Alfonso Prat-Gay habla poco, pero cuando lo hace no le escapa a las preguntas. El primer ministro de Hacienda y Finanzas del gobierno de Mauricio Macri se refiere a su día después y a la etapa del reformismo permanente, y afirma que siempre está disponible para cuando lo necesitan. Marca una brecha muy clara entre lo que define como «ansiedad monetaria» y el gradualismo que, según dice, fue clave para ganar las últimas elecciones. De tono pausado y respuestas contundentes, afirma que es un mito de los medios su ambición presidencial y describe el pedido de sus hijos para que siga lejos de la función pública.
-¿Qué opinión le merece la etapa del reformismo permanente a la que se refiere el Presidente?
-Hay que ver el paquete y no sólo eso: también el espíritu detrás de las reformas. Hubo otras instancias de nuestra vida institucional en las que parecía que todo se jugaba en una reforma. El planteo de Macri es mucho más humilde, es ir viendo que de a poco vamos a ir dando el cambio, que tal vez no es la reforma ideal, pero nos permite ir cubriendo el terreno que tenemos, que es inmenso. Queda mucho por recorrer, porque la Argentina está en decadencia desde hace tiempo. Venimos de un régimen que ahora está en decadencia y, si nos comparamos con el resto de la región, vemos cómo la Argentina se ha quedado en los últimos años: eso es más pobreza, menos empleo y menos expectativa de todos.
-¿Qué tan lejos se siente hoy del Gobierno?
-Yo me siento muy cerca de Cambiemos. Participé de la campaña en un momento crítico, cuando se ganó por muy poco, y todo lo que podía aportar, sumaba. Ahora no estoy en el Gobierno, pero soy parte de Cambiemos y quiero que le vaya bien al presidente Macri, porque es mucho lo que se juega en esta presidencia. Espero que tenga ganas y que sea reelecto, porque muchas de las cosas que empezamos a hacer cuando yo era parte del Gobierno, van madurando. Esto se planificó y se pensó como algo más allá de un mandato.
-¿Cómo fue su día después de la partida? ¿Hubo un duelo?
-No. Yo fui diputado, luego volví al llano; fui presidente del Banco Central, volví al llano… a mí, cuando me llaman, estoy. Cuando hubo que resolver el lío en el que terminó la convertibilidad, fui presidente del Central; cuando hubo que oponerse al régimen kirchnerista, fui diputado, y cuando hubo que ordenar todo el desorden de esa mala gestión del kirchnerismo, no tuve ningún inconveniente en ponerme el traje de ministro. Personalmente, no tuve tampoco tiempo para hacer un duelo, porque tres semanas después de dejar el cargo murió mi mamá, de manera inesperada, y hace pocos meses murió mi papá. La prioridad estuvo en otro lado.
-Su situación personal lo llevó también a querer quedarse en el país más allá de las propuestas…
-Siempre quiero quedarme en el país; cada uno puede aportar desde su lado. A veces, los políticos mandamos el mensaje de que para cambiar las cosas sólo está la política y que sólo lo podemos cambiar los políticos. Pero acá hay un cambio cultural que excede a la política y ese fue el mensaje de los argentinos en noviembre de 2015, que se ratificó ahora. Fijate la discusión del gradualismo: es imposible que el Gobierno haya ganado en las urnas sin esta estrategia gradual, que por supuesto no alcanza y que lleva tiempo, pero que es el resultado de cómo asumió, con pocas bancas, con herencia compleja y con una difícil situación social.
-¿Cómo ve la situación que se está viviendo en el sur del país?
-No estoy involucrado. Lo sigo con el interés que sigo todos los temas de la Argentina y, en particular, este conflicto y el muy triste episodio del submarino, nos recuerdan lo difícil que es gobernar un país que tienen tantas heridas abiertas, consecuencia de malas gestiones; en el momento menos pensado aparece un imponderable. Soy muy comprensivo con quienes tienen alguna responsabilidad en estos temas. Me parece fundamental tener la mente fría para ordenar estos conflictos. Por supuesto, lo que sucedió en Villa Mascardi es algo muy grave y creo que el Gobierno está tratando de dilucidar qué pasó.
-¿Qué tipo de diálogo tiene ahora con el Presidente?
