las presiones que pesan sobre los hogares excesivamente endeudados.
Europa debe hacer frente con urgencia al doble problema de la deuda soberana y bancaria, y debe encararlos de manera conjunta. Los países en el epicentro de la crisis deben implementar los programas a los que se han comprometido. Y sus socios europeos deben hacer todo lo que sea necesario para apoyarlos, como se han comprometido a hacerlo.
***
Hasta aquí me he concentrado en la responsabilidad de las economías avanzadas. Creo que es lo que corresponde porque ellas ocupan el primer plano en esta crisis, y porque las decisiones que ellas tomen afectan a todos los demás, al agricultor kenyano, al diseñador brasileño, al empresario chino.
Pero, naturalmente, es necesario que miremos más allá, y consideremos el objetivo último de reequilibrar la economía mundial. Y para lograrlo, cada uno debe hacer lo que le corresponde.
En muchos mercados emergentes, el crecimiento ha mostrado capacidad de resistencia. Pero los países con superávit externo necesitan ahora apoyarse más en la demanda interna.
Especialmente en Asia, necesitan dicha demanda para generar un crecimiento más inclusivo, para “concluir la tarea” iniciada con la histórica reducción de la pobreza lograda en las dos últimas décadas. Esto también puede ayudar a propulsar la recuperación mundial.
En otros países de mercados emergentes con déficits en cuenta corriente, incluidos algunos países de América Latina, el desafío es reducir el sobrecalentamiento y preservar la estabilidad financiera.
Los países de bajo ingreso también tienen una función que desempeñar: recomponer los espacios de política económica que les han sido útiles durante la crisis, e invertir en el crecimiento y la creación de empleo. La comunidad internacional debe ayudar a estos países a ayudarse a sí mismos.
Esto también incluye la actuación urgente necesaria para ayudar a la gente del Cuerno de África, que se ve ante la más devastadora catástrofe humana en una generación.
Y a lo largo y a lo ancho de Oriente Medio y Norte de África, estoy convencida de que la Primavera Árabe ofrece una oportunidad histórica de transformación: la de liberar todo el potencial que tiene la región y generar un crecimiento más vigoroso y más inclusivo.
Estamos todos involucrados en esta tarea. Y la cooperación dará fruto.
El FMI ha calculado los beneficios: un aumento potencial del PIB mundial de 1½% y 20 millones de puestos de trabajo más en los próximos cinco años.
Dicho esto, quisiera referirme ahora al tercero y último tema: la función del FMI y la forma en que podemos ayudar.
Mi creencia fundamental sobre el FMI es que está aquí por una razón, y esa única razón es prestar servicios a nuestros países miembros, en todo el mundo. Nuestra función es acercar a los países y facilitar soluciones integrales en un clima de colaboración.
Las autoridades pueden aprender la una de la otra. Las que han capeado el temporal de otras crisis pueden transmitir su experiencia a las que lo enfrentan. El FMI puede facilitar ese proceso.
El FMI se ha esforzado por cumplir esa función a lo largo de su historia. Creo que, con el apoyo de todos ustedes, podemos ser aún más eficaces. ¿Cómo?
En primer lugar, podemos hacer más para ofrecer análisis y asesoramiento de la mejor calidad y la mayor objetividad posibles por medio de nuestras actividades de supervisión. La franqueza a veces es difícil de aceptar, pero es especialmente valiosa cuando se han de tomar las decisiones más difíciles.
Hoy nuestra atención se centra más que nunca en las vulnerabilidades y los efectos de contagio que se propagan a través de nuestro mundo interconectado. Esta característica será aún más acentuada en nuestro trabajo futuro.
En segundo lugar, nuestros préstamos pueden ser más eficaces para contener y resolver crisis.
Nuestros préstamos ayudan a atenuar los costos económicos y sociales de las crisis, por ejemplo, permitiendo que los países de bajo ingreso protejan e incrementen los gastos en salud y educación. Y nuestros préstamos de carácter precautorio pueden ayudar a proteger a los países cuando arrecian los vientos de contagio.
Esperamos con sumo interés analizar con nuestros países miembros en qué forma podríamos fortalecer el financiamiento que otorgamos y, en general, la red mundial de protección financiera. Desplegaremos la creatividad que sea necesaria.
En tercer lugar, podemos brindar mayor ayuda a los países miembros a través de la asistencia técnica y la capacitación. Estos servicios, a menudo olvidados, construyen los cimientos para un mañana mejor.
