Impactados por el hallazgo de Candela, todavía se nos atragantaban sus dos colitas cuando, en el programa de Luisa Valmaggia, Cristina Fernández, titular del Registro Nacional de Información de Personas Menores Extraviadas, bajaba línea: la madre demoró en hacer la denuncia; los medios ensuciaron la cancha al mostrar lo que se iba haciendo.
Maten al mensajero: De la Policia ni mu.
Ni mu: Cristina Fernández no opina nada cuando asesinan a una nena haciéndole pito catalán a la Bonaerense. No opina nada de la incapacidad de la Fuerza para encontrarla viva y hasta para encontrarla muerta.
Incapacidad, en la más cándida de las hipótesis . De los hechos, la funcionaria no opina: maten al mensajero.
Eta idea se desparramó por redes sociales y repetidoras del discurso oficial. El jueves, por radio América, dos periodistas pedían regulación de contenidos. “No se asusten, ClarínyLa Nación , no estamos diciendo que los vamos a censurar ”, chicaneaba una, dejando claro que hay controles buenos: los que ejercemos “nosotros”. ¿Algo sobre la Bonaerense? Niet. Aunque en las redacciones se sabe que la Policía muestra lo que quiere y que si sus acciones se conocen es porque decidió filtrarlas o, como ahora, brindarlas a boca llena.
Por qué alertaron a través de los medios de los allanamientos , de qué nos hicieron testigos, son incógnitas cuya respuesta excede a esta periodista.
La misma funcionaria dijo ayer que se pudo encontrar a Sandra Mamani porque los medios no se metieron. Linda gambeta a la verdad: Mamani apareció porque su cara fue plantada en las pantallas . Alguien la reconoció y avisó.
En estos días circuló por las redes sociales una frase de Scalabrini Ortiz: “Un crimen, un robo, un asalto, un adulterio con homicidio son sucesos sin repercusión social (…). El delito mayor es darles una divulgación indebida, repartirlos por todos los ámbitos, redactados por plumas expertas en sensacionalismo…” Muchos clickearon “me gusta”, avalando la idea de que delinquieron “más” quienes contaron la investigación que quienes apretaron la garganta .
A la idea de que hay que “regular” falta un paso. Y Emanuel Respighi lo dio: ayer, en Página/12 , pedía “un manual en el que se acuerde aquello sobre lo que se puede y lo que no se debe mostrar” , consensuado entre gerentes de noticias, y que, además, “podría fijarse con el asesoramiento de las fuerzas de seguridad y/o de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual”. Así, podríamos pedir a policía asesoramiento sobre cómo cubrir casos como los de Ezequiel Demonty y Luciano Arruga.
De la Bonaerense, nada. Quizás con los protocolos adecuados no haga falta ni convenga hablar nunca más de ella ni de sus responsables políticos.
A Julio López, Fernanda Aguirre, Marita Verón, Florencia Penacchi, y todos los desaparecidos en democracia.
Maten al mensajero: De la Policia ni mu.
Ni mu: Cristina Fernández no opina nada cuando asesinan a una nena haciéndole pito catalán a la Bonaerense. No opina nada de la incapacidad de la Fuerza para encontrarla viva y hasta para encontrarla muerta.
Incapacidad, en la más cándida de las hipótesis . De los hechos, la funcionaria no opina: maten al mensajero.
Eta idea se desparramó por redes sociales y repetidoras del discurso oficial. El jueves, por radio América, dos periodistas pedían regulación de contenidos. “No se asusten, ClarínyLa Nación , no estamos diciendo que los vamos a censurar ”, chicaneaba una, dejando claro que hay controles buenos: los que ejercemos “nosotros”. ¿Algo sobre la Bonaerense? Niet. Aunque en las redacciones se sabe que la Policía muestra lo que quiere y que si sus acciones se conocen es porque decidió filtrarlas o, como ahora, brindarlas a boca llena.
Por qué alertaron a través de los medios de los allanamientos , de qué nos hicieron testigos, son incógnitas cuya respuesta excede a esta periodista.
La misma funcionaria dijo ayer que se pudo encontrar a Sandra Mamani porque los medios no se metieron. Linda gambeta a la verdad: Mamani apareció porque su cara fue plantada en las pantallas . Alguien la reconoció y avisó.
En estos días circuló por las redes sociales una frase de Scalabrini Ortiz: “Un crimen, un robo, un asalto, un adulterio con homicidio son sucesos sin repercusión social (…). El delito mayor es darles una divulgación indebida, repartirlos por todos los ámbitos, redactados por plumas expertas en sensacionalismo…” Muchos clickearon “me gusta”, avalando la idea de que delinquieron “más” quienes contaron la investigación que quienes apretaron la garganta .
A la idea de que hay que “regular” falta un paso. Y Emanuel Respighi lo dio: ayer, en Página/12 , pedía “un manual en el que se acuerde aquello sobre lo que se puede y lo que no se debe mostrar” , consensuado entre gerentes de noticias, y que, además, “podría fijarse con el asesoramiento de las fuerzas de seguridad y/o de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual”. Así, podríamos pedir a policía asesoramiento sobre cómo cubrir casos como los de Ezequiel Demonty y Luciano Arruga.
De la Bonaerense, nada. Quizás con los protocolos adecuados no haga falta ni convenga hablar nunca más de ella ni de sus responsables políticos.
A Julio López, Fernanda Aguirre, Marita Verón, Florencia Penacchi, y todos los desaparecidos en democracia.