-Cada tanto nos enviamos un mensaje de WhatsApp. Sabemos que el Presidente es de pocas palabras. Yo no tomo la iniciativa, porque sé muy bien que el Presidente y los ministros están muy ocupados. Cuando me necesitan, saben que estoy y que puedo colaborar.
-¿Por qué quiere ser candidato a gobernador de Tucumán?
-Está cerca de mi corazón. Yo pasé gran parte de mi infancia en Tucumán y cada vez que regreso -y lo he hecho prácticamente toda mi vida- me provoca frustración ver que la provincia está cada vez peor. Con estas elecciones, comprobamos que el cambio que propone Macri está, efectivamente, llegando a distintos lugares, pero hay reductos donde no se da. Yo no sé si es una candidatura, pero sé que me gustan los desafíos, y nada me gustaría más que ayudar a los tucumanos, para que se sumen al cambio que está sucediendo.
-¿Tiene la aspiración en el largo plazo de ser presidente?
-Eso aparece cada tanto en los medios, pero yo la verdad nunca lo dije.
-¿No se ve ahí?
-No, no, no… es tan compleja la realidad y es tanto lo que hay que hacer, que voy a estar donde crea que puedo aportar. La gente conoce qué cargos públicos tuve, pero no conoce qué cargos no quise tener… uno va eligiendo…
-¿Cuán bien o cuán mal está la economía argentina?
-Está mucho mejor que cuando la tomamos y está mejor este año que el anterior. Buena parte de las medidas que tomamos al asumir, en esos primeros seis meses, iban a tener su tiempo de maduración. A veces, algunos se ponen más ansiosos y esperan que uno apriete un botón y que al día siguiente haya un efecto. En economía no es así. Aun así, en medidas que implicaban un costo o una pérdida de bienestar en el corto plazo, avanzamos porque sabíamos que se iba a convertir en un sendero mucho más equilibrado, más sostenible, que empezaba con algún sector, pero se iba extendiendo a otros. Hoy tenemos una economía que crea empleo, con mejoras en el salario real; y otras cosas que soñábamos, efectivamente se fueron dado. A su debido tiempo, como hubiera dicho el General.
-¿Cuánto le preocupa hoy la bicicleta de las Lebacs?
-Me preocupa el desequilibrio muy visible que hay entre el gradualismo fiscal y la ansiedad monetaria. Cuando diseñamos el programa, fijamos que las metas fiscales sean compatibles con las de inflación, porque había una lógica detrás. No podés tener una pata más larga que la otra: si vas de a poco por lo fiscal, tenés que ir de a poco por lo monetario. Pero sucedió que, a mitad del año pasado, el Congreso sancionó leyes -algunas impulsadas por nosotros, como la reparación histórica a jubilados, la ley pyme, la devolución de IVA en la compra de alimentos de primera necesidad- que ampliaron derechos y ampliaron la red de cobertura social, pero, por supuesto, tuvieron impacto fiscal. Hubiera sido engañoso no incorporar ese nuevo gasto en los cálculos del déficit fiscal. Se modificó la meta de déficit fiscal casi un punto más de lo que nosotros planteamos en su momento. Y lo que faltó, concomitantemente, es modificar la meta de inflación. Por lo tanto, sucede que el Banco Central persigue una meta de inflación que nadie cree que se vaya a cumplir. Y, para intentar cumplir una meta incumplible, tiene tasas de interés demasiado altas, que generan atraso cambiario y pérdida de competitividad frente al sector externo. Por eso, creo que hoy el punto débil de la economía es el déficit comercial, que este año va a llegar a 4 puntos del PBI, a pesar de que la economía no está creciendo al ritmo que debería crecer.
-Es decir, se importa más de lo que se exporta…
-Sí, claro. Sucede que las importaciones crecen en volumen cerca del 20% anual y las exportaciones prácticamente no crecen. En la Argentina, siempre que sucedió algo así, era señal de que algo debía cambiar. Creo que el Central se equivoca en esa postura, y la manera de hacer compatible el programa es ser más flexible en las metas de inflación.
-¿El actual ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, está haciendo lo mismo que usted haría, algo parecido o algo totalmente distinto?
-No veo un cambio esencial; creo que está haciendo esto muy bien. Iniciamos juntos el camino de la reforma tributaria, conformamos una comisión de análisis para la reforma presupuestaria, con el director de la AFIP y representantes de diferentes ministerios, y cuando llegó Dujovne, con gente muy preparada en materia tributaria, lo llevaron a muy buen puerto.