Como ejemplo puedo citar la ayuda que hemos prestado al Ministerio de Hacienda de Liberia para que abone los sueldos de los maestros directamente en sus cuentas bancarias, evitando costosas interrupciones del tiempo de clase. Y también estamos ayudando a hacer realidad los sueños de la Primavera Árabe, por ejemplo trabajando con Egipto para modernizar su sistema impositivo.
Para que sea aún más eficaz, necesitamos un FMI aún más parecido a sus países miembros. Debemos reflejarnos mutuamente.
En los últimos años se han logrado progresos sustanciales en cuestiones relativas a la representación y la estructura de gobierno. Ahora debemos ir un paso más adelante. Como medida prioritaria, los insto a todos ustedes a implementar las reformas de 2010.
***
Quiero que sepan que estaré atenta a sus inquietudes. Quiero escucharlos, y para hacerlo, viajaré a África, América Latina, Asia y Oriente Medio en los próximos meses.
También quiero decirles que desde el momento en que entré a este edificio en julio, quedé impresionada por el magnífico personal que trabaja aquí. Más allá de todos los informes y estadísticas, a veces se nos olvida que hay personas de carne y hueso, un grupo diverso de profesionales que trabaja con gran dedicación para hallar soluciones a algunos de los problemas más difíciles que enfrenta el mundo.
Estoy orgullosa de ellos. Espero que ustedes también lo estén.
Y quisiera también reconocer la labor de los Directores Ejecutivos, y agradecerles todo su apoyo, dedicación y duro empeño.
Conclusión: La elección
Señor Presidente, señores gobernadores: Dije al comienzo que nos vemos ante una elección. Hace tres años nos encontramos ante una encrucijada similar.
En ese momento, la comunidad internacional eligió lo correcto. Nos congregamos con un sentido de unidad y propósito común. Actuamos con valor, y al hacerlo, ayudamos a impedir una segunda Gran Depresión.
Ahora nos encontramos ante otra coyuntura crítica. Nuevamente debemos elegir sabiamente. Estamos ante una necesidad urgente. Las medidas que hoy les solicito no son para los próximos años, son para los próximos meses.
Nuestros problemas pueden ser en gran medida económicos, pero las soluciones son en su mayor parte políticas. Necesitamos actuar con determinación. Necesitamos coraje.
En ocasión de estas Reuniones, albergo la esperanza de que podamos llegar a un diagnóstico común y dejar acordado el conjunto de recomendaciones en materia de política que ustedes elevarán a sus dirigentes y jefes de gobierno para que podamos trazar la senda hacia la acción colectiva, y recorrer la senda hacia la recuperación.
Si podemos hacerlo, confío en que cuando volvamos a reunirnos en Tokio el año próximo, veremos despuntar un nuevo día.
***
Al igual que vi las banderas ese primer día en el FMI, también las veo hoy reflejadas en los ojos de ustedes.
Un símbolo de nuestra interconexión. El símbolo de una sola comunidad global. Un símbolo del FMI.
Ese es el camino por delante. Emprendamos ese camino. Juntos.
Muchas gracias.
Christine Lagarde
Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional
Washington DC, 23 de septiembre de 2011
Texto preparado para la intervención
Introducción: El espíritu de Bretton Woods
Señor Presidente, señores gobernadores, distinguidos invitados: Me siento privilegiada y honrada dirigiéndome a ustedes por primera vez como Directora Gerente del FMI.
Quisiera agradecer al Presidente Ingraham y a todos ustedes por el firme apoyo a nuestra institución. Asimismo, quisiera expresar mi reconocimiento a mi amigo Bob Zoellick por el magnífico trabajo que está realizando en el Banco Mundial.
Quisiera comenzar contándoles cómo me sentí cuando entré por primera vez al FMI como Directora Gerente hace dos meses. Vi las banderas del atrio. Las banderas de todos ustedes, los 187 países miembros de la institución, recordándonos que somos una sola economía mundial, interconectada como no lo ha estado nunca antes.
Ese fue un sentimiento poderoso, y tengo ese mismo sentimiento cuando los veo hoy a ustedes aquí esta mañana: nuestros países miembros, que abarcan todo el mundo, aquí en un solo lugar.
De eso se trata exactamente el FMI. Ese es el espíritu de Bretton Woods. Ese espíritu que debemos reavivar hoy.
Esta reunión se celebra en un momento crucial. Un momento de decisiones.
Mientras estamos aquí reunidos en esta sala, los ánimos afuera son sombríos. La gente en todo el mundo está cada vez más preocupada por su futuro, y por el futuro de sus hijos. Y acude a nosotros en busca de soluciones.
Como dijo alguna vez Víctor Hugo: Los grandes peligros tienen la belleza de traer la luz de la fraternidad entre extraños.
Pero no somos extraños; de ninguna manera. Estamos unidos por un destino común, y estos tiempos turbulentos deben unirnos aún más.
De las decisiones que tomemos hoy, en las próximas semanas y meses, dependerá que nuestra fortuna económica colectiva sea mayor o menor.
Debemos actuar ahora y debemos actuar juntos.
***
En ese contexto, quisiera referirme a tres temas:
Primero, el estado de la economía mundial.
Segundo, el camino de política económica por delante y el papel que cada uno de nosotros debemos cumplir.
Y por último, la forma en que el FMI puede ponerse al servicio de ustedes, nuestros miembros, y brindarles respaldo a lo largo de ese camino.
Primero, el estado de la economía mundial
Han visto nuestros pronósticos, publicados en los primeros días de esta semana. En general, esperamos que el crecimiento mundial se desacelere a un 4% este año y el próximo. Pero las economías avanzadas solo lograrán un anémico 1½% a 2%.
Por consiguiente, hay una recuperación en curso, pero es débil y desigual. Y los riesgos se han agudizado drásticamente.
Dichos riesgos se ven impulsados por una cadena de interacciones negativas: entre el débil crecimiento, la debilidad de los balances de las entidades soberanas, los bancos y los hogares, y el compromiso político ineficiente.
Esto ha llevado a una crisis de confianza. Una crisis que no solo impone costos económicos, sino también costos sociales.
Sí, a los países de mercados emergentes y los países de bajo ingreso les está yendo mejor, y están cosechando los frutos de decisiones de política económica sensatas. Pero no nos engañemos: el Sur no es inmune a los pasos en falso que dé el Norte.
Hemos entrado en lo que he denominado una nueva fase peligrosa.
Pero aún así hay un camino para seguir avanzando. Las opciones de política económica se han reducido, pero eso no significa que no haya opciones.
Quisiera entonces referirme ahora al segundo tema: el camino por delante
¿A qué aspiramos? Nuestro objetivo debe ser un crecimiento inclusivo que cree puestos de trabajo. Pero hoy corremos el riesgo de perder la batalla por el crecimiento. Ante los oscuros nubarrones que se ciernen sobre Europa, y el enorme grado de incertidumbre en Estados Unidos, corremos el riesgo de que se desmorone la demanda mundial.
No puede haber un desafío más urgente que este.
En el mundo interconectado en que vivimos, estamos todos en la misma barca. Pensar en el desacoplamiento es ver un espejismo.
Pero seamos francos: la responsabilidad primordial de hacer frente a la crisis actual recae en las economías avanzadas.
Considero que dichas economías se ven ante tres imperativos de política económica: fiscal y monetario; financiero, y estructural.
La política fiscal debe navegar entre dos peligros: menoscabar la credibilidad y socavar la recuperación. Las economías avanzadas deben llevar a cabo la consolidación fiscal como cuestión prioritaria, pero en algunos casos si lo hacen demasiado rápido perjudicarán al crecimiento y al empleo. Por lo tanto, el ritmo no puede ser ni demasiado vacilante ni demasiado apresurado.
No es tanto un dilema como una cuestión de oportunidad y confianza. Si los países toman medidas sólidas para anclar el ahorro a mediano y largo plazo, tienen más margen para actuar a fin de estimular el crecimiento a corto plazo. La magnitud del espacio disponible depende, naturalmente, de las circunstancias de cada país.
En lo que respecta a la política monetaria, dado que, en general, las expectativas de inflación están bien ancladas, debe mantenerse una política acomodaticia. Y los bancos centrales deben mantenerse preparados para volver a sumergirse en aguas no convencionales según sea necesario, como algunos lo han hecho en los últimos días.
En cuanto al sector financiero, debemos fortalecer los balances de los bancos para que estos puedan otorgar crédito a fin de estimular el crecimiento y hacer frente debidamente a los tiempos de incertidumbre con confianza.