-¿Qué pasa con el dólar?
-Con este esquema monetario ansioso, se generan desequilibrios, por el lado del dólar más barato y por el lado fiscal: en la discusión económica está instalado que la política fiscal le dificulta la consecución al BCRA de su meta de inflación, pero yo creo que es al revés: cuando el Central asume una política como la actual, le complica la vida al Tesoro, porque la economía crece menos, genera dificultad en el comercio exterior y, fundamentalmente, porque buena parte del gasto público está indexado, como la movilidad jubilatoria, el pago de intereses de la deuda y el pago de asignaciones. Si bajás la inflación muy rápido, provoca un impacto fiscal. Nosotros fijamos las metas fiscales el 16 de enero de 2016, cuando no sabíamos ni siquiera lo que había debajo de la alfombra, pero nos pareció que debíamos animarnos. En ningún año pensábamos en bajar la inflación 7 u 8 puntos; este año, si la inflación es del 23%, es 13 puntos menos que el año pasado. Es un golazo, pero la sensación que va a quedar es que no se llegó a la meta.
-¿Cuánto hay que preocuparse por la deuda?
-De momento, es relativamente baja comparada con el tamaño de la economía y con otros momentos de nuestra historia y otros países de la región. No hay que preocuparse ahora, pero si esto va creciendo año a año, va a ser un problema. Justamente por eso el plan que diseñamos nosotros preveía que, para cuando el déficit eventualmente vaya desapareciendo, el nivel de deuda no iba a ser para preocuparse. Por eso es importante que se cumplan las metas y que el Central esté involucrado en estos objetivos.
-¿Cómo evalúa el rol del titular de la AFIP, Alberto Abad?
-Es un extraordinario técnico y me alegra que alguien de su talla todavía esté allí peleándola, porque no es fácil.
-¿Qué cambió después de dejar el ministerio?
-¡Me cambió todo! Pero, sin duda, estoy contento de haber ayudado al Presidente en esa etapa, ese primer año que, estoy convencido, terminará siendo el año más difícil de esta gestión. Estoy seguro de que cuando uno deja alma, vida y corazón, valorás mucho los afectos que dejaste de lado.
-¿Qué le dicen sus hijos?
-¡Que ni se me ocurra volver!
Mini bio
Profesión: Economista (UCA)
Cargo anterior: Ex ministro de Hacienda y Finanzas
Trayectoria: Fue presidente del Banco Central (2002-2004) y diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires (2009-2013)
-¿Qué opinión le merece la etapa del reformismo permanente a la que se refiere el Presidente?
-Hay que ver el paquete y no sólo eso: también el espíritu detrás de las reformas. Hubo otras instancias de nuestra vida institucional en las que parecía que todo se jugaba en una reforma. El planteo de Macri es mucho más humilde, es ir viendo que de a poco vamos a ir dando el cambio, que tal vez no es la reforma ideal, pero nos permite ir cubriendo el terreno que tenemos, que es inmenso. Queda mucho por recorrer, porque la Argentina está en decadencia desde hace tiempo. Venimos de un régimen que ahora está en decadencia y, si nos comparamos con el resto de la región, vemos cómo la Argentina se ha quedado en los últimos años: eso es más pobreza, menos empleo y menos expectativa de todos.
-¿Qué tan lejos se siente hoy del Gobierno?
-Yo me siento muy cerca de Cambiemos. Participé de la campaña en un momento crítico, cuando se ganó por muy poco, y todo lo que podía aportar, sumaba. Ahora no estoy en el Gobierno, pero soy parte de Cambiemos y quiero que le vaya bien al presidente Macri, porque es mucho lo que se juega en esta presidencia. Espero que tenga ganas y que sea reelecto, porque muchas de las cosas que empezamos a hacer cuando yo era parte del Gobierno, van madurando. Esto se planificó y se pensó como algo más allá de un mandato.
-¿Cómo fue su día después de la partida? ¿Hubo un duelo?
-No. Yo fui diputado, luego volví al llano; fui presidente del Banco Central, volví al llano… a mí, cuando me llaman, estoy. Cuando hubo que resolver el lío en el que terminó la convertibilidad, fui presidente del Central; cuando hubo que oponerse al régimen kirchnerista, fui diputado, y cuando hubo que ordenar todo el desorden de esa mala gestión del kirchnerismo, no tuve ningún inconveniente en ponerme el traje de ministro. Personalmente, no tuve tampoco tiempo para hacer un duelo, porque tres semanas después de dejar el cargo murió mi mamá, de manera inesperada, y hace pocos meses murió mi papá. La prioridad estuvo en otro lado.