También necesitamos una regulación financiera reforzada, congruente y ejecutable para que el sistema sea más sano y seguro, de modo que las crisis financieras sean menos probables y la necesidad de que los contribuyentes rescaten a los operadores negligentes menos probable aún.
Para reforzar la competitividad y el crecimiento, las economías avanzadas deben seguir adelante con las reformas estructurales en los mercados de productos y de trabajo, y deben hacer frente a los intereses particulares en los sectores de servicios para que el espíritu de empresa florezca, crezca y cree valor.
También debemos prestar gran atención a la dimensión social. El crecimiento no es suficiente por sí solo. Necesitamos un crecimiento que respalde la creación de empleo: no podemos desperdiciar a esta generación de jóvenes. Necesitamos un crecimiento inclusivo que beneficie a toda la sociedad. Necesitamos redes de protección social decentes.
Este es el camino de política económica. Y las economías más grandes del mundo —Estados Unidos y la eurozona en particular— tienen una responsabilidad especial. Han comenzado a hacer el esfuerzo. Deben redoblarlo con urgencia.
Estados Unidos debe reducir su déficit fiscal a mediano y largo plazo, resolver con urgencia el desempleo, y aliviar las presiones que pesan sobre los hogares excesivamente endeudados.
Europa debe hacer frente con urgencia al doble problema de la deuda soberana y bancaria, y debe encararlos de manera conjunta. Los países en el epicentro de la crisis deben implementar los programas a los que se han comprometido. Y sus socios europeos deben hacer todo lo que sea necesario para apoyarlos, como se han comprometido a hacerlo.
***
Hasta aquí me he concentrado en la responsabilidad de las economías avanzadas. Creo que es lo que corresponde porque ellas ocupan el primer plano en esta crisis, y porque las decisiones que ellas tomen afectan a todos los demás, al agricultor kenyano, al diseñador brasileño, al empresario chino.
Pero, naturalmente, es necesario que miremos más allá, y consideremos el objetivo último de reequilibrar la economía mundial. Y para lograrlo, cada uno debe hacer lo que le corresponde.
En muchos mercados emergentes, el crecimiento ha mostrado capacidad de resistencia. Pero los países con superávit externo necesitan ahora apoyarse más en la demanda interna.
Especialmente en Asia, necesitan dicha demanda para generar un crecimiento más inclusivo, para “concluir la tarea” iniciada con la histórica reducción de la pobreza lograda en las dos últimas décadas. Esto también puede ayudar a propulsar la recuperación mundial.
En otros países de mercados emergentes con déficits en cuenta corriente, incluidos algunos países de América Latina, el desafío es reducir el sobrecalentamiento y preservar la estabilidad financiera.
Los países de bajo ingreso también tienen una función que desempeñar: recomponer los espacios de política económica que les han sido útiles durante la crisis, e invertir en el crecimiento y la creación de empleo. La comunidad internacional debe ayudar a estos países a ayudarse a sí mismos.
Esto también incluye la actuación urgente necesaria para ayudar a la gente del Cuerno de África, que se ve ante la más devastadora catástrofe humana en una generación.
Y a lo largo y a lo ancho de Oriente Medio y Norte de África, estoy convencida de que la Primavera Árabe ofrece una oportunidad histórica de transformación: la de liberar todo el potencial que tiene la región y generar un crecimiento más vigoroso y más inclusivo.
Estamos todos involucrados en esta tarea. Y la cooperación dará fruto.
El FMI ha calculado los beneficios: un aumento potencial del PIB mundial de 1½% y 20 millones de puestos de trabajo más en los próximos cinco años.
Dicho esto, quisiera referirme ahora al tercero y último tema: la función del FMI y la forma en que podemos ayudar.
Mi creencia fundamental sobre el FMI es que está aquí por una razón, y esa única razón es prestar servicios a nuestros países miembros, en todo el mundo. Nuestra función es acercar a los países y facilitar soluciones integrales en un clima de colaboración.
Las autoridades pueden aprender la una de la otra. Las que han capeado el temporal de otras crisis pueden transmitir su experiencia a las que lo enfrentan. El FMI puede facilitar ese proceso.
El FMI se ha esforzado por cumplir esa función a lo largo de su historia. Creo que, con el apoyo de todos ustedes, podemos ser aún más eficaces. ¿Cómo?