-Su situación personal lo llevó también a querer quedarse en el país más allá de las propuestas…
-Siempre quiero quedarme en el país; cada uno puede aportar desde su lado. A veces, los políticos mandamos el mensaje de que para cambiar las cosas sólo está la política y que sólo lo podemos cambiar los políticos. Pero acá hay un cambio cultural que excede a la política y ese fue el mensaje de los argentinos en noviembre de 2015, que se ratificó ahora. Fijate la discusión del gradualismo: es imposible que el Gobierno haya ganado en las urnas sin esta estrategia gradual, que por supuesto no alcanza y que lleva tiempo, pero que es el resultado de cómo asumió, con pocas bancas, con herencia compleja y con una difícil situación social.
-¿Cómo ve la situación que se está viviendo en el sur del país?
-No estoy involucrado. Lo sigo con el interés que sigo todos los temas de la Argentina y, en particular, este conflicto y el muy triste episodio del submarino, nos recuerdan lo difícil que es gobernar un país que tienen tantas heridas abiertas, consecuencia de malas gestiones; en el momento menos pensado aparece un imponderable. Soy muy comprensivo con quienes tienen alguna responsabilidad en estos temas. Me parece fundamental tener la mente fría para ordenar estos conflictos. Por supuesto, lo que sucedió en Villa Mascardi es algo muy grave y creo que el Gobierno está tratando de dilucidar qué pasó.
-¿Qué tipo de diálogo tiene ahora con el Presidente?
-Cada tanto nos enviamos un mensaje de WhatsApp. Sabemos que el Presidente es de pocas palabras. Yo no tomo la iniciativa, porque sé muy bien que el Presidente y los ministros están muy ocupados. Cuando me necesitan, saben que estoy y que puedo colaborar.
-¿Por qué quiere ser candidato a gobernador de Tucumán?
-Está cerca de mi corazón. Yo pasé gran parte de mi infancia en Tucumán y cada vez que regreso -y lo he hecho prácticamente toda mi vida- me provoca frustración ver que la provincia está cada vez peor. Con estas elecciones, comprobamos que el cambio que propone Macri está, efectivamente, llegando a distintos lugares, pero hay reductos donde no se da. Yo no sé si es una candidatura, pero sé que me gustan los desafíos, y nada me gustaría más que ayudar a los tucumanos, para que se sumen al cambio que está sucediendo.
-¿Tiene la aspiración en el largo plazo de ser presidente?
-Eso aparece cada tanto en los medios, pero yo la verdad nunca lo dije.
-¿No se ve ahí?
-No, no, no… es tan compleja la realidad y es tanto lo que hay que hacer, que voy a estar donde crea que puedo aportar. La gente conoce qué cargos públicos tuve, pero no conoce qué cargos no quise tener… uno va eligiendo…
-¿Cuán bien o cuán mal está la economía argentina?
-Está mucho mejor que cuando la tomamos y está mejor este año que el anterior. Buena parte de las medidas que tomamos al asumir, en esos primeros seis meses, iban a tener su tiempo de maduración. A veces, algunos se ponen más ansiosos y esperan que uno apriete un botón y que al día siguiente haya un efecto. En economía no es así. Aun así, en medidas que implicaban un costo o una pérdida de bienestar en el corto plazo, avanzamos porque sabíamos que se iba a convertir en un sendero mucho más equilibrado, más sostenible, que empezaba con algún sector, pero se iba extendiendo a otros. Hoy tenemos una economía que crea empleo, con mejoras en el salario real; y otras cosas que soñábamos, efectivamente se fueron dado. A su debido tiempo, como hubiera dicho el General.
-¿Cuánto le preocupa hoy la bicicleta de las Lebacs?
-Me preocupa el desequilibrio muy visible que hay entre el gradualismo fiscal y la ansiedad monetaria. Cuando diseñamos el programa, fijamos que las metas fiscales sean compatibles con las de inflación, porque había una lógica detrás. No podés tener una pata más larga que la otra: si vas de a poco por lo fiscal, tenés que ir de a poco por lo monetario. Pero sucedió que, a mitad del año pasado, el Congreso sancionó leyes -algunas impulsadas por nosotros, como la reparación histórica a jubilados, la ley pyme, la devolución de IVA en la compra de alimentos de primera necesidad- que ampliaron derechos y ampliaron la red de cobertura social, pero, por supuesto, tuvieron impacto fiscal. Hubiera sido engañoso no incorporar ese nuevo gasto en los cálculos del déficit fiscal. Se modificó la meta de déficit fiscal casi un punto más de lo que nosotros planteamos en su momento. Y lo que faltó, concomitantemente, es modificar la meta de inflación. Por lo tanto, sucede que el Banco Central persigue una meta de inflación que nadie cree que se vaya a cumplir. Y, para intentar cumplir una meta incumplible, tiene tasas de interés demasiado altas, que generan atraso cambiario y pérdida de competitividad frente al sector externo. Por eso, creo que hoy el punto débil de la economía es el déficit comercial, que este año va a llegar a 4 puntos del PBI, a pesar de que la economía no está creciendo al ritmo que debería crecer.
-Es decir, se importa más de lo que se exporta…
-Sí, claro. Sucede que las importaciones crecen en volumen cerca del 20% anual y las exportaciones prácticamente no crecen. En la Argentina, siempre que sucedió algo así, era señal de que algo debía cambiar. Creo que el Central se equivoca en esa postura, y la manera de hacer compatible el programa es ser más flexible en las metas de inflación.
-¿El actual ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, está haciendo lo mismo que usted haría, algo parecido o algo totalmente distinto?
-No veo un cambio esencial; creo que está haciendo esto muy bien. Iniciamos juntos el camino de la reforma tributaria, conformamos una comisión de análisis para la reforma presupuestaria, con el director de la AFIP y representantes de diferentes ministerios, y cuando llegó Dujovne, con gente muy preparada en materia tributaria, lo llevaron a muy buen puerto.
-¿Qué pasa con el dólar?
-Con este esquema monetario ansioso, se generan desequilibrios, por el lado del dólar más barato y por el lado fiscal: en la discusión económica está instalado que la política fiscal le dificulta la consecución al BCRA de su meta de inflación, pero yo creo que es al revés: cuando el Central asume una política como la actual, le complica la vida al Tesoro, porque la economía crece menos, genera dificultad en el comercio exterior y, fundamentalmente, porque buena parte del gasto público está indexado, como la movilidad jubilatoria, el pago de intereses de la deuda y el pago de asignaciones. Si bajás la inflación muy rápido, provoca un impacto fiscal. Nosotros fijamos las metas fiscales el 16 de enero de 2016, cuando no sabíamos ni siquiera lo que había debajo de la alfombra, pero nos pareció que debíamos animarnos. En ningún año pensábamos en bajar la inflación 7 u 8 puntos; este año, si la inflación es del 23%, es 13 puntos menos que el año pasado. Es un golazo, pero la sensación que va a quedar es que no se llegó a la meta.
-¿Cuánto hay que preocuparse por la deuda?
-De momento, es relativamente baja comparada con el tamaño de la economía y con otros momentos de nuestra historia y otros países de la región. No hay que preocuparse ahora, pero si esto va creciendo año a año, va a ser un problema. Justamente por eso el plan que diseñamos nosotros preveía que, para cuando el déficit eventualmente vaya desapareciendo, el nivel de deuda no iba a ser para preocuparse. Por eso es importante que se cumplan las metas y que el Central esté involucrado en estos objetivos.
-¿Cómo evalúa el rol del titular de la AFIP, Alberto Abad?
-Es un extraordinario técnico y me alegra que alguien de su talla todavía esté allí peleándola, porque no es fácil.
-¿Qué cambió después de dejar el ministerio?
-¡Me cambió todo! Pero, sin duda, estoy contento de haber ayudado al Presidente en esa etapa, ese primer año que, estoy convencido, terminará siendo el año más difícil de esta gestión. Estoy seguro de que cuando uno deja alma, vida y corazón, valorás mucho los afectos que dejaste de lado.
-¿Qué le dicen sus hijos?
-¡Que ni se me ocurra volver!
Mini bio
Profesión: Economista (UCA)
Cargo anterior: Ex ministro de Hacienda y Finanzas
Trayectoria: Fue presidente del Banco Central (2002-2004) y diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires (2009-2013)