En primer lugar, podemos hacer más para ofrecer análisis y asesoramiento de la mejor calidad y la mayor objetividad posibles por medio de nuestras actividades de supervisión. La franqueza a veces es difícil de aceptar, pero es especialmente valiosa cuando se han de tomar las decisiones más difíciles.
Hoy nuestra atención se centra más que nunca en las vulnerabilidades y los efectos de contagio que se propagan a través de nuestro mundo interconectado. Esta característica será aún más acentuada en nuestro trabajo futuro.
En segundo lugar, nuestros préstamos pueden ser más eficaces para contener y resolver crisis.
Nuestros préstamos ayudan a atenuar los costos económicos y sociales de las crisis, por ejemplo, permitiendo que los países de bajo ingreso protejan e incrementen los gastos en salud y educación. Y nuestros préstamos de carácter precautorio pueden ayudar a proteger a los países cuando arrecian los vientos de contagio.
Esperamos con sumo interés analizar con nuestros países miembros en qué forma podríamos fortalecer el financiamiento que otorgamos y, en general, la red mundial de protección financiera. Desplegaremos la creatividad que sea necesaria.
En tercer lugar, podemos brindar mayor ayuda a los países miembros a través de la asistencia técnica y la capacitación. Estos servicios, a menudo olvidados, construyen los cimientos para un mañana mejor.
Como ejemplo puedo citar la ayuda que hemos prestado al Ministerio de Hacienda de Liberia para que abone los sueldos de los maestros directamente en sus cuentas bancarias, evitando costosas interrupciones del tiempo de clase. Y también estamos ayudando a hacer realidad los sueños de la Primavera Árabe, por ejemplo trabajando con Egipto para modernizar su sistema impositivo.
Para que sea aún más eficaz, necesitamos un FMI aún más parecido a sus países miembros. Debemos reflejarnos mutuamente.
En los últimos años se han logrado progresos sustanciales en cuestiones relativas a la representación y la estructura de gobierno. Ahora debemos ir un paso más adelante. Como medida prioritaria, los insto a todos ustedes a implementar las reformas de 2010.
***
Quiero que sepan que estaré atenta a sus inquietudes. Quiero escucharlos, y para hacerlo, viajaré a África, América Latina, Asia y Oriente Medio en los próximos meses.
También quiero decirles que desde el momento en que entré a este edificio en julio, quedé impresionada por el magnífico personal que trabaja aquí. Más allá de todos los informes y estadísticas, a veces se nos olvida que hay personas de carne y hueso, un grupo diverso de profesionales que trabaja con gran dedicación para hallar soluciones a algunos de los problemas más difíciles que enfrenta el mundo.
Estoy orgullosa de ellos. Espero que ustedes también lo estén.
Y quisiera también reconocer la labor de los Directores Ejecutivos, y agradecerles todo su apoyo, dedicación y duro empeño.
Conclusión: La elección
Señor Presidente, señores gobernadores: Dije al comienzo que nos vemos ante una elección. Hace tres años nos encontramos ante una encrucijada similar.
En ese momento, la comunidad internacional eligió lo correcto. Nos congregamos con un sentido de unidad y propósito común. Actuamos con valor, y al hacerlo, ayudamos a impedir una segunda Gran Depresión.
Ahora nos encontramos ante otra coyuntura crítica. Nuevamente debemos elegir sabiamente. Estamos ante una necesidad urgente. Las medidas que hoy les solicito no son para los próximos años, son para los próximos meses.
Nuestros problemas pueden ser en gran medida económicos, pero las soluciones son en su mayor parte políticas. Necesitamos actuar con determinación. Necesitamos coraje.
En ocasión de estas Reuniones, albergo la esperanza de que podamos llegar a un diagnóstico común y dejar acordado el conjunto de recomendaciones en materia de política que ustedes elevarán a sus dirigentes y jefes de gobierno para que podamos trazar la senda hacia la acción colectiva, y recorrer la senda hacia la recuperación.
Si podemos hacerlo, confío en que cuando volvamos a reunirnos en Tokio el año próximo, veremos despuntar un nuevo día.
***
Al igual que vi las banderas ese primer día en el FMI, también las veo hoy reflejadas en los ojos de ustedes.
Un símbolo de nuestra interconexión. El símbolo de una sola comunidad global. Un símbolo del FMI.
Ese es el camino por delante. Emprendamos ese camino. Juntos.
Muchas gracias.